jueves, 23 de enero de 2020

Que en el Neolítico te enterraran en un dolmen o en una cueva no dependía de tu estatus social, sino de la cultura



Tumba megalítica Chabola de la Hechicera, uno de los yacimientos empleados en el estudio (Teresa Fernández-Crespo / UPV/EHU)
La coexistencia de diferentes identidades culturales y su interacción es un tema fundamental en las ciencias sociales. Pero supone una cuestión nada fácil de abordar en la prehistoria. Si bien en estudios actuales los científicos pueden realizar trabajos de campo y observar directamente la realidad, para épocas pasadas se sirven muchas veces de las diferencias en cómo enterraban a los muertos.
Según una nueva investigación, la presencia de comunidades con distintos estilos de vida y orígenes culturales son la razón principal de la variabilidad en la ubicación de las tumbas  durante el Neolítico tardío en Europa Occidental.
Estos resultados proporcionan una evidencia temprana de la distinción entre “ellos” y “nosotros”. Tal diferenciación podría haber desempeñado un papel en el desarrollo de estructuras de desigualdad socioeconómica y, en ocasiones, de conflictos violentos.
Las muestras para el estudio, publicado en la revista Science Advances, se obtuvieron de yacimientos ubicados en la Rioja Alavesa, en el País Vasco. Se sabe que en esta región el uso de cuevas como lugares emplazamientos funerarios durante el Neolítico tardío, hace entre 5.500 años y 4.900, se solapó con el de tumbas megalíticas, que comenzó unos siglos antes y continuó unos siglos después.
Ubicación de los sitios de entierro del Neolítico tardío de la región de Rioja Alavesa y distribuciones de probabilidad sumadas de las fechas disponibles de radiocarbono del Neolítico tardío / Calcolítico temprano de los sitios funerarios en estudio, agrupados por la ubicación del entierro.
Ubicaciones (arriba): 1, Las Yurdinas II; 2, Los Husos I; 3, Los Husos II; 4, Peña Larga; 5, La Peña de Maranón; 6, La Cascaja; 7, El Montecillo; 8, Layaza; 9, El Sotillo; 10, San Martín; 11, Alto de la Huesera; 12, Chabola de la Hechicera; 13, El Encinal; 14, Los Llanos; 15, Longar. Las fechas de radiocarbono (abajo) se modelan utilizando OxCal 4.2.2.
Tal entorno espacio-temporal es excepcional en el registro europeo, donde existen pocas oportunidades para hacer una comparación entre los individuos enterrados en tumbas megalíticas y no megalíticas. Además, la evidencia de conflictos interpersonales regulares hace de la región incluso un mejor “laboratorio” para el estudio de las enmarañadas relaciones socioeconómicas, culturales y, tal vez, étnicas basadas en comunidades con diferentes prácticas funerarias.
Para explorar si los adultos enterrados en tumbas de piedra eran simplemente miembros más privilegiados de la misma comunidad que los enterrados en cuevas, o si estos representan dos grupos culturales distintos, la autora principal Teresa Fernández-Crespo (izquierda), de la Universidad de Oxford (Inglaterra), y sus colegas partieron datos de isótopos prehistóricos de la zona.
El equipo midió estos átomos con diferentes carga de neutrones de varios elementos, entre ellos de nitrógeno y carbono, de la dentina de los molares de 32 adultos coetáneos. Con ello los investigadores querían rastrear tanto la dieta como la historia de vida de los antiguos pobladores y determinar la edad a la que los grupos comenzaron a exhibir diferencias.
Según explican en el artículo, aunque 32 individuos pueda parecer una muestra pequeña, es importante enfatizar que la diferencia entre cuevas y megalitos ya ha sido demostrada con un gran número de individuos adultos y adolescentes“Estamos buscando la razón detrás de esta diferencia”, apuntan los autores.
Los resultados muestran diferencias significativas en las prácticas de crianza de bebés y niños, y en las estrategias de subsistencia en función de los emplazamientos para el entierro. Los individuos hallados en tumbas de piedra parecían comer más plantas cuando eran niños y también tenían más caries, tal vez por consumir estos alimentos pegajosos y azucarados. Los enterrados en cuevas parecían haber sido destetados antes, pues tenían más calcio en el esmalte de sus dientes.
Tumba megalítica del Alto de la Huesera (País Vasco), uno de los sitios analizados en el estudio (Javier Ordoño).
Por otro lado, se observa un uso diferente del paisaje entre ambos grupos, con una mayor movilidad entre los varones enterrados en cuevas que sugiere la explotación de un paisaje más diverso. Mientras, los varones enterrados en los megalitos muestran una movilidad realmente restringida, generalmente asociada con un sistema de residencia patrilocal y, quizá, derechos sobre la tierra, continúa Fernández-Crespo.
Esto sugiere que el uso de según qué lugar para los enterramientos no dependía del estatus social de un individuo dentro de una misma comunidad que empleaba tanto las cuevas como los megalitos. Más bien se trató de comunidades culturalmente distintas que usaron diferentes lugares para enterrar a sus muertos. Los autores sugieren que las diferentes creencias y estilos de vida podría haber sido una fuente de tensión y competencia, en ocasiones estallando en episodios violentos.
Para la investigadora de Oxford, este trabajo apunta a la existencia de un nivel de complejidad social y división cultural no previamente apreciado en el registro europeo, "dando respuesta a más de un siglo de debate sobre el motivo detrás del uso diferencial de cuevas y de tumbas megalíticas como lugares funerarios durante el Neolítico final".









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