La ubicación exacta en Alejandría (Egipto) de la tumba de Alejandro Magno desconcierta a historiadores y arqueólogos, como siguen fascinando en todo el mundo sus conquistas y hazañas.
Los primeros relatos sobre la búsqueda del mausoleo del mítico general macedonio se remontan al siglo IV d.C., poco después de que se perdiera la pista de su cripta que, al parecer, fue destruida en la furia que se desató contra los lugares paganos de Alejandría, cuando el Cristianismo se impuso como credo oficial en Egipto.
Desde entonces, se han organizado centenares de expediciones arqueológicas para localizar la tumba del legendario rey, que conquistó un imperio que se extendió desde Grecia a la India y cuyas hazañas han vuelto al candelero con la reciente superproducción de Hollywood.
En Egipto, la mayoría de expertos coincide en que la codiciada cripta se encontraría en algún lugar de la actual ciudad de Alejandría, metrópolis que heredó el nombre del célebre conquistador que la convirtió en el año 331 a.C. en el centro político, económico y cultural del mundo antiguo. "Los emperadores romanos Julio Cesar, Caracalla y Augusto, entre otros, visitaron Alejandría para contemplar su momia", explicó a EFE el ex director del Museo Grecorromano de Alejandría, el arqueólogo Ahmed Abdel Fatah. "Hasta la época romana, su cuerpo aún reposaba en una tumba situada en el cementerio de la realeza ptolomea, en un sarcófago de cristal, en el que fue puesto por el rey Ptolomeo XI después de robar el ataúd de oro para poder pagar los salarios a sus soldados", precisó Fatah.
Sin embargo, hay manuscritos históricos que indican que Alejandro pidió ser sepultado en el templo del dios faraónico Amon (entonces famoso por su oráculo), en el oasis de Siwa, en el desierto egipcio del Oeste, próximo a la frontera libia.
Finalmente, otros historiadores sostienen que el héroe macedonio pudo haber sido inhumado en Menfis -la capital del Imperio Antiguo faraónico, que estuvo situada a unos 22 kilómetros al suroeste de El Cairo-, dado que los dioses de esa metrópolis eran de más alto rango que Amon. El ex jefe del Consejo Supremo de Antigüedades (CSA) Abdel Halim Nuredin asegura por su parte que el mausoleo estuvo primero en Alejandría y, probablemente, fue trasladado a Menfis, después a Siwa, y, finalmente, retornó a Alejandría.
"Creo que su cripta está en algún lugar del cementerio latino de Alejandría", afirmó Nuredin, que tampoco descartó la posibilidad de que se encuentre en Siwa.
Mientras que Fatah cree que la tumba debería buscarse en la zona de la intersección de las dos principales avenidas de Alejandría, en la plaza de Az Zoma, y, quizá, entre un lugar conocido como Tel Kom El Deka y la mezquita del Profeta Daniel.
Precisamente algunos arqueólogos buscaron sin éxito durante el siglo XX el mausoleo en los subterráneos de la mezquita de Daniel.
El descubrimiento de la legendaria cripta seguirá siendo uno de los principales desafíos para la arqueología, al menos en Alejandría, debido a que los lugares en que podría hallarse se encuentran en el subsuelo de los más importantes edificios de la urbe.
"No podemos demoler esas construcciones para realizar excavaciones. Deberemos esperar a que alguna de ellas se desplome", concluyó Fatah, que en todo caso cree que la tumba también debería buscarse en el templo de Amon de Siwa.
En ese mismo templo se registró hace diez años el último anuncio del hallazgo del mausoleo, cuando un equipo de arqueólogos encabezados por la experta griega Iliana Sulavetzi aseguró que lo había encontrado. El revuelo que causó el anuncio en el mundillo arqueológico llevó al gobierno egipcio a una decisión paradójica: revocó el permiso de excavación de la griega, clausuró la misión y nunca ha podido saberse cuánto había de verdad en sus afirmaciones.
De acuerdo con relatos históricos, Alejandro Magno murió a los 33 años, el 323 a.C., en Babilonia, donde sus restos mortales permanecieron dos años debido al desacuerdo entre sus cuatro generales sucesores sobre dónde debía ser sepultado y cómo debía celebrarse el funeral de un hombre de su talla.
El sarcófago de Estambul
En el Museo Arqueológico de Estambul, un magnífico sarcófago, encontrado por casualidad en 1887 en la necrópolis real de Sidón, en el Líbano actual, durante mucho tiempo fue considerado el “sarcófago de Alejandro Magno”. El monumental sepulcro, realizado en mármol pentélico por un desconocido aunque experto escultor heleno, muestra en su perímetro escenas de la vida del gran rey: cazando, luchando contra los persas… Se ha calculado que fue realizado en la segunda mitad del siglo IV a.C., por lo cual bien podría haber servido para albergar los preciados restos.
No obstante, los estudiosos del tema han desechado tal hipótesis, y atribuyen el lujoso enterramiento al rey fenicio de Sidón Abdalonymos, el cual sostuvo una excelente relación con Alejandro, que lo puso al frente de su región. Por otra parte, no resulta probable que un cuerpo momificado y envuelto en oro, destinado a ser visto, se guardase en un sarcófago de mármol, teniendo en cuenta además, que resultaría extraordinariamente pesado de trasladar hacia Siwa. Otra posible hipótesis apunta a que el propio rey de Sidón lo mandase esculpir, como ofrenda póstuma a su rey amigo, quién sabe si con la esperanza de que pudiese permanecer en su ciudad para siempre.
Este es uno de los cuatro paneles de la Sacrophagus Alexander, que muestra la escena de caza de caza macedonios y persas y animales salvajes juntos, con la ayuda de perros. Algunos macedonios se representan en la desnudez heroica, y que es especialmente el caso
en los paneles restantes Sarcófago de Alejandro, donde a diferencia de este panel, los macedonios y persas están luchando
entre sí. Los compañeros de caballería macedonia se visten a diferencia de los soldados de a pie, y en uno de los paneles, el escultor
tallado en la figura del rey macedonio Alejandro Magno montado en su caballo Buchephales. Esta escultura antigua
obra maestra es ahora esculpida a mano y para la primera vez que ofrece al coleccionista de arte moderno antigua.
Peso y médidas: 170 libras (77 kg) y es de 86 pulgadas de largo (2,18 m), 26 pulgadas de alto (0.66m) y 5,5 pulgadas de profundidad (0,14). Pesa 170 libras. (77 kg). W Dimensiones: 86 "(2,18 m) H: 26" (0.66m) D: 5,5 "(0,14)
La Tumba Perdida De Alejandro Magno
La tumba de Alejandro Magno es el lugar en el que se encuentra enterrado Alejandro III de Macedonia, hijo de Filipo II de Macedonia y apodado el grande, que murió en Babilonia en junio de 323 a. C.
El paradero de la tumba se desconoce, y es considerado otro Santo Grial de la arqueología moderna: el cadáver del general macedonio, tan necesario para especificar las circunstancias de su temprana muerte a punto de cumplir los 33 años, no se ha encontrado aún, y puede que esté perdido para siempre.
Desde entonces, las causas de su muerte han dado lugar a las más variadas y contrapuestas hipótesis. Una de las más extendidas es la del asesinato. En este sentido, uno de sus primeros biógrafos, Arriano, apuntaba a un posible envenenamiento promovido por su antiguo maestro Aristóteles.
Parece ser que ahora algunos investigadores sostienen que el conquistador macedonia fue asesinado por su última esposa, la princesa bactriana Roxana, quien le suministró una dosis letal de estricnina, quizás llevada por un sentimiento de venganza ante las continuas infidelidades de su cónyuge.
Afirman que las fiebres que asaltaron a Alejandro coinciden con la sintomatología de la estricnina, entonces un veneno poco conocido, pero que Roxana pudo haber descubierto en la India.
La búsqueda de la tumba de Alejandro ha sido objeto de numerosas expediciones, que se cifran en unas 150 solo en el siglo XX. El mismo Schliemann, descubridor de Troya, en 1888 solicitó permiso a las autoridades egipcias para excavar bajo la mezquita del profeta Daniel, pero no se lo concedieron. Otro descubridor célebre, Howard Carter, poco tiempo antes de morir afirmó enigmáticamente que él sabía donde estaba la tumba de Alejandro Magno, pero que el secreto moriría con él, como efectivamente así fue.
En 1960 un equipo arqueológico polaco excavó los alrededores de la mezquita hasta quince metros de profundidad, sin encontrar ninguna tumba.
Cuando en 1977 el arqueólogo griego Manolis Andronikos descubre las tumbas reales en Macedonia, una de las cuales, según los indicios, albergó el cuerpo de Filipo II, padre de Alejandro, volvieron las expectativas y la esperanza de encontrar la de su hijo.
Más recientemente, en 1991, se organizó una expedición, con el fin de excavar de nuevo bajo las criptas de la mezquita, que también resultó fallida, pues arqueólogos rivales convencieron a las autoridades religiosas de que no era necesario seguir investigando sobre algo que ya se sabía. En enero de 1995 una pareja de arqueólogos, los Souvaltze, ratificaron lo que en 1991 habían anunciado a bombo y platillo: su descubrimiento de la tumba de Alejandro Magno en el oasis de Siwa.
Tras un entusiasmo inicial, se comprobó por parte de otro equipo de arqueólogos, esta vez griegos, que los hallazgos correspondían a un templo de época romana.
Alejandro Magno en su lecho de muerte, según el pintor Karl von Piloty (1886)
La tumba menfita de Alejandro
En la actualidad parece que Ptolomeo adaptó una tumba vacía que había sido preparada por y para el último faraón nativo de Egipto, Nectanebo II. De todas formas, este faraón huyó al sur de Etiopía cuando Egipto fue invadido por los persas en el 343 a. C., así que nunca tuvo la oportunidad de ocupar esa tumba. El lugar propuesto para la tumba era una capilla dentro del templo del Serapeo de Saqqara, en la necrópolis de la antigua Menfis. Se encontraba al final de una larga avenida de esfinges.
El Serapeo fue visitado por Richard Pococke (c. 1738) y redescubierto por Auguste Mariette, cerca del año 1850, al excavar en la arena que ocultaba las esfinges de la avenida procesional de acceso. Observando la entrada de la capilla de Nectanebo II, Mariette descubrió un semicírculo de estatuas griegas, de tamaño natural, que representaban a poetas y filósofos, que parecían datar de los tiempos de Ptolomeo.
A algunos se les identificó, como a Píndaro, aquel a cuyos descendientes Alejandro salvó en Tebas, a Homero, el poeta favorito de Alejandro, y a Platón, quien fue el mentor de Aristóteles, tutor de Alejandro.
¿Podrían estas estatuas haber sido erigidas para honrar la tumba de Alejandro?
Además, en la expedición que Napoleón llevó a cabo en Egipto en 1798, se descubrió un antiguo sarcófago egipcio situado en una capilla en el patio de la mezquita Atarina en Alejandría. Los lugareños aseguraron que se trataba de la tumba de Alejandro Magno.
Cuando el ejército de Napoleón fue vencido por los ingleses en 1801, Edward Daniel Clarke llevó el sarcófago al Museo Británico de Londres y escribió un libro sobre él, recopilando lo que se sabía de la tumba de Alejandro. Cuando Champollion descifró los jeroglíficos en 1822, se supo que el sarcófago tenía una inscripción que describía que aquel era el sarcófago del faraón Nectanebo. Al principio se pensó que hacía referencia a Nectanebo I, pero pronto se corrigió el error: era de Nectanebo II.
Por entonces, creían que este hecho eliminaría toda conexión del sarcófago con Alejandro, pero ahora podemos ver que esto es perfectamente consistente con el argumento de que Ptolomeo se apoderó de la que iba a ser la tumba de Nectanebo en Saqqara. Además, se sabe que el hijo de Ptolomeo, Ptolomeo II Filadelfo, transladó la tumba de Alejandro de Menfis a Alejandría, lo que explica por qué el sarcófago se encontraba en la gran ciudad portuaria fundada en Egipto por Alejandro.
Reconstrucción del catafalco de Alejandro según Diodoro (mitad del S. XIX)
La tumba en Alejandría
La fecha exacta en la que Ptolomeo II Filadelfo transfirió la tumba de Alejandro a la nueva capital, Alejandría, que había sido fundada por Alejandro en 331 a. C., se desconoce, pero probablemente fue poco después de que Ptolomeo muriera en 282 a. C. No nos ha llegado ningún detalle de la tumba construida por Filadelfo, pero existe la pequeña posibilidad de que la magnífica antecámara del túmulo de la tumba se encontrara en 1907, dividida en trozos, en los cementerios latinos de la moderna Alejandría.
Esta primera tumba alejandrina fue reemplazada por un magnífico mausoleo en el centro de Alejandría, hacia el 215 a. C., por el nieto de Filadelfo, Ptolomeo IV Filopator. El mausoleo de Filopator se erigió dentro de un enorme recinto sagrado, conocido como el Soma, que llegó a ser el más famoso y sagrado santuario del mundo antiguo, ya que en Egipto y el Imperio Romano Alejandro fue venerado como un dios.
En 89 a. C. , uno de los últimos Ptolomeos, Ptolomeo XI fundió el ataúd de oro macizo, del que Diodoro Sículo dijo que estaba repleto de las más ricas especias aromáticas, y que el cuerpo fue colocado en un sarcófago.
Este Ptolomeo usó el oro para pagar a sus soldados y sustituyó el ataúd que destruyó por uno de vidrio, pero debido a este hecho, se ahogó en una batalla naval contra fuerzas rebeldes ese mismo año. Se creyó que fue un castigo divino por haber fundido el ataúd para pagar sus deudas.
Augusto visita la tumba de Alejandro (Sebastien Bourdon, 1643 - Museo del Louvre)
La tumba y los césares
En el 48 a. C. Julio César llegó a Alejandría después de haber perseguido a su enemigo Pompeyo al conseguir la victoria en Farsalia. El joven faraón, Ptolomeo XIII, le presentó como regalo la cabeza de Pompeyo, pero César lo depuso, asesinándole, para ceder el trono a su hermana, la reina Cleopatra. César también tuvo la oportunidad de guiar una peregrinación a la tumba de su héroe, Alejandro, situada en la cámara funeraria excavada en la roca tras el mausoleo de Soma.
Después de un espectacular reinado, Cleopatra fue finalmente vencida y depuesta por Octavio (el futuro emperador César Augusto) en el 30 a. C. Tras su llegada a Alejandría hizo la que sería la más famosa visita a la tumba de Alejandro. Augusto ordenó que le sacaran el sarcófago de la cámara funeraria. Coronó a la momia y echó flores por su cuerpo, pero rompió una parte de su nariz en un descuido.
A través de los siglos, varios de los emperadores romanos que le sucedieron rindieron homenaje a la momia de Alejandro. Cayo Calígula probablemente la vio cuando, a los 7 años, acompañó a su padre, Germánico, en una visita a Alejandría en el 19 d. C. Cuando le nombraron emperador, ordenó que le trajeran la coraza de Alejandro situada en su tumba para usarla [como apoyo en sus actuaciones].
Vespasiano y Tito debieron haber visto la tumba en el 69 d. C., así como Adriano y Antínoo en su visita a la ciudad en el 130 d. C. De todas formas, la próxima visita de la que se escribió con detalle fue la de Septimio Severo en el 200 d. C. Este emperador autoritario se horrorizó al ver la facilidad de acceso que tenía la tumba y ordenó que ésta fuera sellada.
La última visita imperial conocida es la del hijo de Severo, Caracalla, en el 215 d. C. Dejó su anillo y su cinturón como tributo a Alejandro y se marchó para organizar la traicionera y sangrienta aniquilación de la mayoría de los hombres jóvenes de Alejandría.
Desaparición de la tumba
Hacia la mitad del siglo III, el Imperio Romano entró en un período de crisis y en inminente colapso. Al principio Alejandría estaba poco afectada por estos problemas, pero en 262 las legiones locales apoyaron una rebelión del gobernador de Egipto, al que declararon como su emperador. La insurrección fue reprimida brutalmente.
Probablemente hubo enfrentamientos en y alrededor de Alejandría y partes de la ciudad fueron destrozadas. Menos de una década después, un magnate local, de nombre Firmus apoyó a la reina Zenobia de Palmira en un intento de separar las provincias orientales del resto del imperio. La rebelión fue sofocada otra vez.
Esta vez los rebeldes estaban asediados en los palacios a lo largo de la orilla oriental del gran puerto. El emperador Aureliano arrasó esta zona, entonces conocida como Bruchion, hasta el suelo. El siglo terminaba mal para Alejandría, cuando otro emperador egipcio rebelde fue derrotado y muerto por Diocleciano en 298. Otra vez Alejandría fue saqueada por el ejército imperial. Algunos han creído que la tumba de Alejandro fue destruida en uno de estos levantamientos, pero hoy hay nuevas evidencias de que sobrevivió en el siglo IV.
Amiano Marcelino relata un incidente que tuvo lugar hacia 361. El patriarca Georgius se dice que planteó una pregunta retórica a las masas alejandrinas concerniente a un templo alto y magnífico del genio de Alejandría: "¿Cuánto tiempo estará de pie esta tumba?" preguntó. Por genio Amiano quiere decir la deidad tutelar de la ciudad y ésta podría representar a Alejandro.
Alejandro es la única figura a la que esta expresión podría ser aplicable, cuya tumba también se encontraba dentro de la ciudad. Algunos años después, en 365, Alejandría fue golpeada por un gran terremoto seguido de un tsunami gigantesco, que provocó estragos en las regiones costeras y ciudades portuarias de todo el Mediterráneo oriental. En Alejandría los barcos fueron levantados hasta los tejados de los edificios que quedaron. Ésta es la ocasión más probable de la destrucción del mausoleo del Soma.
Un cuarto de un siglo después, en una recién reconocida referencia, Libanio de Antioquía mencionó en un discurso dirigido al emperador Teodosio, que el cadáver de Alejandro estaba expuesto en Alejandría. Esto concordaría con la cámara sepulcral que habría sido excavada bajo los escombros de las ruinas.
También proporciona el dato de que el cadáver podría haber sido retirado y separado del sarcófago, lo que explicaría por qué fue encontrado desocupado por la expedición de Napoleón. Aproximadamente un año después, Teodosio publicó una serie de decretos para prohibir el culto a los dioses paganos, entre los que el de Alejandro destacaba. En Alejandría, los cristianos causaron disturbios y destruyeron el Serapeo, el principal templo pagano.
Éste es el punto donde el continuado culto al cadáver del fundador habría llegado a ser excesivo para las autoridades alejandrinas. Ésta es la época en que los restos de Alejandro desaparecen finalmente de la historia.
Al final del siglo IV o a comienzos del V, Juan Crisóstomo afirmó en un sermón que la tumba de Alejandro era entonces "desconocida para su propio pueblo", en otras palabras, para los paganos de Alejandría. Algunas décadas después Teodoreto puso a Alejandro en una lista de hombres famosos cuyas tumbas eran desconocidas.
Patio de la mezquita Atarina (Vivant Denon, 1805)
Hipótesis de la mezquita
Existen un par de referencias a una mezquita o tumba de Alejandro en textos árabes que datan de los siglos IX y X, pero seguramente éstas hacen alusión al sarcófago vacío y al edificio que lo albergaba. Éste último era probablemente la mezquita Atarina (en donde el sarcófago fue encontrado en 1798) o al menos un edificio religioso anterior ubicado en el mismo lugar, puesto que la mezquita vista por Napoleón había sido reconstruida a partir de elementos arquitectónicos antiguos en el siglo XI.
Información crucial es aportada por el mapa de Braun & Hogenberg, de alrededor de 1575, que muestra un edificio con un minarete y una pequeña capilla en el mismo lugar que la mezquita Atarina. Es bastante significativo que la mezquita esté situada en el centro exacto del mapa, así como también lo es que la capilla esté rotulada con las palabras latinas Domus Alexandri Magni, que significan "La casa de Alejandro Magno".
Continuando con sus visitas a Alejandría alrededor de 1517, León el Africano afirmó que la tumba de Alejandro existía "en una pequeña casa con la forma de una capilla". Todo esto tiende a confirmar que lo que fue reconocido como la tumba de Alejandro durante la Edad Media, no era sino el sarcófago vacío emplazado en la capilla.
Después de que los británicos transportaron el sarcófago a Inglaterra entre 1802 y 1803, la mezquita Atarina se deterioró rápidamente, y pocas décadas después había desaparecido. Sin embargo, en 1823 Mohammed Ali edificó una mezquita dedicada a Nabi Daniel (el profeta Daniel) a algunos cientos de metros al este, al pie del montículo Kom el-Dikka.
Aparentemente motivado por el deseo de encontrar un foco alternativo al interés turístico depositado en la tumba de Alejandro, en 1850 uno de los guías locales, llamado Ambroise Schilizzi, inventó una historia en la cual decía haber visto el cuerpo de Alejandro en un sarcófago de vidrio oculto en una cámara secreta tras una puerta carcomida por gusanos, en la parte inferior de la nueva mezquita.
No obstante, algunos de los detalles proporcionados por Schilizzi parecen refutar la naturaleza ficticia de su relato, ya que, por ejemplo, señaló que había visto papiros esparcidos alrededor del sarcófago, lo que hace alusión a cierta información aportada por Dión Casio, en la que revela que el emperador Septimio Severo guardó en la tumba algunos libros de la tradición mágica egipcia. Sin embargo, la preservación del papiro es imposible bajo el suelo de Alejandría, debido a la alta napa freática que aquí se encuentra y a la capilaridad (humedad ascendente) de ésta.
La localización del Soma
Zenobio afirmó que el Soma (nombre que recibió el mausoleo, que significa cuerpo en griego) se halla en el centro de la antigua ciudad de Alejandría, mientras que Aquiles Tacio mencionó un distrito llamado Alejandro en honor del macedonio, donde dos calles grandiosamente decoradas con columnas se cruzaban en ángulos rectos.
Este cruce de caminos se encuentra dentro de un área cerrada en el corazón de la ciudad. De modo similar, Estrabón y Diodoro Sículo, ambos testigos oculares, describieron la tumba de Alejandro comentando que reposaba dentro de una grandiosa y magnífica zona amurallada, y Estrabón especifica que esta área era adyacente a los palacios.
Al observar el mapa de Alejandría realizado por la expedición de Napoleón en 1798, se puede notar que las murallas medievales de la ciudad, que en gran parte perduraban todavía en aquella época, como un recinto doble (de murallas interiores y exteriores). Dichas murallas rodeaban un área que ocupaba menos de un tercio del tamaño de la ciudad antigua en la época de Cleopatra.
En la parte occidental, las murallas bordeaban la costa, como se pude esperar de una gran ciudad portuaria. Sin embargo, en el Este las murallas se prolongaron para rodear una vasta área lejos de la orilla, en la parte de atrás, extendiéndose equitativamente a ambos lados de la antigua gran avenida, la calle Canópica. Superponiendo el plano de las calles de la ciudad antigua de Mahmud Bey sobre los muros medievales, se puede ver que los principales cruces de caminos de la Antigüedad se ubican exactamente debajo de la Puerta de Rosetta de la ciudad medieval.
Además, la parte oriental de las murallas medievales rodea estos cruces de caminos por tres partes y un poco más. Richard Pococke, quien visitó Alejandría en 1737, observó que el muro exterior del doble recinto medieval parecía ser de construcción antigua. Además, un grabado pintado alrededor de 1792 por Luigi Mayer muestra que la entrada exterior de la Puerta de Rosetta era de estilo antiguo, pues tenía pilares con capiteles corintios y una estatua en uno de sus lados. Andrew ha sugerido, por lo tanto, que tres de los lados del Soma fueron utilizados como parte de las murallas medievales en el sector oriental, y que el Mausoleo de Alejandro debe situarse cerca del cruce de caminos central de Mahmud Bey.
Una pequeña sección de los muros medievales, parte de la torre del extremo noreste del perímetro en el sector oriental, sobrevive en nuestros días en los Jardines de Shallalat de la Alejandría moderna. Pero tanto la Puerta de Rosetta como la mayor parte de la muralla fueron destruidas en la década de 1820 cuando Galice Bey, por orden del virrey Mehmet Alí, remodeló los viejos muros para convertirlos en un circuito defensivo más moderno.
En la década de 1880 la mayor parte de las murallas que quedaban en pie fueron removidas debido a la expansión de la ciudad moderna fuera de los límites del centro antiguo.
Fachada de la Basílica de San Marcos en Venecia.
Hipótesis de la Basílica de San Marcos
Actualmente se sabe de un antiguo cuerpo momificado proveniente del centro de Alejandría y este corresponde al siglo IV, la época en la que el cristianismo triunfó sobre el paganismo en la ciudad y en la que el cuerpo de Alejandro desapareció misteriosamente. Se trata, según afirmaba la Iglesia Alejandrina, de los restos de San Marcos el Evangelista, el fundador de la comunidad cristiana de Alejandría. Sin embargo, antiguos escritores cristianos como Doroteo, Eutiquio y el autor del Cronicón Pascual aseguran que el cuerpo de San Marco fue quemado por los paganos.
Un documento apócrifo conocido como "Los Hechos de San Marcos", al parecer escrito por un autor anónimo en la Alejandría del siglo IV, afirma que una tormenta milagrosa atemorizó a los paganos y permitió a los cristianos salvar el cuerpo del santo de las llamas. No obstante, esto parece ser una invención para dar credibilidad a la existencia de su tumba.
Sucede que este mismo cuerpo fue llevado fuera de Alejandría, presumiblemente con la cooperación del clero local, luego de que la ciudad hubiera caído bajo el dominio árabe. En el 828 dos capitanes mercantes lograron sacar de la ciudad la ricamente perfumada momia sin ser descubiertos por los oficiales del puerto, y navegaron con ella hasta su ciudad de origen, Venecia. La momia descansa desde hace siglos en una cripta ubicada debajo de la iglesia construida por los venecianos con tal propósito, la Basílica de San Marcos.
Un estudio científico de estos restos podría revelar el secreto de su origen. La datación por radiocarbono podría establecer si el cuerpo es lo suficientemente antiguo como para poder corresponder con el de Alejandro.
Así mismo, sería posible reconstruir sus rasgos faciales a partir de su cráneo, e inspeccionar sus huesos en busca de signos de las múltiples heridas de Alejandro, en particular el flechazo que recibió en el pecho, el que, según se dice, se insertó en su esternón.
El desenlace de esta historia todavía no se conoce.
Varios vídeos sobre la muerte de Alejandro Magno: http://www.youtube.com/watch?v=ITJDbU2vycU
Fuentes: es.wikipedia.org / 20minutos.es / angelesymaestros.blogspot.co / arquehistoria.com / /my.opera.com
extraido de --arte antiguo y arqueologia--
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