Pese a que Machu Picchu acapara masivamente la atención mediática y turística mundial sobre la zona andina, ésta es extraordinariamente rica en patrimonio histórico y se pueden encontrar abundantes sitios arqueológicos repartidos por los países que la componen, desde las ruinas cañaríes de Ingapirca (Ecuador) a las grandes construcciones incas o las huacas mochicas peruanas, pasando por el legado monumental de tihuanacos, mochicas, chimúes, lambayeques, paracas, aymaras, etc. De todos ellos hay uno injustamente poco conocido, ya que hace gala de una doble singularidad: la de reunir tres culturas (chané, inca y española) y la de ser la mayor obra arquitectónica rupestre del mundo. Hablamos del Fuerte de Samaipata, en Bolivia.
Se encuentra en el Departamento de Santa Cruz, a 8 kilómetros del pequeño municipio que le da nombre, ocupando la cima de una colina a 1.950 metros de altitud. Santa Cruz, región interior del país, linda con el Chaco paraguayo y dos de las áreas más salvajes de Brasil, el Mato Grosso y la Amazonía. De hecho, se halla también en las estribaciones del Parque Nacional Amboró, lugar popularmente conocido como Codo de los Andes porque allí es donde esta cordillera cambia de dirección hacia el sur.
Por lo tanto, constituye el último tramo montañoso andino y en su tiempo fue prácticamente la frontera oriental del Imperio Inca, a caballo entre el extremo noreste del Collasuyu y el sudeste del Antisuyu (que junto con el Chinchaysuyu y el Constisuyu, integraban los cuatro suyos o regiones en que se dividía dicho imperio, el Tahuantisuyu). Sin embargo, el Fuerte Samaipata es preincaico. Fue construido por los chané, un pueblo de origen guaraní, de etnia arahuaca, que ocupaba también la parte occidental de Paraguay y la noroeste de Argentina.
Los españoles lo denominaban chiriguano, palabra que era una adaptación al castellano del apodo despectivo que les habían dado los quechuas: chiri wanu, que significa algo así como “excremento frío”, aunque otra versión dice que sería chiri wañuq (“los que mueren en el frío”). El caso es que los chiriguanos o ava guaraníes se subdividían en tres ramas y una de ellas fue la chané, cuyos representantes actuales reivindican esa ascendencia junto con la arahuaca primigenia (de la zona septentrional de Sudamérica, en lo que hoy son las Guyanas). En Bolivia se les llama también izoceños, por ocupar la región de Izozog.
Aunque su cultura no estaba tan adelantada como otras del subcontinente, tras esa emigración se hicieron sedentarios ocupando un territorio probablemente poblado antes por los mojocoyas, por lo que además de caza y pesca practicaban la agricultura, desarrollando complejos sistemas de irrigación que todavía se utilizan hoy, dada la sequía que atenaza esa parte de Bolivia seis meses al año. Como testimonio arqueológico han quedado muestras en Valle Abajo, Mairana, Portachuelo, Okinawa, Cotoca, además de Samaipata, con buenas piezas de cerámica, tejidos, máscaras, herramientas…
Es posible que los citados mojocoyas hicieran los primeros trabajos en lo alto de la colina hacia el siglo III d.C. En cualquier caso, ahora los arqueólogos consideran que fueron los chané los principales autores del fuerte. Que, por cierto, no es tal. No se trata de una construcción poliorcética -o, al menos, no exclusivamente-, pues también tenía uso religioso, algo que en la América precolombina implica también observación astronómica. De hecho, Samaipata es un nombre de etimología quechua que significa “lugar de reposo entre las montañas”, lo que no parece guardar relación con una función defensiva y seguramente ésta derive de su difícil acceso.
Parte de la confusión se debe a que los ocupantes posteriores, los incas, añadieron estructuras residenciales (una plaza, viviendas…) a las ceremoniales. Los chané no estaban asentados en una ubicación geográfica precisamente cómoda desde el punto de vista estratégico. Pudieron mantener relaciones diplomáticas con los quechuas pero más tarde se encontrarían entre la espalda y la pared, con los incas por un lado y los guaraníes por el otro. Los primeros establecieron un asentamiento cerca de Samaipata para frenar a los segundos, que acostumbraban a hacer agresivas razias.
Ahora bien, ese obstáculo, pactado entre el príncipe inca Gaucane y el gobernante chané Grigotá, no pudo resistir el empuje guaraní, que en una oleada invasora se adueñó del valle, esclavizando a los chané pero originando un amplio mestizaje al casarse con sus mujeres (curiosamente se habla de violaciones en masa, como después se haría respecto a los españoles, lo que en realidad viene a demostrar que los usos bélicos han sido muy parecidos en todas partes), de manera que con el paso del tiempo aquel pueblo arahuaco fue transformándose en el chiriguano. Fue el que encontraron los españoles en el siglo XVI conviviendo con nuevos asentamientos incas, quienes habían incorporado nuevas construcciones a Fuerte Samaipata.
Los españoles también añadieron instalaciones al lugar proporcionando el aspecto tricultural que presenta en la actualidad. Sin embargo, dejaron aquellos parajes para mudarse a un valle cercano porque las embestidas guaraníes continuaban y, en ese nuevo sitio, el capitán Pedro Lucio Ecalante y Mendoza fundó la ciudad de Samaipata. Era el año 1618 y no la bautizó con ese nombre sino con el de Ciudad del Valle de la Purificación de la Santísima Virgen, que más tarde sería conocida simplemente como Castilla.
Era el mismo punto donde se había establecido Guanacane con sus tropas entre 1471 y 1493, durante la etapa final del período de Túpac Yupanqui, la última gran expansión imperialista, tras convencer a Grogotá para hacerse tributario del Sapa Inca. Se trataba de un lugar defendible al estar en lo alto de una cumbre de 1.610 metros de altitud y Sabay Pata, como él mismo lo nombró, se convirtió en capital local, protegida por una serie de bastiones periféricos, algunos de los cuales aún se conservan (La Fortaleza, Guanacopampa…). La guerra entre incas y guaraníes se produjo en la segunda década del siglo XVI y no se sabe cómo terminó; ni siquiera si lo hizo, ya que fue entonces cuando llegó Pizarro al Perú, según cuenta el cronista dieciochesco Diego Felipe de Alcaya.
¿Y qué hay en el Fuerte Samaipata? Sus 20 hectáreas de superficie se dividen en dos partes diferenciadas, la ceremonial y la administrativa-residencial. La primera está situada en la parte norte del cerro, al que se ha bautizado -muy adecuadamente- como Cerro Esculpido. Mide unos 220 metros de longitud por 60 de ancho y está formada por un gran afloramiento rocoso de arenisca tallado con motivos geométricos y faunísticos, a los que se suman nichos, canales y otras tallas, que lo convierten en el mayor petroglifo del mundo.
El punto más alto, denominado Coro de los Sacerdotes, consta de 18 hornacinas excavadas en la piedra que probablemente eran asientos (de ahí el nombre) y más allá hay otras 21 de forma rectangular cuyo uso es incierto, especulándose con que serían almacenes para objetos utilizados en los ritos. La segunda parte, ubicada en la cara sur del cerro, se compone de diversas estructuras de las que la más destacada es una plaza de planta trapezoidal que mide unos 100 x 100 metros y está bordeada por edificios.
Uno de ellos es el Kallanka, habitual en las ciudades incas, que servía para reuniones públicas, fiestas y eventos de asistencia masiva, de ahí sus considerables dimensiones (70 metros de longitud por 16 de anchura), aunque al perecer quedó inconcluso. Otro edificio importante es el Acllahuasi, una especie de convento (o así lo vieron los españoles) donde se concentraba a las acllas o Vírgenes del Sol, jóvenes de alcurnia de toda la región, con varios posibles fines: trabajar para el estado elaborando textiles o chicha, casarse con guerreros y notables o ser sacrificadas.
En esa zona están también la Casa Colonial, de época española y estilo andaluz (con un patio central) y varias estructuras incaicas, razón por la cual ese foro recibe el nombre de Plaza de las Tres Culturas. Alejándose un poco de la colina está un rincón denominado kancha, compuesto por varios pabellones pequeños individualizados con muros perimetrales. El exceso de afluencia de visitantes y la erosión han deteriorado muchos de estos sitios, obligando a Stonewatch, la entidad sin ánimo de lucro que los gestiona, a acordonarlos. Al fin y al cabo, el Fuerte Samaipata forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Plano del recinto arqueológico/Imagen: santacruz.gob.bo
Fuentes: Samaipata: Bolivia’s Megalithic Mountain (Brien Foerster) / El sitio ceremonial y administrativo de El Fuerte de Samaipata (Richard Alcázar de la Fuente en Academia.Edu)/Los Chané-Chiriguano (Arawak y Guaraní) (Manuel Rocca y Jusn José Rossi)/Al este de los Andes. Relaciones entre las sociedades amazónicas y andinas entre los siglos XV y XVII (F.M Renard Casevitz, T.H. Saignes y A.C. Taylor)/UNESCO/Wikipedia
Articulo publicado en...https://www.labrujulaverde.com/2018/09/fuerte-samaipata-la-mayor-obra-de-arquitectura-rupestre-del-mundo
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