Por lo general, poca gente se interesa en los hallazgos de las excavaciones arqueológicas: fragmentos de cerámica, huesos dispersos y poco más. Lo habitual es que sea necesario algún indicio de canibalismo o una datación de carbono-14 extraordinariamente antigua para captar la atención de los medios generalistas. Pero un descubrimiento realizado en Taiwán y anunciado el año pasado ha demostrado ser una excepción a la regla. Las fotos de los cuerpos exhumados se hicieron virales, y los medios de comunicación más importantes, desde Fox News hasta el Huffington Post, informaron del hallazgo. ¿De qué se trataba? Sencillamente, del esqueleto de una madre de la Edad de Piedra con su hijo en brazos en una tumba compartida por ambos.
El origen de los cuerpos momificados de madre e hijo
Las excavaciones científicas comenzaron en el año 2014, y tardaron aproximadamente un año en completarse. Un equipo de arqueólogos encabezado por Chu Whei-Lee, del Museo Nacional de Ciencias de Taiwán, se encontraba trabajando en un yacimiento neolítico situado 6,2 millas (10 kilómetros) tierra adentro desde la costa occidental de Taiwán. Hoy en día, la zona corresponde a una ciudad llamada Taichung, pero el asentamiento propiamente dicho ha sido denominado An-ho. Los expertos creen que la línea costera ha variado con el paso de los años, y que An-ho fue en el pasado una población a orillas del mar. De hecho, se han encontrado más de 200 dientes de tiburón en las viviendas del asentamiento, aunque se desconoce si su uso era práctico, decorativo o espiritual. Los habitantes de An-ho pertenecían muy probablemente al pueblo Dabenkeng.
“El pueblo Dabenkeng fue el primero que practicó la agricultura en Taiwán, y podría haber llegado de las costas sur y sudeste de China hace unos 5.000 años,” apuntaba Chengwa Tsang de la Academia Sínica de Taiwán, añadiendo a continuación que “Esta cultura es la más antigua del Neolítico descubierta hasta ahora en Taiwán.” (Drake, 2016) De la cultura Dabenkeng destacan sus piezas de cerámica cordada y azuelas de piedra.
Varios ejemplos de cerámica cordada. (Einsamer Schütze/CC BY SA 3.0) De la cultura taiwanesa Dabenkeng (a la que los expertos creen que habrían pertenecido la madre y su hijo) destacan sus piezas de cerámica cordada y azuelas de piedra.
Aunque los Dabenkeng permanecieron en la China continental hasta el III milenio a. C., la presencia Dabenkeng en Taiwán se prolongó solo hasta el 4500 a. C. aproximadamente. En aquella época se extendieron desde Taiwán en dirección al Sudeste asiático y Oceanía, llevando con ellos su cultura y su lenguaje. “Probablemente fueran los más antiguos ancestros de los pueblos de lengua austronesia que viven en nuestros días en Taiwán y las islas del Pacífico,” indicaba Tsang (Drake, 2016).
El conmovedor hallazgo de una madre y su hijo
En An-ho fueron descubiertas 48 tumbas, entre las que se encontraron los restos de cinco niños. La más interesante de todas era sin duda la tumba que compartían una madre y el bebé que aún llevaba en sus brazos. No está claro cuál fue la causa de su muerte.
Los restos de la joven madre con su hijo en brazos. (National Museum of Natural Science)
“La joven madre con su bebé en brazos fue lo que más nos sorprendió,” confesaba el jefe del equipo Chu Whei-Lee, añadiendo a continuación que “Suponemos que fueron enterrados bajo la casa por sus seres queridos.” De todos modos, serán necesarias nuevas pruebas para confirmar esta hipótesis (Drake, 2016). “Cuando los descubrimos, todos los arqueólogos y miembros del equipo quedamos conmocionados. ¿Por qué? Porque la madre estaba mirando hacia abajo, al bebé que tenía en sus brazos,” señalaba Chu Whei-Lee (Hamacher, 2016).
Nuevas pruebas se encuentran en curso, entre ellas análisis de ADN, tanto de la madre y su hijo como de los restos hallados en las demás tumbas. Lo que sabemos por ahora es que la estatura de la madre era de 1,60 metros y la del bebé de unos 50 centímetros. La datación mediante carbono-14 sitúa la época de su enterramiento aproximadamente hace 4.800 años, enmarcándolo claramente en la Edad de Piedra de la isla. Los cuerpos fueron enterrados en una típica orientación norte-sur. De forma poco convencional, se encontraban apoyados sobre su espalda (a diferencia de los enterrados en otras tumbas que estaban boca abajo). Además, el rostro de la madre estaba inclinado a la derecha y hacia abajo, de tal modo que quedaba contemplando al bebé que estaba en sus brazos, aunque ya solo fuera un esqueleto después de casi 5.000 años.
Indudablemente es este antiguo momento maternal el que ha permitido a madre e hijo convertirse en una sensación viral en el mundo moderno.
Autor: Kerry Sullivan
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