La astrología moderna tal y como la conocemos –bajo la forma de un horóscopo diario, mensual o anual– está basada en un sistema de coordenadas celestes conocido como “zodíaco”, una palabra griega que significa “círculo de la vida”. Y, aunque el nacimiento de la astrología ha sido datado en el III milenio a. C., se ha argumentado al respecto que esta disciplina surgió tan pronto como el ser humano empezó a realizar un intento consciente de medir, registrar y predecir los cambios estacionales.
Pero, a diferencia de la época actual, en la que muchos se burlan de ideas como los horóscopos y una serie de signos relacionados con las constelaciones, hasta el siglo XVII la astrología aún era considerada una tradición académica. Y a ella se debe una gran influencia en el desarrollo de la astronomía, ya que por aquel entonces sus conceptos eran utilizados en alquimia, matemáticas, meteorología y medicina. La astrología era ampliamente aceptada incluso en círculos políticos y culturales.
Fue hacia el final del siglo XVII cuando los conceptos científicos que surgieron en la astronomía minaron las bases teóricas de la astrología, que sufrió en consecuencia una paulatina pérdida de prestigio.
Los antiguos ‘mathematici’
Los astrólogos medievales –conocidos como mathematici– tejían sus historias en un intento de decir algo verdadero acerca del mundo y el ser humano. Y, al igual que muchos astrólogos modernos, hacían predicciones que esperaban que se cumplieran.
Uno de los más antiguos autores cristianos, Orígenes, cita la presencia y el deseo de conocimiento acerca del futuro al que apuntaban los mathematici. Orígenes, que tuvo una relación hasta cierto punto incómoda con la ortodoxia cristiana, habló del “insaciable deseo” del hombre por saber sobre su futuro.
El astrólogo y astrónomo medieval Ricardo de Wallingford aparece en esta ilustración del siglo XIV midiendo un ‘equatorium’ con un compás.
Orígenes se lamentaba por la situación de los israelitas del Antiguo Testamento, a quienes estaban prohibidas las técnicas de adivinación “paganas”, entre las que se incluía la astrología, y argumentaba que era lógico que los israelitas, en su desesperación por saber más sobre su futuro, prestaran oídos a las palabras de los profetas. Aunque en opinión de Orígenes esto resultó provechoso, ya que los profetas predecirían la venida de Cristo.
Varios siglos después de la muerte de Orígenes, los obispos cristianos del Concilio de Braga del año 561 condenaron a estos mathematici y a sus predicciones por su aceptación implícita de que podía predecirse el futuro mirando a las estrellas: un hecho que planteaba interrogantes acerca del libre albedrío.
Alineaciones estelares
A lo largo de la historia, la astrología y las predicciones de los ‘mathematici’ fueron condenadas una y otra vez –y las frecuentes críticas a esta práctica únicamente tienen sentido en un contexto en el que la astrología gozaba de gran prestigio en la vida cotidiana en la época medieval. Después de todo, solo podemos reprobar aquello que se pone en práctica de algún modo.
Ilustración de un manuscrito medieval en la que se observa la relación entre las diferentes partes del cuerpo y los signos del zodíaco.
Parte del problema estribaba en que las predicciones y horóscopos realizados por los astrólogos podían resultar peligrosos en caso de ser presentados por reyes y emperadores como manifiestos monárquicos que describirían el carácter de su reinado, violento o pacífico, corto o largo. Pero al igual que la belleza, el significado de una predicción a menudo se encuentra en el ojo de quien la contempla.
La astrología medieval mantenía una posición ambigua, atacada aunque popular, injuriada pero satisfaciendo un “deseo innato”. La astrología de la Edad Media contaba historias sobre el mundo y las gentes que lo habitaban, historias que a menudo apuntaban a sus auténticos deseos y motivaciones.
Tales deseos no eran por lo general tan evidentes o quizás sorprendentes como en el caso del obispo y astrólogo aficionado Pierre d’Ailly hacia el año 1400. En aquella época, la iglesia afrontaba a una división que amenazaba con partir en dos la institución. El Gran Cisma de Occidente fue consecuencia del anhelo de un papa en Roma tras años de papado en Aviñón, Francia, y toda una serie de papas y antipapas que se sucedieron, provocando el caos en la Iglesia y en toda Europa.
Por otro lado, desde un punto de vista histórico, los principios de siglos y milenios a menudo han llevado a la gente a replantearse la estabilidad del mundo y su posible final. Como es lógico, el cisma no hizo más que reforzar poderosamente esta idea.
D’Ailly escrutaba el cielo nocturno en busca de respuestas, pero no predijo fuego y condenación, sino que más bien sugirió que el fin del mundo aún estaba lejano en el futuro, y que era algo de lo que ya tendrían tiempo de preocuparse otras generaciones. D’Ailly echaba por tierra de este modo las funestas expectativas leyendo las estrellas y explicando a todo aquél que le escuchaba una verdad conveniente: las estrellas nos dicen que sigamos adelante y hagamos más por este mundo: ¿quién podría rebatir algo así?
Leyendo el futuro
Para D’Ailly, la perspectiva de un apocalipsis inminente únicamente hubiera provocado que las gentes de la época se arrepintieran y rezaran, abandonando con toda probabilidad las instituciones gracias a las cuales el mundo “seguía girando”. Pero al prever D’Ailly algo así, planteó la posibilidad de que el fin del mundo era algo muy lejano, esperando sin duda que la iglesia pondría remedio a su reciente división y seguiría adelante haciendo aquello para lo que había sido creada: salvar almas.
Al igual que D’Ailly, estos mensajes procedentes de antiguos observadores de las estrellas estimulaban un deseo humano innato: el de obtener una sensación de control sobre un mundo aparentemente en desorden. Algo a lo que agarrarse cuando el camino hacia el futuro se presentaba plagado de dudas e incertidumbre.
Por descontado, la historia del hombre está llena de presagios para el futuro, y el año 2016 nos ha demostrado que el mundo aún tiene la capacidad de sorprendernos. De modo que aunque en nuestros días ya no miramos al cielo en busca de una explicación a los acontecimientos mundanos –como hacían nuestros antepasados– quizás podríamos echar un vistazo al pasado para comprender el deseo del ser humano de encontrar una explicación a lo inexplicable.
Y aunque la astrología mantiene una relación en cierto modo problemática con la ciencia moderna, mi predicción personal para el año 2017 es que parece destinado a ser tan convulso como cualquier otro. Así que quizás D’Ailly no iba tan desencaminado cuando proponía que sencillamente diéramos lo mejor de nosotros mismos.
escrito por Karl Kinsella
articulo publicado en...http://www.ancient-origins.es/noticias-ciencia-espacio/%C2%BFqu%C3%A9-hubieran-predicho-los-astr%C3%B3logos-la-edad-media-para-el-%C3%B1-2017-003963?nopaging=1
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