Según una leyenda de los indios Yakima, en tiempos remotos, un hombre de ojos colorados y grandes poderes curativos vino a vivir con la tribu. Pasados los años, envejeció, y un día pidió que lo llevaran a determinado lugar donde quería morir. Poco después de su muerte, un objeto venido del cielo se posó en tierra, cargó su cuerpo a bordo y voló nuevamente al cielo… Esta historia puede ser sólo parte del folklore indígena, pero algunos expertos en ovnis piensan de otra manera. Afirman que la reserva de los indios Yakima, 400 hectáreas de terreno quebrado en el sur del estado de Washington, es una de las llamadas «ventanas»: un lugar frecuentado por objetos voladores no identificados.
Una de las brillantes luces fotografiadas en Piedmont, donde tuvo lugar un resonante episodio en 1973.
En las últimas décadas del siglo pasado, varios investigadores realizaron estudios en Yakima y otros sitios de «ventanas» con la intención de documentar y explicar las elusivas luces que presuntamente aparecen allí. La reserva Yakima está a ocho kilómetros al sur del monte Rainier, donde Kenneth Arnold avistó un plato volador en 1947 iniciando la moderna controversia sobre los ovnis. Entre los años 1964 y 1984, hubo 186 denuncias de avistamientos de ovnis en esa reserva; la mayoría de ellas provenían de los guardabosques que tienen la tarea de observar si se producen incendios en la zona. En esencia, sus relatos se referían a luces nocturnas rojizo anaranjadas o blancas, que se comportaban erráticamente, a veces revoloteando, otras atravesando el cielo con una agilidad poco común entre los objetos terrestres. Incluso uno de estos avistamientos fue registrado en audio en el enigmático caso del Río Columbia (1981), el cual involucra a agentes de policía como testigos. Intrigado por el misterio de la reserva indígena, el destacado astrónomo e investigador de ovnis J. Allen Hynek consiguió una subvención para estudiar los fenómenos de Yakima. Encabezaba el proyecto un ingeniero electricista e investigador voluntario de ovnis llamado David Akers. Su equipo incluía una variedad de cámaras para tomar tanto en movimiento como inmóviles, una de las cuales tenía una retícula para analizar las longitudes de onda. También contaba con un magnetómetro para registrar cambios en los campos magnéticos, así como instrumentos para medir la radiación nuclear e infrarroja y las frecuencias de ultrasonido. El 19 de agosto, Akers inició un estudio de dos semanas en la reserva. Durante ese período logró varias instantáneas de luces anómalas y distantes, pero las imágenes resultaron poco claras. A pesar del entusiasmo de sus participantes, el trabajo en Yakima no produjo conclusiones significativas. Lo mismo podría decirse del Proyecto Identificación, una observación de «ventana» mucho más elaborada, que se centró en el pueblo de Piedmont, Missouri. El proyecto fue iniciado por el profesor de física Harley D. Rutledge, de la Southeast Missouri State University. Despertada su curiosidad por una oleada de avistamientos de ovnis en Piedmont a comienzos de 1973, Rutledge visitó el pueblo y vio con sus propios ojos 12 misteriosas luces celestiales. El resultado eventual de su experiencia fue un estudio de siete años de duración que se inició en 1973 y en el que participaron un total de 40 científicos, ingenieros, estudiantes y otras personas ajenas a la universidad, empleando un equipo valorado en alrededor de 40.000 dólares: todo lo que David Akers había usado en la reserva Yakima y más aún.
IZQUIERDA: Dos luces misteriosas fotografiadas por Leif Havik en 1985, durante la expedición científica que trabajó dos años en el valle de Hessdalen (Noruega). DERECHA: Una exposición de 60 segundos muestra en el negativo a uno de los ovnis de Yakima (EE.UU.).
Además de sofisticadas cámaras, entre los aparatos llevados a Piedmont había cuatro telescopios, un analizador de espectros y un gravímetro, que podía usarse para medir cambios en la fuerza del campo gravitacional. El Proyecto Identificación registró 157 avistamientos que involucraron a 178 ovnis. El profesor Rutledge afirmó haber avistado personalmente 160 objetos no identificados. Pero una vez más, y a pesar de todo el esfuerzo, los investigadores lograron un gran acopio de fotografías de larga distancia pero muy escasos conocimientos nuevos sobre la naturaleza y origen de los ovnis. Las «ventanas» en localidades de ultramar han sido igualmente celosas de sus secretos. En un estudio en dos etapas de quince días cada una, en 1984 y 1985, audaces investigadores escandinavos desafiaron la noche ártica para averiguar qué había de verdad en las noticias de avistamientos sobre el valle noruego de Hessdalen, ocho kilómetros por debajo del Círculo Polar Ártico. En diciembre de 1981, los aldeanos comenzaron a ver cantidades de objetos extraños en el cielo. Durante un período de cinco semanas, en enero y febrero de 1984, informaron sobre 188 avistamientos de luces amorfas, óvalos u objetos en forma de cigarros. Al igual que los investigadores de Piedmont, los participantes del Proyecto Hessdalen estaban bien equipados, contando entre otras cosas con aparatos de radar y sismógrafos. Lograron captar varios ovnis en sus radares, aun en momentos en que los objetos no resultaban visibles en otras formas, y obtuvieron algunas fotografías de larga distancia. Los miembros del equipo informaron sobre luces extrañas que no tenían una fuente discernible. Hubo, por ejemplo, una luz fina como un láser que se movía por la nieve al nivel del suelo, jugando alrededor de los pies de un aldeano que había estado ayudando a los investigadores, antes de apagarse súbitamente. No obstante, una vez más la observación de la ventana no alcanzó su objetivo de identificar los fenómenos locales o explicar por qué los ovnis parecen congregarse en ciertos lugares.
Leif Havik, jefe de la expedición a la «ventana» del valle noruego de Hessdalen, cerca del Círculo Polar Ártico. Este grupo de investigadores contó con modernas tecnologías y aportó valiosa información al tema ovni.
Mientras todas estas investigaciones se llevaban a cabo, una nueva teoría fue elaborada para explicar no sólo las «ventanas» sino también los ovnis en general. En gran parte creación del psicofisiólogo canadiense Michael A. Persinger, la teoría proponía que los procesos geográficos relacionados con las fallas —o resquebrajamientos de la superficie en la corteza terrestre— creaban «luces terrenas» confundidas con naves espaciales por algunas personas. Persinger explicaba que la actividad tectónica —movimiento subterráneo de la tierra a lo largo de las líneas de fallas (Yakima, Piedmont y Hessdalen están localizadas en zonas de fallas)— comprime cristales de cuarzo en la roca, liberando así una forma de energía conocida como piezoeléctrica. Esto, a su vez dijo Persinger, podría producir bolas de luz capaces de tener una larga duración y un comportamiento impredecible. Además, seguía diciendo la teoría, la misma energía podría interferir en los impulsos eléctricos del cerebro humano, llevando a algunas personas a interpretar erróneamente a las luces terrenas como ovnis. Muchos científicos, sin embargo, dudan de que el cuarzo comprimido pueda producir suficiente energía como para mimetizar a los ovnis. También cuestionan la capacidad de la electricidad para influir en los procesos del pensamiento en alguna forma notable. Los observadores de las «ventanas» descartan asimismo la teoría de Persinger. Rutledge ha dicho que la luces terrenas no pueden haber constituido más del uno por ciento de los avistamientos de Piedmont. Hessdalen está cargado de fallas, pero los investigadores del proyecto no registraron actividad sísmica mientras estuvieron allí. Resulta curioso que los participantes de los tres proyectos de «ventanas» sintieran que no sólo estaban observando a los ovnis, sino también interactuando con ellos. Se informó sobre objetos que parecían reaccionar al hecho de ser observados con largavistas o telescopios, o a que se los iluminara. A veces, los misteriosos objetos hacían destellar sus propias luces en aparente respuesta, o desaparecían en forma súbita, como si no les gustara ser examinados. Hasta se dijo que algunos de los ovnis parecían conocer, tal vez por haber interceptado mensajes radiales o a través de la telepatía, los horarios de los observadores. Como sostuvo el profesor Rutledge al sintetizar el experimento de Piedmont: «Hubo algo más que la medición de las propiedades físicas de los ovnis por parte de observadores desapasionados. Una relación, un conocimiento se desarrolló entre nosotros y la inteligencia del ovni. Se jugó un juego».
Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: Observadores en la ventana: El fenómeno de las luces inteligentes http://mysteryplanet.com.ar/site/observadores-en-la-ventana-el-fenomeno-de-las-luces-inteligentes/
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