A lo largo de la historia de la medicina, han surgido numerosastécnicas bastante absurdas de curación que carecen de cualquier base científica. Un buen ejemplo de ello es una loca forma de curación que se extendió por toda Europa durante la Edad Media: Los polvos de momia.
Durante varios siglos, los médicos y curanderos creyeron que las momias tenían efectos curativos. Aproximadamente, esta idea comenzó en el siglo XII, alcanzó su punto álgido a finales de la edad Media, y dio sus últimos coletazos en los siglos XVII y XVIII. A las momias se les atribuían propiedades mágicas y sobrenaturales: Se decía que curaba heridas automáticamente y que soldaba los huesos rotos en cuestión de pocos minutos.
Por supuesto, esta creencia era completamente errónea. Pero, ¿de dónde surgió este malentendido y por qué se popularizó tanto? Lo cierto es que el detonante de todo este asunto fue un simple error de traducción: Los persas eran comerciantes del betún, un líquido negro y viscoso al que se le atribuían también propiedades mágicas y curativas, y al que llamaban en su idioma como “mummia”. Cuando los persas vieron por primera vez a las momias egipcias, se dieron cuenta de algo espectacular: Estaban recubiertas de betún, es decir, de su valiosa “mummia”.
Lo cierto es que las momias no estaban recubiertas de betún, sino de unas resinas especiales (y bastante similares) que se usaban para mantener el estado de momificación y evitar la degradación del difunto. Sin embargo, los comerciantes persas no se percataron de ello y empezaron a llamar a esa sustancia con el nombre con el que ellos la conocían. Y, por tanto, si su mummia original tenía propiedades milagrosas, la mummia que recubría a las momias egipcias debía de tenerlas también. Así fue como surgió la idea de que las sustancia que recubrían el cuerpo de las momias era curativa.
Sin embargo, el malentendido no quedó ahí: El resto de comerciantes y cazarrecompensas que iban en busca de la mummia confundieron el término y empezaron a aplicarle ese nombre a todo el cuerpo de la momia. Así que, con el tiempo, se acabó usando el término mummia para referirse a la totalidad del cuerpo de las momias. A partir de ahí, el resto de la historia es evidente: Las momias empezaron a adquirir las propiedades sobrenaturales que tenía el betún persa.
Rápidamente, se popularizó el uso de restos de momia como método curativo. Una verdadera fiebre por conseguir momias se extendió entre todos los curanderos de Europa, que convirtieron esta medicina en una muy popular y famosa entre las clases altas. Los cuerpos momificados se trituraban y se molían hasta crear polvos, los cuales eran los que se usaban en los remedios medicinales. Para facilitar su ingestión, estos polvos a veces se mezclaban con vino, miel, agua…
Otras veces, los curanderos eran más directos y aplicaban sencillamente trozos enteros de momias y cadáveres. Otras formas eran crear una pasta negruzca a partir de diversas mezclas para hacerlo más “comestible”…
Por supuesto, una pregunta evidente es: ¿De dónde salían tantas momias? Bueno, cierto es que los saqueadores de tumbas y comerciantes conseguían a menudo momias auténticas, pero otros recurrían a métodos más sucios: Momificaban cuerpos de esclavos, ajusticiados, personajes anónimos o abandonados… De esta forma, los cuerpos momificados de los esclavos sólo se utilizaban para males menores (un leve dolor de estómago, por ejemplo), mientras que las momias de los grandes faraones eran sólo utilizadas para salvar vidas o curar enfermedades muy graves. En definitiva, las momias se convirtieron en todo un negocio.
Esta medicina llegó a gozar de la aceptación de las más altas autoridades. Por ejemplo, se sabe que el rey francés Francisco I de Francia era un usuario habitual de los polvos de momia.En esta época de incultura médica, los polvos de momia fueron uno de los medicamentos más populares (compitiendo con otros tratamientos como la piedra de bezoar, la triaca o el cuerno de unicornio).
Esta medicina llegó a gozar de la aceptación de las más altas autoridades. Por ejemplo, se sabe que el rey francés Francisco I de Francia era un usuario habitual de los polvos de momia.En esta época de incultura médica, los polvos de momia fueron uno de los medicamentos más populares (compitiendo con otros tratamientos como la piedra de bezoar, la triaca o el cuerno de unicornio).
Pero no todo fueron halagos para este método de curación. Algunos médicos empezaron a criticarlo y mostraron su descontento con los polvos de momia. Por ejemplo, el cirujano francésAmbroise Paré, uno de los padres de la medicina moderna, criticó ya en el siglo XVI su dudosa funcionalidad. Su actitud crítica respecto a los polvos de momia surgió cuando se enteró de que había un comerciante que vendía momias que había creado él mismo como si fuesen momias de los antiguos faraones egipcios. Esto supuso un gran desengaño para él. El propio Ambroise escribió lo siguiente en sus libros:
“Un día, hablando con Gui de la Fontaine, médico célebre del rey de Navarra, y sabiendo que había viajado por Egipto y la Berbería, le rogué que me explicase lo que había aprendido sobre la momia y me dijo que, estando el año 1564 en la ciudad de Alejandría de Egipto, se había enterado que había un judío que traficaba en momias; fue a su casa y le suplicó que le enseñase los cuerpos momificados. De buena gana lo hizo y abrió un almacén donde había varios cuerpos colocados unos encima de otros. Le rogó que le dijese dónde había encontrado esos cuerpos y si se hallaban, como habían escrito los antiguos, en los sepulcros del país, pero el judío se burló de esta impostura; se echó a reír asegurándole y afirmando que no hacía ni cuatro años que aquellos cuerpos, que eran unos treinta o cuarenta, estaban en su poder, que los preparaba él mismo y que eran cuerpos de esclavos y otras personas. Le preguntó de qué nación eran y si habían muerto de una mala enfermedad, como lepra, viruela o peste, y el hombre respondió que no se preocupara de ello fuesen de la nación que fuesen y hubiesen muerto de cualquier muerte imaginable ni tampoco si eran viejos o jóvenes, varones o hembras, mientras los pudiese tener y no se les pudiese reconocer cuando los tenía embalsamados. También dijo que se maravillaba grandemente de ver cómo los cristianos apetecían tanto comer los cuerpos de los muertos.”
A pesar de las numerosas críticas de médicos como Ambroise Paré, este remedio medicinal se siguió extendiendo y cada vez tenía mayor fama. Sus detractores no gozaron de reconocimiento y en la mayoría de los casos eran ignorados.
Otro personaje importante que se mostró en contra fue el famoso escritor español Benito Jerónimo Feijoo, quien escribió lo siguiente entre los siglos XVII-XVIII, cuando esta medicina estaba en sus últimos momentos de vida:
“El que la mumia, aun siendo legítima y no contrahecha, tenga las virtudes que se la atribuyen, es harto dudoso. Unos dicen, que los árabes la pusieron en ese crédito. Gente tan embustera merece poco, o ningún asenso, especialmente si los que acreditaron la mumia hacían tráfico de ella. Otros dicen, que un médico judío, maliciosa e irrisoriamente fue autor de que estimásemos esta droga. Peor es este conducto que el primero; pero como tal vez sucede lo de salutem ex inimicis nostris, la experiencia en materias de medicina, pronuncia sus sentencias con tanta obscuridad que cada uno las entiende a su placer. El célebre Ambrosio Pareó se fundó en la experiencia para condenar esta droga por inútil.”
Si leéis con detenimiento el fragmente anterior, podréis ver que esas críticas las hace en base al racismo y a su religión (cristiana). Acusa a los árabes y a los judíos de ser los responsables y, por tanto, determina que es un remedio falso. Estas declaraciones, por tanto, no tendrían mucho mérito a primera vista. Sin embargo, el discurso de Feijoo se hace mucho más interesante en el siguiente fragmento, en el que desmonta científicamente la validez de esta pseudociencia:
“Algunos quieren que aún la mumia, en el último sentido que le hemos dado arriba, tenga sus virtudes. Yo creo, que un cadáver desecado por intenso calor del sol, es duplicado cadáver; esto es, destituido no sólo de aquella virtud que se requiere para las acciones humanas, más también de las que es menester para los exercicios médicos. Es preciso que el sol haya disipado todos sus aceites y sales volátiles: echados estos fuera, ¿qué cosa digna de mucha estimación se puede considerar que quede en aquella tierra organizada? Los cadáveres habían de servir para el desengaño, y los droguistas los hacen instrumentos de la ilusión “
Y es que, al fin y al cabo, la idea de curar con polvos de momia es una locura tan grande como puede ser la de intentar curar con agujas o con agua…
via--maestroviejo--
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