viernes, 27 de septiembre de 2013

KON-TIKI-VIRACOCHA: TRAS LAS HUELLAS DEL DIOS BLANCO

A pesar de estar en el siglo XXI, el Nuevo Mundo no ha dejado de guardar incontables misterios para la humanidad. Enormes pirámides escalonadas en México, Tahití y Samoa, así como estatuas de Piedra con imágenes humanas que han sido halladas en Pitcairn, las Marquesas y la popular isla de Pascua, han movido a la investigación para averiguar quiénes pudieron ser los constructores de semejantes maravillas. Las hipótesis plantean puntos de vista diferentes. Una de ellas supone que los ingenieros arquitectos pudieron ser hombres que en una época aún no determinada, poblaron la Tierra en todos sus confines. La otra induce a la idea de que se trataba de un grupo reducido de hombres que se las ingeniaban para viajar largas distancias, incluso por mar, y dejaban a su paso huellas imborrables de su cultura. La última habla de seres extraterrestres que en tiempos arcaicos peregrinaron por la superficie de nuestro planeta. Cuando los primeros colonizadores españoles pisaron el Perú, se quedaron sorprendidos ante los gigantes monumentos abandonados en el paisaje. Según los incas, aquellos colosos fueron erigidos por una raza de dioses blancos que vivieron allí en tiempos inmemoriales. Aquellos arquitectos eran hombres sabios, pacíficos, que no sólo transmitieron sus conocimientos sobre agricultura, astronomía y arquitectura, sino que también enseñaban modales y costumbres. Lo cierto es que aquellos dioses blancos desaparecieron hace muchísimo tiempo atrás de sobre la faz de la tierra, y lo hicieron de un modo brusco, inesperado, dejando tras sí la estela del enigma. De estos misteriosos seres las leyendas recogen el paso de Tangaroa, Rongo, Hotu Matua, entre otros. Pero quizás el que más sobresale es el nombre del dios Tiki, quien, como los demás, aseguraba venir de un país calcinado por el sol. Maui, uno de los adeptos de Tiki y pariente cercano además, aseguraba que procedía de un lugar llamado Pura, y la palabra pura es la que indica la parte del cielo por donde se levanta el sol. Así no era difícil adivinar que Tiki, por ser pariente suyo, provenía del mismo sitio. Gracias a ello, los indígenas del Perí lo llamaron Illa-Tiki o Kon-Tiki, que dicho de otra manera significa Fuego-Tiki o Sol-Tiki. En tiempos anteriores a los incas, en la zona litoral del Perú, los indios lo denominaban Kon, mientras en el interior del país era conocido como Tiki. Sin embargo, cuando los incas llegaron al poder descubrieron que estos dos nombres pertenecían a la misma divinidad que ya ellos llamaban Viracocha, es decir Espuma de Mar, y entonces unieron los tres nombres: Kon-Tiki-Viracocha, aunque algunos han llegado a pensar que su verdadero nombre era Inga Viracocha. Este dios en particular era sumo sacerdote y líder de los demás dioses blancos que lo seguían. Junto con él al menos doce hombres más habían arriesgado sus vidas cruzando el mar por intentar llegar a la Polinesia. Sus nombres, afortunadamente, se han conservado hasta nuestros días: Ku, Kane, Kama, Kura, Kukara, Ilo, Mauri, Ra, Rangi, Papa, Taranga e Hiti. Estos hombres blancos encabezados por Tiki se alargaban los lóbulos de las orejas artificialmente. Eran llamados Orejas Largas por los incas. Los indios vecinos de la mítica ciudad de Tiahuanaco, aseguraban que el lago titicaca era el lugar de residencia del dios Tiki, pero una leyenda cuenta que los dioses blancos fueron perseguidos y masacrados por un jefe indio llamado Cari proveniente del valle de Coquimbo. Todo parece indicar que la raza blanca quedó parcialmente aniquilada por aquel salvaje, pero Tiki y algunos de sus hombres lograron escapar. Los indios que habitaban ambos lados de las Américas, contaban que en tiempos pasados unos hombres barbudos, de piel blanca, ojos azules y cabellos de color rojo, desembarcaron en las costas de su país. Venían en grandes naves que poseían alas de cisne y casco luminoso. Lo cierto es que tiempo después de haber salido huyendo del Perú, Tiki y sus adeptos fueron a parar a la isla del Polinesio. Los habitantes de estos pequeños trozos de tierra pertenecen a la misma raza polinesia que ven en Tiki a su antepasado original. Allí los orejones fueron atacados por un grupo de Orejas Cortas (caníbales) que, al parecer atraído por el color blanco de sus pieles y el color rojizo de sus cabellos, no pudieron evitar la tentación de exterminarlos. Otra historia cuenta que en la antigüedad la isla de Pascua estuvo habitada por hombres que preferían la carne humana por encima de cualquier otra. Estos hombres convivían con una raza de piel blanca y orejas alargadas que rechazaban enfáticamente esta práctica. La leyenda cuenta que los orejones se mostraron en exceso exigentes con los Orejas Cortas y que éstos, como consecuencia, quemaron vivos en una zanja a todos los orejones. Sin embargo, aún se levantan imponentes las gigantescas estatuas de la isla de Pascua, estatuas de piedra que alcanzan la altura de un edificio de tres o cuatro pisos y que representan a sus constructores, seres con las orejas alargadas hasta los hombros y el cabello de color rojizo. Pero, ¿de dónde salieron estos dioses que no pudieron mantenerse vivos a pesar de su evidente alta cultura? Una de las leyendas cuenta que los dioses blancos encabezados por Tiki provenían del Oriente, de un país desértico del cual habían partido setenta días atrás. En esa dirección encontraremos los desiertos del Perú, lugar que por el clima corresponde a las descripciones del país calcinado por el sol que contaba Tiki. Pizarro, durante la conquista, llevó a cabo el saqueo y la destrucción de los templos incas. En el Cuzco, nos cuenta, existía una estatua de tamaño colosal que representaba a un sujeto vestido con una túnica y calzado con sandalias. En otro templo también habían erigido una estatua en adoración al dios blanco Kon-Tiki-Viracocha, vestido con un largo traje y con porte altivo. Un cronista de la época señala que cuando los españoles vieron aquella divinidad creyeron que San Bartolomé había llegado al Perú. Los conquistadores, un tanto sobrecogidos ante la extraña imagen, no la destruyeron hasta pasado cierto tiempo. Algunas de las leyendas de los indios chemúes narran que el dios blanco llegó del Norte por el mar y luego ascendió al lago titicaca. Justo en esa dirección nos queda Colombia y allí vivían los chibchas, otro de los pueblos que cuando se enfrentaron a la conquista española aseguraban haber conocido al maestro blanco Bochica. Lo describen del mismo modo que los incas y los polinesios describían a Kon-Tiki-Viracocha. Según los chibchas el dios blanco reinó por muchos años y lo llamaban también Sua, o sea, Sol. A este lugar llegó del Este. Hacia el Este queda Venezuela, una región habitada en tiempos arcaicos por un dios blanco que llamaban Tume (o Zume), quien enseñó a los índigenas locales a cultivar la tierra y que además, parado sobre una alta roca, les enseñó leyes y mandamientos. Al Norte de Colombia y Venezuela, justo en el lugar donde en la actualidad se encuentra el Canal de Panamá, los indios cunas cuentan que después de la gran inundación (¿se referirán al Diluvio?) apareció alguien que les enseñó disímiles oficios. Con él venían varios jóvenes que, como los Apóstoles, predicaban su doctrina. En México, los famosos aztecas hablaban del dios Quetzalcoatl. Este vino del reino del sol, y como Tiki en la Polinesia prohibió los sacrificios humanos y predicó la paz. Cuentan que el diablo volvió malvado a Quetzalcoatl y éste, avergonzado por su mal comportamiento, decidió abandonar el país. Lo hizo en dirección Sur. Vecinos de los aztecas eran los mayas. Estos aseguraban que sus antepasados arribaron a aquella zona en dos ocasiones. La primera de estas migraciones –y al parecer la más grande- provino del Este y eran conducidos todos por un dios blanco llamado Itzamna. La segunda migración llegó del Oeste y entre ellos venía Kukulkán, constructor de pirámides y fundador de Mayapan y Chichen-Itzá. Luego, desapareció rumbo al sol poniente. Justo en esa dirección está la región de Tzendal en la selva de Tabasco. Allí se conservan leyendas que hablan de Votán, quien venía desde Yucatán. Este dios, según lo que él mismo confesaba había sido mandado por los dioses para que dividiera la tierra, la repartiera a las distintas razas humanas y diera a cada una de ellas su lengua. El país del cual procedía fue bautizado Valum Votán. Más tarde, partió hacia la meseta de Zoque y allí fue rebautizado con el nombre de Condoy. Según la leyenda de los indios de aquella parte del mundo, llegó dios padre y les enseñó a vivir como personas. Al Sur estaban los quichés de Guatemala. Estos llamaron al dios blanco Gugumatz. En fin, que el dios barbudo recorrió desde las costas de Yucatán toda la América Central y del Sur hasta el litoral peruano y desde allí zarpó para el Oeste hacia la Polinesia, donde encontró la muerte en manos de los Orejas Cortas. Conclusiones, los aztecas y toltecas de México llamaban al dios blanco Quetzalcoatl, los incas lo bautizaron Kon-Tiki-Viracocha, para el chibcha era Bochica y para el maya Kukulkán. Lo cierto es que, fuese su nombre real el que fuera, todo parece indicar que un extraño hombre de piel blanca, barbudo, de ojos azules y pelo rojizo, sabio por sus conocimientos y hábil constructor de estatuas y pirámides, estuvo paseándose por el Nuevo Mundo mucho antes del advenimiento de los colonizadores europeos. El enigma sigue en pie: ¿quiénes fueron estos dioses blancos que a pesar de haber muerto hace miles de años, siguen vivos en la memoria de toda la América? Publicado por Maykel Reyes Leyva FUENTE--http://maykel-reyes.blogspot.com.es/2009/06/kon-tiki-viracocha-tras-las-huellas-del.html

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