La playa de la Villa Rica de Veracruz es un hervidero estos días. Allí los arqueólogos buscan restos de los barcos que llevaron a los españoles a la costa de México hace cinco siglos. Frágiles vestigios de unos hechos que cambiaron el mundo para siempre: como la huella de Armstrong en la Luna , como las tablillas que dieron origen a la escritura. Con alta tecnología de investigación subacuática, los científicos tratan de revelar el punto exacto en el que fueron hundidos los famosos barcos de Hernán Cortés, una decena de naves que llevan enterradas desde julio de 1519 bajo el fondo marino.
Fueron hundidos voluntariamente –no quemados, como cundió la leyenda– para motivar a sus hombres, o más bien para cortarles la posibilidad de huida de vuelta a Cuba. La aparición de un ancla datada por análisis de la UNAM y de Beta Analytic entre 1450 y 1530 ha alentado al equipo internacional dirigido por Roberto Junco, subdirector de arqueología subacuática del INAH Mexicano.
«Desde un principio nos pareció un ancla temprana ya que es larga la caña y no muy gruesa -afirma Roberto Junco a ABC-. Tipificar anclas es muy difícil pero sí pudimos establecer que el ancla es anterior al siglo XVIII desde un inicio. Es un ancla típica de hierro forjado, que esta muy bien conservada pues guarda su argeneo y las uñas de los brazos se ven en buen estado, pero lo sorprendente es que ¡estaba parte del cepo de madera! Con lo cual se pudo analizar en busca de la datación más exacta. Eso es raro encontrar…» El fondo del mar conserva los restos de los viejos galeones de manera sorprendente: maderas, textiles, cerámicas, restos orgánicos...
¿Qué estaría haciendo Cortés hoy mismo hace 500 años? Trazando fríamente su peligroso plan, escribiendo la primera Carta de Relación al Rey, de julio de 1519 y hoy perdida, pero cuyo contenido conocemos por Francisco López de Gomara .
Junco declara a ABC desde la Villa Rica: «Encontrar las naves de Cortes nos permite entender un momento crucial en la historia de América y del mundo. Entender a los que llegaron y el gran bagaje que traían consigo en cuanto a tecnología y cultura... ¡Pues cómo no sentir emoción si los barcos que buscamos se hundieron este mes hace 500 años!».
Lo interesante de la historia –lo que explica la presencia de los barcos– comienza en realidad con Hernán Cortés quitándose el jubón una mañana. Hace poco que ha llegado a las costas de México y acaba de fundar Veracruz acompañado por unos pocos centenares de españoles. Le enviaba Diego Velázquez, gobernador de Cuba, con órdenes de limitarse a explorar. Pero él quiere más, es ambicioso y dará la talla. Por eso, una mañana aparta el jubón y se arremanga. Y coge el pico para ayudar a excavar los cimientos de lo que será la Villa Rica de Veracruz.
Si él lo hace, todos los demás deberán imitarle, incluso los nobles se sentirán impedidos de rechazar un trabajo menestral. Pero construir casas de piedra, repartir solares entre sus hombres, son señales notorias de que van a quedarse, de que no piensa cumplir las órdenes.
En los primeros días de julio, hace ahora exactamente 500 años, es cuando Cortés traza su plan. Un plan muy peligroso. Es una traición a Velázquez convertida en partida de ajedrez. Costará vidas. Y el conquistador lo pone en práctica con pulso de gran político.
Afirma que permitirá volver libremente a quienes no quieran sumarse a la aventura de conquista y algunos dan un paso adelante ante la promesa de un navío. Una vez identificados, incita a otros para que les denuncien como posibles desertores. Se prohibe el regreso; de lo dicho, nada. Y entonces toma las primeras decisiones oficiales. Se encierra a escribir y, además de la Carta de Relación, se emite desde allí la Carta del Cabildo del 10 de julio, y otra misiva con las instrucciones a los procuradores que piensa enviar a la Corte en una carabela para que impidan que Diego Velázquez reciba cargo alguno y, si lo hubiera recibido, le sea revocado. Quiere el mérito para él y sus hombres.
Se prepara el motín
Es una rebelión en papel oficial y con sello y firma. Pide que le sea ratificado el nombramiento como individuo bienquisto, y también autorización para traer esclavos y esclavas de España o de las islas, y la ayuda del Rey para lograr una bula papal «para que sean absueltos a culpa y a pena todas las personas que murieren en estas partes, en las conquistas dellas ensalzando la fe o yendo a descobrir tierras nuevas o las poblar»,
Los que estaban dispuestos a desertar se amotinan entonces. Tratan de apresar un navío y volver a Cuba a delatar a Cortés. Pero un arrepentido de última hora los denuncia y los cabecillas son apresados. Los amotinados eran numerosos y entre ellos hay gente principal. Cortés no se atreve contra Diego Ordaz (los capitanes interceden en su favor). Pero Juan Escudero –alguacil que había perseguido a Cortés en los días en que rehusaba casarse– es condenado a muerte. Demanda hidalguía para morir decapitado, pero Cortés se la niega –cuánto hay de ajuste de cuentas– y muere ahorcado. Diego Cemeño, piloto, también. A Gonzalo de Umbría se le amputan los dedos de un pie. A varios marineros les aplican el látigo. Un páter, Juan Díaz, hace la vista gorda. Cuenta Bernal que Cortés exclamó al firmar las ejecuciones «¡Oh, quien no supiera escribir para no firmar sentencias de muertes de hombres».
Fue entonces aquel julio de 1519, tras el castigo ejemplar, cuando ordenó hundir las naves para cortar la retirada como mera posibilidad y motivar a sus hombres. Quinientos años después, los arqueólogos han vuelto adonde localizaron entre 60 y 70 anomalías magnéticas en 2018, a las que ahora van a aplicar la mayor definición de dos magnetómetros de última generación, «que corren paralelos, con lo que tendremos mejor cobertura. Igualmente se utiliza un tercero que mide el magnetismo en el area de trabajo y esta información se resta de los resultados de los otros dos. Así podremos eliminar el ruido de la información que generan. Un trabajo muy fino en cuanto al uso de magentometros», dice Junco.
«Todavía falta excavar, es decir, hacer pozos, en los lugares de las anomalías que nos permitirán detallar qué elementos hay, que pueden ser pernos, anclas, cañones, todo tipo de objetos metálicos que tenía un barco, incluso la madera con los clavos de su construcción», explica el investigador. Todo está preparado para que, esta vez, los restos –vestigios de un momento que cambió el mundo– no puedan escapar de los agudos detectores de los científicos.
Barrenó los barcos uno a uno
Después de aplastar el motín en el que había involucrado un número considerable de sus hombres, y por temor a las reacciones, Cortés no destruyó los barcos sin poner cuidado en no provocar nuevos enfrentamientos. También en este caso trazó un plan con sangre fría y ayuda de sus hombres de confianza. Un día, mientras departía con unos maestres, se acercaron algunos de esos hombres a avisarle, de forma que todos les oyeran, de que algunos navíos estaban afectados por la broma (taredo navalis, un gusano que acaba destruyendo los cascos de los barcos de madera) y no servían ya para navegar.
Abrumado, Cortés ordenó desembarcar la carga de los barcos (y la artillería) para una inspección, lo que permitió a los elegidos ir abriendo vías de agua en los barcos a medida que los iban descargando. Así, todos acabaron de través y se fueron a pique. Parece que la secuencia fue ir barrenando uno por uno para medir las reacciones de los hombres que veían con cierta desesperación que la idea de vuelta a casa ya era imposible.
Es poco probable que estén todos juntos, por eso los arqueólogos «peinan» un área de 10 km2 frente a la playa de la Villa Rica. Junco explica: «Estamos básicamente haciendo geofísica ahorita, colectando datos para afinar los puntos donde bucearemos. Marine Magnetics, que son parte del proyecto, una empresa canadiense líder en la producción de magentometros, están apoyando con lo último en esa tecnología».
Al equipo de Roberto Junco y del INAH se suman como coordinadores, los norteamericanos, Chris Horrell, Fritz Hanselmann y Melannie Deamour; una arqueóloga de Iran, Shadi Kalantar, y también ha sido invitado un arqueólogo español, director del Museo de Arqueología Subacuática , Iván Negueruela, que estará sobre el terreno entre el 22 y el 29 de julio.
Negueruela declara a ABC que está feliz por poder participar en el importante proyecto: «Estamos colaborando con México porque de los países de Iberoamérica es el más importante para ir de la mano y que se cumpla con la Convención de Unesco. Vamos de la mano en este proyecto de Cortés, como lo hicimos al invitar a arqueólogos del INAH a la tercera campaña de la fragata Mercedes, en 2017, y seguimos cooperando en el proyecto del galeón Juncal, para el que se firmó un acuerdo marco» en 2014. Sobre este proyecto, que debido a numerosos cambios políticos en ambos países se ha visto retrasado con respecto a los planes iniciales, Negueruela dice que «es complejo de gestionar» pero que «sigue adelante» al contemplarse por ambas partes como un patrimonio común y compartido.
Esa idea, puesta en valor en el Arqua hace años, permite pensar, según el abogado especializado José María Lancho, que «en ambos lados del Atlántico se sabe que sólo encontraremos las respuestas arqueológicas, históricas y jurídicas que afectan a estos restos a través de la cooperacion y de la aceptación de que ese patrimonio es común, que no sólo compartimos la historia que lo creó sino la historia que ahora intenta aprender de él».
Entre tanto siguen los trabajo del equipo que recibe también apoyo de la Marina de México. El ingeniero Ilya Inozetsev (ruso nacionalizado canadiense) y Doug Hrvoic, canadiense dueño de Marine Magentics, que aporta los equipos de detección y esperamos contar también, como en 2018, con el fotógrafo de National Geographic Jonathan Kingston.
El principal apoyo económico es del INAH mexicano y de la fundación Arte y Cultura Grupo Salinas dirigida por el Mtro. Sergio Vela y la empresa de relojes Aquadive.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.