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viernes, 26 de enero de 2018

El extraño fenómeno de los partos en ataúdes



Ayer estaba leyendo atentamente un artículo de la Revista Internacional de Osteoarqueología titulado The Non-Adult Cohort from Le Morne Cemetery, Mauritius: 

A Snap Shot of Early Life and Death after Abolition (‘Los individuos no adultos del Cementerio de Le Morne, en la isla de Mauricio: perspectiva de los primeros años de vida y la muerte tras la abolición’) cuando tropecé con una expresión desconocida: parto en un ataúd. 

Entiendo que parece obvio su significado, pero a primera vista mi reacción fue: ¿por qué razón querría una mujer dar a luz en un ataúd? No obstante, el parto en un ataúd es precisamente lo que la propia expresión da a entender: un feto al que su madre da a luz una vez muerta. 

Cuando empecé a investigar este fenómeno más de cerca descubrí que ya se trataba de algo bastante poco común en el pasado, ¡y ni siquiera estamos seguros de si algo así puede ocurrir realmente!

En términos académicos, el parto en un ataúd se conoce como extrusión fetal post mortem . Consiste en la expulsión de un feto inviable por parte del cuerpo de una mujer embarazada fallecida durante la putrefacción de su cadáver. En el proceso de descomposición, el cuerpo humano produce gases de forma natural, y estos gases provocan la hinchazón del cadáver. Los gases encerrados en el abdomen pueden entonces oprimir el útero, provocando así la expulsión del feto del cuerpo. 

Al ocurrir esto a través de la abertura vaginal, acaba por ser un proceso similar al del parto, en este caso en su acepción más literal. Este hecho no se comprende aún en su totalidad, ya que no se da en todos los casos en los que muere una mujer embarazada, y rara vez ocurre en nuestra sociedad actual. La conservación química del cadáver elimina los fluidos corporales y las bacterias responsables de la putrefacción y la hinchazón, lo que hace de un parto en un ataúd algo casi imposible hoy en día. 

Hay muy pocos casos modernos registrados, aunque al menos dos mujeres embarazadas halladas días después de su muerte en el año 2008 mostraron hallarse en las primeras fases de la extrusión fetal post mortem , o ya habían expulsado el feto. Aparte de estos dos casos excepcionales, las evidencias forenses son escasas.

Se encontraron los restos de un feto entre los muslos del esqueleto de una mujer.

Antiguas crónicas de partos en un ataúd

No obstante, informes médicos de los siglos XVI al XVIII y otros casos registrados en bioarqueología aportan sin duda algunas pruebas de que esto ocurría. De las crónicas históricas, contamos con varios casos documentados, aunque desconocemos hasta qué punto estos testimonios son fidedignos. Encontramos las siguientes notas en un registro parroquial del siglo XVII: 

“En el 20 de abril de 1650 fue enterrada Emme, esposa de Thomas Toplace, y se descubrió que había dado a luz tras llevar dos horas yaciendo en su tumba”. Las anotaciones de Bonet describen a una mujer que murió en Bruselas estando embarazada en el año 1633. Tres días más tarde se encontró el feto muerto “colgando entre los muslos”. 

Otros casos aparecen registrados por médicos e historiadores: “Richter de Weissenfels, en 1861, informó del caso de una mujer que murió entre convulsiones, y sesenta horas después de su muerte expulsó un feto de ocho meses.

Stapedius escribe a un amigo acerca del caso de un feto hallado muerto entre los muslos de una mujer que falleció repentinamente a causa de una grave enfermedad. Schenk menciona que la mujer murió a las cinco de la tarde, y que a las tres de la madrugada nació un niño al que ya le habían salido dos incisivos. Veslingius nos habla de una mujer que murió de epilepsia el 6 de junio de 1630, y de cuyo cuerpo, dos días más tarde, salió un niño. Wolfius cuenta el caso de una mujer que murió de parto en 1677. Se observaron movimientos abdominales seis horas después de su muerte. Se sugirió practicar una cesárea, pero su ejecución se pospuso, y dieciocho horas más tarde nació el niño espontáneamente.” (Gould & Pyle 1981).

Posible parto en un ataúd. Caso descubierto por Appleby y sus colaboradores en el año 2012

Detectando partos en ataúdes

En bioarqueología, la detección de este proceso puede resultar difícil debido a la esqueletización. La presencia de los restos de un feto junto a los de una mujer en un ataúd no es suficiente, ya que ambos podrían haber sido depositados juntos, incluso si uno de ellos murió un corto espacio de tiempo después del otro. 

La localización de dos conjuntos de restos y su posición es importante a la hora de reconocer estos casos. Lewis (2007) afirma que la identificación de un parto en un ataúd requiere que los restos del feto estén completos y en una posición inferior y alineada con la cavidad pélvica de la mujer. La cabeza del feto debe aparecer orientada en dirección opuesta a la de la madre.

 La edad del niño también es importante para determinar si era lo suficientemente joven como para ser un neonato, y no sencillamente un bebé. En el artículo de Appleby y sus colaboradores del año 2012, un esqueleto neonato de entre 33 y 35 semanas de gestación fue hallado en esta posición. Debido a este hecho, dedujeron que se trataba de un caso de parto en ataúd. 

Aunque el enterramiento en cuestión databa del 1830 aproximadamente, época en la que el uso de conservantes químicos estaba en aumento, la población difunta objeto de estudio estaba formada principalmente por esclavos o esclavos liberados que no habrían dispuesto de los recursos necesarios para conservar los cadáveres de sus difuntos, o podrían no haber deseado que se llevara a cabo con ellos un procedimiento de este tipo. Se han descubierto otros ejemplos de partos en ataúd gracias a la bioarqueología, lo que demuestra que estos casos se han dado históricamente durante siglos.

Aunque no se trata de un hecho habitual, la extrusión fetal post mortem es un caso posible que debemos tener en cuenta como arqueólogos. No es raro encontrar mujeres enterradas con restos de bebés o recién nacidos, pero debemos ser cuidadosos a la hora de interpretar la relación espacial entre los dos cadáveres. Si se encuentran el uno junto al otro, podría representar un parto normal seguido por la muerte de ambos. 

Si el neonato está en posición fetal en el interior de la cavidad corporal de la mujer podría tratarse de la muerte de una mujer embarazada, y si el feto se encuentra entre los muslos de la madre entonces sí podríamos considerar la posibilidad de un parto en un ataúd. En cualquier caso, es importante observar la relación existente entre los restos del feto y los de la madre.










Este artículo, titulado originalmente ‘ New Morbid Technology: Coffin Birth’ y escrito por Katy Meyers Emery, fue publicado originalmente en su blog ‘ Bones Don’t Lie’ , y ha sido publicado de nuevo y traducido bajo una Licencia Creative Commons


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