Acámbaro es una ciudad de unos 55.000 habitantes situada en el estado mejicano de Guanajuato a apenas 300 km al noroeste de México DF.
En julio de 1945, mientras efectuaba un paseo a caballo por las afueras de la ciudad, el comerciante de origen alemán Waldermar Julsrud, que contaba en aquel entonces 69 años, descubrió unos fragmentos de cerámica aparentemente antigua que las recientes lluvias habían dejado desenterradas. Siendo como era un apasionado de la arqueología, Julsrud ordenó a un albañil del pueblo, Odilón Tinajero que con algunos trabajadores, inspeccionara la zona en busca de otros restos antiguos.
Se inicia de este modo uno de los hallazgos más fascinantes y controvertidos del último siglo. Entre 1945 y 1952 Tinajero y sus hombres ponen al descubierto más de 33.000 objetos que representan figuras humanas de diversas razas que en ocasiones parecen luchar con criaturas que recuerdan a los dinosaurios. ¿Dinosaurios? La ciencia nos dice que los dinosaurios desaparecieron de la faz de la Tierra hace 65 millones de años, mucho antes de que el primer ancestro de los hombres bajase siquiera de los árboles. Una nueva herejía estaba servida.
Pese a que la mayoría de los arqueólogos consideran estos restos falsificaciones, muy pocos se han acercado a Acámbaro para examinarlos personalmente. Esta colección de figuritas que representan reptiles y animales que recuerdan a los dinosaurios y a los plesiosauros es una de las anomalías arqueológicas más raras que se han encontrado junto con, quizás, las piedras de Ica en Perú.
Quizás lo más intrigante de este hallazgo, que reproduce animales monstruosos desconocidos, es que no hay ninguna figura repetida Hay que tener en cuenta actualmente son más de 33.000 (unas 37.000 según algunas fuentes) a las que habría que sumar otras 17.000 que habrían sido expoliadas y llevadas a Estados Unidos.
Pero no todo en esta colección son aparentes reproducciones de seres monstruosos, figurillas humanoides o animales aparentemente prehistóricos. Junto con toda esta serie de objetos “exóticos” podemos hallar restos de alfarería tarascana, centenares de recipientes que no se han podido enclavar dentro de esa cultura, una colección de máscaras, numerosas pipas, serpientes enroscadas, momias, elefantes, figuritas que representan reptiles, cabezas humanas y de animales y otros muchos que los expertos no han podido clasificar.
EMPIEZA LA INVESTIGACION
La ciencia niega su autenticidad, pese a que nunca se han investigado en profundidad, ya que no encajan en ninguna de las culturas mesoamericanas conocidas, aparte de que algunas son evidentemente falsas. Sin embargo, algunos investigadores han sometido a algunas de esas figuras, en las que se han podido encontrar restos orgánicos posiblemente atrapados durante su fabricación, a la prueba del Carbono 14. Estas pruebas han concluido que las figurillas de Acámbaro fueron modeladas y cocidas hacia el 1600 a.C., es decir, tendrían una antigüedad aproximada de 2600 años (otras pruebas, como veremos, han dado una antigüedad mayor)
En 1954, el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México envió un equipo de investigadores dirigido por el doctorEduardo Noguera que, como era de esperar, estableció la imposibilidad de que lo que algunas de las figuras representaban, la coexistencia en el tiempo de hombres y dinosaurios, era demasiado fantasiosa. Sin embargo, no pudieron demostrar la falsedad de los restos hallados.
Julsrud, más atrevido en sus opiniones, atribuía el origen de esas figuras a la desaparecida civilización atlante y las suponía mucho más antiguas. Naturalmente, esto no contribuyó en nada a dar credibilidad al asunto pues la mera mención de la mítica Atlántida es anatema entre historiadores y arqueólogos.
Tal vez lo más intrigante y sugerente de este asunto es que la totalidad de las cerámicas y figuritas encontradas, lo fueron en un espacio muy reducido, en un lugar conocido como Cerro del Toro. Esto ha alimentado la hipótesis de que en realidad las figuras deAcámbaro fueran una especie de mensaje dejado por alguna cultura desconocida para la posteridad. Como si alguien las hubiese enterrado para ser encontradas en el futuro, es decir, por nosotros.
La principal cuestión, sin embargo es ¿Qué representan estas figuras? Algunas recuerdan animales prehistóricos que, de ser auténticas, no hubieran podido ser conocidas por humano alguno. Sin embargo, muchas de ellas más parecen el fruto del trabajo alucinatorio de un loco que otra cosa: figuras absurdas, imposibles, delirantes. Y eso ha dado lugar a especular con la posibilidad de que sea la obra de chamanes que habrían representado sus visiones de otro mundo, quizás paralelo, quizás superpuesto al nuestro. Otros investigadores más osados, sostienen que algunos de estos animales del mesozoico no desparecieron totalmente como se pensaba sino que sobrevivieron en zonas muy concretas hasta la llegada del hombre a América y ese recuerdo fue transmitido de generación en generación hasta que alguien decidió plasmar esa tradición en las figurilla de barro de Acámbaro.
Sin embargo, quien investigó más a fondo este sinuoso asunto fue el profesor de Historia de la Ciencia en el Keen College de New Hampshire, Charles Hapgood. Hapgood, un autentico erudito, es autor de diversos libros, entre otros Maps of the Ancient Sea Kingsen el que de forma elegante desarrolla la teoría de que la Antártida habría estado desprovista de hielo hasta el 4000 a.C. Se basaba, entre otras fuentes, en el conocido como Mapa de Piri Reis que paraHapgood apoyaba la tesis de una glaciación geológica reciente en amplias zonas del continente antártico, debido a un desplazamiento de la corteza terrestre, derivada probablemente, de una variación del eje de la Tierra De aceptarse esta teoría las implicaciones que ello tendría para la historia de la humanidad, tal y como se ha escrito hasta ahora, serian demoledoras.
Hapgood, que escribió un pequeño librito titulado precisamente “Mystery in Acambaro”, investigó in situ los hallazgos de Julsrud yTinajero. Visitó en diversas ocasiones Acámbaro ya que estaba convencido de la autenticidad de las figuritas y del hecho de que tras ese descubrimiento se escondía la existencia de una antiquísima civilización seminal ignorada por la Historia oficial. En 1955, Hapgood efectuó excavaciones en diversos lugares. En uno de ellos se había construido 25 años atrás la casa que habitaba en aquel momento el Jefe de la Policía de Acámbaro y, en consecuencia, nadie podía haber ocultado cosa alguna en ese lugar desde entonces. Pues bien, en ese lugar, Hapgood halló cuarenta y cuatro de estas figuritas junto con algunos restos de cerámica indica. Incluso excavó el suelo de la casa del Jefe de la Policía Local, construida 25 años antes y también allí parecieron diversas figuras. Este hallazgo echaba por lo suelos la teoría de que las figuras en cuestión estaban manufacturadas por los habitantes del lugar que las ofrecían a los investigadores como si las hubieran hallado ellos.
En el verano de 1953. Charles C. Dipieso de la Fundación Amerindia de Arizona escribió un artículo en la revistaArcheology titulado “Los monstruos de arcilla de Acámbaro”, en la que concluía que estos objetos eran un fraude. El artículo fue muy controvertido por las contradicciones en las que incurría y la aparente falta de rigurosidad, según algunos críticos y por su estilo más propio de una novela que de un artículo pretendidamente científico. Dipieso aseguraba que ninguno de esos objetos tenía evidencia alguna de haber permanecido enterrado mucho tiempo. Sin embargo Charles Hapgood e Ivan T. Sanderson hallaron figurillas con incrustaciones de tierra endurecida, y marcas de pequeñas raíces lo que indicaría sin lugar a dudas que sí habrían permanecido bajo tierra durante un tiempo considerable. Tal vez la explicación deba buscarse en la costumbre que tienen los arqueólogos y los excavadores de, una vez descubierto un yacimiento y parcialmente desenterrado, recubrirlo nuevamente con el fin de evitar el expolio por parte de algunos habitantes del lugar. Esto es lo que hubiera podido inducir las erróneas conclusiones de Dipieso. Este autor parecía ignorar también las dataciones efectuadas por diversas instituciones.
El asunto también llamó la atención del Centro de Arqueología de Ciencia Aplicada del Museo Universitario de a Universidad de Pensilvania que dató algunas de las figuras por el método de la termoluminiscencia entre el 2400 y el 2700 a C. Al parecer, los investigadores no acababan de creerse los resultados obtenidos y, según el director de dicho centro, Froelich Rainey, repitieron hasta dieciocho veces las mediciones efectuadas sobre las muestras analizadas.
En septiembre de 1968 Hapgood envió unas muestras de material orgánico que había quedado atrapado en una de las figuras deAcámbaro, al parecer, durante su proceso de elaboración, a los laboratorios Teledyne Isotopes de Westwood en New Jersey. Mediante datación por el método del carbono 14, concluyeron que la materia orgánica en cuestión tenía una antigüedad de 3.590 años (con un error de más-menos 100 años). Esto significa que estas figuras tan extrañas tendrían su origen hacia el 1.600 a.C. época convulsa en la que se produjo el colapso de la civilización minoica, la extraordinaria erupción del volcán en la isla de Santorín y el hundimiento de la civilización del Valle del Indo. Algunos historiadores señalan esa época como el escenario de las bíblicas plagas de Egipto.
Como decíamos anteriormente, Waldemar Julsrud sostuvo siempre la teoría de que las figuras halladas enAcambaro procedían de un antiguo templo azteca en Tenochtitlán que habían sido traídos allí por supervivientes de la destruida Atlántida. Con la llegada de los españoles, los aztecas ocultaron ese tesoro de la codicia del invasor enterrándolos bajo el Cerro del Toro, en Acámbaro. Esta teoría venía sustentada por la descripción de Tinajero que afirmaba que las figurillas estaban como en “bolsas”, agrupadas, como si hubieran estado depositadas allí de forma ordenada y con algún desconocido objetivo.
En todo este asunto, se produjo un hallazgo que no ha sido suficientemente estudiado ni citado en los diversos trabajaos realizados. Me refiero a la aparición muy cerca de donde se hallaron las figurillas de seis cráneos humanos que presentaban fuertes diferencias de dollicocefalismo, cráneo de forma ovalada, y braquicefalismo.
Las investigaciones del profesor Hapgood le llevaron hasta una finca propiedad de un tal coronel Muzquiz. Allí se efectuaron algunas excavaciones que pusieron al descubierto restos de alfarería tarascaba así como una cráneo, al parecer de un mamut, “junto con una gran piedra plana”. Se considera que esta asociación cráneo-piedra permitía suponer que estábamos ante un enterramiento efectuado por los antiguos pobladores de la zona, posiblemente ligado a algún tipo de ritual religioso. Como era habitual en el protocolo de trabajo de este tipo de excavaciones, ésta también fue nuevamente cubierta a la espera de proseguir los trabajos de investigación más adelante. Unos cinco años después, de este hallazgo, Charles Hapgood decidió reiniciar las excavaciones. Cual no seria su sorpresa cuando la piedra plana en cuestión no estaba y en su lugar, una escalera se hundía en el suelo. Esta escalera estaba cercenada por restos de materiales volcánicos comprimidos lo que impedía el paso. Por increíble que pueda parecer ni los medios ni el tiempo con que se contaba entonces permitieron seguir las excavaciones y se dejó para una fecha posterior que nunca llegó. Nadie sabe que había al final de la escalera o a donde podía conducir ésta. En 1973 Hapgood escribía Mystery in Acambaro (lamentablemente y como tantas otras muchas obras de autores “malditos” nunca ha sido traducida al español en otro alarde de miopía de nuestras editoriales) y en 1980 moría sin que nadie hubiera proseguido la excavación en el sitio donde se encontraba la escalera citada.
A través del mismo profesor Hapgood conocemos de la existencia de una figuras similares halladas en San Miguel Allende, también en el estado de Guanajuato (México). San Miguel Allende es una ciudad situada a unos 300 km de DF y fundada a casi 2000 metros de altura por Fray Juan de San Miguel en 1542. Cuenta con unos 140.000 habitantes según el ultimo censo. Según el profesor Hapgood, un tal Sr. Ferro de esa localidad (se desconocen más datos) había descubierto y vendido a turistas norteamericanos más de 5000 figuras de aspecto parecido a las encontradas en Acámbaro. Al parecer, Hapgood se desplazó hasta San Miguel Allende y visitó junto con Ferro el lugar donde éste encontraba las figuritas en cuestión. El lugar no era otro que las pirámides de San Miguel Allende. Es decir, se trataba, a diferencia de los hallazgos de Acámbaro, objetos de culto funerario, al haber sido descubiertas en las mismas tumbas. Hapgood estaba convencido que esta nueva fuente de hallazgos daba credibilidad al yacimiento deAcambaro. Sea como sea, la “pista Ferro” jamás fue seguida por investigador alguno y a fecha de hoy, las figuras de San Miguel Allende, se estima su número en más de 5000, se hallan diseminadas entre coleccionistas particulares norteamericanos.
¿REALIDAD O FICCION?
¿Realidad o ficción? Esta es inevitablemente la pregunta que el investigador riguroso, poco dado a las especulaciones fantasiosas se hace sobre las controvertidas figuritas de Acámbaro. Hay un hecho innegable: las figuras en cuestión existen y, pese a que entre ellas se han encontrado falsificaciones, la mayor parte son probablemente auténticas y los análisis efectuados hasta la fecha indican que tienen una antigüedad que de aceptarse, haría reconsiderar la datación de la historia de Mesoamérica.
Otro hecho innegable es que nadie del mundo académico se ha dignado estudiar el caso a fondo ¿Por qué? Simplemente porque Acámbaro es incómodo, al igual que otras muchas anomalías históricas. El sólo hecho de mencionar una hipotética civilización perdida como el origen de esos hallazgos arqueológicos hace que cualquier arqueólogo o historiador no quiera ni oír a hablar del tema. Y es así como Acámbaro sigue sumido en la indiferencia académica. Lo que no se explica, simplemente se ignora.
Waldemar Julsrud, más entusiasta que riguroso, lo tenía claro: el origen de las misteriosas figuras había que buscarlo en la mítica Atlántida. Charles Hapgood, de irreprochables credenciales académicas, era más conservador y apuntaba a la existencia de una civilización seminal desconocida, desaparecida según apuntaba en otras obras suyas (nunca traducidas al español) antes de la última glaciación o quizás por causa de esa glaciación.Hapgood sólo pedía una mayor implicación de la ciencia en la investigación de ese descubrimiento. Desgraciadamente, se encontró con que ésta se hallaba enrocada en un reduccionismo totalmente negativista. Pero la realidad es tozuda: Acámbaro existe y no sólo eso, los hallazgos de San Miguel Allende (nunca jamásinvestigados), las piedras de Ica (Perú) que representan escenas y personajes sorprendentemente parecidos a los de México y los frescos de Tassilli cuyas figuras recuerdan a las halladas en Acámbaro y que el propioHapgood destaca en su libro, son sólo muestras reales de que algo no cuadra en ese alambicado edificio histórico que con frecuencia se intenta hacer encajar a golpes de martillo.
David Alvarez
Juan Carlos Arroyo
fuente--http://www.dogmacero.org/misterio-en-acambaro/
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