La meseta de Tassili es un área montañosa en pleno desierto del sudeste argelino, un gran macizo de piedra en medio del Sahara. El nombre Tassili-n-Ajjer es una palabra de origen beréber que significa “meseta entre dos ríos”, haciendo referencia a una época en que esta región, como gran parte del Sahara, no era un desierto sino que era una tierra fértil que estaba rodeada por ríos. Lo que hoy es un mundo seco y árido, en otra época, y hasta hace unos 4.000 años, Tassili fue un auténtico vergel.
Diseminado por toda la meseta de Tassili se encuentra uno de los conjuntos pictóricos rupestres más enigmáticos del mundo. Sobre las rocas de sus macizos, los hombres del neolítico dibujaron sorprendentes figuras que interpelan nuestra racionalidad.
A lo largo de toda la meseta de Tassili se localizan más de 15.000 estaciones de grabados y pinturas rupestres en los que pueden verse a los hombres de aquel entonces, a los animales que convivieron con ellos, a sus dioses, sus símbolos y sus mitos.
En una zona llamada Jabbaren, en el corazón del Tassili, que consiste en un grupo de formaciones rocosas que asemejan al trazado de una ciudad, se hallan las pinturas más asombrosas e inquietantes.
En Jabbaren (que en lengua Bereber significa “Los Gigantes”), hay con un conjunto de pinturas en las que se muestran extraños seres que podríamos calificar, como mínimo, de intrigantes: seres antropomorfos de extrañas cabezas que, a veces, incluso parece que flotan en el aire o más aún, que vuelan por sus propios medios.
A simple vista, se aprecia lo que a nuestros ojos parecerían hombres con escafandra, personas con extraños cascos y trajes ceñidos, junto a objetos de los que parecen salir chorros propulsores.
A estos seres gigantes con inusuales figuras antropomorfas se los denomina comúnmente los “dioses de cabezas redondas”. Se trata de frescos de gran tamaño pintados hace más de 8.000 años.
En una pared se expone lo que se conoce como “El gran dios marciano”, una figura de seis metros de altura, con una extraña escafandra (de un único ojo), una vestimenta con costuras y pliegues, y a quien sólo se le distinguen cuatro dedos en cada mano.
Otro ser impresionante, con cuernos sobre la cabeza y grandes brazos extendidos, es conocido como el “Gran dios orante de Sefar”.
Este fresco, de más de tres metros de altura, contiene múltiples imágenes superpuestas entre las que destacan unos pequeños seres en postura de adoración, o suplicación, hacia la imagen principal. Por lo que parecen ser pechos, estas figuras serían mujeres. Sus atuendos y “cascos” realmente resultan desconcertantes.
Intuitivamente, asociamos estas imágenes con el estereotipo de un ser de otro planeta, pero está claro que este tipo de vinculaciones impulsivas no tienen mayor argumento que la especulación visual.
Tratando de buscar explicación a estos enigmáticos dibujos se ha hipotetizado que han sido creados bajo los efectos de alguna sustancia alucinógena como parte de un proceso de transe chamánico.
Pero aún así cabe preguntarnos como puede ser que el producto de su imaginación coincida tan a la perfección con objetos que hoy, miles de años después, son tan reales como los trajes y los cascos (si es que eso es lo que quisieron representar, por supuesto).
Los expertos dicen que los cazadores que aparecen en las escenas presentan, al igual que los animales, un marcado carácter realista. Bajo este criterio, habría que pensar lo mismo respecto de estos peculiares seres: que estarían representados con la misma precisión con la que retrataron a animales y cazadores.
El registro pictórico y escultórico de Tassili abarca más de 5.000 años, por eso no es de extrañar ver las huellas de diferentes comunidades “primitivas” que usaron las paredes sagradas de piedra y el arte como vía de comunicación y de expresión hacia ellos mismos y hacia otros mundos.
Así, estos “seres de otro mundo” con extraños trajes de astronauta conviven junto con escenas familiares y cotidianas, incluso con magníficos grabados en bajorrelieve de uros.
Y seres con cuernos conviven con las típicas representaciones de caza, con líneas de escritura líbico bereber, o gentes con carros y caballos que hacen pensar en incursiones egipcias, fenicias o romanas.
Desde hace unos ocho mil años, y hasta hace dos mil quinientos (fecha de la que datan las más recientes obras pictóricas), estas piedras de Tassili comenzaron a convertirse en el mural sobre el cual aquellos hombres, que aún no conocían la civilización, plasmaron el aspecto de unos seres cuya identidad sigue siendo un misterio para nosotros.
En una escena conocida como “El rapto”, un grupo de mujeres, tomadas por las manos, parecen ser arrastradas por un extraño con un casco hacia algo delineado como un círculo.
Es imposible, al ver estas pinturas, no evocar el texto de la Torá referido a los Nefilim, aquellos gigantes que descendieron a la tierra y procrearon con mujeres humanas:
Gén.6.1/2: Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, les nacieron hijas. Y viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.
Gén.6.4: Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se unieran los hijos de Dios con las hijas de los hombres y les engendraran hijos.
En el libro (apócrifo) de Enoc se narra lo siguiente sobre los Nefilim y las mujeres:
Capítulo 7.1/4. Todos y sus jefes tomaron para sí mujeres y cada uno escogió entre todas y comenzaron a entrar en ellas y a contaminarse con ellas, a enseñarles la brujería, la magia y el corte de raíces y a enseñarles sobre las plantas. Quedaron embarazadas de ellos y parieron gigantes de unos tres mil codos de altura que nacieron sobre la tierra y conforme a su niñez crecieron; y devoraban el trabajo de todos los hijos de los hombres hasta que los humanos ya no lograban abastecerles. Entonces, los gigantes se volvieron contra los humanos para matarlos y devorarlos.
Por su parte, los mitos de los tuaregs, un pueblo bereber de tradición nómada del desierto del Sahara) aseguran que su reina, Tin-Hinan, “se mezcló con los dioses para crear una nueva raza”. Los más ancianos depositarios de la tradición oral hablan de “hombres de gran altura, de pelo amarillo y ojos rasgados, procedentes de Orión, y que fueron los padres de su pueblo“.
De acuerdo a este mito, Tin-Hinan habría sido una princesa huida de la Atlántida. En el Museo del El Bardo, en Argelia, se exhibe un esqueleto de Tin-Hinan, descubierto en 1926 por el conde Byron Kûhn de Protok en sus excavaciones arqueológicas del Sahara.
Las pinturas fueron descubiertas en 1934 en el cauce del río Djerat, hoy completamente seco. Fue un oficial francés, el teniente Brenans, quien las descubrió aquel conjunto de cientos de figuras perfectamente pintadas, mientras inspeccionaba los oasis del lugar.
Luego dio parte de su descubrimiento al antropólogo Henri Lothe, quien viajó al lugar en diferentes ocasiones clasificando una a una todas aquellas pinturas.
Lothe procedió entonces a calcar centímetro a centímetro las pinturas. “Estábamos literalmente trastornados por la variedad de estilos y de temas superpuestos -escribe Lhote-, en suma, nos tocó enfrentarnos con el mayor museo de arte prehistórico existente en el mundo y con imágenes arcaicas de gran calidad, pertenecientes a una escuela desconocida hasta el presente”.
El deterioro de algunas de las pinturas se debe precisamente a causa de los calcos de Henry Lhote, quien usó agua y esponja para poder así captar las imágenes pintadas. Estos calcos se exponen en ocasiones en el Museo del Hombre de París.
“Cuando nos encontramos entre las cúpulas de areniscas que se parecen a las aldeas negras de chozas redondas – dice Lhote– no pudimos reprimir un gesto de admiración. El conjunto constituye una verdadera ciudad, con sus callejas, sus encrucijadas, sus plazas; y todas las paredes están cubiertas con pinturas de los más diversos estilos, aunque sobresalen los “dioses de cabeza redonda”, frescos de gran tamaño pintados en los tiempos prehistóricos, entre los 7.500 y 8.000 años antes de Cristo”.
El mismo Lhote luego de observar al gran dios marciano, así bautizado por él, pintado en el techo combado de un abrigo profundo, escribió: “Hay que retroceder un tanto para verlo en conjunto. El perfil es simple, y la cabeza redonda y sin más detalles que un doble óvalo en mitad de la cara, recuerda la imagen que comúnmente nos forjamos de un ser de otro planeta”.
En otro lugar muy próximo a estos dibujos, Lothe halló otras representaciones que describe con estas palabras: “Más bajo, otro hombre emerge de un ovoide con círculos concéntricos que recuerda un huevo o, abusando de la imaginación, un caracol. Toda prudencia es poca para interpretar semejante escena, ya que nos hallamos ante unos temas pictóricos sin precedentes”
Este diseño de “traje” evoca al monolito de Nevali Cori, cerca de Gobekli Tepe, de 10.000 años de antigüedad:
Otro documento bíblico que nos viene a la mente con estas imágenes es el libro de Ezequiel:
Eze.1.4/1.11. Y miré, y he aquí venía del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente, y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido. Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados. Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante. Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila. Así eran sus caras. Y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos.
Eze.1.22/2.2. Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas. Y debajo de la expansión las alas de ellos estaban derechas, extendiéndose la una hacia la otra; y cada uno tenía dos alas que cubrían su cuerpo. Y oí el sonido de sus alas cuando andaban, como sonido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como ruido de muchedumbre, como el ruido de un ejército. Cuando se paraban, bajaban sus alas. Y cuando se paraban y bajaban sus alas, se oía una voz de arriba de la expansión que había sobre sus cabezas. Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor. Como parece el arco iris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando yo la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba. Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo. Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba.
Las pinturas rupestres de Tassili son unas de las más misteriosas del mundo, con enigmáticos dibujos que nos dejan pensando que es lo que realmente sus autores quisieron representar.
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