Buscar este blog

viernes, 21 de marzo de 2014

El clima del miedo . Hielo y temperatura en la Tierra

Desde hace 40 millones de años vivimos una glaciación. Es importante recordarlo, antes de nada.
La rasca monumental que empezó a hacer por entonces terminó por congelar un continente entero, hoy llamado Antártida. El Polo norte, los glaciares de montaña y el hielo de Groenlandia aparecieron mucho después, “solo” hace 3 millones de años.
Durante algunas de las etapas más frías de esta Era (periodos glaciares), una corteza de hielo de 30 metros de grosor cubría casi toda la tierra de Europa hasta Francia, diezmando cualquier forma de vida.
La última etapa fría ha durado cien mil años. Se cree que fue una de las causas que se llevó por delante al Hombre de Neanderthal.
Por suerte, estas etapas frías se alternan cada varios miles de años con otras más templadas (periodos interglaciales). El Homo Sapiens-Sapiens inauguró la última de éstas justo hace 12000 años y todavía seguimos en este periodo más cálido, que se llama Holoceno. Aun así, hoy hace más frío que cuando se formó la Antártida.
Lo próximo que vendrá será otro invierno glaciar. Nadie duda de que vaya a parar el ciclo. Tardará unos cientos o unos miles de años, pero llegará.
Conviene, por eso, poner en contexto al hielo actual, por si acaso este miedo a que retroceda su volumen, tiene más que ver con la estampa bucólica de Papá Noel que con las dramáticas condiciones de vida que soportaríamos si el hielo, con mayúsculas, se anima a venir.
Dentro de estos últimos 12000 años, los primeros 7000 fueron cálidos, se calcula que unos 0.5-3º más que ahora. Desde hace 5500 persiste un lento y progresivo descenso de temperaturas llamado Neoglacial, salpicado de unas pocas excepciones que se han llamado «Óptimos climáticos» por albergar una temperatura idónea para la vida, como entre los siglos I-IV, o entre los siglos X-XIV. El punto culminante de este Neoglacial fue la Pequeña Edad de Hielo, con tres mínimos sobre 1650, 1770 y 1850.
Desde 1850, después de tres siglos fríos, el planeta recupera temperatura, oscila de nuevo hacia otro «Óptimo climático» y resulta que todo esto es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la humanidad.
Hay miles de científicos de primera línea, incluyendo algunos premios Nobel que consideran que todo esto no es un problema y dudan seriamente de su origen antrópico o antropogénico (originado por el hombre), pero ya hemos visto en el post anterior de qué manera se despacha a cualquier disidencia científica. Se trata de que usted crea que apenas existe, que no publica, que está pagada por las petroleras o que pertenece al lobby de Aznar.
La temperatura de estos últimos 150 años tampoco ha sido uniforme y ha despistado sobre su tendencia hasta tal punto que, sólo en el sXX, los medios de comunicación y la«comunidad científica» han alertado de terribles previsiones climáticas hasta en cuatro ocasiones. Curiosamente, dos alertaban de calentamiento y las otras dos se temían una nueva Era glaciar.
FRÍO
En 1912, después de un periodo continuado de 20 años de bajada de temperaturas, el diario Los Angeles Times publicaba un artículo vaticinando nada menos que: “La raza humana tendrá que pelear por su existencia contra el frío. La 5ª Edad de Hielo está en camino”
Se fijaron también en el descenso de temperaturas desde hacía 4500 años (cosa cierta) y al año siguiente, el 10 de agosto de 1923, un artículo de The Washington Post ya declaraba: “La Edad de Hielo está llegando.”
CALOR
Hacia 1930, los medios reculan y, lejos de detallar cómo es esa Era glaciar que ya estaba llegando (sic), reactivan la alarma en sentido contrario. Hay un peligro por calentamiento global: “America in Longest Warm Spell Since 1776” (América en el periodo cálido más largo desde 1776) afirmaba un artículo del New York Times el 27 de marzo de 1933, entre otros muchos.
Era cierto. Desde mediados del sXVIII, con la excepción del mínimo alrededor de 1850, el planeta recuperaba temperatura.
FRÍO
De nuevo, el 29 de diciembre de 1974, después de 35 años fríos, The New York Times en un artículo sobre enfriamiento global resumía otro «consenso» entre los climatólogos:
“(…) the facts of the present climate change are such that the most optimistic experts would assign near certainty to major crop failure in a decade. Mass deaths by starvation and probably in anarchy and violence” (… Los hechos del cambio climático actual son tales que incluso los expertos más optimistas concederían casi total certeza al pronóstico de una grave caída en las cosechas en una década. Muertes masivas por inanición y probablemente en un contexto de anarquía y violencia).
Un año más tarde, el mismo diario publicaba: “Un grave enfriamiento es ampliamente considerado como inevitable»
Poco después, el 28 de abril de 1975 la revista Newsweek anunciaba la casi unanimidad de los meteorólogos en que el enfriamiento global provocaría “hambrunas catastróficas”.
El 21 de mayo de ese mismo año, The New York Times recogía que los científicos daban como “bien establecido” que el Hemisferio Norte se había estado enfriando desde 1950.
El 10 de diciembre de 1976, la revista Science advertía de la proximidad de una “extensa glaciación” en nuestro hemisferio. Dos años más tarde, The Day, insistía: “Are we headed for another ice age?“.
Habían pasado 30 años de frío poco explicable y se temió una glaciación, porque en realidad todo el mundo la espera -según ciclos de 100.000 años- y ya «nos tocaba» (sic).
CALOR
El clima empezó a calentarse a finales de los setenta y, ya a principios de la siguiente década, la alarma, de nuevo, fue cundiendo en sentido contrario. Eso sí, esta vez con una fuerza inusitada.
Desde 1895, los medios han variado cuatro veces sus predicciones de alarma con relación al clima y aunque aseguraban un altísimo grado de probabilidad, las tres anteriores han terminado por equivocarse.
¿Se derriten los Polos?
No puede ser cierta la frase «Se derriten los Polos» -ni menos aún cuando lo vinculan a la subida del mar-, aunque lo repitan una y otra vez los medios, ya que la Antártida no se ha calentado una décima en los últimos 60 años y no está nada claro que la tendencia de calentamiento en los últimos 30 años en el Polo Norte vaya a ser constante, ni que tenga que ver con el efecto invernadero.
Es cierto, por ejemplo, que durante el periodo 1979-2014, la banquisa en el Ártico ha disminuido un millón de km2 y se prevé que lo siga haciendo; pero no es menos cierto que durante ese mismo lapso la banquisa antártica creció casi otro millón de km2. Se llama «banquisa» a la superficie variable de hielo marino adherida al continente. En el caso de la Ántartida, este hielo desaparece casi por completo durante el verano.
Lo que es seguro es que el agua descongelada del Polo Norte no eleva el nivel del mar ya que se trata de hielo flotante y ocupa el mismo espacio que desaloja. No hace falta ser físico para darse cuenta. Se puede reproducir fácilmente esa circunstancia. Basta con llenar completamente un vaso de agua, meter un hielo, esperar a que se funda y comprobar que el agua no se desbordará ni una gota.
En realidad, el 70% del Polo Norte se funde cada verano, lo que tampoco produce ningún incremento. Pasa los otros 6 meses de noche. Y conviene recordar que el Ártico ya sufrió un calentamiento similar, como reconoce el IPCC, en los años 20-30 sin que se explique exactamente por qué, dado que existían cuatro veces menos emisiones de co2 que ahora.
Aun así, es cierto que tiene importancia la pérdida de hielo del Artico, no por que se convierta en agua sino por la cantidad de energía solar que deja de reflejar, lo que se conoce por albedo (superficie blanca). Eso sí hace aumentar la T de la superficie, pero no se sabe con certeza cuánto. Tampoco hay consenso en que ahora sea el co2 humano el causante de este calor en el Ártico. Se barajan como posibilidades las neblinas de humo (aerosoles) sobre la zona llamadas Arctic Haze y las corrientes termohalinas de los océanos, entre otros desencadenantes. También es cierto que una pérdida «grande» de hielo ártico podría interrumpir la corriente cálida del Golfo y congelar media Europa como se cree que sucedió hace 11.500 años en el llamado Younger Dryas. Pero la alerta actual no es por frío, es por calor…
El deshielo de la Antártida si provocaría un catastrófico aumento del mar, allí está contenido el 85% de toda el agua dulce del planeta. El sexto continente es una brutal extensión muy montañosa, de espesor entre 2.5 y 5 km, todo esculpido en hielo. Sin embargo, la temperatura media es de unos -19º y las series termométricas de las escasas estaciones meteorológicas situadas en la Antártida, en su conjunto, no han mostrado desde 1960 ningún tendencia apreciable, ni de calentamiento ni de enfriamiento (Doran P. et al., 2002, Antarctic climate cooling and terrestrial ecosystem response, Nature, 415, 517-520.)Esta falta de calentamiento contradice los resultados de los modelos informáticos, según los cuales allí debería haberse producido un calentamiento mayor que en el resto del globo. De hecho, en el penúltimo informe del IPCC 2007 ya no lo dice, aunque juguetea con las palabras hasta cerrar un párrafo ambiguo en el que habla del incremento de agua por deshielo pero al final, (entre extraños paréntesis) dice que la Antártida y Groenlandia están excluidos del cálculo (Pág. 5, punto 5 del Informe IPCC 2007).
Y no debería ser de otra manera ya que los datos oficiales de medición de la NASA van más allá y muestran claramente que la tendencia de temperatura del Polo Sur entre 1964 y 2014 fue de leve enfriamiento.
“Hay partes que se calientan y otras se enfrían” se animan a decir los expertos de Greenpeace y Adena WWF, sin especificar que la única parte que se calienta es la Península de la Antártica, que representa una mínima parte del continente, y que, incluso en esta zona, el propio IPCC, reconoce que fue donde más nevó.
La mayoría de los glaciares se están calentando a un ritmo constante desde mediados del SXIX. Nada que ver con el salto brutal de emisión de co2 antrópico desde mediados del SXX.
Representan el 5% del total de la superficie helada del planeta, su deshielo sí provoca aumento del mar, pero se calcula que ahora aporta unos 5 Mm./año, es decir, unos 2.5 CMS en 50 años, ¿es terrible? Por otro lado, muchos glaciares siguieron calentándose incluso en el periodo 40-75 (que fue fresco a pesar del inicio masivo de emisiones mundiales), como el Kilimanjaro, cuyo descenso se atribuye principalmente a la deforestación de sus laderas, como reconoce el propio The New York Times: “The glaciers on Kilimanjaro have been in retreat for at least a century, shrinking by 80 percent between 1912 and 2000. Although it is tempting to blame global warming, the most likely culprit is deforestation.”
Vivimos en una glaciación desde hace 40 años. Por suerte, nos ha tocado vivir un periodo interglaciar, templado, que sin embargo tiene los siglos contados. Volverá el hielo. Eso nadie lo duda. Ojala que sea dentro de mucho.
via--maestroviejo--

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.