A lo largo de la historia, los ricos y poderosos siempre han procurado controlar el acceso a los artículos considerados símbolos de poder o sencillamente de lujo. A día de hoy esto se consigue mediante las técnicas de mercado y el establecimiento de los precios (un buen ejemplo de ello es el estricto control del número de diamantes a los que se permite entrar en el mercado global). En épocas anteriores, sin embargo, el consumo podía regularse directamente por medio de la aplicación de leyes suntuarias. Estas leyes prohibían a los ciudadanos comunes obtener determinados alimentos, ropas o mercancías de un material concreto a fin de fortalecer la jerarquía social. Las leyes suntuarias eran asimismo aplicadas por las instituciones religiosas para prevenir las tentaciones y garantizar un comportamiento ético. Las leyes reguladoras del consumo han seguido existiendo a lo largo de toda la historia de la humanidad hasta nuestros días (incluso en los Estados Unidos).
La ley de la púrpura tiria
Un clásico ejemplo de ley suntuaria es la prohibición en la antigua Roma de llevar ropas teñidas con púrpura de Tiro. Este vivo color solo podía obtenerse gracias a un tinte que se extraía de un molusco marino y era increíblemente difícil de manufacturar. El tinte de la púrpura tiria (de Tiro) era un producto de origen fenicio, comercializado más tarde por Cartago. Los dos moluscos de los que se obtenía este color (el Purpura pelagia o Murex trunculus y Murex brandaris, y el Purpura lapillus o Buccinum lapillus) eran nativos de las costas del imperio fenicio en el Mediterráneo oriental, lo que hoy es el Líbano. Las especies del género Buccinum vivían en las rocas de aguas relativamente poco profundas, mientras que el Murex, de mayor tamaño, vivía en alta mar y debía extraerse desde profundidades de hasta 25 brazas (unos 45 metros). Era necesario pescar grandes cantidades de este molusco: “De doce mil caracolas de Murex brandaris no se obtenían más que 1,4 gramos de tinte puro, suficiente para teñir únicamente los bordes de una sola prenda de vestir” (Jacoby, Little Art Talks, 2015). De todos modos, el esfuerzo merecía la pena. El tinte producía un color imponente, que variaba desde un lujurioso púrpura hasta un vivo carmesí, y no se desteñía con la luz del sol. Cabe destacar que el valor en peso de la púrpura era mayor que el del propio oro.
Murex Atlántico Gigante de un vivo color púrpura
A causa de su elevado coste y producción intensiva, Roma decretó una ley suntuaria por la que solo se permitía a la aristocracia del Imperio Romano llevar prendas de tan espléndido color. De hecho, el símbolo de algunos cargos del estado era una prenda de púrpura tiria bordada con hilo de oro. A los ilustres senadores romanos se les permitía lucir una franja de púrpura tiria sobre su toga. Pero la moda de la púrpura tiria acabó bruscamente con el saqueo de Constantinopla en 1204. Como explica David Jacoby, “ningún emperador bizantino ni gobernador latino de territorios anteriormente bizantinos podía reunir los recursos financieros necesarios para mantener la producción de púrpura de murex” (Jacoby, Little Art Talks, 2015).
Fragmento del sudario con el que fue enterrado el emperador Carlomagno en el año 814. Es de oro y púrpura tiria de Constantinopla.
Existen muchos otros ejemplos de leyes suntuarias en la historia. Por ejemplo, las enseñanzas islámicas del Corán y el Hadiz prohíben a los hombres llevar ropas de seda y joyas de oro, ya que esto sería un signo de vanidad y orgullo excesivo (obsérvese que estas normas no se aplicaban a las mujeres). Por razones similares, los puritanos de Massachusetts Bay Colony decretaron que solo los individuos con un cierto poder adquisitivo (al menos 200 libras) podían llevar prendas con hilo de oro, plata o encaje, y bordados en ropas, capas y volantes.
En la Inglaterra medieval se decretaron leyes estrictas a fin de controlar la “escandalosa y excesiva cantidad de carnes y platos que los grandes hombres del reino consumían, y consumen aún, en sus castillos” (Encyclopedia Britannica). La ley exigía que caballeros y mercaderes comieran únicamente un plato de pescado o carne al día. En Escocia, estas regulaciones fueron aún más lejos, estipulando el tipo y la cantidad de carne que se podía incluir en un pastel de carne para aquellos con título de barón o superior (presumiblemente porque los que no alcanzaban el rango de barón no podían permitirse consumir tanta carne de todas formas).
En la Inglaterra medieval, una ley suntuaria prohibió los festines en los que se consumía una cantidad excesiva de carne. ‘Banquete de la Guardia Cívica de Amsterdam en la celebración de la Paz de Münster’, 1648
El auge de la manufactura en fábricas y la generalización de las políticas liberales ayudaron a abolir la mayor parte de las leyes suntuarias. Sin embargo, aún existen algunas de ellas en las sociedades occidentales. En los Estados Unidos de América hay diversas leyes que regulan el tipo y la calidad de la ropa que se puede lucir en público. Muchas de ellas tienen que ver con la decencia pública, como la obligación de cubrir ciertas partes del cuerpo o de no exhibir un lenguaje vulgar. También está prohibido vestir de oficial de policía o de uniforme militar si no se forma parte de dichas instituciones. Muchos estados norteamericanos también prohíben el uso de grandes caperuzas blancas (reminiscencia del Ku Klux Klan). Aunque la comida y la ropa son las formas más habituales de leyes suntuarias, cualquier tipo de consumo puede ser considerado como suntuario. Esto incluye restricciones al consumo de tabaco, alcohol, drogas y ciertos espectáculos, como peleas de gallos o de perros.
Autor: Kerry Sullivan
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