Fotograma de la película «La legión del Águila»
Fuente: ABC.es | 13 de noviembre de 2015
La decimatio (o vicesimatio, otras veces, dependiendo del criterio del general) era un castigo que ya aparece citado en la Primera Guerra Púnica contra los cartagineses y solo se empleaba en casos extremos de sedición y cobardía, como ocurrió con una rebelión dentro de la propia Península Itálica. Pero incluso en ese supuesto, Craso quedó retratado como un hombre demasiado severo. El castigo consistía básicamente en la elección por sorteo de 1 de cada 10 hombres de todas las cohortes para ser asesinados a golpes y palos por sus propios compañeros. Como describe el historiador bizantino Juan Zonaras, «una vez que los soldados han cometido una falta grave, su jefe los reparte en grupos de diez, tomando un soldado de cada grupo, mediante sorteo, y éste es condenado a muerte a manos de sus propios compañeros».
Un ejemplo de estas supuestas advertencias divinas tuvo lugar durante la demencial campaña que Licinio Craso emprendió en Partia, un gran reino asiático que se extendía más allá de Armenia, muchos años después de derrotar a Espartaco. En esta ocasión, se estimaba que el propio Júpiter envió al general un aviso premonitorio de la derrota cuando los portaestandartes del ejército, cruzando sobre el río Eúfrates, dejaron caer involuntariamente las banderas al agua. Los sacrificios y las vísceras de los animales examinados por los arúspices tampoco eran favorables. Pese a ello, Craso dio la orden de avanzar en dirección hacia una terrible derrota.
Un castigo fuera de uso e ineficaz
Si bien la decimatio aplicado por Craso en la guerra contra los esclavos fue a nivel masivo, lo habitual era que afectara solo a pequeños grupos que habían huido o que simplemente habían dado muestras de indisciplina (véase abandonar las guardias durante la noche, hacer de forma incorrecta los relevos u olvidar la contraseña, etc). Polibio explica al detalle cómo se procedía en estos casos individuales: «Se convoca al punto el consejo de tribunos, se celebra el juicio y, si el hombre es declarado culpable, se le apalea. El procedimiento es el siguiente: el tribuno, provisto de una vara, roza suavemente al condenado. Inmediatamente todos los miembros de la legión le apalean y apedrean; en la mayoría de los casos el reo muere allí mismo».
Pero ni siquiera muertos podían descansar en paz los indisciplinados y los sediciosos. El escritor Valerio Máximo recuerda que en los tiempos gloriosos de la República los castigos contra la indisciplina debían ser ejemplares y en varios casos se reclamó expresamente que a los soldados castigados «nadie les diera sepultura y que nadie llorara su muerte».
Con el paso de los años, la decimatio, que está vinculada a la palabra moderna diezmar, fue cayendo en desuso a razón del coste de matar a tantos hombres de las filas propias. De hecho, la compilación de leyes del Digesto solo la cita como pena alternativa al cambio de destino, que evidentemente es un sanción mucho menos severa. No obstante, Tácito todavía se refiere en su narración de la guerra de Tacfarinas, en el año 23 d.C, a este castigo como respuesta del general Lucio Aproniano a la huida de sus tropas: «Más afectado por el honor de los suyos que por la gloria del enemigo, Aproniano recurrió a una práctica rara por aquella época y que recordaba los tiempos pasados («raro ea tempestate et e vetere memoria facinore»): diezmar a la cohorte deshonrada dando muerte a palos a quienes correspondió por sorteo». Y al menos en esta ocasión la decimatio tuvo consecuencias positivas a nivel militar, pues «tan grande fue el efecto de la severidad que un cuerpo de tropas de veteranos, que no sobrepasaba de 500 hombre, desbarató a las mismas tropas de Tacfarinas que habían atacado un fuerte llamado Tala».
También en la etapa de Octavio al frente de Roma aparece este castigo citado durante la guerra contra los Dálmatas en el año 34 a.C. Además, Suetonio recuerda que Calígula tuvo la tentación de recuperar la decimatio cuando estaba preparando una campaña contra tribus germanas. Y vuelve a mencionarse durante la historia de San Mauricio y la Legión Tebana. Así, Mauricio era el general de una legión integrada por cristianos egipcios, que fue llamada a la Galia, en concreto a la ciudad de Agaunum, por el emperador Maximiano. Ante la negativa de cumplir la orden de dar muerte a otros cristianos, todos ellos recibieron el famoso castigo, y tras una segunda negativa los supervivientes fueron martirizados hasta la muerte. La veracidad del relato, no en vano, es muy cuestionada por los historiadores debido a que el castigo llevaba siglos sin aplicarse y a lo inverosímil de que hubiera una legión entera integrada por cristianos.
articulo publicado en..http://terraeantiqvae.com/profiles/blogs/la-decimatio-el-castigo-mas-salvaje-reservado-a-las-legiones-roma#.VkjvAHYve70
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