Buscar este blog

miércoles, 28 de junio de 2017

Hermes Trismegisto, el gran enigma del Antiguo Egipto

El hombre actual sustenta su existencia en un conjunto heterogéneo de bases y lineamientos morales, intelectuales, científicos y éticos que le dan un aspecto frágil y peligrante. Este ser, habitante milenario de la faz terrestre, a común persigue logros y contempla los medios, ignorando si son causas o efectos y su naturaleza y magnitud. Concreta un hecho, pudiendo ser este efecto de una causa no atendida, o concreta otro, que es una potencial causa e ignora su efecto. Todo fluye y refluye. Cada acto acarrea un movimiento en consecuencia. Un efecto se convierte en causa y una causa en efecto de otra anterior.

Thot (Hermes)
                                                           Thot (Hermes)


Ignorando la naturaleza de los hechos, como excelentemente lo hace el hombre, se confunde si sus esencias son básicas e imperecederas o si son bamboleantes y caducas, entonces el hombre si no contempla las Causas Primeras y su verdadera magnitud, todo lo que hará, ya sea que actúe o piense, tendrá una existencia efímera, cuyos límites estarán determinados por la naturaleza de sus actos y pensamientos y el Ritmo que estos lleven.

Las Causas Primeras, adecuadamente atendidas brindan efectos Imperecederos y éstas constituyen un Poder ESTATICO Y DINAMICO, inmutable e inalterable, que engendra a los hechos o efectos espirituales, mentales, morales y existenciales NO CADUCOS, NO EFIMEROS, sino ETERNOS Y DE VALIDEZ UNIVERSAL.

Tenemos conocimiento de que en todas las épocas existieron mentes de hombres sabios que supieron observar todo lo que tiene valor universal y supieron destacar todo aquello que es efímero, sin sustancia y apoyado sobre bases frágiles.

Grandes pensadores, maestros e iniciados ordenaron su conocimiento y fundaron escuelas, doctrinas y filosofías que llegan hasta nuestros días como signo de que la sabiduría mantiene su valor como siempre y para siempre. Hubo pueblos que se destacaron entre las ciencias, las artes y la magia: el egipcio, el chino, el hindú, el griego, el romano, etc., algunos de ellos posibles herederos de la sabiduría atlante, algunos milenios antes desaparecida. Nos preocupa en esta oportunidad la cultura egipcia. De su seno nacieron las bases fundamentales de las doctrinas ocultistas. El Hermetismo es la doctrina central de este trabajo.

Los estudiosos tenemos que considerar a Egipto como la tierra gloriosa, bendecida por el conocimiento de la Inmortalidad del Alma. Y así nos retrotraemos a la legendaria ATLANTIDA, por la sensatísima razón de que las escuelas de los Misterios, con su iniciación filosófica, debieron tener un origen anterior al de Egipto, y se ve reafirmada esta teoría en unas informaciones secretas que, maestros de la escuela de Heliópolis, dieron al joven y serio investigador griego PLATÓN. Estas entre otras cosas, decían que: la veneración a la luz y a su agente el Sol, fue el principal dogma de la religión atlante, y lo fue también de la primitiva religión egipcia. “RA”, el dios Sol, fue el primero, el hacedor de todas las cosas, el UNO, engendrado de sí mismo, padre y creador de todos los demás dioses. Los Atlantes tuvieron un largo período de civilización muy elevada y noble, para luego desaparecer, hundida en las aguas del mar, mucho antes de que Babilonia se corrompiese, convirtiéndose en la ciudad más degenerada del mundo antiguo.

La esfinge de Gizeh, con sus ojos sin vista, fijos en un punto exacto del horizonte donde el sol hace su reaparición diurna, y la gran pirámide, ambas construidas en la era atlántica, con señales visibles del misterioso continente, mundos legados de una raza de hombres que fueron nuestros ancestros, y que la tallaron para que fuera su estatua máxima, su imagen conmemorativa más sublime y la dedicaron al Sol, el dios Luz. Este fue el venerado emblema de piedra, de una civilización para la que, en este mundo denso y material, la luz era lo que más se aproximaba a Dios. En el libro del Génesis, el primer elemento creado fue la luz, sin la cual no podría haberse creado, Dios dijo: “Sea la luz; y fue la luz”… La verdad es inmutable en sí misma, solo ella sobrevive a todo y resiste el paso de los milenios, como la Esfinge, semienterrada en las arenas del desierto, por tranquila y correcta, encarnando la fuerza del león, la inteligencia del hombre y la serenidad espiritual de los Dioses. La Esfinge nos predica desde la piedra un silencioso mensaje a todos los que tengan oídos para percibirlo. Su figura se encuentra en la entrada de los templos, en diversas partes de Egipto, como señal de protección de lo que allí se guarda, es por eso que se la considera un ser o un objeto de la naturaleza divina.

SITUACION GENERAL DE EGIPTO

Hacia el año 2000 a.C., Egipto sufrió la crisis más atormentadora, que un pueblo puede atravesar: una invasión extranjera y una semiconquista. Conducida por reyes-pastores llamados HICSOS, dicha invasión se lanzó sobre la nación y fundó en el Delta la ciudad de AVARIS. Según los textos de MAMETON, los Hicsos habían sido fenicios, JOSEFO los consideraba árabes. En realidad la invasión de estos extranjeros debe relacionarse con un movimiento de emigración, en el que los Hititas se establecen en Anatolia, los Kasitas fundan una dinastía en Babilonia, los Semitas trataron de establecerse en Canaán y son seguidos por bandos de Arios. Y finalmente esta oleada fue a morir en Egipto, y, según cita textual de Mametón: “Durante su reinado, sopló contra nosotros la cólera divina; yo no sé por que, de improviso estos hombres, tuvieron la audacia de invadir nuestro país y, por la fuerza, se apoderaron de él. Estas gentes se adueñaron de los jefes, incendiaron salvajemente las ciudades, arrasaron los templos de los dioses y trataron a los pobladores con extrema crueldad…”.

Para estos momentos la existencia nacional de Egipto estaba comprometida, por su conocimiento en peligro y su misión universal amenazada.

Pero tenían Un Alma Vital, es decir, un cuerpo organizado de iniciados, depositarios de las antiguas creencias herméticas, que se retiraron al fondo de los santuarios, se replegaron en sí mismos para resistir mejor al enemigo. En apariencia el sacerdocio se había doblegado ante la invasión y había reconocido sus tradiciones religiosas. Sin embargo, escondidos por los templos se guardaron como un tesoro sagrado: las ciencias, las tradiciones y la antigua y pura religión egipcia, con la esperanza de una restauración de la dinastía nacional.

EL GRAN MAESTRO DE LA INICIACIÓN ANTIGUA

La iniciación antigua reposaba sobre una concepción del hombre más sana y más elevada que la nuestra. Nosotros hemos disociado la educación del cuerpo, de la mente, del espíritu y del alma y podemos afirmar que los verdaderos buscadores de conocimiento, los que se convirtieron en sacerdotes e iniciados, buscaron el desarrollo espiritual hasta alcanzar la Conciencia del Alma (que significa el conocimiento consciente y Cósmico de la Naturaleza DIVINA del Alma). En la iniciación, el hierofante se acercaba al recién llegado y le formulaba un breve y penetrante examen, en el que era aceptado o no para traspasar la puerta del templo. Este tenía dos columnas: la roja significaba la ascensión del espíritu de la Luz de Osiris; la negra representaba su cautiverio en la materia y esa caída podía conducirlo al aniquilamiento. Para el que abordara la doctrina secreta, había dos caminos, nada más, la locura y la muerte para el débil, la vida y la inmortalidad para el fuerte y justo. Llegada la noche, dos asistentes conducían al aspirante al portal del Santuario oculto y lo introducían en una galería aterradora con estatuas de hombres con cabezas de animales, iluminada por la luz de una antorcha. Al final de este corredor debía entrar sin pronunciar palabra, por un agujero en la pared delante de él (aún tenía tiempo el estudiante de retornar, porque una vez cerrada la puerta del templo, debería continuar inexorablemente). Este era tan bajo que solo arrastrándose podía entran en él. Se le entregaba una muy pequeña antorcha y se lo dejaba solo. Arrodillado, avanzaba por el corredor mientras escuchaba desde el fondo del subterráneo una tétrica voz que decía: “Aquí perecen los locos que han codiciado la ciencia y el poder”.

En su marcha notaba que el corredor se ensanchaba, pero descendía en pendiente cada vez más rápida, que terminaba en un embudo que desembocaba en una noche horrorosa. En su desesperación, el estudiante percibía una grieta a su izquierda, extendía su lámpara y veía una escalera que subía en espiral en la roca, era la salvación del abismo. Finalmente se encontraba frente a una reja de bronce que daba a una ancha galería sostenida por hermosas cariátides, en los laterales estaban grabados y pintados innumerables símbolos.












Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: Hermes Trismegisto, el gran enigma del Antiguo Egipto http://mysteryplanet.com.ar/site/hermes-trismegisto-el-gran-enigma-del-antiguo-egipto/

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.