Sobreviviente a los saqueos protagonizados por los conquistadores españoles, se encuentra la “Matrícula de Tributos”, uno de los
códices precolombinos que todavía se conservan en su tierra natal, en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. Se trata de un códice mexica de dieciséis hojas en papel amate.
Los historiadores afirman que esta pieza fue elaborada por los mexicas (también conocidos como aztecas) durante los años 1520 a 1530; tiempo en el que tuvo lugar la caída de la capital imperial: Tenochtitlán, a manos de los españoles en el año de 1521.
La Matrícula de Tributos mostraba las provincias que pagaban impuestos a la Triple Alianza, la cual estaba formada por las tres ciudades indígenas de: Tenochtitlán (aztecas), Texcoco (acolhuas) y Tlacopan (otomíes). La diversidad de productos plasmados en el códice, dan muestra de la significativa jurisdicción del Estado Mexica en diferentes partes de sus dominios. Los pueblos sometidos tenían que entregar, anualmente, una cantidad importante de artículos en plazos variados, dependiendo el tipo de mercancía.
Parte de este códice se encuentra deteriorado, lo que imposibilitó su interpretación en un inicio. Por ejemplo, en la hoja uno —que es de las más dañadas— se plasman los topónimos de Oztoman, Poctépec, Huaxácac y Zozollan; a la vez que, al lado derecho, se aprecian dos cabezas humanas, las cuales se tratan de un tlacochcalcatl (señor de la casa de los dardos) y un tlacateccatl (militar de alto rango). Siendo ambos, lugartenientes del Emperador.
Lámina 4 de la Matrícula de Tributos correspondiente a la lámina 20 r. del Códice Mendoza. Se muestran indumentarias militares, mantas y más/ (foto proporcionada por el autor)
A medida que se interpreta el códice, se mencionan —de forma pictográfica— las mercancías que eran recibidas por parte de los diferentes pueblos; por ejemplo: Petlacalco, Xaxalpa (o Xaxapan), Yopico, Tepetlacalco, Tecoloapan, Tepechpan, Colotlan, Tepepulan y Olac; entre otros muchos más. Cada ochenta días, dependiendo el contribuyente, debían entregarse mantas blancas o labradas en color, huipiles, pañetes y camisas de mujer.
Para llegar a la interpretación de la Matrícula de Tributos, los conquistadores, en base al códice original, mandaron transcribirlo; de tal forma que, se le añadieron glosas traducidas al idioma español, para así conocer más sobre el funcionamiento de la organización de los aztecas en el ámbito económico. Esto les dio idea detallada de los registros tributarios del Estado Mexica, del territorio geopolítico, así como de su sistema numérico local.
Dentro de esta larga lista de productos solicitados, pueden encontrarse colchas o cubiertas, faldellines y vestiduras militares en diferentes tipos y clasificaciones. Un tributo singular era el que rendía el pueblo de Xilotepec, destinado a la Casa de las Aves de Tenochtitlán, también conocido como Totocalli. El texto en náhuatl señalaba que diez águilas debían ser entregadas vivas en el período acordado.
Se pueden seguir enumerando los diferentes productos que eran recibidos por parte de los aztecas: bultos de leña (en atados de veinte maderos) para uso doméstico, llegando a hacer un total de mil doscientos bultos; además de madera semi labrada, tales como vigas, planchas (tablones para piso) y morillos (pilares). Todo en número de mil doscientas cargas o unidades, dependiendo el producto. La caña de otate (bambú) se recibía en cargamentos de ocho mil varas (lo mismo sucedía con el tabaco), así como mil canutos de cañas aromáticas y cuatro mil fardos de cal.
Hablando de productos comestibles, se destacaban el frijol, el maíz y la chía, los cuales se entregaban en cuexcomates (graneros), además de cántaros con sal. La miel silvestre era otro de los artículos apreciados por los aztecas, por lo que les eran entregadas doscientas vasijas con este jarabe. La flor de cacao era recibida en cuatrocientas cargas; las calabazas en un número de ochocientas unidades y ochocientas cargas de chile o pimiento.
Lámina 17 de la Matrícula de Tributos correspondiente a la lámina 37 r. del Códice Mendoza. Se muestran gargantillas de jade y tarros de miel / (foto proporcionada por el autor)
Para uso ceremonial, eran recibidos tecomates (jícaros) barnizados, en una cantidad de dos mil cuatrocientas piezas; al igual que cuatrocientas cestas de incienso blanco o copal. Los artículos de cobre, como las hachuelas, les eran entregadas en cantidad de cien piezas.
Tratándose de joyería solicitaban cinco gargantillas de jade y piedras finas. Recibían el oro en un total de diez barras sólidas, o bien, tecomates con arena de oro y veinte discos; dos bezotes largos a base de ámbar y oro, al igual que cuatrocientos ceñidores para cabello.
Las plumas de ornato eran otras de las piezas altamente valiosas, exigiéndose ochocientas plumas finas de quetzal, cuatrocientas plumas azules de xiuhtótotl, cuatrocientas plumas rojas de tlauhquéchol, cuatrocientas plumas de papagayo amarillo y cuatrocientas plumas de tzinitzcan. También requerían mil bultos de liquidámbar (goma de olor) como aromatizante.
Los aztecas pedían, además, aves de ornato muertas en cantidades de cien piezas; así también, pieles de ocelote en paquetes de cuarenta, las que eran valoradas por su belleza.
Para efecto de teñido de telas, recibían veinte jícaras con ocre o tierra amarilla, al igual que piedras azul turquesa (resina) y veinte talegas de grana cochinilla (parásito del nopal). Todo esto para teñir.
La lista de productos es ampliamente extensa, al igual que los pueblos conquistados obligados a tributarles. Tan es así que, únicamente —y de acuerdo con lo traducido de los códices—, se llegó a obtener parte de la historia del antiguo pueblo mexica o azteca.
Autor Literat@’ s
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