Los propósitos de Año Nuevo son una tradición bastante habitual en Occidente, aunque también común en el resto del mundo, por las que un individuo hace una promesa en el último día del año con vistas a realizar determinados cambios en su vida o modificaciones en su conducta a partir del año que empieza. Se cree que los babilonios fueron los primeros en llevar a cabo propósitos de Año Nuevo hace unos 4.000 años. Y desde entonces, gente de todo el mundo lleva incumpliéndolos.
Los antiguos babilonios hacían promesas a sus dioses a principios de cada año, es decir, a mediados de marzo, como por ejemplo que devolverían objetos que habían tomado prestados y pagarían sus deudas. Marzo era una época del año lógica para comenzar el año, ya que es cuando empieza la primavera y se siembra en los campos de cultivo. Pero los babilonios tenían una motivación más importante para mantener sus promesas que la que tenemos nosotros en la actualidad, ya que para los pueblos de la antigua Mesopotamia mantener sus promesas implicaba que sus dioses les colmarían de bendiciones en el transcurso de los doce meses siguientes, mientras que en caso de incumplirlas perderían el favor de los dioses.
Esta práctica sobrevivió hasta la época del Imperio Romano, en la que los devotos ofrecían sus propósitos de buena conducta a la deidad de dos caras llamada Jano, el dios de los comienzos y los finales, que mira simultáneamente hacia atrás, al año viejo, y adelante, al año nuevo.
Miniatura de mediados del siglo XV en la que se observa una típica escena de un ‘banquet du paon’ (“banquete del pavo real”). Ilustración del manuscrito ‘Libro de las conquistas y los hechos de Alejandro’, París, Museo del Petit-Palais.
En la época medieval los caballeros tomaban los “votos del pavo real” (les voeux du paon) al finalizar el año para reafirmar su compromiso con la caballería, mientras que los cristianos primitivos creían que el primer día del nuevo año debía ser utilizado para reflexionar sobre los errores del pasado y adoptar la resolución de ser mejor en el año que empezaba. En los servicios religiosos de la nochevieja, muchos cristianos se preparaban para el año nuevo rezando y adoptando estas resoluciones.
Existen otros paralelos religiosos de esta tradición. En el Año Nuevo del judaísmo, que se inicia con el Rosh Hashanah, es seguido por los Días de Penitencia (Yamim Noraim) y culmina en el Yom Kippur (Día de la Expiación), el individuo debe reflexionar acerca de los pecados cometidos a lo largo del año, con la intención de obtener el perdón, pero también de perdonar a los demás. La idea, independientemente de la religión que se profese, es la de reflexionar una vez al año acerca de cómo mejorarnos a nosotros mismos.
‘Judíos rezando en la sinagoga el día de Yom Kippur’, óleo de Maurycy Gottlieb
En la actualidad, lo único que ha cambiado (para algunos) es que en lugar de hacer promesas a los dioses nos hacemos las promesas a nosotros mismos. Y dado que no nos es posible autocastigarnos arrojándonos rayos y truenos por no mantenerlas, no debe sorprendernos que más tarde o más temprano acabemos fallando a la hora de cumplir nuestra palabra.
Un estudio realizado en el año 2007 por el profesor de la Universidad de Bristol Richard Wiseman reveló que, de los 3.000 individuos objeto de estudio, el 88% de los que habían adoptado resoluciones de Año Nuevo fallaron, pese al hecho de que el 52% de los participantes en el estudio confiaban en un principio en cumplir sus propósitos.
Pero no todo está perdido. El estudio también demostró que los hombres consiguieron alcanzar su objetivo en un 22% más de casos cuando se habían comprometido a cumplir un propósito determinado, mientras que las mujeres tenían éxito en un 10% más de casos cuando hacían públicos sus propósitos y contaban con el apoyo de amigos.
Autor: April Holloway
articulo publicado en...http://www.ancient-origins.es/noticias-general-historia-tradiciones-antiguas/los-prop%C3%B3sitos-%C3%B1-nuevo-buenas-intenciones-promesas-incumplidas-lo-largo-la-historia-003961?nopaging=1
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