“… cuando Salomón mandó levantar el Templo, pronosticó su destrucción e hizo construir una cueva secreta, muy profunda, donde Josías dio instrucciones de esconder el Arca de la Alianza”.
Esta información, que Maimónides atribuye a un judío llamado Arabaita, pudo haber inspirado una expedición que en 1908 buscó el Arca bajo el antiguo Templo de Salomón. La Expedición Parker comenzó su tarea en el palacio-museo del Topkapi, en Estambul, donde el biblista sueco Walter H. Juvelius encontró un código sagrado en un manuscrito del Libro de Ezequiel.
Afirmaba que ese código describía el emplazamiento exacto de los tesoros perdidos, que estaba bajo el templo, en un lugar al que se accedía por un complicado sistema de túneles. Pero, ¿Cómo podría llegar hasta allí? Muy fácil: Juvelius se asoció al capitán Montague Parker bajo el mecenazgo de la duquesa de Marlborough, para sacar el Arca de su presunto escondite.
Conseguir los permisos pertinentes para excavar bajo Jerusalén sólo fue posible gracias a una larga colección de sobornos. Gracias a ello, entre 1909 y 1911, el grupo descubrió varios pasadizos secretos. Pero su búsqueda se detuvo bruscamente el 17 de abril de 1911, cuando Parker y sus hombres intentaron entrar en una gruta natural, justo debajo de la Roca Sagrada sobre la que estuvo colocada el Arca en la época del llamado Primer Templo. El atrevido británico y su equipo descendieron con ayuda de cuerdas a la gruta y empezaron a retirar las piedras que bloqueaban la entrada a una galería antiquísima.
Desafortunadamente, uno de los celadores que estaba pasando la noche en el templo, oyó los ruidos de los trabajos de la expedición. Rastreó el desplazamiento del grupo hasta la Roca Sagrada, y horrorizado al descubrir extranjeros bajo el sanctasanctórum, corrió a la ciudad para avisar a la gente sobre la profanación que se estaba cometiendo. En menos de una hora, una multitud enfurecida por el rumor de que unos extranjeros estaban robando el Arca de la Alianza y la espada de Mahoma se concentró frente a los muros del templo. El gentío estaba La expedición del capitán dispuesto a hacer pagar con la vida semejante delito, aunque por suerte, Parker y el resto de la expedición consiguieron escapar a Jerusalén y de allí al puerto de Jaifa, donde embarcaron precipitadamente.
Parker no se trajo consigo ni una sola prueba que avalara la existencia de los tesoros de Salomón, pero sí demostró la existencia de túneles secretos bajo el templo. Una evidencia que podría confirmar que siglos atrás hubieran sido visitados por los templarios, quizás con más fortuna a la hora de arrebatar las codiciadas riquezas.
El Arca bajo el Monte Calvario
En el verano de 1978 el arqueólogo norteamericano Ron Wyatt conoció al propietario de un terreno situado cerca del casco antiguo de Jerusalén, que le invitó a visitar su finca. Una vez allí y sin saber por qué, algo le forzó a señalar en determinada dirección: “Esa es la gruta de Jeremías y el Arca de la Alianza está allí”.
El dueño, sorprendido, se ofreció rápidamente a patrocinar una excavación y pocos meses después, en enero de 1979, Wyatt regresó a Jerusalén en compañía de sus dos hijos, Danny y Ronny, para iniciar la búsqueda.
En esos momentos, el lugar señalado por Wyatt era un vertedero situado a lo largo de la escarpada ladera del monte Moriah, que algunos denominan la “pared del Calvario” y cuyo relieve dibuja una especie de calavera alusiva al Gólgota donde Jesús fue crucificado. Después de investigar los alrededores, el arqueólogo decidió excavar perpendicularmente a la roca. De hecho, cuando llevaban unos metros excavados, descubrió tres cavidades simétricas en la pared. Decidió, por tanto, excavar en los alrededores en busca de una cueva o túnel bajo a pared, cerca del primer lugar de perforación.
Después de casi dos años de trabajo, el equipo encontró un agujero cuadrado, agrietado en su base, en una plataforma a unos 4,5 metros por debajo de las tres cavidades, delante de dos agujeros más pequeños.Wyatt interpretó que los orificios del suelo podían haber sido apoyos para las cruces de las que hablan los evangelistas. ¿Aventurado? Sin duda. Sin embargo, en este punto de la búsqueda, el arqueólogo taladró en la roca que él había señalado al principio, descubriendo una cueva de unos 5 x 5 m.
Ron Wyatt
Al introducirse en ella, comprobaron que estaban bajo el monte Moriah, y el 6 de enero de 1982, después de una intensa búsqueda en todos los pasadizos y cavidades encontrados, Wyatt halló lo que buscaba. Bajo la tenue luz de su linterna se adivinaba una caja de piedra con la tapa partida en dos y justamente encima, en el techo de la cueva, distinguió una grieta ennegrecida por algún sedimento.
Alcanzó la caja y comprobó que la hendidura de la tapa estaba impregnada de la misma sustancia del techo. Sin embargo, dada la escasez de espacio para moverse volvió días después con unos instrumentos ópticos especiales de cuya lectura dedujo que el contenido de la caja no era otro que el Arca de la Alianza.
Posteriormente, el propio Wyatt pudo comprobar que la grieta del techo era la prolongación natural de otra que había visto en el agujero que él había interpretado como base de apoyo para la cruz de Jesús. Aquello fue suficiente para alimentar su imaginación. Wyatt dedujo que la sustancia negra podría ser sangre que se hubiera colado por la grieta, manando directamente sobre la caja de piedra y su contenido. Por la posición de las salpicaduras en la tapa, aquella sangre, supuestamente de Cristo, habría caído directamente sobre el Propiciatorio del Arca… de estar allí dentro.
Wyatt informó a las autoridades israelíes sobre su descubrimiento, pero éstas (bien por no creerlo, o por temer las reacciones tras una noticia de este calibre), le “recomendaron” mantener el secreto. Lo cierto es que, tras su gestión, Wyatt selló la entrada al túnel y aún hoy el Arca podría seguir allá abajo.
Por Veritas Boss
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