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sábado, 14 de mayo de 2016
EL DORADO Y LA MITICA CIUDAD DE MANOA
Planeta azul regresa de nuevo, esta vez, en el incierto espacio geográfico sur americano del Dorado y su capital, la mítica ciudad de Manoa. Cuenta la tradición oral indígena de los andes sur americanos que Dorado era el nombre de un cacique fabuloso, de un señor algo así como Midas, el legendario rey de Frigia, que había obtenido de Baco la facultad de convertir en oro todo cuanto tocara. Dorado no necesitaba de esa facultad porque ya el oro existía en su comarca por la gracia de un dios que había pasado por allí y dejado a su tribu esa herencia. Allí todo el metal incorruptible resplandecía a la luz del sol o de la luna. Los teóricos de los antiguos astronautas sostienen que este dios Baco pudo ser muy probablemente alguno de los buscadores de oro Annunaki que recorrieron la región en tiempos remotos y esgrimieron una avanzada tecnología de transformación de minerales primarios en oro. Según los aborígenes esa ciudad era Manoa con un gran lago, al que los conquistadores llamaron Guatavita, de lecho y arenas doradas. Cada vez que moría el cacique y había que iniciar al sucesor se llevaba a ese lago en medio de un rito en que desnudo el cuerpo del señor se le ungía con polvo aurífero obtenido del propio lago. Lo cierto es que de la existencia de esa ciudad fabulosa supieron por boca de los indios los conquistadores hispanos, alemanes e ingleses, quienes hicieron esfuerzosheroicos y gastaron tiempo, fortuna y vidas tratando de localizarla, pero siempre fue inútil. Y mientras más ignota y remota se hacía Manoa o el lago de Guatavita, más fabulosa se hacía la imaginación de quienes ansiaban apoderarse de ella para sí o para su reino. Se llegó a especular, incluso, que ese lugar era así de rico porque allí se habría refugiado con todos sus increíbles tesoros el perseguido hijo menor del inca Huayna-Capác, padre de Manco-Capác, último soberano del gran imperio Inca que tenía como capital el Cuzco y que se extendía desde lo que hoy conocemos como Colombia, hasta las tierras meridionales de Chile. El Dorado es un lugar mítico que se suponía que tenía grandes reservas de oro y que fue buscado por los exploradores españoles e ingleses con gran empeño, atraídos por la idea de un lugar con calles pavimentadas de oro, en donde el preciado metal era algo tan común que se despreciaba. Muchos de ellos murieron en el intento por descubrir la ciudad, ya que las largas expediciones transcurrían por la selva y a la dureza del terreno había que unir la falta de provisiones. Se suponía que estaba ubicado en alguna parte de la selva Amazónica, entre Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, Guyana, Bolivia o Brasil. El mito empezó en el año 1530 en los Andes de lo que hoy es Colombia, donde el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada encontró por primera vez a los Muiscas, una sociedad ubicada en lo que actualmente se conoce como el Altiplano Cundiboyacense. La historia de los rituales muiscas fue llevada a Quito por los hombres de Sebastián de Belalcázar; mezclada con otros rumores, se formó allí la leyenda de El Dorado, «El Hombre Dorado», «El Indio Dorado», «El Rey Dorado». Imaginado como un lugar, El Dorado llegó a ser un reino, un imperio, la ciudad de este lugar legendario. En busca de este reino legendario de oro fue primero enviado Don Ángel Guerra por la corona de la Reina Isabel la Católica, sin suerte después de una profunda búsqueda por el Amabaya, sus pasos fueron seguidos entonces por Don Francisco de Orellana y Don Gonzalo Pizarro quienes partieron de Quito en 1541 hacia el Amazonas en una de las más fatídicas y famosas expediciones para encontrar El Dorado. Las poblaciones muiscas y sus tesoros cayeron rápidamente en manos de los conquistadores. Al hacer inventario de las nuevas tierras obtenidas, los españoles pronto se dieron cuenta de que —a pesar de las cantidades de oro en manos de los indios— no había ciudades doradas, ni siquiera minas ricas, puesto que los muiscas obtenían el oro a través del comercio con naciones vecinas. Pero al mismo tiempo los españoles empezaron a escuchar historias de El dorado de los indios capturados, y de los ritos que tenían lugar en la laguna de Guatavita. La laguna de Guatavita tiene hoy una gran zanja en uno de sus costados, evidencia de los intentos que se hicieron en 1580 de drenar la laguna. La expedición más famosa en busca de El Dorado fue aquélla de Francisco de Orellana en 1541, aunque hubo otros intentos antes de ésta. Al principio, los exploradores buscaron El Dorado en los Andes, cerca de Colombia. Sebastián de Belalcázar, un conquistador español que había viajado con Cristóbal Colón y Francisco Pizarro, buscaron El Dorado en el sur-occidente de Colombia en 1535. Nicolás de Federmann, explorador y cronista alemán que participó en la conquista española de Venezuela y Colombia, también dirigió una expedición para buscar El Dorado en 1535. El conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada partió en busca de El Dorado en 1536. Después de haber derrotado a los Muiscas y haber establecido a Bogotá como la capital del Nuevo Reino de Granada, Quesada se dio cuenta de que Federmann y Belalcázar también habían reclamado la misma tierra; en un pacífico encuentro llevado a cabo en Bosa, les convenció de regresar a España en 1539 y resolver el asunto. Mientras los tres entablaban batallas legales por Nueva Granada, otros hombres continuaron la búsqueda. En 1541 Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana salen en pos de El Dorado y terminan en un desastroso viaje por el Amazonas. Después de dividirse en dos grupos, Pizarro y sus hombres regresaron a Quito, mientras que Orellana continuó el viaje, descubriendo y dando nombre al río Amazonas. En 1541 el explorador español, nacido en Alemania, Felipe de Utre, emprendió una infructuosa búsqueda de El Dorado a lo largo del Amazonas en el territorio de Omagua. Encontró un territorio densamente poblado, pero ningún reino dorado. Walter Raleigh fue el primer explorador inglés en emprender la búsqueda. Raleigh partió para la Guayana, a la que denominó en 1595 como “Guiana”. Navegó a lo largo del río Orinoco (hoy Venezuela) hacia el interior de la Guayana, encontró algunos objetos de oro, pero nada de las dimensiones de la leyenda, después de lo cual publicó un libro sobre su viaje titulado El descubrimiento de la Guiana, donde promovía la exploración del Reino Dorado. En 1987 se publicó en un diario local Folha de Boa Vista del estado de Roraima (Brasil) lo que podría significar, si se verifica, un descubrimiento excepcional hecho por Roland Stevenson, Chileno radicado en la ciudad de Manaus. Dio cuenta de un camino inca desde el Ecuador hasta las sierras de las Guyanas con tambos de piedra en su recorrido. Además encontró vestigios de indumentaria inca e inclusive grabados en piedra con motivos andinos. Especuló además con que el nombre «Guyana» podría provenir del Inca Huayna Cápac, ya que se su pronunciación es semejante, y aseguró que algunas etnias hablaban una lengua emparentada con el idioma quechua, así como que la fisonomía de algunos representantes de la etnia Yanomami era muy parecida a la de los pobladores andinos. En 1990 y luego de tres años de preparativos e investigaciones, el documentalista y periodista colombiano Roberto Tovar Gaitán ingresa con un equipo de buzos y cámaras de televisión, a la Laguna de Guatavita ubicada en Sesquilé Cundinamarca, comprobando que tiene una profundidad de 26 metros en el centro. Descubre además, en sus fondos, gran cantidad de arbustos muertos y pastos casi petrificados por el frío, los cuales evidencian que entre 1900 y 1906 la laguna fue secada totalmente. Además Tovar localiza un túnel por el cual se desaguó la laguna. En su viaje titulado Las lagunas del Dorado, evidencia y demuestra que aun cuando la laguna de Guatavita fue un centro ceremonial importante para la iniciación de los jóvenes que serían coronados Zipas o reyes de Bacatá, esa laguna «no fue laverdadera cuna de El Dorado». Según los hallazgos, la verdadera sería la lagunita de Siecha (palabra muisca que significa La casa del varón), localizada cerca de la pirámide del Sol Muisca, a 35 kilómetros de Guatavita. Esta es una leyenda muy poco conocida incluso en el mismo territorio colombiano. Es una leyenda curiosa, que recuerda un poco a la ciudad de Erks en el cerro Uritorco o a algunos clamores de las pirámides de Bosnia. Solo que en este caso el relato se origina en un hombre que clama haber visitado las regiones fantásticas aquí mencionadas. Se trata de la mítica ciudad de Manoa.“Manoa” es el nombre que algunos conquistadores dieron a la región de El Dorado, que se supone se encontraba perdida en las sabanas del oriente (posteriormente se añadió a esta zona la selva amazónica). Incontables conquistadores perdieron su vida buscando esta legendaria ciudad, otros sobrevivieron y volvieron para contar sus historias de tierras fantásticas. Sin embargo, la ciudad no estaría oculta por razones geográficas, sino que por lo visto existiría en una especie de plano paralelo. El hombre que afirma haber llegado a ella se llama José Crisanto Lizarazo, un fotógrafo colombiano que dice haber ido a esta ciudad múltiples veces entre 1974 y 1985. Su relato está escrito en primera persona y en él afirma que muchos habitantes de la región conocen la existencia de la ciudad y de los míticos “manoanos”, que viven entre las sombras y no aparecen más que ante quienes desean presentarse. La ciudad estaría junto a una laguna en una región del piedemonte, esto es, de la baja montaña que comunica los andes colombianos con las grandes llanuras del oriente (que se extienden hasta Venezuela). De acuerdo con Lizarazo, arribar a la ciudad por medios físicos es imposible. En su primerviaje fue visitado por una mujer (a la que él llama Consuelo) que le dijo que para entrar necesitaba una preparación mucho más profunda, que incluía alimentación, meditación y obtención de una “calma” espiritual. En su segundo y tercer viaje recibió instrucciones semejantes que al final le permitieron ingresar a la mítica ciudad. Allí dentro reina la paz y la tranquilidad. Las descripciones físicas que este hombre hace de Manoa no son tan detalladas. Por su parte, la descripción espiritual de la misma abunda en referencias al ambiente, donde no existe la pesadez, el odio o el sufrimiento y donde el mismo aire parece llevar la buena nueva a todos sus habitantes. Manoa, según Lizarazo, es una especie de avanzada espiritual, desde donde se envían instrucciones al resto de la humanidad… o bueno, a quienes estén dispuestos a escuchar más allá de lo obvio. Él sería uno de los “embajadores” de esta región: tal misión le habría sido otorgada allí mismo en una de sus visitas. Esta ciudad se vincula con otras ciudades legendarias (que, según muchos, se encuentran en la “cuarta dimensión”, en un universo paralélelo o en una ciudad subterránea del inframundo sur americano) que existirían superpuestas con nuestro mundo, esperando el momento para dar creación a la llamada “Nueva Tierra”. Fundada en tiempos antiguos, sus habitantes serían guardianes de esta región desde siempre y se habrían ocultado con la llegada de los conquistadores europeos. La historia de Manoa tiene una importancia en el campo de las leyendas sur americanas. Contrario a la mayor parte deleyendas, que parecen parte de un universo lejano, regiones que nadie conoce y nadie visita. Dicen muchos que han pasado por allí que sus montañas tienen una presencia extraña.
RECOPILACION INVESTIGATIVA: ING. REYNALDO PEREZ MONAGAS
articulo publicado en...https://rey55.wordpress.com/2016/05/13/190-el-dorado-y-la-mitica-ciudad-de-manoa/
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