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sábado, 29 de diciembre de 2018

El Serapeum de Saqqara. ¿Sepulcro de toros o de Nefilims?



Al norte de la necrópolis de Saqqara, se encuentra un emplazamiento subterráneo en el que están ubicados 24 sarcófagos de unas dimensiones impresionantes: 4 metros de longitud, 2,3 de ancho y 3,3 de altura. Construidos de piedra caliza algunos, y de granito otros, llegan a alcanzar las 70 toneladas de peso. ¿Para qué se construyeron semejantes moles? ¿Debían dar sepulcro a toros, o a los gigantes bíblicos Nefilims? ¿Quién las construyó?
Pero empecemos por el principio. O mejor, por el medio.
El 2 de octubre de 1850, el Museo del Louvre envió a un francés de 29 años llamado Auguste Mariette a Egipto para comprar manuscritos coptos, etíopes y siríacos. En los paseos que en sus ratos libre se daba por El Cairo, Mariette se percató de que algunos jardines de las casas de los habitantes mas pudientes de la ciudad, estaban decorados con esfinges de piedra muy parecidas entre sí. Tras preguntar por su origen, todas las indagaciones apuntaron hacia la necrópolis de Saqqara. Se decidió a desplazarse hasta allí, y caminando por el gran complejo de la pirámide escalonada de Djoser, encontró una esfinge de piedra con la cabeza y las patas emergiendo de la arena. Se lo comentó a varias personas que se encontró, y le respondieron que el hallazgo carecía de relevancia. Había decenas de ellas por en la zona, que ocasionalmente eran desenterradas por los fuertes vientos.
Afortunadamente, Mariette era un estudioso de los textos griegos, y recordó uno, en el que el geógrafo e historiador Strabo (64 a.C – 24 dC) decía:
Los toros que encarnaban al dios Apis eran enterrados a su muerte en una cámara subterránea llamada “Serapeum” cuyo pasillo de acceso estaba flanqueada por decenas de esfinges que eran frecuentemente enterradas por las dunas, y hacían difícil y peligrosa la visita para los peregrinos.
Inmediatamente, Mariette contrató a 30 obreros para retirar la arena que cubría las esfinges. Encontró 140 de ellas, y finalmente el acceso al Serapeum. Todo su interior estaba lleno de arena, lo que dificultó mucho los trabajos de limpieza.
Una vez en el interior, encontró 22 sarcófagos de grandes dimensiones hechos de granito o caliza, con una cubierta del mismo material. En los largos pasillos encontró un sarcófago más, abandonado no se sabe por qué, y dos cubiertas, también abandonadas.
Todos ellos habían sido profanados, posiblemente por los soldados persas, llevándose consigo tanto las joyas como los huesos de los toros momificados. El simple hecho de abrir los ataúdes debió de suponer un extraordinario trabajo para sus profanadores. En algunos casos, los ladrones utilizaron palancas para desplazar unos centímetros la tapa. En otros casos, fueron más expeditivos y utilizaron picos para perforar el granito, realizando un agujero a través del cual un hombre se pudiese colar y robar el contenido.
Desgraciadamente, internet está inundado de historias tal fantásticas como falsas acerca de este sepulcro. En algunos sitios se dice que cuando Mariette los descubrió, solo uno de estos sarcófagos estaba sellado y lo reventaron con dinamita, comprobando que no había nada en su interior. Es falso. Todos y cada uno de los 22 sarcófagos (sin contar obviamente el abandonado en un pasillo) habían sido profanados.
Pero Mariette tuvo la suerte de percatarse de que una roca emplazada en una de las paredes, estaba sellando un pasadizo oculto. Esta roca es la que sí que se voló con dinamita, dejando expedito el paso a otro corredor que llevó a un nuevo nicho, en el que estaba un sarcófago más pequeño, el 24. Este sí, intacto. Incluso Mariette mencionó que en la arena del suelo todavía se apreciaban las pisadas de los pies descalzos de los egipcios que anduvieron por allí.
Al destapar la tumba, encontró en ella lo que en principio se creyó que era la momia del príncipe Jaemuaset, hijo de Ramses II, ya que llevaba joyas con sus inscripciones y una máscara de oro. Desgraciadamente, los restos de esa momia se han perdido, pero según Mariette constató, la momia era un amasijo de huesos desordenados unidos con resina. Se cree, que aunque llevase su máscara, la momia era realmente una composición con forma humana hecha con huesos de toro.
¿Por qué tomarse tantas molestias para enterrar a toros?
Se veneraba al toro Apis desde la primera Dinastía. Fue adorado en Menfis (ciudad más cercana a Saqqara), mientras vivía, como la encarnación de Ptah, dios creador, pero al morir se le asimilaba a Osiris, el dios de la resurrección. Al morir un toro Apis se iniciaba un largo y complejo ritual, el cual permitiría al toro renacer, y encarnarse en un ternero joven. Cuando uno de estos toros moría, se le momificaba y se metía en uno de esos  magníficos sarcófagos.
Es evidente la veneración que tenían los egipcios por sus dioses, que no escatimaban en dedicación y recursos para construirles sus sepulturas para la eternidad.
¿Por qué lo abandonaron con aparente prisa?
Como ya he comentado, en medio de uno de los pasillos se encuentra un sarcófago abandonado y dos cubiertas.
Amosis II fue el último faraón antes de la conquista persa. El ultimo sarcófago que se instaló en su nicho, al que pertenecía esta tapa que no se llegó a colocar, tiene una inscripción que decía:
El rey Amosis hizo que este enorme sarcófago de granito rojo se hiciera en memoria de los Apis vivientes. Su Majestad aprobó la costumbre de que todos los reyes de todas las edades utilizaran piedras tan caras para otorgarles la vida eterna.
No hace falta especular mucho para concluir que la razón del abandono con urgencia, se debió a que todos los hombres se debieron dedicar a combatir a los persas, o a huir de ellos para salvar la vida, según el progreso de la invasión.
¿Y cómo se construyeron?
Otra de las grandes mentiras que circulan por internet es que es imposible que los egipcios construyesen con la precisión que lo hicieron esos enormes contenedores de granito, y que después los movieran por unos angostos túneles hasta sus nichos definitivos.
Ya he usado en otra ocasión este vídeo que explica las dos técnicas básicas que usaban los egipcios para cortar y vaciar un bloque de granito: el aserrado y el taladro circular. Veámoslo de nuevo:
Como en el propio vídeo se indica, existe la evidencia que demuestra cómo cortaban el granito. Se encuentra en el museo de El Cairo: el cubo inacabado.
En la parte posterior se dejó sin terminar el último corte (el de su base). Eso nos permite saber cómo lo hacían: empezaban con el corte superior, luego lo vaciaban y finalmente hacían los cortes laterales y el de la base.
El vaciado se hacía con sucesivos taladros y finalmente se pulía el interior hasta dejarlo con ese acabado tan increible. En el sarcófago de la cámara del rey de la Gran Pirámide de Giza pueden notarse las irregularidades en las paredes internas provocadas por los taladros circulares del vaciado.

El Serapeum fue reabierto al público en 2012 después de unas obras de remodelación que duraron 11 años. Os dejo un vídeo en el que podéis recorrer sus túneles, y haceros una idea de cómo es realmente.

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