Cuando el antropólogo Edwin Grant Burrows estudió el pueblo del atolón Ifaluk a finales de la década de 1940, la población total era de solo 250 personas, pero Burrows consiguió recopilar un gran libro de bellos poemas. En muchos de ellos, las mujeres ifaluk admiran los tatuajes de sus hijos y amantes. Este mito narra cómo los tatuajes llegaron a los ifaluk a través del dios Wolfat, que descubrió que le hacían muy deseable.
Wolfat, el dios villano, vivía en el cielo de las flores con los otros dioses, los alusiang. Su padre, Lugweilang, visitaba las islas cada día para informar a su propio padre, Aluelap, el dios del cielo, sobre lo que hacía la gente. Wolfat fue el primer dios que se tatuó; al ser un dios, se los podía poner y quitar.
El arte del tatuaje
Un día, Wolfat miró hacia la Tierra y vio a una bella mujer, Iloumuligeriou, que le atrajo, y decidió visitarla. La mujer se despertó y se encontró a un desconocido en su casa, por lo que encendió fuego para ver quién era. Cuando vio los dibujos de color negro de su cuerpo, el deseo la embargó.
Por la mañana, Wolfat regresó al cielo, pero quiso volver a estar con la mujer, así que a la noche siguiente volvió, pero con la piel sin tatuar. La mujer lo rechazó, así que se fue, se volvió a tatuar y ella le recibió otra vez en su cama.
A la mañana siguiente, Wolfat les enseñó a los hombres cómo ser más atractivos tatuándose el cuerpo con hollín y una aguja hecha con el ala de un pájaro buque de guerra.
Canción de amor de una mujer ifaluk
Hay numerosos poemas en los que las mujeres ifaluk admiran los tatuajes de sus amantes. El siguiente, por ejemplo, es de una que espera el regreso de su esposo que está en el mar:
via...maestroviejo
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