El investigador británico John Michell (1933-2009) dedicó buena parte de su vida a profundizar sobre los emplazamientos megalíticos. Según él, muchas de estas construcciones guardarían aún las claves de un antiguo conocimiento relacionado con las energías vitales de la Tierra.
Michell fue uno de los pioneros y más destacados estudiosos de la llamada geometría sagrada. Y aunque se inició en el mundo del misterio a través de los ovnis, lo cierto es que investigó en todo tipo de campos: desde la astroarqueología al fenómeno de los círculos de las cosechas e incluso los denominados «hechos forteanos» —donde realizó una revisión crítica de la obra del pionero en este terreno, Charles Fort—. Sin embargo, poco a poco lo «forteano» de sus intereses intelectuales cedió el paso a la búsqueda de un orden dentro del caos, orden que creyó encontrar en el realismo de las matemáticas y el arte megalítico, así como en las relaciones que, en su opinión, existen entre ambos.
Las líneas Ley
Quien escribe, Alex Chionetti, tuvo el honor de conocer a John Michell hace más de dos décadas, en el mismo lugar en donde se desarrolló la entrevista que Ud. leerá en este artículo: su piso del barrio londinense de Notting Hill. Y en tal ocasión, retomamos una conversación en la que las nuevas concepciones, producto de muchos años de investigación, podrían dar respuesta a algunas de las viejas preguntas.
A.Ch- Usted sostiene que las denominadas «líneas Ley», también conocidas como «líneas de poder», constituyen parte de un código olvidado de conocimientos que ha prevalecido en algunos lugares a lo largo del tiempo…
J.M.-El primero que habló de «líneas de poder» fue Alfred Watkins en 1933. Después lo hicieron también Phillipe Hesselton y Alexander Thom, otro «padre» de la astroarqueología. Estas alineaciones, que actúan como ejes que parten en muchas direcciones, son las correlaciones que existen entre los emplazamientos megalíticos de la antigüedad, algo que puede ser comprobado, ya que muchos de los restos de aquellas ruinas aún permanecen.
Lo que prueban es que desde tiempos remotos existía un tipo de conocimiento diferente. Por ejemplo, en su libro Sacred Geographic John Riche ha realizado el seguimiento de la «Línea del Arcángel Miguel» a lo largo de Inglaterra.
A.Ch.-De hecho, algunas de estas líneas fueron respetadas, en cierta forma, por civilizaciones posteriores.
J.M.- En efecto. Los romanos, por ejemplo, pavimentaron algunos caminos que ya estaban establecidos por las «líneas de poder», rutas trazadas que iban desde Inglaterra hasta el Piamonte italiano. Fue así como algunos principios geománticos se extendieron a través de toda la Edad Media, y como muchos de los lugares sagrados druídicos fueron «reformados», por ejemplo al levantar iglesias sobre antiguos templos paganos. Era una forma de control e imposición, pero también una manera de continuar venerando a las fuerzas de la creación de un lugar determinado.
A.Ch.-Usted ha pasado de ser un investigador forteano a convertirse en un filósofo platónico. ¿Cómo explica esta transición?
J.M.-El cambio ya se percibe en mi segundo libro, View over Atlantis (La visión de la Atlántida, 1969), al que considero una metáfora de un mundo perdido, pero sobre todo es manifiesto en City of Revelation (Ciudad de revelación, 1972), donde además de interpretar el Nuevo Testamento intento buscar el origen geométrico de los templos tanto de la antigua como de la nueva Jerusalén a través de las letras del alfabeto griego. Es una obra que trata sobre la búsqueda de la «ciudad sagrada» mediante un diagrama cosmológico. La ciudad ideal es la Jerusalén celestial, algo que sólo existe como idea o ideal, pero también como parte de un cuerpo de conocimientos, como parte del «paraíso en la Tierra».
Todas las tradiciones sagradas comparten un conocimiento codificado, una energía que nos acerca al tiempo de la revelación, un estado de la mente que converge con una ciencia de la coincidencia… Sólo cuando experimentamos lo que es esa sincronicidad somos capaces de comprender que hay una gran diferencia entre el mundo real y la Verdad. Es algo que, como a mí, les ha sucedido a muchos otros investigadores…
A.Ch.- Pero, ¿cómo diferenciar esa Verdad de lo imaginario?
J.M.- Las coincidencias pueden no significar nada o significar mucho. Lo importante es estar conectado, en un estado de receptividad o armonía determinado. Entonces es cuando comienzas a descubrir lo que August Strindberg llamaba «sistemas autointegrados».
Buscando el Paraíso perdido
A.Ch.- ¿Qué papel juega la Atlántida en esta singular búsqueda?
J.M.- En el Critias de Platón encontré una historia que ilustra los modelos geométricos basados en el número 10. El tema de las dimensiones es fundamental en el platonismo. En la antigua Grecia encontramos evidencias de la existencia de una escuela de conocimiento con puertas de iniciación a los diferentes niveles de entendimiento, donde tanto la música como los números y la geometría estaban muy relacionados. Son conocimientos que se extienden a Egipto y también a Jerusalén, preservándose así el sentido universal de las antiguas fuentes de sabiduría.
A.Ch. -¿Qué contribución supuso La nueva visión de la Atlántida en relación con la primera parte de esta obra suya?
J.M.- Pienso que aporté nuevos elementos que sostienen la realidad del mito platónico sobre la Atlántida, especialmente en lo que se refiere al uso de medidas utilizadas tanto por griegos como por romanos, judíos o egipcios. Estas unidades son recurrentes en las dimensiones de monumentos de todo el mundo, llegando hasta Teotihuacán. Esta ciencia revela un antiquísimo código según el cual las estructuras responderían al tamaño, dimensión y forma de una tierra esferoide. Conocimientos, todos ellos, que se mezclan con la magia y lo mágico.
Hoy ya no se pone en duda que los lugares sagrados eran en la antigüedad centros de energía o poder, centros de magia natural dedicados a recuperar y perpetuar el conocimiento de las energías vitales de la Tierra.
A.Ch.- Sus libros e investigaciones apuntan hacia una meta, una cierta búsqueda de un orden divino de las cosas. ¿Me equivoco?
J.M.- Estoy al final de mi «jomada». Mi último libro del ciclo que inicié con La visión de Atlántida está a punto de publicarse. Se titulará La geometría de la creación, y en él trato de demostrar que, desde un principio, la búsqueda primordial de los hombres ha sido la de encontrar el Paraíso… De ahí que hable del «modelo futuro ideal de la isla ideal». Un modelo que, por cierto, es muy geométrico, ya que consta de un centro y 12 divisiones, puesto que son muchas las tradiciones que hablan de 12 tribus y una autoridad central. Cada nación del orbe tiene casi el mismo mito: las 12 tribus, los 12 tipos de humanidad, las 12 razas, cada una de ellas respondiendo a una nota musical. Todo esto forma parte del gran mito de la creación del mundo, algo que también vivimos a través de los 12 meses del año.
En un mundo en el que lo racional trata de poner orden en el caos, redescubrimos que hay una fuerza, un orden, que se manifiesta con el poder de los números mediante la geometría.
No sé cómo será acogido este último trabajo, pero puedo asegurar que nace de un fuerte deseo por encontrar la llave de una nueva revelación, de un código numérico que concuerde con una revisión de la «ciudad celestial» de San Juan.
Sobre el Antiguo Egipto
A.Ch.-¿Qué opina de las interpretaciones de Graham Hancock, según las cuales las alineaciones de los monumentos de Guiza representan «espejos» de la constelación de Orión y otras estrellas?
J.M.- Pienso que no ha entendido nada de nada, y menos de mis teorías. En general, los antiguos egipcios estaban obsesionados con la muerte, y esto enlaza también con los antiguos habitantes de las islas británicas, para quienes las alineaciones de las estrellas más significativas mostraban la ruta del alma después de la muerte. Además, en mi opinión, los monumentos megalíticos británicos son anteriores a las construcciones egipcias, como lo demuestra la antigüedad de las rocas inglesas.
Tampoco estoy de acuerdo con Colin Wilson, según el cual los antiguos egipcios aplicaron extraordinarias facultades psíquicas en la construcción de sus monumentos. Yo opino que los egipcios fueron herederos de una técnica determinada, siguiendo la cual levantaron y situaron sus monumentos. Eran conocedores de una armonía numérica que aplicaron a sus estructuras y edificaciones.
A.Ch.- ¿Un código numérico egipcio?
J.M.-Los sacerdotes del antiguo Egipto preservaron un canon, un código numérico de armonías y proporciones que aplicaron al arte, a la música y a la política. Algo que dio unidad a la propia civilización egipcia. Platón fue iniciado en esos misterio y a ellos se refiere en sus escritos, especialmente en sus alegorías matemáticas y en sus «leyes». Estamos hablando de estándares cuyos principios fueron mantenidos por las antiguas culturas a través de los siglos.
A.Ch.- ¿Y esas dimensiones sagradas, ¿han llegado hasta nuestros días?
J.M.- Yo he buscado ese código durante años. Y tanto en Stonehenge como en los planos fundacionales de Glanstonbury, en la visión platónica como en la «Nueva Jerusalén» de San Juan, hay algunas claves. También están en las fórmulas alquímicas para la fusión de los elementos puestas de relieve en las catedrales medievales.
Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: El código Gaia: ¿están los antiguos monumentos megalíticos alineados con las energías vitales de la Tierra? https://mysteryplanet.com.ar/site/el-codigo-gaia-estan-los-antiguos-monumentos-megaliticos-alineados-con-las-energias-vitales-de-la-tierra/
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