Hay una colina en la selva amazónica que se extiende sobre casi una hectárea de terreno. Es conocida como Montegrande, y al mirarla parece una colina como otra cualquiera. Quizás una especialmente empinada, pero en definitiva nada más que un montón de tierra gigantesco. Durante siglos fue ignorada, pero con el paso del tiempo, al extenderse las ciudades y poblaciones del moderno Perú adentrándose en el Amazonas, los agricultores llegaron incluso a edificar sus viviendas sobre ella.
Y a continuación empezaron a cavar. A medida que los agricultores trabajaban la tierra, empezaron a descubrir fragmentos de antiguas vasijas. Se trataba, como muy pronto comprendieron, de algo más que viejos utensilios. Eran reliquias del pasado, y su antigüedad era superior a los 1.000 años.
Sus hogares se convirtieron entonces en un yacimiento arqueológico. En el año 2010, el arqueólogo Quirino Olivera y su equipo empezaron a cavar en la colina de Montegrande, descubriendo muy pronto que lo que estaban excavando no era precisamente una colina. Se trataba de una gran pirámide construida por una civilización olvidada de la selva amazónica –y su antigüedad era de más de 3.000 años.
Yacimiento arqueológico de Montegrande, Perú.
La teoría del Amazonas vacío
La pirámide de Montegrande lo cambió todo. Aquí, por primera vez, se hallaba la auténtica prueba de que antiguas civilizaciones lograron colonizar la selva amazónica.
Sin duda florecieron antiguas civilizaciones en Sudamérica, pero, al menos hasta hace poco, se creía que el Amazonas había sido un lugar en el que pocos se atrevían a adentrarse durante mucho tiempo. Los pocos que vivían allí en épocas antiguas, según los arqueólogos, serian pueblos nómadas dispersos que emigrarían de cuando en cuando, plantando sus improvisados cultivos antes de volver a trasladarse poco tiempo después.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a Sudamérica, escribieron historias sobre ciudades inmensas en el Amazonas, llenas de cultivos y capaces de albergar enormes flotas de embarcaciones –pero nunca se había encontrado nada que pudiera confirmar aquellos relatos. Cada pequeño fragmento de evidencia arqueológica que se descubría, sugería que nadie había permanecido en el Amazonas el tiempo suficiente como para llegar a construirse un hogar estable en aquel entorno.
Descubrimientos como el de Montegrande, no obstante, podrían cambiar la historia de una nación. Ahora se cree que, en su momento de máximo auge, podrían haber vivido más de 5 millones de personas en el Amazonas. Unas gentes que habrían construido civilizaciones y culturas hoy completamente olvidadas para la historia. La única forma que tenemos actualmente de saber más sobre aquellos pueblos es examinando cuidadosamente los restos óseos que dejaron tras su desaparición.
Esqueleto y caracolas hallados en el yacimiento de Montegrande.
Una civilización olvidada
El pueblo que construyó Montegrande, algo que los arqueólogos ya han descubierto, poseía una sociedad increíblemente avanzada. Aquellas gentes no se limitaron a construir una pirámide para después marcharse. Empezaron a construir en el lugar en torno al año 1000 a. C., pero con posterioridad llevaron a cabo reformas y reconstrucciones al menos en ocho ocasiones. Antes de que aquel imperio tocase a su fin, llevaban viviendo en la zona más de mil años.
Para entonces estaban construyendo muros de seis pies (1,83 metros) para proteger a su pueblo, y erigiendo edificios oficiales desde los que sus reyes gobernarían a sus gentes. Construyeron un entramado de viviendas a lo largo de la orilla del río, poseían una elaborada religión propia y formaron parte de las complejas redes comerciales que se extendían hace milenios a lo largo de lo que hoy es Perú.
Aquel pueblo vivió un milenio entero de historia que apenas podemos vislumbrar por sus restos. Lo que ahora sabemos se ha podido recopilar partiendo de sus ruinas, pero las enormes pirámides que dejó tras de sí son suficientes como para ofrecernos una impresionante muestra de la grandeza de su religión.
Ilustración de una antigua ciudad del Amazonas
El templo espiral
En la cima del montículo hay una espiral de rocas, enroscada con la forma de una enorme serpiente o, quizás, arremolinándose como la concha de una caracola. Es posible caminar a lo largo de la espiral como si estuviésemos recorriendo un laberinto. Cada paso nos lleva de este modo un poco más abajo hasta alcanzar el centro, cuarenta pies (12,19 metros) por debajo del punto de partida.
En el centro de la espiral, el pueblo que habitaba el lugar en el pasado encendía hogueras. Se trataba con toda probabilidad de fuegos sagrados empleados con algún propósito religioso, y hay razones para creer que en estos rituales se consumían drogas.
Los arqueólogos han hallado en el yacimiento cucharillas y morteros con restos de semillas de vilca alucinógenas. Estas semillas no crecían en la zona –eran importadas, y hacerse con ellas podría haber sido una de las razones principales de este pueblo para crear una red tan compleja de relaciones comerciales.
Yacimiento arqueológico de Montegrande, Perú.
Estas semillas, en opinión de Olivera, podrían ser una de las razones de la fascinación de este pueblo por las espirales. Quien ingiere las semillas de vilca suele tener alucinaciones con luces y destellos que adoptan la forma de una espiral. Los sacerdotes que vivían en Montegrande quizás las consumieran para acceder a una visión divina, y es posible que sus alucinaciones cambiaran aquella cultura por completo.
Las espirales constituían una obsesión para el pueblo de Montegrande. Entre los restos de su civilización aún podemos encontrar caracolas diseminadas por todas partes. Honraban a sus muertos cubriéndolos con ellas, y las formas espirales se encuentran en todos los aspectos de su sociedad. Dios, según al parecer creía este pueblo, era una fuerza que podían alcanzar cuando machacaban semillas de vilca y liberaban su mente.
Edificio con forma espiral en el yacimiento arqueológico de Montegrande.
El Señor de las Caracolas
A una milla de distancia de Montegrande, los investigadores encontraron una segunda pirámide –pero ésta nos cuenta una historia bastante más siniestra.
Enterrados en la segunda pirámide se hallaron los restos de 22 niños. Muchos de sus huesos mostraban signos de malnutrición y enfermedades, y parece que estaban muy débiles en el momento de su muerte. Con toda probabilidad fueron llevados allí enfermos y abocados a una muerte segura. Éste era un lugar apartado de la ciudad en el que una madre podía dejar a su querido hijo gravemente enfermo con los chamanes.
Los chamanes no los curarían. No tenían una poción mágica que pudiera devolver la salud a aquellos niños. De hecho no se ayudaba a los niños que llegaban aquí –se convertían en víctimas de sacrificios humanos.
Restos óseos hallados en el yacimiento arqueológico de Montegrande
Los huesos de los niños muestran signos de violencia. Un niño de seis años aparece enterrado con su mascota, una cobaya, mientras que una joven madre yace enterrada junto con su hijo recién nacido, ambos decapitados.
Además de todos estos restos, nos encontramos con los huesos del sacerdote que los sacrificó. Los arqueólogos le llaman “El Señor de las Caracolas”, y está claro que fue un importante personaje en su sociedad. Murió hace 2.800 años, una época bastante antigua de la historia, aunque sin duda presenta el enterramiento más lujoso hallado en la zona hasta ahora.
El Señor de las Caracolas fue enterrado cubriendo su cuerpo de la cabeza a los pies con 180 caracolas. Su rostro miraba hacia el este, por donde nace el sol en el nuevo día.
El Señor de las Caracolas.
Las ruinas y los huesos de un antiguo pueblo
No se conserva ni una sola palabra escrita por el pueblo que habitó Montegrande. Ignoramos si conocían la escritura, y en caso afirmativo, qué es lo que escribían. Desconocemos su nombre. No sabemos nada de lo que pensaban sobre la vida, el amor o la muerte, ni por qué vinieron al Amazonas y acabaron desapareciendo como civilización.
De todos modos, hasta ahora no sabíamos que existían, ni siquiera que el Amazonas había albergado antiguas civilizaciones. Todo lo que queda de ellos son sus ruinas y sus huesos –pero incluso eso es suficiente para esbozar un increíble retrato de las vidas de un pueblo que permaneció olvidado durante los últimos 2.000 años.
Autor: Mark Oliver
articulo publicadio en...http://www.ancient-origins.es/noticias-historia-arqueologia-lugares-antiguos-americas/%C2%BFalberg%C3%B3-el-pasado-la-selva-amaz%C3%B3nica-una-impresionante-civilizaci%C3%B3n-olvidada-004361?nopaging=1
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