Los Toltecas fueron un pueblo que vivió entre los años 900 y 1200, asentando su capital Tollan-Xicocotitlan – hoy identificada con Tula – en el actual territorio de México. Los Toltecas dominaron la mayor parte del centro de México entre los siglos X y XII, e influenciaron en el arte y la arquitectura en toda la Mesoamérica.
Fueron los primeros en hablar la lengua náhuatl, luego utilizada también por los Mexicas. Los Toltecas tuvieron un enlace especial con la cultura mexica, quienes quizás para afirmar su superioridad entre los pueblos de la zona, se proclamaron descendientes directos de los primeros. El nombre Tolteca en nahuatl quiere decir “maestros constructores”, que era como los llamaban los Mexicas.
La historia de los Toltecas comienza con una leyenda que los describe como una tribu Chichimeca que viene del norte, a principios del siglo X, conducida por un rey llamado Mixcóatl, y que se establece en Culhuacán. No se sabe con exactitud si Mixcoatl existió o fue sólo leyenda, pero su hijo Topiltzin vivió realmente, y es el primer personaje de carne y hueso que aparece en la Historia de México.
Tras la caída de Teotihuacán, los toltecas convirtieron a Tula en el centro de mayor influencia del Altiplano Central mesoamericano, consagrándolo a su dios Quetzalcoatl. Con 16 km2 de extensión y uno 60.000 habitantes, fue un foco comercial y cultural que ejerció influencia sobre culturas que se ubicaban desde los desiertos de Utah hasta las selvas de Costa Rica, haciéndolas herederas de la tradición tolteca y de su dios Quetzalcoatl.
El pueblo tolteca creó una refinada cultura, que incluía conocimientos sobre la fundición del metal, el trabajo de la piedra, la destilación y la astronomía. Su arquitectura y su arte reflejan influencias de Teotihuacán y de la cultura olmeca. Los toltecas fueron un pueblo de artistas, sabio y culto, pero al mismo tiempo, con un muy desarrollado arte de la guerra, lo que les permitió construir un imperio, dominando a los pueblos vecinos.
La civilización tolteca decayó hacia mediados del siglo XII, cuando los chichimecas invadieron el valle central y saquearon Tula, dando inicio a una agonía que se prolongó durante varias décadas. Los toltecas del sur fueron absorbidos por los mayas, a los que habían conquistado anteriormente.
Hacia el siglo XIII la caída de Tula, y del poder tolteca, abrió el camino para la ascensión de los Mexicas. A la llegada de los españoles solo quedaban ruinas de lo que fuera una magnífica ciudad con plazas, pirámides, palacios y terrazas, canales, drenajes, calles calzadas y puentes sobre el río Tula.
El complejo arqueológico de Tula
El centro de Tula consistía en una gran plaza cuadrada presidida por un gran altar, donde se encuentran dos pirámides de cinco pisos y una cancha donde se practicaba el juego sagrado de la pelota. En la menor de las pirámides, bautizada como Tlahuizcalpantecuhtli (estrella de la mañana) dedicada al dios Quetzalcóatl, fueron encontradas, enterradas en una profunda zanja, cuatro colosales estatuas de casi cinco metros de altura, a las que se denominó “los Atlantes de Tula”.
El enterramiento de monumentos ha sido una constante, en casos como las Cabezas Olmecas, la pirámide del Sol en Teotihuacán, los pilares de Gobekli Tepe, los Moais de Rapa Nui, entre otros.
Actualmente reubicados en la cima de la pirámide, se cree que son representaciones de guerreros toltecas. Los Atlantes están ataviados con armas como cuchillos, flechas y un lanza dardos llamados Átlatl (en náhuatl: ‘brazo extendido’), que es por lo que se cree recibieron su nombre.
Otra versión se refiere a un mito de la diosa Atlatona, «señora de las aguas» o «la que brilla en el agua», en el cual los cuatro guerreros habrían sido los protegidos de la diosa quien, luego de perder su devoción de manos de Quetzalcóatl – de quien era su concubina favorita – los volvió en piedra.
Esas impresionantes figuras eran utilizadas como columnas para sostener el techo de un templo que se encontraba en la cima de la pirámide.
Llaman la atención algunos detalles de estos colosos. Hay quienes sugieren que, el elemento que cada uno de ellos porta en su mano derecha, se trata de un arma de fuego, otros la identifican con una herramienta automática de trabajo para dar forma a las piedras. En ambos casos hacen alusión a una tecnología muy fuera de su época y de la visión de la arqueología oficial.
Quetzalcóatl y los Toltecas
Quetzalcóatl es el nombre que dieron los pueblos de habla náhuatl al Ser Supremo. Se compone de dos raíces: Cóatl, ‘Serpiente’, y Quetzal, ‘Ave de plumaje precioso’. Pero para los toltecas, como consideraban que todo el universo tiene una naturaleza dual o polar, creían que el ser supremo tenía asimismo una doble condición: por un lado, crea el mundo, y por el otro lo destruye. La función destructora de Quetzalcóatl recibió el nombre de Tezcatlipoca, “su humo del espejo”, cuya etimología es la siguiente: tezcatl, “espejo”, i, “suyo”, poca, “humo”.
Quetzalcóatl y Tezcatlipoca eran dualidad y antagonía, eran las fuerzas opuestas, al punto que Quetzalcóatl es llamado también Tezcatlipoca blanco, en tanto que el color de Tezcatlipoca es el negro. Otros significados de las raíces del nombre “Quetzalcóatl” que ayudan a entender este concepto tolteca, son: “serpiente, doble, gemelo, ombligo, experiencia, generación, masculinidad, inmovilidad, pecado”. Este término da origen al aztequismo “coate”, “hermano”.
La combinación Quetzal-Cóatl contiene los siguientes significados, todos relativos a las funciones de Quetzalcóatl en la teología tolteca: “serpiente con plumas”, “doble precioso”, “ave de las edades”, “gema de los ciclos”, “ombligo o centro precioso”, “serpiente acuática fecundadora”, “el de las barbas de serpiente”, “el precioso aconsejador”, “divina dualidad”, “femenino y masculino”, “pecado y perfección”, “movimiento y quietud”. El era también reverenciado en la civilización teotihuacana.
La leyenda Cē Ácatl Tōlpīltzin Quetzalcóatl – Rey de Tula
Quetzalcóatl es también el nombre nahuatl de los mesías mesoamericanos y el título de los sacerdotes supremos de la religión tolteca. Se manifestó en diversos profetas históricos, el último de los cuales fue Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl, Rey de Tula que vivió entre los años 947 y 999. Según la leyenda Cē Ácatl Tōlpīltzin fue el rey sacerdote de la mítica ciudad de Tollan, ciudad que algunos estudios han identificado con la de Tula, en el siglo X de nuestra era.
Tollan-Xicocotitlan (Tula) era la capital de la cultura tōltēca donde Ce Acatl Topiltzin era el principal sacerdote del dios Quetzalcóātl, y tomó de los dioses las artes y ciencias para darlas a los hombres. Se dice que gobernó con justicia y criterio humanista, sustituyendo el sacrificio humano por el de aves, mariposas y otros insectos. Cuenta la leyenda que una vez, después de verse en un espejo que le mostró Tezcatlipōca, consideró que su rostro era horrible, por lo que se dejó crecer la barba y posteriormente comezó a usar una máscara.
Cē Ácatl Tōlpīltzin es considerado como representación de Quetzalcóātl en la tierra, habiendo llevado una vida ejemplar y casta. Si embargo, no todos los habitantes de Tollan-Xicocotitlan lo veían con buenos ojos y comienza a tener enfrentamientos con los adoradores de Tezcatlipōca, quienes por medio de engaños, hacen que se embriague y falte a su celibato.
Debido a su terrible falta, Cē Ácatl Tōlpīltzin Quetzalcóātl debe abdicar y partir exiliado junto con sus seguidores a la Península de Yucatán. Allí fusionan su cultura con la de los Mayas y establecen la ciudad de Chichén Itzá, convirtiéndola en su capital y en un importante centro religioso.
Según la leyenda, Cē Ácatl Tōlpīltzin Quetzalcóātl no muere en el exilio, sino que retornó a las costas del Golfo, fue a la orilla del mar y se inmoló en una pira, convirtiéndose en “la estrella de la mañana”, Venus. Otra versión dice que subió a bordo de una balsa de serpientes y desapareció en el horizonte. Pero antes de su desaparición, Quetzalcóātl prometió regresar cierto año, que casualmente coincidió con la llegada de los españoles en 1519, lo que ayudó de sobremanera a éstos en su Conquista de América Central.
Como esta coincidencia fuera poco para que los Mexicas creyeran que se trataba del regreso de sus Dioses, la tradición describe a Quetzalcóātl como un hombre blanco y barbado, como Hernán Cortés.
articulo publicado en...https://reydekish.com/2015/02/26/los-toltecas/
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