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sábado, 9 de agosto de 2014

Cosas Extrañas en lo Alto

lluvia-de-peces
Todos los años, al comienzo de la estación lluviosa, los habitantes de Yoro, en Honduras, preparan cubetas, barriles, palanganas y redes para recoger los peces que van a caer del cielo. Y todos los años, hasta donde llega la memoria, han caído sardinas por barriles. La “lluvia de pescado”, como la llama la gente del lugar, suele comenzar de cuatro a cinco de la tarde y va seguida de tormentas eléctricas y fuertes vientos. El pescado es depositado vivo y coleando sobre una pradera que hay al sudoeste del pueblo. En 1833, una sustancia parecida a la lana cayó en trozos sobre grandes extensiones de campo cerca del pueblo francés de Montussan. En otros lugares han caído ringleras de un material que parece seda e hilos ondulantes, como procedentes de una gran mercería. En muchas partes del mundo, en numerosas ocasiones y en número monstruoso, han caído también ranas y sapos, y también lo han hecho caracoles marinos, gusanos y serpientes. Se ha visto gotear y aún chorrear sangre del cielo, y caer frijoles y granos, así como carne de todo tipo, como si allá arriba navegaran graneros y rastros invisibles.
EXPLICACIONES INEXPLICABLES:
Además de las explicaciones más o menos científicas de las lluvias insólitas, otras recurren a mecanismos aún más misteriosos que el fenómeno que tratan de explicar. Tales explicaciones se dividen en extraterrestres, sobrenaturales y de la curvatura del tiempo. En la hipótesis extraterrestre se supone que naves del espacio exterior, por razones no especificadas pero quizá científicas o culinarias, reúnen muestras de materiales terrestres y después los desechan todos, o al menos la mayoría.
O bien –también por razones no reveladas pero quizá relacionadas con la horticultura o la zoocultura, o tal vez simplemente en un acceso de generosidad interplanetaria-, desde otro planeta semejante son enviados materiales a la Tierra y volcados sobre nosotros en la alta atmósfera. En la teoría sobrenatural, dioses, demonios, espíritus, poltergeist y otras entidades innominadas son los responsables de esas lluvias, o al menos de parte de ellas.
Los defensores de estas tesis ponen como ejemplos de una especie de benevolencia sobrenatural los casos en que estanques secos o zanjas recién abiertas han aparecido llenos de peces después de un chaparrón –como si se tratara de satisfacer misteriosamente alguna acuciante necesidad de pescado-, mientras que las prolongadas lluvias de piedras procedentes de cielos despejados serían casos de maldad extraterrena. En la teoría de la curvatura del tiempo se piensa que mundos de otra dimensión, pero de constitución paralela, se cruzan ocasionalmente con el nuestro, y que cuando lo hacen, ante nuestros ojos caen corrientes de peces, campos de hielo, acumulaciones de piedras y montones de materia gelatinosa. Lo bueno de estas teorías es que explican todas las contingencias, por extrañas que sean. Su falla está en que lo hacen invocando fuerzas no comprobables y circunstancias aún más fantásticas. Con esto no queremos decir que no pueda haber algo de verdad en esas teorías, sino simplemente que si lo hay será una verdad de la especie más remota.
Por otro lado, si esos objetos se materializan realmente en nuestro mundo procedentes de otros, quizá estos sufran las correspondientes desapariciones. Tal vez tengan lugar lluvias inversas, en las que los objetos son inexplicablemente absorbidos por el aire. Por supuesto, no hay prueba de ello, pero si tales acontecimientos ocurriesen en nuestro mundo, podríamos sentirnos más seguros al teorizar atribuyéndolos a otros. Por eso incluimos aquí las siguientes noticias de lluvias inversas. El Times de Londres del 5 de julio de 1842 tomaba lo siguiente del Fife Herald escocés: El miércoles por la mañana [29 de junio] fue observado un fenómeno del carácter más raro y extraordinario en las inmediaciones de Cupar [Escocia]. Hacia las doce y media, con el cielo despejado y el aire en perfecta calma, una muchacha ocupada en lavar ropa en una tina en el campo comunal, oyó sobre su cabeza un estampido fuerte y seco, seguido de una ráfaga de viento de extraordinaria violencia, y que solo duró unos instantes. Al mirar a su alrededor, observó que todos los manteles, sábanas, etc. estaban en el suelo formando una franja de cierta anchura sobre el verde a varios cientos de metros de distancia; pero otra parte de las prendas, cortinas y cosas más pequeñas, eran llevadas hacia arriba a una altura inmensa, de modo que ya casi se perdían de vista, y gradualmente desaparecieron por completo en dirección sudeste y no se ha vuelto a saber de ellas.
En el momento de la detonación que precedió al viento, se vio el ganado del prado vecino correr asustado de un lado para otro, y durante algún tiempo después continuó amontonándose con visible terror. La violencia del viento era tal que una mujer que en ese momento sostenía una sábana fue incapaz de retenerla por miedo a verse arrastrada con ella. Es notable que, mientras incluso las prendas más pesadas eran llevadas lejos corriendo por el verde, como si dijésemos, y los lazos que sujetaban varias sábanas se rompieron, las prendas ligeras que había sueltas a ambos lados del holt [colina poblada de árboles] no se movieron de su sitio. El número del 10 de julio de 1880 del Scientific American trae esta noticia, tomada del Plain Dealer de East Kent (Ontario): Los señores David Muckle y W. R. McKay… estaban en un campo de la granja del primero cuando oyeron un súbito estruendo, como de un cañón. Se volvieron justo a tiempo para ver una nube de piedras volar hacia lo alto desde un lugar del campo.
Tremendamente sorprendidos, examinaron el lugar, que era circular y de unos 45 m de diámetro, pero no había indicios de erupción ni nada que indicase la caída allí de un cuerpo pesado. El terreno estaba simplemente barrido. Están seguros de que la causa no fue un meteorito, ni una erupción de la Tierra, ni un torbellino.
TORBELLINOS Y TROMBAS MARINAS
La clásica explicación de la mayoría de las lluvias insólitas es que todo lo que cae fue antes absorbido por un torbellino o una tromba marina. Además de ser la explicación más lógica, la tesis del torbellino se basa en algunas pruebas de peso, fruto de la observación. Por la atmósfera circulan constantemente una gran variedad de pequeños organismos y restos vegetales y animales. En muestras de aire recogidas con aspiradores especialmente diseñados se han encontrado esporas de hongo , musgo, líquenes y algas , huevos de insecto, bacterias, escamas de alas, pelos y trozos de plumas. Aunque para levantar del suelo esas pequeñas partículas no haga falta mucha energía, los grandes torbellinos, tornados y trombas marinas generan corrientes ascendentes de una fuerza enorme.
En el embudo de un tornado los vientos pueden girar a velocidades de 270 a 480 kilómetros por hora y producir una presión de más de 135 kilos por cada 10 centímetros cuadrados sobre todo cuanto encuentren en su camino. Semejante fuerza es más que adecuada para algunas de las más impresionantes estadísticas sobre tornados. Por ejemplo, el 22 de abril de 1883, en Beuregard (Mississippi), un tornado se llevó volando a 275 metros el tornillo de 300 kilos de una prensa de algodón. En Walterborough (Carolina del Sur), una viga de madera de 270 kilos fue arrastrada 400 metros por el tornado del 16 de abril de 1875, y un gallinero de 35 kilos más de 6 kilómetros. Y en el tornado del 4 de junio de 1877, en Mont Carmel (Illinois), la aguja de una iglesia fue llevada por los aires 25 kilómetros.
La acción de las trombas marinas ha sido observada con menos frecuencia que las de los torbellinos, pero también han hecho cosas extraordinarias. Por ejemplo, en Christiansten (Noruega), el puerto fue una vez casi vaciado de ese modo, y, en menor escala se sabe de estanques que quedaron secos. Durante una tormenta en el lago Bassenthwaitre (Inglaterra) se vio como los peces eran lanzados a tierra. En la medida en que la energía generada por los torbellinos basta para levantar hasta el cielo lo que se ha visto cae de él, la explicación parece acertada, e indudablemente da cuenta de algunas lluvias insólitas. Sin embargo esta teoría suscita preguntas interesantes. Por ejemplo, ¿cómo se las arreglan torbellinos y trombas para ser tan selectivos? Las cosas que caen del cielo suelen estar perfectamente clasificadas: en un determinado chaparrón caen solo peces, o sólo ranas, o sólo piedras, y además sólo peces de cierta especie o ranas de cierta edad.
Pero torbellinos y trombas barren cuanto encuentran a su paso. ¿Por qué entonces no hay lluvia de seres y despojos surtidos, por ejemplo barro y algas junto con los peces? Si damos por supuesto algún mecanismo de selección aéreo –por ejemplo, de acuerdo con el peso y la aerodinámica de los objetos–, sería de esperar que cayesen chaparrones variados –peces aquí, barro allí, algas más allá– en la misma zona y más o menos al mismo tiempo; pero esto no sucede.
¿Cómo, entonces, sobreviven los peces y otras criaturas a los rigores del transporte por el torbellino? La teoría de los torbellinos y trombas exige creer, primero, que los peces, que a menudo caen vivos a considerable distancia de su aparente punto de origen, pueden sobrevivir por un período indefinidamente largo en la saturada atmósfera de una nube de lluvia. Segundo, que fuerzas lo bastante poderosas para sacar peces, ranas, sapos, anguilas y serpientes de su hábitat normal y lanzarlos al cielo no bastan para inferirles daños físicos, y que los repentinos cambios de temperatura y presión son igualmente inofensivos. Aunque tales teorías pueden apelar al sentido común, carecen de pruebas firmes que las apoyen. Queda por último la pregunta de cómo pueden los torbellinos cernerse sobre un lugar o regresar a él. Dado que la característica más permanente del viento es el movimiento, y el mover cuanto viaja en él, la teoría del torbellino no explica los numerosos casos en que las mismas cosas caen repetidamente en el mismo sitio, como si procediesen de algún lugar fijo del cielo.
Muchas personas asocian los desiertos con el Ecuador, Pero si se estudia un mapa se descubrirá que solo una región desértica relativamente pequeña –la de Somalia-Chalbi, en África oriental— llega hasta el ecuador. En las regiones ecuatoriales los rayos del Sol inciden perpendicularmente y hace muchísimo calor; el agua del mar se evapora y cuando el aire caliente y húmedo se eleva y llega a la atmósfera superior, fría, el vapor se condensa y cae en forma de aguaceros torrenciales. Los vientos de la región ecuatorial continúan avanzando, pero ya casi desprovistos de humedad, aunque al soplar en tierra transportan cualquier vapor superficial que encuentren a su paso. Es este patrón de vientos el que mantiene las condiciones áridas. Los desiertos de Gobi y de Tlaka-Makan, en Asia central, son secos porque están alejados de cualquier cuerpo de agua extenso.
En todos lugares, las montañas detienen los vientos húmedos. Los del Pacífico barren la costa occidental De América del Norte, pero al chocar contra las montañas costeras se elevan hasta las zonas frías de la atmósfera, y allí la humedad se condensa y se precipita como lluvia o nieve. Cuando los vientos llegan al lado opuesto de las montañas, el aire contiene ya poco vapor. Los desiertos y zonas de matorrales de América del Norte, a los que las montañas impiden recibir humedad, se les llama desiertos de zona de lluvia. La evaporación rápida es también causa de otras zonas desérticas: tal vez reciban tanta lluvia como los pastizales, pero como ésta se evapora muy rápidamente, la vegetación de pradera no puede prosperar en ellas. Aunque algunas veces el total de la precipitación anual es alto, al proceder únicamente de uno o dos grandes aguaceros anuales, la zona queda seca el resto del año. Otras regiones son desiertos unos cuantos años y después se convierten en pastizales, sólo para volver a ser desiertos al cambiar el clima. A la postre, esas oscilaciones tal vez cesen, generalmente en la etapa de desierto.

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