Así se les permitía a los cristianos honrar la propia divinidad, poniendo fin a más de dos siglos de persecuciones. En efecto, los cristianos, por sus preceptos de compartir, amar al prójimo y carecer de un poder eclesiástico, habían sido vistos como subversivos y peligrosos para el orden preconstituido. He aquí parte del decreto:
“Entonces nosotros, Constantino Augusto y Licinio Augusto, habiéndonos encontrado proficuamente en Milán y habiendo discutido todos los argumentos relativos a la pública utilidad y seguridad, entre las disposiciones que veíamos útiles a muchas personas o entre las que considerábamos prioritarias, habíamos puesto las relativas al culto de la divinidad con el fin de que les sea consentido a los cristianos y a todos los otros la libertad de seguir la religión que cada uno profese, de manera que la Divinidad que esté en el cielo, cualquiera que sea, a nosotros y a todos nuestros súbditos nos dé paz y prosperidad”.
Luego, Constantino decidió que toda propiedad confiscada a los cristianos durante las persecuciones de Diocleciano debía ser devuelta. Además, cualquier casa de oración que hubiera sido quemada debería ser reconstruida a expensas del Estado.
El Edicto de Milán no había transformado la religión cristiana en religión oficial, pero es innegable que, con el tiempo, Constantino había adoptado una actitud muy favorable hacia el cristianismo.
Increíblemente, los cristianos pasaron, en pocos años, de ser una minoría perseguida a ser favorecidos por la corte. Además, Constantino ordenó la construcción de nuevas y suntuosas iglesias para poder recibir más fieles. Pronto se dio cuenta de que la mayoría de los obispos cristianos estaba viviendo en la pobreza. Le ofreció entonces salario y protección, y al obispo de Roma incluso el Palacio de Letrán. Constantino también eximió del pago de impuestos a todos los obispos y a sus propiedades.
¿Qué obtuvo el emperador a cambio de todos estos favores y privilegios? Ya en el 314 d.C., cuando hubo una polémica entre donatistas y católicos, él la dirimió y les dio a los católicos las prioridades y el reconocimiento de ser la legítima corriente de la Cristiandad.
De esta manera, el cristianismo se había corrompido y se había mezclado con la política y con los negocios mundanos. No se trataba ya de un conjunto de personas que practicaba el culto desapegado de los bienes y de la materialidad.
En el 325 d.C. surgió una fuerte disputa sobre la naturaleza del Hijo de Dios y del Padre. Los dos principales contendientes de esta polémica fueron Alejandro, obispo de Alejandría, y el presbítero Arrio.
Constantino, que era considerado como obispo universal, convocó a un concilio de todos los obispos, que se llevó a cabo en Nicea. Arrio sostenía que el hijo de Dios no tenía la misma naturaleza del Padre y que debía, por tanto, ser considerado en un plano menor: entre los Ángeles y el Padre, justamente.
Constantino, para dirimir la disputa, decidió agregar el término homoousion (de la misma naturaleza) en la doctrina, aseverando que el Padre y el Hijo eran homoousion.
Según algunos escritores, como el estadounidense David Bercot, el Concilio de Nicea no fue otra cosa que un alejamiento de la verdadera religión cristiana. Veamos por qué:
Primero que todo, quienes eran perseguidos, me refiero a los primeros cristianos, se convirtieron en perseguidores. Arrio fue enviado en exilio a Illiria, todos sus escritos fueron quemados y se sancionó que quien fuera descubierto siguiendo sus enseñanzas, sería ajusticiado. Es verdad que Arrio y sus secuaces eran herejes, pero eso no justificaba una represión tan brutal. ¿Dónde había terminado el perdón cristiano?
Además, añadiendo la palabra homoousion a la doctrina, Constantino había decidido que había una verdad esencial sin la cual no se podía alcanzar la salvación, la cual no está citada en las Sagradas Escrituras. Todo eso dio vía libre a nuevas y sucesivas adiciones a las escrituras y al hecho de que en el centro del cristianismo empezara a imponerse la teología y no un cambio radical en la vida del hombre, como había profesado Jesucristo.
La Iglesia permitió que las personas pudieran ser consideradas cristianas sólo aceptando mentalmente una serie de doctrinas que, sin embargo, no están citadas en los Evangelios. Después de aproximadamente un siglo, en el 425 d.C., se le daba más importancia a la doctrina de la Iglesia, ya jerarquizada, que a las Sagradas Escrituras.
Nadie podía predicar el Evangelio sin la autorización de la Iglesia, que ya detentaba un poder reconocido por el Estado. Incluso la Biblia se había convertido en un libro peligroso que podía ser malinterpretado. Por tanto, sólo por medio de la Iglesia, el fiel podía alcanzar la salvación; no a través de las Sagradas Escrituras. En el 1229 d.C., en el Sínodo de Tolosa, ¡incluso se llegó a prohibir la lectura de la Biblia!
Como puede verse, en el transcurso de pocos años, el reino que no era de este mundo se había convertido en un reino relacionado con el mundo terreno. Todo lo que los Evangelios enseñaban, como el amor a los enemigos, la tolerancia y el desapego de la materialidad eran vistos como conceptos superados. Constantino había aceptado primero la religión cristiana y luego la había convertido en única y exclusiva.
Con el Concilio de Nicea y las persecuciones de Arrio y de otros herejes, la religión católica se había prácticamente impuesto como religión de estado. El debate de si Constantino se convirtió o no a la religión cristiana no tiene sentido, en mi opinión.
Es evidente que Constantino no comprendió el verdadero mensaje de Cristo, ya que si lo hubiera hecho, habría abandonado sus bienes y se habría unido a una comunidad de cristianos viviendo en un régimen en el que se compartiera con el prójimo y se le amara.
Es obvio que el emperador utilizó el cristianismo como un instrumento para consolidar su reino. Se dio cuenta de que esta nueva religión impactaba a las masas y, en vez de continuar combatiéndola, la incorporó en el Estado, corrompiendo sus principios fundamentales y desnaturalizando sus valores.
Los cristianos, viéndose aceptados y luego privilegiados, en realidad se alejaron de las enseñanzas originales de Jesucristo y comenzaron incluso a perseguir a quien criticaban su nueva doctrina.
Algunos escritores como David Bercot se refieren a este período como al “híbrido constantiniano”, durante el cual hubo un alejamiento de los Evangelios. Fue un parcial retorno al Viejo Testamento.
Por ejemplo, mientras Jesús predicaba el distanciamiento de los bienes materiales (“vende tus propiedades, dáselas a los pobres y sígueme”), en el Viejo Testamento no estaba la prohibición de acumular riquezas, tal como en el híbrido constantiniano.
A partir del 325 d.C., la Iglesia, ya jerarquizada, admitía que hubiera hombres más importantes que otros, como los obispos, y reconocía al Estado; por tanto, ya no seguía los preceptos cristianos de igualdad y fraternidad entre las personas. Si la Iglesia reconoce al Estado, acepta un poder y, por consiguiente, se aleja de la enseñanza original de Cristo que dijo: “mi reino no es de este mundo”.
En efecto, en el híbrido constantiniano, los cristianos pasaron de ser humildes y débiles, precisamente como “corderos”, a poderosos y perseguidores. Fue un cambio de paradigma que llevó en verdad al cristianismo a alejarse de las enseñanzas originales de Jesucristo.
Sin embargo, desde un punto de vista puramente histórico, los cambios que sucedieron durante la era de Constantino fueron, sin lugar a dudas, de importancia fundamental para el desarrollo y la expansión de la civilización occidental.
El Edicto de Milán no había transformado la religión cristiana en religión oficial, pero es innegable que, con el tiempo, Constantino había adoptado una actitud muy favorable hacia el cristianismo.
Increíblemente, los cristianos pasaron, en pocos años, de ser una minoría perseguida a ser favorecidos por la corte. Además, Constantino ordenó la construcción de nuevas y suntuosas iglesias para poder recibir más fieles. Pronto se dio cuenta de que la mayoría de los obispos cristianos estaba viviendo en la pobreza. Le ofreció entonces salario y protección, y al obispo de Roma incluso el Palacio de Letrán. Constantino también eximió del pago de impuestos a todos los obispos y a sus propiedades.
¿Qué obtuvo el emperador a cambio de todos estos favores y privilegios? Ya en el 314 d.C., cuando hubo una polémica entre donatistas y católicos, él la dirimió y les dio a los católicos las prioridades y el reconocimiento de ser la legítima corriente de la Cristiandad.
De esta manera, el cristianismo se había corrompido y se había mezclado con la política y con los negocios mundanos. No se trataba ya de un conjunto de personas que practicaba el culto desapegado de los bienes y de la materialidad.
En el 325 d.C. surgió una fuerte disputa sobre la naturaleza del Hijo de Dios y del Padre. Los dos principales contendientes de esta polémica fueron Alejandro, obispo de Alejandría, y el presbítero Arrio.
Constantino, que era considerado como obispo universal, convocó a un concilio de todos los obispos, que se llevó a cabo en Nicea. Arrio sostenía que el hijo de Dios no tenía la misma naturaleza del Padre y que debía, por tanto, ser considerado en un plano menor: entre los Ángeles y el Padre, justamente.
Constantino, para dirimir la disputa, decidió agregar el término homoousion (de la misma naturaleza) en la doctrina, aseverando que el Padre y el Hijo eran homoousion.
Según algunos escritores, como el estadounidense David Bercot, el Concilio de Nicea no fue otra cosa que un alejamiento de la verdadera religión cristiana. Veamos por qué:
Primero que todo, quienes eran perseguidos, me refiero a los primeros cristianos, se convirtieron en perseguidores. Arrio fue enviado en exilio a Illiria, todos sus escritos fueron quemados y se sancionó que quien fuera descubierto siguiendo sus enseñanzas, sería ajusticiado. Es verdad que Arrio y sus secuaces eran herejes, pero eso no justificaba una represión tan brutal. ¿Dónde había terminado el perdón cristiano?
Además, añadiendo la palabra homoousion a la doctrina, Constantino había decidido que había una verdad esencial sin la cual no se podía alcanzar la salvación, la cual no está citada en las Sagradas Escrituras. Todo eso dio vía libre a nuevas y sucesivas adiciones a las escrituras y al hecho de que en el centro del cristianismo empezara a imponerse la teología y no un cambio radical en la vida del hombre, como había profesado Jesucristo.
La Iglesia permitió que las personas pudieran ser consideradas cristianas sólo aceptando mentalmente una serie de doctrinas que, sin embargo, no están citadas en los Evangelios. Después de aproximadamente un siglo, en el 425 d.C., se le daba más importancia a la doctrina de la Iglesia, ya jerarquizada, que a las Sagradas Escrituras.
Nadie podía predicar el Evangelio sin la autorización de la Iglesia, que ya detentaba un poder reconocido por el Estado. Incluso la Biblia se había convertido en un libro peligroso que podía ser malinterpretado. Por tanto, sólo por medio de la Iglesia, el fiel podía alcanzar la salvación; no a través de las Sagradas Escrituras. En el 1229 d.C., en el Sínodo de Tolosa, ¡incluso se llegó a prohibir la lectura de la Biblia!
Como puede verse, en el transcurso de pocos años, el reino que no era de este mundo se había convertido en un reino relacionado con el mundo terreno. Todo lo que los Evangelios enseñaban, como el amor a los enemigos, la tolerancia y el desapego de la materialidad eran vistos como conceptos superados. Constantino había aceptado primero la religión cristiana y luego la había convertido en única y exclusiva.
Con el Concilio de Nicea y las persecuciones de Arrio y de otros herejes, la religión católica se había prácticamente impuesto como religión de estado. El debate de si Constantino se convirtió o no a la religión cristiana no tiene sentido, en mi opinión.
Es evidente que Constantino no comprendió el verdadero mensaje de Cristo, ya que si lo hubiera hecho, habría abandonado sus bienes y se habría unido a una comunidad de cristianos viviendo en un régimen en el que se compartiera con el prójimo y se le amara.
Es obvio que el emperador utilizó el cristianismo como un instrumento para consolidar su reino. Se dio cuenta de que esta nueva religión impactaba a las masas y, en vez de continuar combatiéndola, la incorporó en el Estado, corrompiendo sus principios fundamentales y desnaturalizando sus valores.
Los cristianos, viéndose aceptados y luego privilegiados, en realidad se alejaron de las enseñanzas originales de Jesucristo y comenzaron incluso a perseguir a quien criticaban su nueva doctrina.
Algunos escritores como David Bercot se refieren a este período como al “híbrido constantiniano”, durante el cual hubo un alejamiento de los Evangelios. Fue un parcial retorno al Viejo Testamento.
Por ejemplo, mientras Jesús predicaba el distanciamiento de los bienes materiales (“vende tus propiedades, dáselas a los pobres y sígueme”), en el Viejo Testamento no estaba la prohibición de acumular riquezas, tal como en el híbrido constantiniano.
A partir del 325 d.C., la Iglesia, ya jerarquizada, admitía que hubiera hombres más importantes que otros, como los obispos, y reconocía al Estado; por tanto, ya no seguía los preceptos cristianos de igualdad y fraternidad entre las personas. Si la Iglesia reconoce al Estado, acepta un poder y, por consiguiente, se aleja de la enseñanza original de Cristo que dijo: “mi reino no es de este mundo”.
En efecto, en el híbrido constantiniano, los cristianos pasaron de ser humildes y débiles, precisamente como “corderos”, a poderosos y perseguidores. Fue un cambio de paradigma que llevó en verdad al cristianismo a alejarse de las enseñanzas originales de Jesucristo.
Sin embargo, desde un punto de vista puramente histórico, los cambios que sucedieron durante la era de Constantino fueron, sin lugar a dudas, de importancia fundamental para el desarrollo y la expansión de la civilización occidental.
YURI LEVERATTO
Copyright 2014
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Se puede reproducir este artículo indicando claramente el nombre del autor y añadiendo un link a la fuente.
Traducción de Julia Escobar Villegas
julia.escobar.villegas@gmail.com
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