Sillustani, el cementerio de los gigantes, se encuentra a apenas 30 kilómetros de Puno, en el altiplano peruano. Aparentemente son un montón de piedras de tamaño gigantesco que pasan desapercibidas al viajero. Es por eso por lo que llama nuestra atención…
Sillustani, el cementerio de los gigantes
No hay nada nuevo sobre el lugar; aunque posiblemente la noticia es que apenas si se conoce. Sillustani merece una visita, porque después de la gran Tiahuanaco, en la parte boliviana, es posiblemente el lugar más sorprendente que nos podemos encontrar en este mundo que no con
Al menos esa impresión da cuando, a 4.085 metros de altitud, con los pies machacados y los pulmones reclamando oxígeno, llegamos ante las descomunales chulpas que como torreones en mitad de la nada desafían el paso del tiempo.
Son estructuras cónicas invertidas formando un cementerio de un tamaño gigantesco, como si pretendiesen dar sepultura a esos gigantes que merodean por las tradiciones antiguas y que proceden de un tiempo en el que los hombres y esos mismos gigantes, los Viracochas, habitaban estas tierras tan cercanas al cielo.
La historia oficial asegura que este lugar fue sitio de enterramiento de la cultura Kolla, que se estableció en esta parte del altiplano alrededor del 1200 d.C. Fue uno de los poderosos reinos aymaras, herederos de la cultura Tiahuanaco, sometidos al inca ya en el siglo XV.
Edwin Suárez, historiador y guía de la región, asegura que «son las tumbas en cuyo interior se enterraron a grandes señores, reyes, y quién sabe si a algún dios, porque su tamaño como ves es colosal».
Estas tumbas circulares conforman la identidad del lugar, ubicado sobre las aguas del lago Umayo, que si bien no posee las dimensiones del gran Titicaca, sí se muestra rodeado de un halo mágico muy especial.
Edwin matiza que «el nombre del enclave es una derivación de dos palabras: por un lado Sillus, que vendría a significar algo así como uña, y Llustani, cuya traducción sería resbaladero…».
Decir que lugar tan legendario posee un nombre como «resbaladero de uñas»» casi parece una grosería.
Y así sería de no ser por la explicación que se ha dado: los descomunales bloques de piedra están tan bien ensamblados, que ni tan siquiera una uña puede resbalar por sus junturas; como ocurre en la Gran Pirámide con los bloques de revestimiento que aún quedan en su base, en los muros de la fortaleza inca de Sacsahuamán, o en algunos ahus funerarios de isla de Pascua como el Vinapú, donde es imposible introducir una cuchilla de afeitar en esas casi imperceptibles líneas de unión.
No obstante, el cementerio de los gigantes de Sillustani no es sino un misterio más, porque al margen del descomunal tamaño de dichas tumbas, la altura y la lejanía de las canteras no ayudan a facilitar la construcción de la obra.
Y sin embargo ahí está, como un desafío a la razón; a nuestra razón, que en lugares así se quiebra y comienza a ser vencida por un concepto en desuso, al menos en nuestro mundo civilizado: la humildad.
Lorenzo F. Bueno
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