El Museo del Oro guarda como un tesoro de tiempos antiguos unos extraños objetos de oro que generan todo tipo de discusiones y le plantean un interesante problema al investigador. Son figuritas de animales con alas, pero no parecen aves porque esa cola los hace ver a veces como… ¡como un avión! ¡Son muy parecidos a los aviones caza a reacción! Y esas alas que tienen… ¡son aerodinámicas como las de un F-16!
Lo raro es que estos colgantes de collar arqueológicos provienen de tumbas indígenas halladas en municipios colombianos del Tolima, como Ataco y Venadillo, o del Quindío y el Valle del Cauca. Aunque los arqueólogos no tienen fechas precisas para ellos, estiman que la orfebrería del estilo Tolima se produjo en esa región en los cinco primeros siglos después de Cristo, ¡hace 2.000 años! ¿Cómo pudieran ser aviones ultramodernos?
O será… ¿que los indígenas prehispánicos tuvieron contacto con estas tecnologías? ¿Que un avión ultrasónico del futuro rompió la barrera del tiempo y se trasladó a volar por el pasado? ¿Son recuerdos del futuro? O tal vez… ¿los extraterrestres vinieron hace veinte siglos con aviones adaptados para desplazarse a altas velocidades por la atmósfera terrestre? ¿Son pruebas de vida inteligente extraterrestre?
Por lo pronto, están tan bien hechos que son la prueba de vida inteligente aquí en la Tierra. Los indígenas los hicieron con la misma técnica de fundición que utilizaron para otras muchas figuras con las que se adornaban sus caciques: en cera de abejas purificada modelaban la figurita, como se hace hoy con plastilina, la recubrían de arcilla semilíquida y luego con arcilla más consistente, pero dejando un conducto por donde al calentar saliera la cera derretida para dejar vacía dentro del molde de barro la forma perfecta de la figurita. Después vertían metal fundido en el molde vacío, de manera que al enfriarse se podía romper el molde y obtener un objeto único, de oro, igual al que se había hecho de cera. ¡Toda una transformación!
El Museo tiene otros objetos de estilo Tolima, todos muy sorprendentes. La forma como estos artistas antiguos esquematizaron la figura humana les ha ganado un espacio muy merecido en el arte universal: los brazos y las piernas se doblan en ángulos rectos para lograr una composición doblemente simétrica y a la vez llena de movimiento. Esquematizaron también al murciélago, el ave de la noche, para que cuando volara colgando de sus orejas brillara como el sol. Representaron insectos, uno combinado con un rostro humano, otros mezclados con formas geométricas como esferas y conos, otros con tantos adornos y perendengues como un magnífico bus "chiva" de nuestros días.
Otro pequeño colgante representa un pez. Tiene por cierto la misma cola y aletas traseras de los “avioncitos”: ¡de este objeto podemos deducir que para los indígenas nuestros "aviones" tenían cola de pez! Pero ¿por qué alas, que claramente son alas de ave? ¿Por qué esos dientes agresivos que recuerdan los hombres-jaguar de San Agustín? Por cierto, la gente que hizo las famosas estatuas de roca volcánica de San Agustín vivió en la misma época, cuando Cristo estaba en Galilea y durante nueve siglos más. Los dientes también son frecuentes en Tolima, por ejemplo en pectorales planos que parecen ser un hombre sobre un ancla, o con una cola…y que por arte del computador se transforman en un jaguar de video 3D dispuesto a saltar sobre nosotros para devorarnos.
Para entender por qué los “avioncitos“ son mezclas de jaguar, ave y pez, hay que remitirse a la religión de los indígenas, el chamanismo. Su trabajo de orfebrería no era arte por el arte, sino arte religioso y manejo del poder. El chamanismo es una religión de transformaciones y de viajes a otras dimensiones, con las cuales el chamán busca acceder a “mundos” donde obtiene poderes de curación, sabiduría y entendimiento de las fuerzas de la naturaleza. A cambio de escritura, los indígenas prehispánicos simbolizaban su ciencia en los elementos que los rodeaban: el mundo de abajo es oscuro, femenino, húmedo, lugar de la muerte, y se simboliza con el murciélago y con el pez; el mundo de arriba es brillante, seco, masculino, fuente de vida, y lo representan las aves y el sol. En nuestro mundo, el del medio, es esencial mantener el equilibrio para que se preserve la vida. El jaguar es aquí el animal más poderoso, porque a la vez que mata y devora tiene el color del sol que es fuente de vida. ¡El mismo color del oro!
Así que si abandonamos la ciencia ficción y asumimos como método de investigación el ponernos en el lugar de los indígenas, descubrimos que estos objetos de oro son talismanes que resumían y le conferían a quien los llevaba sobre su pecho los super-poderes del aire, la tierra y el agua, los mundos superpuestos del cosmos chamánico.
fuente--http://www.banrepcultural.org/museo-del-oro/sociedades/tolima/avioncitos-sorprendentes
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