jueves, 5 de diciembre de 2013
El ovni que guió a los Reyes Magos
¿Era un ovni la estrella de Belén? Su trayectoria aparentemente dirigida ha llevado a muchos estudiosos a plantearse la posibilidad de que se tratara de un aparato tripulado por seres inteligentes.
El ovni que guió a los Reyes Magos
Aprovechando la onda navideña...
Unos sabios han llegado hasta un pequeño pueblo de Palestina llamado Belén siguiendo una extraña señal en el cielo. Es una primavera cálida del año IV, o tal vez V, antes de nuestra era, el momento en el que se está escribiendo una historia que tendrá un profundo eco durante los próximos 2.000 años para miles de millones de personas. Esos sabios son conscientes de que se encuentran al final de un largo camino que iniciaron hace más de tres meses en su lejana tierra de origen, Mesopotamia. Un camino que ha estado plagado de dificultades y de retos de todo tipo, pero en el que siempre estaba clara la dirección hacia la que debían marchar. Había algo que desde el cielo les indicaba el camino: algunos lo llamarían más tarde estrella, pero otros dijeron que era algo diferente, una de esas luces que aparecen en el cielo de tarde en tarde y que se desplazan a través de él. Una luz brillante que les indicaba hacia dónde tenían que dirigirse, que se movía con ellos y que cuando debían parar se quedaba quieta en el cielo. Una extraña luz que muchos creen que, si hubiese que llamarla de alguna manera, la palabra clave hoy sería ovni.
Luz Inteligente
Esos sabios de Oriente vieron desde sus observatorios una luz extraña que había aparecido súbitamente en el cielo y decidieron seguirla. Cada día la luz se desplazaba con ellos y al llegar cerca del Mediterráneo se detuvo sobre la ciudad de Jerusalén. Allí esos hombres sabios hablaron con el rey y le explicaron que el motivo de su viaje era rendir pleitesía al nuevo heredero, al nuevo rey que acababa de nacer. Después los magos siguieron de nuevo a esa luz que se desplazaba por el cielo hasta que se detuvo sobre esa pequeña población situada a apenas 7 km de Jerusalén. Era la señal que su viaje había concluido. Allí se encontraba el elegido. “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en los tiempos del rey Herodes, vinieron de Oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: '¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarle'”.
Estas líneas del Evangelio de Mateo son la primera referencia a la estrella de Belén. Una alusión que se complementa unos versículos después cuando, tras la entrevista de los magos con el rey Herodes, dice el texto bíblico: “He aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos hasta que, llegando, se detuvo donde estaba el Niño. Y al ver la estrella se regocijaron con un gozo muy grande”. ¿Qué pudo ser esa luz que les guió aparentemente de forma inteligente durante todo su viaje? Son muchas las posibles respuestas que se han barajado: desde alineaciones astrológicas a fenómenos astronómicos fuera de lo común como meteoritos, estrellas novas o cometas, pasando por espectaculares conjunciones planetarias. Pero todas esas posibilidades no explican el extraño comportamiento que tuvo esa singular estrella que guió a los Magos de Oriente. Un comportamiento que muchos estudiosos no han dudado en calificar de inteligente. La estrella de Belén no indicó solo el camino que debían seguir, sino que, lo que aún es más importante, llegó a detenerse en dos ocasiones para señalar dónde tenían que parar: primero sobre Jerusalén y luego sobre Belén, donde se encontraba el recién nacido Jesús. No hay ningún fenómeno natural que pueda justificar este prodigio, y solo si se tratase de algo con un control inteligente se podría explicar ese comportamiento. Si se admite la realidad del relato bíblico, no hay ninguna explicación natural que concuerde con la descripción de la estrella de Belén.
Hipótesis insostenibles
En el imaginario popular la estrella de Belén se representa como un gran cometa, con su característica cola. Una imagen que en buena parte se debe al cuadro de Giotto La adoración de los Reyes Magos, de 1304, en el que aparece sin duda como gran cometa. En la imagen plasmada por el artista italiano influyó muy probablemente la brillante aparición solo tres años antes del cometa Halley, un cuerpo celeste que se acerca a la Tierra cada 76 años. Hay registros de que su aparición en el año 12 a.C. fue realmente espectacular, con un brillo de magnitud 1, comparable al de las estrellas más brillantes. Pero fue un suceso que tuvo lugar años antes de la época en la que nació Jesús. Los astrónomos chinos y su meticuloso registro de cualquier novedad celeste dejaron constancia de la aparición de dos cometas en la época aproximada en la que este vino al mundo. Entre marzo y abril del año 5 a.C. fue visible un cometa con una cola de un tamaño notable en lo que ahora se denomina constelación de Capricornio. En abril del año siguiente se registró la aparición de otro cometa, en este caso en la constelación del Águila, aunque con menor brillo que el del año anterior. ¿Fue un cometa la estrella de Belén? Los cometas son unos astros bien conocidos y considerados diferentes de las estrellas, que es la figura mencionada en los textos evangélicos, y, desde luego, no se paran para indicar un lugar concreto. Además, al tratarse de cuerpos ubicados fuera de nuestro planeta su situación aparente no cambia para alguien que se esté desplazando por él. Es imposible que algo así pueda guiar con tanto detalle, hasta el punto de detenerse sobre una pequeña aldea. Lo mismo puede decirse de una estrella nova, otra de las explicaciones propuestas para la estrella de Belén, pues es evidente que la posición aparente de un astro situado a tal distancia de nuestro planeta no cambia para un viajero, y mucho menos se detiene sobre un lugar concreto. Otros fenómenos, como las estrellas fugaces –según propuso el conocido divulgador astronómico británico Patrick Mooreo los meteoritos, tampoco parecen ser una respuesta satisfactoria. Se trata de fenómenos bastante corrientes y tan efímeros que resulta difícil pensar que fuesen el origen de lo que vieron los Reyes Magos. Una conjunción de varios planetas, como las que tuvieron lugar entre Júpiter y Saturno en el año 7 a.C. tampoco explica el fenómeno descrito en el texto bíblico: son fenómenos fugaces, de apenas unas horas de duración, que no podrían convertirse en la guía de unos viajeros que durante varios meses atravesaron miles de kilómetros. Además, otro detalle que no conviene olvidar es que en esa época los viajes se solían realizar de día, y con la luz del Sol es prácticamente imposible ver un cometa o estrella. Y, desde luego, si hubiese habido alguna nueva estrella tan brillante como para poder ser vista a plena luz, habría sido un espectáculo de tal magnitud que en todo el mundo habrían quedado registros escritos de ese prodigio. Pero nadie, aparte de los magos de Oriente, percibió nada anómalo en el firmamento.
Giotto creyó que el cometa Halley fue la Estrella de Belén
Secretos "de familia"
Si los templarios fueron los custodios de la Síndone antes de su aparición oficial en Europa en 1353, es posible que podamos detectar algún signo de ello precisamente por la forma en la que la tela sagrada surgió en Lirey. El primer mediador entre los templarios y la Síndone fue Othon de la Roche, emparentado con el poderoso dignatario templario Amaury de la Roche. En la hoguera de 1314, que apagó la vida del último Gran Maestre de los templarios, Jacques de Molay, también fue quemado Geoffroy de Charny, Gran Preceptor de Normandía. La tela reapareció después a través de un descendiente directo de este último, su homónimo Geoffroy de Charny, caballero cruzado y señor de la tierra de Lirey (diócesis de Troyes, importante encomienda templaria). Geoffroy hizo construir una iglesia en Lirey para acoger y mostrar la reliquia, como demuestra una carta fechada en 1389 y firmada por el obispo de Troyes, Pierre d’Arcis, en la cual se afirma que la Síndone había estado públicamente expuesta durante 1355. Probablemente los Charny la poseyeron desde el momento en el que llegó a Francia. En 1745 circulaba en este país un documento, el Manuscrito Schifman, que explicaba que Jaques de Molay había confiado al hijo de Guillermo de Beaujeaux (otro célebre Gran Maestre) el lugar en el que estaba escondido un cofre de plata con algunos bienes pertenecientes al rey Baldovino de Jerusalén. Molay afirmaba haber llevado un cofre a Francia haciéndolo pasar por el féretro de Beaujeaux, muerto durante el asedio de Acri. La descripción del mismo parece corresponder con el contenedor de plata que protegía la Síndone en Chambéry y que sufrió daños durante el incendio de la iglesia en 1532. En 1418 también se relacionó la Sábana Santa con la familia La Roche (lo que podría apuntar a un secreto que se transfería por el linaje familiar) cuando uno de sus miembros, Humbert, conde de La Roche y descendiente de Othon de la Roche, contrajo matrimonio con Marguerite, una sobrina del propio Godofredo de Charny,convirtiéndose en señor de Lirey. Entre las reliquias que obraban en su poder se cita “la semblanza o representación de la Síndone de Nuestro Señor”. Marguerite enviudó en 1443 y declaró estar en posesión del velo conquistado durante la guerra por su familia. En marzo de 1453 se lo donó a Ludovico de Saboya, quelo hizo colocar en la capilla santa del castillo de Chambéry, donde se conservó hasta 1578. Finalmente se transfirió a Turín, primero como propiedad de los Saboya, que más tarde lo donaron al Vaticano. El resto es historia conocida.
Ovnis desde siempre
Una vez descartados los fenómenos naturales, la única explicación para la estrella de Belén, tal como está descrita en la Biblia, es que se tratase de un objeto luminoso dirigido por la voluntad inteligente de conducir hasta Belén a los magos de Oriente. Un objeto controlado inteligentemente que indicaba el camino a los viajeros y que se encontraba a escasa altura, de forma que solo ellos y quienes estaban en los alrededores podían ver aquella luminaria en el cielo. La aparición de objetos luminosos en el cielo no es algo que se haya producido solo en los últimos sesenta años, como todavía creen muchos. Aunque la moderna historia de los platillos volantes se inició con el avistamiento de Kenneth Arnold, en 1947, hay numerosos registros de las apariciones de esas luces misteriosas años y siglos antes. A lo largo de la historia no son extrañas las narraciones de avistamientos de misteriosas señales en el cielo en determinados momentos históricos: escudos voladores antes de batallas o luces en el cielo que aparecen en un momento clave en la historia. Uno de los más firmes defensores del origen inteligente de la estrella de Belén es el escritor y divulgador Juan José Benítez, que en 1983 publicó el libro El ovni de Belén, en el que argumentaba que la luminaria que guió a los magos hasta el recién nacido Jesús era lo que hoy en día llamaríamos un objeto volante no identificado. Un objeto guiado por una inteligencia extrahumana. “Por simple eliminación –escribe Benítez– si la estrella de Belén existió, y estoy convencido de ello, solo pudo tratarse de un objeto brillante, capaz de guiar a una caravana a lo largo de mil trescientos kilómetros, y consecuentemente, tripulado inteligentemente. Lo que hoy muchos llaman ovni.” Hoy solo podemos especular sobre lo que realmente ocurrió hace dos milenios, pero si se extrapola lo que conocemos sobre el extraño comportamiento de los ovnis es posible imaginar el día en que apareció sobre la población en la que se encontraban los magos de Oriente un objeto luminoso visible incluso de día que, indudablemente, les llamó la atención. Ese objeto podría haber permanecido estático durante un tiempo y después comenzar a desplazarse en dirección al Oeste. Eso debió de ocurrir durante unos días, o semanas, hasta que esos hombres sabios comprendieron que debían seguirlo, que su aparición suponía un mensaje determinado, tal vez el nacimiento de un gran rey. Una vez comenzó el viaje, la nave siempre permaneció señalando el Oeste, en dirección al lejano Mediterráneo. Y día tras día fueron siguiendo el camino que indicaba hasta que llegó a Jerusalén. Después de la entrevista con Herodes, el objeto luminoso volvió a aparecer para guiar a los viajeros hasta la última etapa de su viaje, la pequeña población de Belén, donde se encontraba un recién nacido muy especial. ¿Cuáles eran las motivaciones de quienes dirigían ese ovni? ¿Querían influir de alguna manera en la historia humana? ¿Pretendían fomentar y dirigir el nacimiento de una nueva religión que tendría una gran importancia en la historia y en las creencias de buena parte de la humanidad?
Fuentes discrepantes
Solo uno de los evangelios admitidos por la Iglesia católica, el de Mateo, recoge la historia de la estrella de Belén y los Reyes Magos de Oriente, algo que para muchos estudiosos resulta sospechoso, y más si se tiene en cuenta que tampoco San Pablo menciona el suceso en ninguna de sus cartas. Estos son los documentos más tempranos del cristianismo, previos al primer Evangelio, que fue escrito una década más tarde. El hecho de que Pablo de Tarso, el fundador del cristianismo como religión organizada, silencie un suceso que debió de ser tan milagroso hace que las sospechas sobre la autenticidad del mismo sean más fuertes. Tanto el Evangelio de Marcos como el de Juan evitan entrar en detalles sobre los primeros años de la vida de Jesús, mientras que el otro evangelista que sí habla de esa época, Lucas, no menciona ni la estrella de Belén, ni a los Reyes Magos, ni la masacre ordenada por Herodes entre los niños judíos, ni siquiera la huida de la Sagrada Familia. La aparición de la estrella señalando el lugar del nacimiento de Jesús solo es mencionada en los Evangelios considerados apócrifos por la Iglesia, que fueron escritos más de un siglo después del de Mateo. En uno de ellos, el Protoevangelio de Santiago, se habla de la presencia de “una estrella muy brillante y de un resplandor tan grande que eclipsaba al resto de las estrellas convirtiéndolas en invisibles”, algo que parece a todas luces una exageración, pues un fenómeno tan espectacular habría sido mencionado no solo por los otros evangelistas, sino por los historiadores locales. Al parecer, estos escritos más tardíos no son más que versiones exageradas de los primeros. Otros detalles del texto de Mateo, como que la estrella que guió a los magos de Oriente desapareciera y después volviera a aparecer para indicarles el camino entre Jerusalén y Belén, a escasos kilómetros al sur de la capital judía, no encajan con ningún suceso astronómico conocido.
Campaña pro "ovni de navidad"
Una singular propuesta de un profesor portorriqueño alimentó la polémica durante las Navidades de 2007 en varios países de América. Reinaldo Ríos, conocido por su labor en el campo de la investigación y la divulgación del fenómeno OVNI durante 25 años, propuso públicamente a la Iglesia que se cambiase la clásica estrella de Belén en los belenes por un ovni. “Sustituye la estrella por un ovni” fue el lema de la campaña, que encontró numerosos seguidores entre ufólogos y creyentes en este fenómeno en general de diversos países americanos, pero también muchos detractores entre los sectores más conservadores de la Iglesia católica y de otras confesiones cristianas en esa región. Este convencido defensor de la realidad de los ovnis llegó a enviar una petición al Vaticano para que reconociese que la estrella de Belén solo podía ser un ovni y para que, en consecuencia, cambiase la forma de representarla en el nacimiento. En una rueda de prensa emitida por numerosas emisoras de radio desde la localidad de Lajas, famosa en Puerto Rico por los numerosos avistamientos OVNI que allí se han producido, Ríos destacó que las estrellas no se pueden mover respecto a la Tierra y que Dios no violaría sus propias leyes físicas. Solo un ovni, un aparato volador dirigido inteligentemente, podría guiar a alguien hasta Belén. También recordó la frase de Jesús “Mi reino no es de este mundo”, que se puede interpretar como una referencia a la existencia de extraterrestres. Si hubiese dicho que su reino estaba en el cielo habría quedado más claro que se refería a un reino espiritual y no material. Otra frase de Jesús que Reinaldo Ríos habla de que en casa de su padre hay muchas moradas puede entenderse como el reconocimiento de la existencia de muchos planetas habitados por seres inteligentes, dijo este ufólogo. Ríos cree que ya es hora de que la Iglesia reconozca una verdad que ha estado ocultando durante 2.000 años.
FUENTE: Revista española MAS ALLA (edición Nº 999).
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