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domingo, 31 de julio de 2016

¿Se encontraron los antiguos incas con vestigios de una civilización tecnológicamente más avanzada?

La mayoría de los académicos todavía insiste en que el antiguo poblado andino de Machu Picchu, en la vertiente oriental de la cordillera Central, al sur del Perú, fue erigido por los incas de Pachacútec en algún momento entre el 1438 y 1471 d.C.; sin embargo, las fotos que mostramos a continuación parecen sugerir una historia diferente.

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El muro en primer plano (en la imagen de arriba) muestra una obra de arte de la albañilería, con cada bloque de granito cortado y encajado a la perfección. Por el otro lado, en el fondo de la imagen, cerca de la mujer que camina por el lugar, observamos un muro de calidad muy inferior. ¿Pudieron ambos trabajos ser hechos en la misma época? Difícilmente.

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En esta otra imagen, la roca en la parte superior derecha es claramente el resultado de una tecnología de alta precisión, y parece fuera de lugar en esta pequeña sección del muro. Los incas de la Edad de Bronce habrían admirado el trabajo de alguien más y agregado posteriormente su parte intentando, infructuosamente, imitar la perfección de los cortes y formas.

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Y arriba de estas líneas tenemos otro ejemplo contundente de al menos dos niveles diferentes de tecnología en Machu Picchu. A la derecha observamos paredes con rocas apiladas toscamente con argamasa, una obra de los incas que se contrapone con lo que vemos a la izquierda, un muro con rocas enormes de múltiples lados, que se levanta tal como si fuera un sublime rompecabezas pétreo.

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En esta foto, quien escribe este artículo está parado frente a la perfección materializada. Cada roca tiene una forma y tamaño diferente, y encaja milimétricamente con la otra sin necesidad de ninguna argamasa. Incluso hoy en día los canteros que visitan Machu Picchu no pueden explicarse cómo hicieron los antiguos andinos para lograr tan hercúlea hazaña.

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Por último, la parte superior del muro a la derecha se distingue por su baja calidad en comparación con el resto. Como si los incas se hubieran olvidado de —o directamente no supieran sobre— las técnicas que permitieron el sublime trabajo en el resto de la construcción. Todo esto nos dice —o nos grita— que los ancestrales incas descubrieron una obra de arquitectura e ingeniería increíble y la aprovecharon para construir sobre y a su alrededor.

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Pero entonces, ¿quiénes construyeron esos muros perfectos y qué tecnología perdida utilizaron para ello? El siguiente artículo intenta descifrar el misterio: El enigma de las piedras de plastilina precolombinas.













Por Brien Foerster

Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: ¿Se encontraron los antiguos incas con vestigios de una civilización tecnológicamente más avanzada? http://mysteryplanet.com.ar/site/se-encontraron-los-antiguos-incas-con-vestigios-de-una-civilizacion-tecnologicamente-mas-avanzada/

sábado, 30 de julio de 2016

Las misteriosas huellas con seis dedos de los indios Pueblo del cañón del Chaco

Portada - Petroglifo de una mano con seis dedos. Red Tank Draw, Arizona (Hand)
Los antiguos indios Pueblo del cañón del Chaco, situado en lo que hoy es Nuevo México, decoraban sus viviendas con huellas de manos y pies en las que, curiosamente, se observan seis dedos. Aunque se desconoce la razón exacta por la cual estas imágenes aparecen representadas en los hogares de los Pueblo del cañón del Chaco, los investigadores han sugerido que un dedo de más, tanto en pies como en manos, habría hecho de su poseedor un miembro más importante y respetado de aquella sociedad.
Según National Geographic, los investigadores ya conocían desde hacía años casos de polidactilia (‘muchos dedos’) entre los individuos de la cultura Pueblo. También se han encontrado diversos restos óseos pertenecientes a esta cultura que presentan extremidades con dedos de más, tanto en manos como en pies.
El equipo de investigadores, encabezado por la antropóloga Patricia Crown de la Universidad de Nuevo México, ha llevado a cabo el estudio, intrigado en un principio por la evidencia de que en algunas tribus precolombinas, como los mayas, se atribuían poderes divinos a los polidáctilos.
No obstante, según el reciente estudio, la cultura Pueblo no consideraba seres sobrenaturales a los individuos con seis dedos en los pies, como sí hacían los mayas, pero de hecho esta forma de polidactilia sí que aseguraba a quien la presentaba un estatus privilegiado, tanto en vida como después de la muerte. Los investigadores sostienen que los individuos de la antigua cultura Pueblo con seis dedos en los pies aparecen asociados habitualmente con importantes estructuras rituales, y eran enterrados con valiosos objetos, hechos de turquesa, por ejemplo.
Los investigadores también han intentado determinar la frecuencia de la polidactilia entre los indios Pueblo. Para ello, han analizado 96 esqueletos hallados en el yacimiento de Pueblo Bonito, la mayor de las Grandes Casas del cañón del Chaco. Dentro de este conjunto de restos óseos, se logró identificar tres individuos con un sexto dedo en el pie derecho, lo que equivale a un 3,1% de la muestra.
Pueblo Bonito, la mayor de las ‘Grandes Casas’ del cañón del Chaco, Nuevo México. (Public Domain)
Pueblo Bonito, la mayor de las ‘Grandes Casas’ del cañón del Chaco, Nuevo México. (Public Domain)
Los investigadores identificaron además varias huellas de manos y pies marcadas sobre el revestimiento de paredes y suelos en todas las Grandes Casas. Además, se han hallado abundantes sandalias, piedras con forma de sandalia e imágenes de sandalias, todas ellas incluyendo la evidencia de un elemento destinado a acomodar a un sexto dedo. Las huellas de pies y manos con seis dedos eran claramente símbolos de honor para esta sociedad, y es posible que también tuvieran algún significado ritual.  
“Lo importante de este estudio es el énfasis que ponen sus autores en símbolos y significados. Haciendo uso de la biología, el arte, la arquitectura y la distribución espacial […] han logrado construir un sólido cuerpo de evidencia donde apenas contábamos con algunas intrigantes pistas hasta ahora.” comenta al respecto Kelley Hays-Gilpin, antropóloga de la Universidad del Norte de Arizona.
Huellas de pies con seis dedos grabadas sobre la piedra en las cercanías de Pueblo Bonito, cañón del Chaco, Nuevo México. Fotografía: Peter Faris (1994)
Huellas de pies con seis dedos grabadas sobre la piedra en las cercanías de Pueblo Bonito, cañón del Chaco, Nuevo México. 
Los investigadores aún no se explican por qué la incidencia de la polidactilia era más elevada entre los pobladores del cañón del Chaco que en otras tribus. Tampoco está claro si el índice de polidactilia detectado en los restos óseos de Pueblo Bonito es plenamente representantivo del conjunto de la población de la época. En consecuencia, las investigaciones continuarán en el futuro.
La cultura prehistórica de los Pueblo dominaba los elevados desiertos del cañón del Chaco hace unos 1.000 años. Aún a día de hoy, los Pueblo siguen siendo considerados una cultura muy misteriosa. Como escribía acerca de ellos April Holloway en Ancient Origins:
“Durante más de 2.000 años, los antiguos Pueblo ocuparon una vasta región del sudoeste de los Estados Unidos. El cañón del Chaco, uno de los centros principales de la ancestral cultura Pueblo entre los años 850 d. C. y 1250 d. C., era un importante núcleo de actividad ceremonial, comercial y política de la región de Four Corners en la prehistoria. Los Pueblo extraían bloques de piedra arenisca y transportaban grandes troncos desde largas distancias, construyendo quince importantes complejos considerados los edificios de mayor tamaño de Norteamérica hasta el siglo XIX. Estos grandes edificios de varias alturas orientados a direcciones solares, lunares y cardinales, el alto nivel de organización social comunitaria y su comercio de largo alcance, dan lugar en conjunto a una visión cultural sin parangón en todo el país, ni antes ni después. Sin embargo, esta civilización colapsó en el siglo XIII, cuando estos centros urbanos fueron misteriosamente abandonados para no revivir nunca más.
Chetro Ketl, una de las Grandes Casas de los Pueblo, se encuentra en el yacimiento arqueológico del Parque Histórico Nacional de la Cultura Chaco, Nuevo México (Public Domain)
Chetro Ketl, una de las Grandes Casas de los Pueblo, se encuentra en el yacimiento arqueológico del Parque Histórico Nacional de la Cultura Chaco, Nuevo México
La teoría oficial, sostenida durante largo tiempo, es que el hundimiento de la cultura del cañón del Chaco se produjo a causa de la deficiente explotación del terreno y la deforestación que tuvo lugar al construir las ciudades. Este hecho es citado con frecuencia por ecologistas, entre otros, como ejemplo y advertencia de cómo la sociedad humana hace uso de prácticas no sostenibles de explotación del terreno. Sin embargo, recientes investigaciones publicadas enProceedings of the National Academy of Sciences (‘Actas de la Academia Nacional de Ciencias’) han puesto en tela de juicio este punto de vista.
Según un artículo publicado en Popular Archaeology (‘Arqueología Popular’), un estudio realizado por científicos del Departamento de Antropología de la Universidad de Nuevo México, demuestra que no existen pruebas evidentes que confirmen la teoría de que los antiguos Pueblo, que construyeron pueblos y ciudades muy avanzados, sencillamente sobreexplotaron sus recursos.”







http://www.ancient-origins.es/noticias-historia-arqueologia/las-misteriosas-huellas-seis-dedos-los-indios-pueblo-ca%C3%B1%C3%B3n-chaco-003643?nopaging=1

viernes, 29 de julio de 2016

El icono del «Dios Mismo»: ¿Símbolo de un conocimiento universal perdido?

Existe evidencia significativa que apunta a que todas las culturas de la antigüedad estuvieron conectadas por un poderoso símbolo religioso. El autor Richard Cassaro lo llama el icono del «Dios Mismo», y destaca su presencia principalmente en las civilizaciones constructoras de pirámides
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En el libro de Cassaro intitulado «El Enlace Perdido», se muestran más de 500 imágenes como evidencia del papel fundamental que habría tenido el misterioso símbolo en culturas tan diversas como la egipcia, china, sumeria, griega, inca, o persa, entre muchas otras. De la misma manera que el crucifijo unió a millones de cristianos en una sola religión, el icono del Dios Mismo hizo lo propio por quienes vivieron en tiempos a.C.

El Poder del Símbolo

Si recurrimos a un diccionario encontraremos que «un símbolo es una figura u objeto que tiene un significado convencional». Pero esta definición nos resulta incompleta. Para comenzar, un símbolo bien concebido representa algo más que su significado inmediato y obvio, domina el espacio-tiempo careciendo de coordenadas que lo ubiquen en un punto fijo y actúa de manera independiente de cualquier forma de religiosidad. El poder de persuasión y de convicción del símbolo estriba, después de todo, en que a través de la imagen se vivencia un sentido, se despierta una experiencia antropológica vital, en la que se ve implicado el intérprete. En el momento de la interpretación, el sujeto debe aportar su propio imaginario que actúa como medio en el cual se despliega el sentido, y debe atender a las resonancias, a los ecos que en él se despiertan, convirtiéndose así en artífice de su propio templo espiritual. Desde esta perspectiva, los antiguos dejaron pistas sobre más de un secreto universal plasmadas en el arte y la arquitectura. Tal sería el caso del icono del Dios Mismo.

Templos trípticos

Los paralelismos entre diferentes construcciones de la antigüedad, en culturas distantes tanto temporal como espacialmente, son asombrosos, sobre todo si tenemos en cuenta que algunas de ellas jamás tuvieron contacto entre sí. ¿Significa esto que existió una civilización madre que influenció a todas? ¿O acaso los «dioses» antiguos se encargaron de dejar un legado parejo para todos sus mortales adoradores? 
Iconos del Dios Mismo en diferentes catedrales.
Los francmasones sabían sobre esto y, desde que emergieron oficialmente a principios del siglo XVIII, intentaron inmortalizar estos conocimientos secretos de una religión universal en las catedrales góticas. Algo común en el diseño estándar de estas construcciones medievales es ver una gran puerta central flanqueada por dos más pequeñas, y dos torres a cada lado de un pasillo central. Nada original considerando el diseño de antiguos templos paganos en América, África y Asia:
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La puerta central es la «fuente» —el «alma» dentro del cuerpo—. Las puertas gemelas a cada lado representan las fuerzas opuestas de la dualidad que el alma debe confrontar y dominar en vida. Este simbolismo tríptico es piedra basal de muchas sociedades secretas además de los francmasones, incluyendo los Caballeros de Pitias, la Antigua Orden Árabe de los Nobles del Relicario Místico, Skull & Bones, etc.
Izquierda: Logo de Starbucks (basado en el icono del Dios Mismo). Derecha: Motivo en el Centro Rockefeller, NYC.

El Dios Mismo

Al igual que con los templos trípticos, el icono del Dios Mismo representa el alma del héroe o sabio que sostiene simétricamente dos objetos gemelos pero virtualmente opuestos a cada lado, dándole balance a la fuerza de la dualidad a través del cultivo de la propia energía física y mental. 
Representación de Rebis, un ser mitológico, similar al ser humano pero hermafrodita. Aparece frecuentemente en oscuros textos de alquimistas. Simboliza la dualidad, la perfección, el ideal inalcanzable.

La idea de un «Dios» externo que tanto pregonan las religiones mono y politeístas sería, pues, una distracción para lo que se cree es el verdadero propósito de una verdadera religión: reconocer la naturaleza eterna de nuestro propio espíritu y nutrir ese «Dios Mismo» que habita en nosotros.

La Edad de Oro

Los orígenes del icono del Dios Mismo pueden ser rastreados hasta lo que la mitología griega llama «Edad de Oro», la etapa inicial de las edades del hombre en la que vivió en un estado ideal o utopía, cuando la humanidad era «pura e inmortal». Algunos eruditos victorianos asociaron esta era prehistórica con la Atlántida de Platón y con la idea del surgimiento y caída de las grandes civilizaciones ligadas a ciclos naturales como el año platónico de 25.766 años. En tiempos modernos, muchos investigadores se han aferrado a la idea que en la Era de Oro florecieron civilizaciones «tecnológicamente» más avanzadas. Sin embargo, e invirtiendo esos valores mecanicistas, Platón destaca a esta era por su civilización «espiritualmente avanzada» que justamente entró en el ocaso debido a olvidarse paulatinamente de su naturaleza «divina» (o Dios Mismo):

«Durante muchas generaciones obedecieron las leyes divinas, siendo así por su correspondencia entre el dios y su propia naturaleza. Predominaba el pensamiento grandioso y puro sobre todos los demás, afrontaban los avatares inevitables desde la virtud que conjuga suavidad y prudencia, y minimizaban las circunstancias presentes, sobrellevando con facilidad, como una molestia, el peso del oro. Es por ello que el equívoco y la pérdida de autodominio resultaban ausentes en su cotidianidad, al no cultivarse ni el vicio ni la riqueza, y que la vía para tal deferencia nacía de la amistad unida a la virtud común, siendo la honra de bienes externos el medio por el cual se suscitaba la pérdida de la integridad de ánimo y la bondad de vida. »La prosperidad permaneció inalterada hasta llegado el momento en que su parte divina se agotó ante el predominio de lo humano, tantas veces que se mezcló con los mortales. La perversión y la desvergüenza fueron sustitutas de la virtud, confundiéndose la perfección y la felicidad con la injusta soberbia y el poder». —Platón, Critias.

Más antiguo = ¿Más avanzado?

Los remanentes de la Edad de Oro no solo se evidencian en el lenguaje simbólico dejado por nuestros ancestros, sino también en —como ya hemos visto líneas arriba— la arquitectura. Uno de los hechos más sorprendentes es que muchos monumentos antiguos aún hoy en día siguen ostentando su grandiosidad y desatando la envidia de arquitectos e ingenieros modernos, representando un verdadero compendio de conocimientos astronómicos, geodésicos, matemáticos y geométricos. 
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En Italia, por ejemplo, los acueductos y monumentos etruscos están mejor hechos que las posteriores construcciones romanas. La milimétricamente perfecta Gran Pirámide de Guiza es miles de años más antigua que las demás pirámides y monumentos de Egipto. El acueducto en Segovia, España (de autoría romana), es más avanzado que acueductos posteriores. El desarrollo de muchas tecnologías en el mundo antiguo parecen reflejar más una involución que un progreso lineal. Quizás, y cumpliendo con la ley hermética de la correspondencia, lo anterior sea una muestra palpable del patrón trazado por el ciclo del Gran Año. Al igual que el auge espiritual de la Edad de Oro fue seguido por un decaimiento acelerado de éste, los monumentos antiguos fueron con el tiempo mermando en técnica, conocimiento, y conexión con algo más trascendental que la simple roca, solo conservando unos pocos —en secreto— el legado de la prehistórica religión del Dios Mismo.












Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: El icono del «Dios Mismo»: ¿Símbolo de un conocimiento universal perdido? http://mysteryplanet.com.ar/site/el-icono-del-dios-mismo-simbolo-de-un-conocimiento-universal-perdido/

Experto en petroglifos apoya la teoría de que los antiguos chinos llegaron a América

Portada - Fotografía de petroglifos pertenecientes al Parque estatal Valle del Fuego de Nevada, Estados Unidos. (Fotografía: Ekaterina Pokrovsky/Shutterstock/La Gran Época)
Determinados petroglifos encontrados en América del Norte indican que antiguos exploradores chinos contactaron con nativos americanos. YaoLiang Song, profesor de la Universidad Normal del Este de China en Shanghai, que estudió los petroglifos como profesor invitado de la Universidad de Harvard, ha anunciado recientemente que apoya la interpretación de que éstos son de origen chino antiguo.
El Dr. John A. Ruskamp Jr., ha dirigido la investigación de estos petroglifos en los últimos años, contando con la ayuda de expertos como el Dr. David N. Keightley,  considerado por muchos como el principal especialista americano en los primeros escritos chinos sobre huesos oraculares. De este modo, Keightley ha observado que los signos de un petroglifo que se encuentra en un rancho privado de Arizona coinciden con símbolos de huesos oraculares chinos de la dinastía Shang (1600-1050 a. C). Keightley tradujo así el mensaje escrito sobre la roca de Arizona:
Separado (durante) un total de 10 años; declara (la) expedición devolver (a la) Casa del Sol, (la) investigación completa que hicieron juntos.
Éste sería tan sólo uno de las docenas de petroglifos identificados por Ruskamp que contendrían antiguos caracteres chinos. A principios de este mes, Song apoyó firmemente la investigación de Ruskamp a través de una carta, (de la cual Ruskamp envió una copia a La Gran Época) e instó a otros académicos a tomar nota.
Parte de la escritura presente en los petroglifos encontrados en un rancho privado de Arizona, Estados Unidos, “declarando (el) retorno, (del) viaje terminado, (a la) Casa del Sol” (Fotografía: Cortesía de John Ruskamp/La Gran Época)
Parte de la escritura presente en los petroglifos encontrados en un rancho privado de Arizona, Estados Unidos, “declarando (el) retorno, (del) viaje terminado, (a la) Casa del Sol” 
Song es experto en petroglifos chinos y, desde hace mucho tiempo, con su trabajo también apoya la controvertida teoría que defiende el contacto entre Asia y América del Norte. Una teoría muy alejada de lo que habitualmente exponen arqueólogos y antropólogos, cuya opinión común es que los nativos americanos atravesaron el puente natural de Bering hace unos 12.000 años, no existiendo otro contacto entre el Viejo y el Nuevo Mundo hasta que los vikingos llegaron a la costa este norteamericana hacia el año 1000, aunque muchos eruditos hayan presentado indicios en los últimos decenios que sugieren que pudieron existir otros contactos con anterioridad.

El mismo Song propuso tal teoría en el pasado. En los años 90 del pasado siglo fue invitado por el profesor K. C. Chang para llevar a cabo una serie de investigaciones en la Universidad de Harvard sobre petroglifos prehistóricos del noreste asiático y del noroeste americano. En el curso de su investigación, quedaron claras a sus ojos las notorias similitudes entre los petroglifos de ambas regiones, que sugieren un antiguo contacto. Aquella investigación, denominada “Petroglifos prehistóricos con caras humanas en el Pacífico Norte” fue publicada por la Smithsonian Institution en 1998. Song escribió en dicho documento:
Muchos de estos petroglifos con caras humanas del este asiático, tienen equivalentes cercanos en figuras del arte rupestre del noroeste de América del Norte, desde la isla Kodiak de Alaska hasta el Río Columbia [en el sur de la Columbia Británica y el norte de los Estados Unidos].[…] El grupo de petroglifos de la costa del noroeste está considerado un grupo diferente por todos los expertos.
El emplazamiento del glifo de Arizona está situado en un rancho de propiedad privada que se encuentra a varias millas de cualquier acceso público o por carretera. (Fotografía: Cortesía de John Ruskamp/La Gran Época)
El emplazamiento del glifo de Arizona está situado en un rancho de propiedad privada que se encuentra a varias millas de cualquier acceso público o por carretera. 
Los petroglifos que Song estuvo observando, se estima que fueron creados hace entre 5.000 y 7.000 años. Por tanto, la antigua presencia asiática en América del Norte tuvo que haberse producido mucho antes de la estimación de 3.000 años correspondiente a la dinastía Shang elaborada por Ruskamp, y mucho después de haber desaparecido el puente terrestre de Bering. Song escribía lo siguiente acerca del trabajo de Ruskamp:
“Ruskamp presenta claramente […] antiguos mensajes chinos identificables que fueron transcritos hace mucho tiempo como arte rupestre, y que hasta ahora habían permanecido inalterados y no reconocidos”. (…) “La catalogación suele ser errónea y hasta desconocida para los antropólogos y arqueólogos modernos (en gran parte debido al hecho de que generalmente no son bien conocidos los estilos antiguos de escritura china, y además se localizan en lugares difíciles y remotos) en estos escritos chinos, inconfundiblemente concluyentes y que establecen casos históricos de presencia temprana de exploradores chinos, a través del Pacífico, en el continente de América del Norte”.
En la actualidad, Ruskamp continúa identificando más petroglifos por toda América. Para ello hace uso de un análisis estadístico de similitud entre dichos glifos y la antigua escritura china, a fin de descartar la posibilidad de que dichas coincidencias sean sencillamente casualidades.

Izquierda: Petroglifo de Lianyungang, China, tal y como lo mostró Song en 1998. Derecha: Petroglifo hallado en la Columbia Británica, Canadá. (Fotografía: La Gran Época).
Izquierda: Petroglifo de Lianyungang, China, tal y como lo mostró Song en 1998. Derecha: Petroglifo hallado en la Columbia Británica, Canadá. 
Estas inscripciones antiguas no son exactas al 100%, sino que los distintos artistas que las utilizaron las crearon insertando diversas variantes de las mismas. Pero Ruskamp ha determinado que los glifos son lo suficientemente parecidos a los ejemplos conocidos de antigua escritura China, así como que existe más de un 95% de posibilidades de que dichas semejanzas sean debidas a un contacto directo con antiguos chinos y no a una simple casualidad.
El Dr. Michael F. Medrano, jefe de la División de Gestión de Recursos para el Monumento Nacional de Petroglifos, se reunió con Ruskamp en el emplazamiento de los misteriosos petroglifos y expuso que los considera auténticos y que no provienen de culturas indígenas locales. Tanto es así que escribió en un correo electrónico a Ruskamp:
Creo haber descubierto algo importante en la historia humana y disponer de los medios para reconocerlo y explorarlo.
John A. Ruskamp ante algunos petroglifos hallados en Utah, Estados Unidos, cercanos a los que presentan antigua escritura china, según él mismo defiende. (Fotografía: Cortesía de John A. Ruskamp/La Gran Época)
John A. Ruskamp ante algunos petroglifos hallados en Utah, Estados Unidos, cercanos a los que presentan antigua escritura china, según él mismo defiende. 
Algunos de los petroglifos americanos que coinciden con la escritura china probablemente tengan un origen nativo americano, explica Ruskamp, quien cree que una antigua expedición china viajó por toda Norteamérica en lugar de establecer un asentamiento en el continente americano. Dice basarse en el patrón que ha podido discernir estudiando las diferentes concentraciones de petroglifos.
A principios de este año, Ruskamp lanzó la tercera edición de su libro “Ecos Asiáticos: La identificación de antiguos pictogramas chinos precolombinos en el arte rupestre de América del Norte”.







http://www.ancient-origins.es/noticias-general-lugares-antiguos-americas/experto-petroglifos-apoya-la-teor%C3%AD-que-los-antiguos-chinos-llegaron-am%C3%A9rica-003642?nopaging=1

jueves, 28 de julio de 2016

Los elfos islandeses: seres de otro mundo entre el mito y la realidad

Portada - Elfos de la Tierra Media atravesando un bosque durante la noche. (Araniart/CC BY 3.0)
Los islandeses creen en los elfos. Se niegan a iniciar proyectos de construcción importantes antes de consultarlo con los elfos. Presionan a sus políticos en defensa de los lugares en los que viven elfos. Regentan “escuelas de elfos” y anuncian recorridos turísticos en los que los elfos son la mayor atracción. Los elfos de Islandia están en todas partes, omnipresentes. 

Mito y realidad

Pocas cuestiones en relación con la nación islandesa han sido tan tergiversadas como sus antiguas creencias en la gente oculta. En cierto modo, la idea de que los islandeses actuales creen a pies juntillas en la existencia de los elfos encontró eco en los medios internacionales hace algunos años, y la bola de nieve siguió creciendo hasta que dio la impresión de que no había medio de comunicación que no tuviese alguna historia que contar sobre “aquellos pirados islandeses y sus elfos”. De hecho, la creencia del pueblo islandés en los elfos tiene raíces mucho más profundas y llenas de significado de lo que dan a entender la mayor parte de esos artículos sensacionalistas publicados por los medios. Los islandeses somos muy conscientes del legado que supone nuestra gente oculta, pero a día de hoy el hecho de creer en los elfos apenas ejerce influencia alguna en nuestra vida cotidiana. Dicho esto, ocasionalmente se oirá la historia de algún incidente en una zona rural en el que se achaca a los elfos una avería de maquinaria de construcción cuando se está excavando el terreno: aunque resulta difícil saber hasta qué punto estas noticias van en serio.

Antiguos relatos de la Gente Oculta

No cabe duda, pese a todo, de que estas historias obedecían a un importante propósito para nuestros ancestros. Nuestros antiguos cuentos populares hablan de los álfar y los huldufólk − dos términos que significan respectivamente “elfos” y “gente oculta”, y que se utilizan de forma más o menos indistinta. Se refieren a un mismo tipo de seres: criaturas que viven ocultas en un mundo paralelo al de los mortales, y casi siempre invisibles a nuestros ojos.
Para los extranjeros, el término “elfos” probablemente evoca una imagen muy diferente de la que tienen en mente los islandeses cuando oyen hablar de los “álfar”: cierta especie de ser diminuto de orejas puntiagudas, que puede ser verde o de otro color.
Escultura de “Korrigan”, pequeño elfo de los bosques célticos. (CC BY 2.0)
Escultura de “Korrigan”, pequeño elfo de los bosques célticos. 
Los álfar del folklore islandés, sin embargo, presentan un aspecto bastante diferente: altos y regios, visten finas ropas, y sus hogares son opulentos y están llenos de tapices y ornamentos de oro y plata. Son similares a los elfos de la Tierra Media de Tolkien, aunque no tienen las orejas puntiagudas.
Bella representación artística de un elfo de la Tierra Media. (Alystraea/CC BY-SA 4.0)
Bella representación artística de un elfo de la Tierra Media.
Los álfar poseían asimismo grandes poderes. La gente oculta se aparece con frecuencia a los humanos en sueños, a menudo cuando necesitan su ayuda. Muchos relatos nos hablan de mujeres de la “gente oculta” que se ponen de parto y reciben la asistencia de una mujer mortal al dar a luz. Si la mujer mortal hace lo que le pide el ser del otro mundo (a menudo el marido de la mujer de la “gente oculta” que está de parto), su vida mejora invariablemente. Sus cosechas son abundantes, sus hijos crecen fuertes y la buena fortuna impregna todos los aspectos de su vida.

Sin embargo, si la mujer mortal rehúsa prestar su ayuda al ser del otro mundo, su vida se tuerce, y a menudo acaba sus días sola y desamparada. En otras palabras, la gente oculta tenía el poder de favorecer o perjudicar el destino de un ser humano.

Una tierra de abundancia y prosperidad

Muchos estudiosos opinan en la actualidad que el hecho de creer en la gente oculta cumplía una importante función psicológica para los islandeses en siglos pasados, actuando a modo de antidepresivo. Islandia se encontraba de hecho en el límite del mundo habitable en aquellos días en los que no se conocían la electricidad ni la calefacción central. Los islandeses constituían de este modo un grupo humano oprimido y sacrificado, que habitaba en casas cubiertas de turba, oscuras, húmedas e infestadas de bichos, y a menudo pasaban hambre. La mortalidad infantil era alta, las enfermedades se extendían rápidamente, la pobreza estaba generalizada y el paisaje y el clima eran crudos e implacables. Dadas estas miserables condiciones de vida, la gente escapaba a un mundo de fantasía, un universo paralelo que se encontraba muy cerca del suyo, en el que gente muy parecida a ellos vivía en la abundancia, la prosperidad y con relativa comodidad. Todo era mejor en el ‘mundo oculto’, hasta las ovejas estaban más gordas y los cultivos eran más abundantes que los de los sufridos islandeses.
Kvöldvaka (reunión nocturna) en un hogar islandés, óleo de August Schiøtt (1823 - 1895) (Imagen original)
Kvöldvaka (reunión nocturna) en un hogar islandés, óleo de August Schiøtt (1823 - 1895)
De todos modos, ésta no era la única forma en que las historias de la gente oculta servían a los antiguos islandeses para hacer más llevadera su sacrificada vida. También les ayudaban a enfrentarse a la pérdida y la tristeza. En muchos de los relatos de la gente oculta, los seres del otro mundo raptan a niños mortales y se los llevan hasta su mundo paralelo, donde los crían convenientemente. Algunos expertos creen, no obstante, que estas historias encierran un trágico significado. Muchos niños de la antigua Islandia se perdían. Quizás sus padres no podían tenerlos vigilados constantemente —después de todo, la gente podía trabajar por aquel entonces hasta 18 horas en un día de verano, intentando sacarle el máximo partido a esta corta estación, y se dejaba a los niños más o menos a su aire. En ocasiones los propios niños participaban en las labores del campo, a menudo solos, ya que a veces se les ponía a trabajar a partir de los cinco años. Fuera cual fuera la causa, a menudo se perdían, y teniendo en cuenta los peligros del paisaje islandés, no resulta difícil imaginar que los accidentes eran frecuentes, muriendo en ocasiones ahogados en ríos, despeñados en algún acantilado o tras caer en alguna profunda grieta creada por la lava.
El paisaje islandés: bello y despiadado (CC BY-SA 2.0)
El paisaje islandés: bello y despiadado
¿Cómo se enfrentan unos padres al dolor por la pérdida de un hijo cuando no existe privacidad, cuando uno convive hasta con diez personas más en una habitación de cuatro yardas de ancho por diez de largo? Quizás se decían a sí mismos que el niño se había ido a vivir al ‘mundo oculto’, donde alguien cuidaría bien de él (o de ella). Algunos relatos de la gente oculta eran probablemente una forma de ayudar a la gente a superar su dolor por la pérdida de un hijo.

El ‘hombre amable’

Otro elemento habitual en las historias de la gente oculta es el de las relaciones románticas y sexuales entre mujeres mortales y hombres del otro mundo, a quienes se llamaba ljúflingar,literalmente, “hombres amables”. En estos relatos, la mujer se encontraba muy a menudo trabajando en un establo de montaña, llamados sel en islandés, una estructura rudimentaria construida cerca de los pastos de montaña, a una distancia considerable de las granjas. Aquí era donde se guardaban las ovejas durante el verano, y las campesinas a menudo se quedaban viviendo en este establo durante una temporada, solas o acompañadas de alguno de sus hijos, quienes las ayudaban a cuidar de las ovejas en los pastos, o incluso acompañadas de más gente, dependiendo del tamaño de la granja. La mujer era la encargada de ordeñar a las ovejas diariamente, y de hacer mantequilla y skyr, un lácteo islandés similar al yogur.
 Típica casa de turba islandesa con un ‘gafli’ de madera. (CC BY 2.0)
Típica casa de turba islandesa con un ‘gafli’ de madera.
En estas narraciones, las mujeres a menudo se enamoran de hombres del otro mundo, quedándose embarazadas de ellos. Estos hombres suelen ser muy atentos con la mujer durante su embarazo, las asisten en el parto y finalmente se llevan al niño para criarlo en el mundo oculto. Como toque final, el hombre del otro mundo nunca consigue olvidar a la mujer mortal, ni ella a él, por lo que su historia se acaba convirtiendo en un amor atormentado y no correspondido.

A día de hoy, los expertos interpretan estos relatos de muy diversas maneras. Una de ellas es que es posible que desempeñaran una función similar a la de la novela rosa o romántica en la actualidad, sirviendo como fantasías para las mujeres solitarias que no conseguían casarse, ya que las autoridades de la época ejercían restricciones tiránicas en lo relacionado con los casamientos, y en estos casos los campesinos, y más concretamente las campesinas, se encontraban decididamente en desventaja. De este modo, las historias de amantes de otro mundo podrían haber ayudado a las mujeres de la época a evadirse de las duras condiciones de su vida real.
Grabado en el que se observa a un hombre saltando al vacío en un precipicio mientras persigue a una mujer de raza élfica. Ilustración de la leyenda islandesa de Hildur, reina de los Elfos. (Public Domain)
Grabado en el que se observa a un hombre saltando al vacío en un precipicio mientras persigue a una mujer de raza élfica. Ilustración de la leyenda islandesa de Hildur, reina de los Elfos. 
Existe sin embargo otra posible explicación, más siniestra. Las mujeres que trabajaban en los seleran a menudo víctimas de abusos sexuales, ya fuera a manos de sus jefes o de campesinos de granjas cercanas. Las leyes islandesas de la época imponían severas penas por tener hijos fuera del matrimonio, por lo que las historias de los ljúflingar podrían haber sido utilizadas en el pasado para justificar embarazos no deseados. De forma aún más trágica si cabe, el hecho de que el hombre del mundo oculto se llevara al niño podría haber servido para encubrir casos de infanticidio, un crimen tristemente frecuente en aquellos días, dadas las consecuencias que conllevaban los nacimientos ilegítimos.
Los ejemplos expuestos en este artículo tienen poco que ver con las noticias sensacionalistas de “islandeses que creen en elfos” publicadas por los medios o por la industria turística islandesa. De hecho, esta propaganda trivializa una trágica y profunda realidad, pasando por alto además el importante valor histórico y cultural que estas creencias ancestrales atesoran para la nación islandesa







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