El tesoro arqueológico que se muestra en el Museo de la Acrópolis - AFP
Con alegría y muchas actividades, el Museo de la Acrópolis de Atenas festeja este mes sus diez años de existencia. Una de las joyas para celebrar esta efeméride es la inauguración de una exposición muy esperada: «La ciudad bajo la ciudad», que muestra el núcleo urbano de Atenas situado a los pies de la Acrópolis y que ha sido habitado durante miles de años.
Estas ruinas arqueológicas se descubrieron durante las excavaciones para la estación de Metro cercana al lugar y las que se acometieron para colocar los cimientos del nuevo museo entre 1997 y 2004 (el pequeño museo anterior se encontraba en la propia Acrópolis, entre el Prtenón y el Erecteón). Esas obras tardaron mucho más de lo normal. ¿El motivo? La extraordinaria riqueza arqueológica de lo encontrado y la necesidad del servicio arqueológico estatal de investigar, almacenar y protegerlo todo: restos de templos, residencias de personas muy acomodadas, baños públicos, talleres de cerámica, pozos, tumbas... Ahora ese es el tesoro que se puede ver y visitar.
Hablamos de los 4.000 metros cuadrados que se encuentran bajo el Museo de la Acrópolis, y que muestran la vida diaria de los atenienses desde el siglo VI a.C. hasta el siglo XII, durante la etapa bizantina de la capital.
Reuters
Dimitris Pantermalis (izquierda), arqueólogo y presidente del Museo, ya había confirmado en una entrevista con ABC que la intención del museo era abrir este espacio para ver la ciudad del pasado, algo para lo que se necesitaba tiempo y fondos. Porque hay que recordar que el país atravesó una tremenda crisis económica con hasta tres rescates a partir de 2010, y el museo es una entidad estatal autofinanciada.
Este sueño se ha podido hacer realidad gracias a haber recibido 14,5 millones de visitantes en estos diez años, a cientos de exposiciones y múltiples actividades. También, al hecho de que se pueden «alquilar» su restaurante y su auditorio para presentaciones y actos privados. No hay que olvidar que este museo tiene una administración muy cuidada y entre los vigilantes uniformados de las salas se encuentran arqueólogos dispuestos a contestar cualquier pregunta de los visitantes.
Un museo «ampliado»
Pandermalis declaró con satisfacción que «abrimos ahora una nueva planta del museo, que proporcionará información sobre la vida cotidiana de los atenienses y que se añade a los 15.000 metros cuadrados del museo». Ese museo que en sus tres plantas muestra más de 350 esculturas y los frisos del Partenón: los pocos originales que se retiraron del templo y copias exactas de los muchos que siguen expuestos en el Museo Británico de Londres. Como dice uno de los vigilantes de la sala del tercer piso, donde se encuentran estas célebres y preciadas copias, «cuando finalmente devuelvan lo que se llevó Lord Elgin, sencillamente retiraremos las copias de escayola y colocaremos las piezas originales».
Al entrar en el recinto abierto bajo el museo se ven las edificaciones que a partir del siglo V a.C. muestran el carácter urbanizado de la zona y que, hasta el año 86 a.C., tenía muchas calles estrechas con residencias con pequeños patios, tiendas y talleres. Porque aquel año la zona fue asediada y destruida posteriormente por las tropas del general romano Lucio Cornelio Sila y nadie la habitó durante años.
Posteriormente se crearon pequeñas unidades industriales sobre las ruinas existentes. Y a partir del siglo II d.C., el barrio vuelve a desarrollarse con casas mayores y patios con columnas, cuartos con pinturas murales, en algunos casos mosaicos en los suelos y letrinas privadas o en otros casos baños privados. Una vez más, y debido a la invasión de una tribu germánica en el año 267 d.C., la zona fue destruida y se volvió a construir a partir del siglo IV. Se encuentran en esta época casas más pequeñas, propiedad de ciudadanos de clase media, junto a residencias de mayor tamaño. La vida continuó en este barrio durante varios siglos más, hasta el XIII, con nuevas casas y talleres, y también periodos en los que hubo abandono total de actividad en la zona. Ya sería en el XIX cuando volvería la actividad de este barrio.
AFP
Hoy, a pesar de la crisis que atravesó el país y que hundió el mercado inmobiliario de la capital (todo el mundo quería vender y nadie tenía dinero o acceso a financiación para comprar), esta zona ha ido aumentando de valor y ha ido recuperando cierta importancia.
Como regalo, se acaba de inaugurar también una pequeña exposición dentro del propio museo: un homenaje a los escultores de mármol que desde el siglo XIX hasta hoy mismo trabajan en la Acrópolis, restaurándola con técnica, arte y cariño. Bautizada como «Cincel y memoria», la exposición muestra cómo se sigue utilizando mármol de la misma cantera de su construcción original, en la montaña Pendéli (a pocos kilómetros de Atenas). Muchos de los escultores provienen de familias de dos, tres y hasta cuatro generaciones de artesanos que consideran un gran honor restaurar con piezas hechas por sus manos la Acrópolis. Y la gran mayoría proviene de la isla de Tinos, en el archipiélago de las Islas Cícladas: de ahí eran y siguen siendo los mejores escultores de mármol del país.
Un tesoro arqueológico que se extiende del Neolítico al siglo XII
La nueva exposición, situada literalmente en los cimientos del Museo de la Acrópolis, representa un recorrido en el tiempo y en la historia ateniense. Ya conocían desde hace muchos años los arqueólogos del Ministerio de Cultura que las faldas de la colina donde se encuentra este conjunto monumental de templos habían sido habitadas ininterrumpidamente desde el Neolítico hasta la época bizantina, para volver a crecer a partir del siglo XIX tras la lucha por la independencia del país. Pero ha sido en los últimos años cuando se ha visto que efectivamente los atenienses construían sobre restos de construcciones anteriores en los barrios situados a los pies de la colina, edificados y habitados hasta hoy mismo.
Se trata de un patrimonio histórico de gran importancia y «a capas», es decir, de restos bizantinos sobre restos romanos sobre restos de los cinco primeros siglos antes de Cristo y así sucesivamente hasta la época neolítica.
Los visitantes ven con sorpresa los interiores de algunas residencias privadas con sus cuartos de baño, el sofisticado sistema de canalizaciones con agua caliente para los baños públicos, los pozos de las casas, el interior de varios pequeños talleres de alfarería... Ven, también, cómo se construían los muros y los suelos en distintas épocas de la Antigüedad, de las épocas romana y bizantina, y comprenden cómo a pocos metros del conjunto de la Acrópolis, situado en una colina desde la que se ve El Pireo, vivían los atenienses a través de los siglos, porque con frecuencia los arqueólogos han ido encontrando «pisos»: una residencia sobre otra más antigua, un taller sobre un cementerio más antiguo.
Foto: Arqueólogos explican en las galerías del Museo de la Acrópolis sus diversos contenidos.
La más característica es una casa del siglo V d.C., conocida como el Edificio Z, que posiblemente pertenecía a un oficial de alto rango de la corte imperial. En el siglo XIX se construyó sobre este un gran edificio, el primer hospital militar de Atenas, conocido como Edificio Weller, que tras ser restaurado es ahora la sede de las oficinas administrativas del Museo.
Los tesoros no se acaban ahí, pero no todos están a la vista. El problema que se plantea ahora para el museo es hasta dónde llegar, o más bien hasta dónde retroceder… De los 4.000 metros cuadrados bajo el actual museo el visitante puede admirar restos a partir del siglo VI antes de Cristo. Pero hay otra parte excavada que no está a la vista de todos. Ha sido estudiada y tapada por una capa de tierra para su preservación (y posible exposición en un futuro no muy lejano), mientras que el resto, la parte cercana a la estación de Metro Acrópolis, ha sido o bien conducida al Museo Arqueológico Nacional o bien almacenada.
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