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miércoles, 7 de junio de 2017

El hacha de sílex que rompió la concepción bíblica sobre la antigüedad de la humanidad


El hacha en la actualidad / foto Museo de Historia Natural de Londres
La historia comienza con un encuentro fortuito a bordo de un tren de Surrey a Londres, posiblemente en el año 1854, sin que ninguno de sus dos protagonistas revelase nunca la fecha exacta.
Ambos, Joseph Prestwich y John Evans, eran hombres de negocios, el primero dedicado al comercio de vino y el segundo a la fabricación de papel. Pero tenían una pasión en común, la geología, de la que charlaron animadamente durante todo el trayecto, así como sobre arqueología, que era el principal interés de Evans. Fue el comienzo de una amistad que duraría 40 años, hasta la muerte de Prestwich.
Ambos formarían una de las parejas más famosas de la historia de la arqueología, y pocos años más tarde, en 1859, iban a cambiar el mundo para siempre, adelantándose a Darwin y su publicación de El origen de las especies por seis meses y estableciendo la evidencia de la antigüedad del hombre. Esto es, que la raza humana había aparecido sobre la Tierra muchos miles de años antes de lo que afirmaba la tradición basada en la Biblia.
Apenas una década atrás Austen Henry Layard excavaba la ciudad de Nínive y descubría las tabletas de arcilla que contenían el Poema de Gilgamesh, traducido luego en 1872 por George Smith, y que hacían saltar por los aires la concepción bíblica de la Historia.
Terrazas de grava de Abbeville / foto Boucher de Perthes
En el medio de toda esa efervescencia Prestwich y Evans, junto con el geólogo Charles Lyell, visitaban en 1859 los yacimientos de Abbeville en Francia. Aquí había encontrado, ya hacía casi un siglo antes, John Frere bifaces y hachas prehistóricos, procedentes de depósitos donde los trabajadores afirmaban que también había huesos fósiles de animales extintos. Pero la mentalidad predarwiniana de la época ignoró los hallazgos y las teorías de Frere de que aquellas herramientas habían sido hechas por hombres muy antiguos que no conocían el uso del metal.
Años más tarde, entre 1836 y 1846, Boucher de Perthes siguió los pasos de Frere encontrando (en realidad comprando las piezas a los trabajadores de las terrazas de grava del río Somme cerca de Abbeville) nuevas herramientas de sílex y huesos fósiles, llegando igualmente a la conclusión de que debían de tener una gran antigüedad. Pero aun así, faltaba una prueba concluyente, una evidencia de tales afirmaciones que se hallase in situ, en un nivel geológico inalterado. De hecho Boucher sería ampliamente ignorado y ridiculizado, incluso por Darwin.
Según James Sackett, el hecho de los descubrimientos de Perthes necesitasen ser verificados antes de que los miembros de la Academia de Ciencias francesa aceptaran sus postulados residía, no tanto en la evidencia en sí misma, sino en la forma en que Perthes la interpretaba y la había publicado. No iban a aceptar así como así las pruebas de un burócrata excéntrico y autodidacta.
La fotografía original del descubrimiento / foto The Geological Society
Serían precisamente Prestwich y Evans quienes iban a encontrar esa prueba definitiva. Lo que buscaban era una herramienta de sílex, que apareciese en un contexto sin adulterar, y en un nivel geológico similar al de los huesos de animales extintos como el mamut.
El 27 de abril de 1859, mientras recorrían los yacimientos de Abbeville con Boucher de Perthes haciendo de guía, recibieron un telegrama anunciando que en Saint-Acheul, cerca de Amiens, había sido hallada una hacha de sílex. Inmediatamente tomaron el primer tren y al caer la tarde se presentaban en el lugar.
Del momento en que procedieron a examinar el hacha in situ, acompañados por testigos científicos, existen fotografías (hoy en la biblioteca municipal de Amiens), siendo la primera vez en la historia que se utilizaba esta tecnología (tenía unos 30 años en aquel momento) en un descubrimiento arqueológico prehistórico.
Retrato de Joseph Prestwich / foto Dominio público en Wikimedia Commons
Este ejemplar se perdió luego, mezclado entre los numerosos bifaces y hachas que irían extrayendo en los años siguientes. De hecho, estaría perdido casi un siglo y medio, hasta que los profesores Clive Gamble y Robert Kruszunski lo identificaron, gracias a las descripciones de Prestwich, en la colección del Museo de Historia Natural de Londres.
Hoy está considerado como la herramienta de la Edad de Piedra más importante en cuanto a lo que significó para el establecimiento de la edad geológica de la humanidad. Por primera vez se hallaba una evidencia concluyente de que el hombre tenía más de 6.000 años de antigüedad, habiendo coexistido con los grandes mamuts de la era glacial 400.000 años antes.
Con el tiempo los arqueólogos descubrirían herramientas líticas mucho más antiguas, de hasta dos millones y medio de años de antigüedad, pero aquel pequeño hacha fue el comienzo de todo.
Prestwich realizaría muchos más descubrimientos geológicos importantes a lo largo de su vida, y tras su muerte en 1896 su enorme colección de fósiles y otros artefactos fue donada al Museo de Historia Natural de Londres, donde hoy se expone.
Evans llegó a convertirse en la máxima autoridad europea en herramientas líticas, publicando en 1872 su obra Ancient Stone Implements, considerado el más importante tratado sobre la materia. Presidió la Sociedad Geológica de Londres y fue miembro del Insituto de Francia, muriendo en 1908. Uno de sus hijos, Arthur John Evans, seguiría sus pasos y descubriría el palacio minoico de Cnosos en la isla de Creta.








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