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martes, 31 de diciembre de 2013

Hallan evidencia de uso del ocre en percutores utilizados por el Homo erectus en Europa


Homo erectus. Image: Henry Gilbert and Kathy Schick (Wikimedia, used under a CC BY-SA 3.0)
Fuente: Past Horizons | 21 de diciembre de 2013 (Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae)
Una vez más, el enclave referido a un Homo erectus de Lehberg, cerca Haidershofen, en la parte de la Baja Austria del Enns (afluente meridional del río Danubio), es centro de atención en la investigación del Paleolítico Inferior.
Tras el reciente descubrimiento de varias hachas de mano bien conservadas del periodo Achelense, que data de hace aproximadamente 500.000 años, así como de un objeto con forma de falo (abajo) recubierto con restos de ocre (ver Fundsache Homo erectus , Arqueology Online 2012) también han sido recuperados una serie de percutores (martillos) líticos.


Estos percutores, formados con guijarros ovalados de cuarcita y cuarzo, provienen de las gravas locales del Günz, y tienen marcas claras de uso en los bordes longitudinales. Sin embargo, después de un examen minucioso, uno de estos percutores reveló algo muy notable.

Contorno de una mano de 500.000 años de antigüedad

Durante el examen de laboratorio de los hallazgos bajo microscopía de luz estereoscópica, un percutor de cuarcita demostró tener una línea peculiar de ocre rojizo a lo largo de un lado bien definido y especialmente llamativo. Se excluyó la posibilidad de retención de sedimentos naturales en el propio guijarro, y, en consecuencia, se hizo evidente que lo que se observaba era la línea del contorno del talón y el pulgar de una mano de 500.000 años de antigüedad.

La superficie de uso era compatible con la línea de ocre que mantenía, de tal manera que la mano habría cubierto el resto del percutor, dejando sólo un contorno parcial en ocre rojo, lo cual recuerda las famosas huellas de manos en las pinturas rupestres de Francia y España.

El usuario del percutor era diestro, y la traza curva resultante del color en la piedra fue causada por la trituración llevada a cabo con el mismo (es decir, por el proceso de reducción del tamaño de las partículas de una sustancia mediante molienda) sobre el material ocre en combinación con agua, lo que demuestra que el Homo erectus estaba, sin duda, usando este elemento como una forma de pintura en la localidad de Lehberg.

El uso constante del percutor de la misma forma y con el mismo propósito permitió que las partículas de color de ocre se adhirieran a lo largo de la misma zona en el que la mano habría frotado contra la piedra.




Foto: Siluetas de manos en la cueva de El Castillo, de al menos 48.000 años de antigüedad, podrían ser obra de los neandertales.

Huellas fósiles
Generalmente conocidas como huellas fósiles, estas impresiones negativas transitorias del pasado incluyen desde las marcas de dinosaurios del Jurásico y Cretácico a las huellas fosilizadas en cenizas volcánicas, de 3,6 millones de años de antigüedad, de australopitecinos, como las halladas en Laotoli, cerca de la Garganta de Olduvai, en Tanzania, África.
Los huellas de manos en cuevas de Francia y del norte de España están asociadas, en la mayoría de los casos, con los Homo sapiens y caen dentro del ámbito de competencias de la arqueología. Sin embargo, esta mano-impresa del Homo erectus, debe ser considerada como un vestigio de una especie extinta y, por tanto, una 'huella fósil' que cae dentro de la disciplina de la paleontología.
Aunque la huella impresa de Lehberg, ciertamente, no habrá de ser un ejemplo único, a pesar de que se encontró en circunstancias únicas, en el futuro será necesario poner más atención en este tipo de fenómenos que encuentran su interfaz entre la arqueología, la geociencia y la paleontología.







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