El calendario chino está compuesto por ciclos de 12 años, cada uno de ellos representado por un animal. Hoy vamos a conocer la ancestral leyenda que explica por qué se escogió a esos 12 animales en concreto, así como las razones que justifican el orden correspondiente a cada uno de ellos.
Una leyenda popular china cuenta que el Emperador de Jade organizó una carrera de animales para decidir cuáles entrarían en el zodíaco. Los animales debían cruzar el río y se les otorgaría un año según su orden de llegada. En aquellos tiempos, la rata y el gato eran muy buenos amigos. Pero, aunque eran muy inteligentes, también eran los peores nadadores del reino animal. Así que decidieron que la mejor forma y la más rápida para cruzar el río era hacerlo sobre la espalda de un búfalo.
El búfalo, animal noble y bondadoso, estuvo de acuerdo en cargarlos a través del río. Sin embargo, al haber un premio de por medio, la rata decidió que para ganar debía hacer algo y, entonces, lanzó al gato al agua: desde entonces el gato se convirtió en enemigo natural del ratón y del agua. Después de esto, la rata llegó a la orilla y reclamó el primer lugar en la carrera, seguida de cerca por el fuerte búfalo, que fue nombrado segundo animal del zodíaco.
Espejo con las doce divisiones del Zodiaco chino. Dinastía Sui (581 - 618 d. C.). Bronce. Propiedad del Museo Guimet de París. La leyenda dice: ‘Este espejo refleja fielmente las almas. Su disco de luz ilumina los rostros
Tras el búfalo apareció el tigre, quien explicó jadeando cómo había tenido que luchar contra las corrientes y cómo, gracias a su gran fuerza, pudo llegar a la orilla y convertirse en el tercer animal.
El cuarto puesto del zodíaco fue para el conejo, quien gracias a su capacidad para saltar pudo brincar de una orilla a otra, aunque también explicó al emperador que hubiera caído al río de no haber sido por un pedazo de tronco que flotaba en el agua.
Posteriormente apareció volando el dragón, que contó al emperador que no pudo llegar primero porque debió detenerse para crear lluvia, con el fin de ayudar a la gente y a las criaturas de la tierra. Además, en la recta final se había topado con un conejo aferrándose a un tronco, al que ayudó dándole un empujón con su aliento para que éste pudiera llegar a la orilla. El emperador, sorprendido por su amabilidad, le otorgó el quinto lugar del zodíaco.
El Emperador de Jade en una pintura de la dinastía Ming realizada en tinta y color sobre seda, siglo XVI.
Poco después se escuchó el galope de un caballo, pero una serpiente lo asustó y lo hizo caer. Por tanto, la serpiente ocupó finalmente el sexto lugar mientras que el caballo se hizo con el séptimo puesto.
A poca distancia se encontraban la cabra, el mono y el gallo, que se acercaban a la orilla del río. Las tres criaturas se ayudaron entre sí para cruzarlo: el gallo construyó una balsa de madera para los tres, mientras que la cabra y el mono despejaron la maleza y así, remando y remando, consiguieron llegar hasta la orilla de enfrente. El emperador, muy complacido por el trabajo en equipo de los animales, nombró a la cabra, octavo animal, mientras que al mono y al gallo les otorgó los puestos noveno y décimo respectivamente.
Aunque el perro debería haber obtenido un buen puesto por tratarse del mejor nadador de todos los animales, se retrasó porque necesitaba un baño después de la larga carrera, y al ver el agua fresca del río no puedo resistirse. Así que le fue asignado el puesto número once.
Relieve del Zodíaco chino en el techo de las puertas del Santuario de Kushida, Fukuoka (Japón).
Justo cuando el emperador iba a dar por cerrada la carrera escuchó el gruñido de un pequeño cerdo que había comenzado la carrera estando muy hambriento, por lo que al poco de empezar se dio un banquete y se echó una siesta. Cuando despertó, continuó con la carrera y llegó justo para ser nombrado el animal número doce del zodíaco.
Por último, el gato llegó demasiado tarde, ocupando el lugar número 13 y no pudiendo ganar ningún puesto en el calendario, por lo que su odio hacia las ratas los convirtió para siempre en su más encarnizado enemigo.
Los astrónomos chinos de la antigüedad destinaron para cada uno de los cinco elementos chinos uno de los cinco planetas: a Venus le otorgaron el Metal, a Mercurio el Agua, al planeta Júpiter la Madera, a Saturno la tierra y a Marte el Fuego.
Autor: La Gran Época
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