Según esta acusación, el célebre arqueólogo habría entregado a Gardiner un amuleto utilizado como ofrenda a los muertos. Carter le había asegurado que no provenía del sepulcro, pero cuando el entonces director del Museo Egipcio de El Cairo, Rex Engelbach, lo contempló, dijo que estaba fabricado con el mismo molde que otros encontrados en la tumba y dio por seguro que ése era su origen. Indignado, Gardiner escribió al jefe de la excavación, que había supervisado el vaciado del sepulcro y el traslado de todos los objetos a través del Nilo hasta El Cairo.
"Lamento profundamente haber sido llevado a una posición tan incómoda. Naturalmente, no le dije a Engelbach que había obtenido el amuleto de ti", se lee en la carta, parte de una colección privada, que
se publicará completa junto a otras misivas próximamente en el libro
"Tutankhamun and the Tomb that Changed the World (
Tutankamón y la tumba que cambió el mundo)", del egiptólogo estadounidense
Bob Brier. "Se sospechaba que habían entrado en la tumba antes de su apertura oficial y habían sacado artefactos, incluidas joyas, las cuales fueron vendidas tras sus muertes", sostiene Brier (izquierda), para quien
la nueva carta es una "prueba definitiva". El hallazgo en 1922 de la tumba del niño rey, casi intacta, captó la atención del mundo entero y renovó el interés por el Antiguo Egipto. La cámara funeraria se encontró llena de tronos, carros y otros objetos que componían el ajuar funerario con el que el joven faraón, tras haber muerto a los 19 años, debía cruzar la orilla hacia el más allá según las creencias egipcias.
Entre los objetos hallados destaca la
máscara funeraria de Tutankamón (derecha), realizada en oro expuesta en el Museo de El Cairo y una de las imágenes más reconocibles del arte del Antiguo Egipto.
Carter, cuya expedición había sido financiada por Lord Carnarvon, supervisó durante la década siguiente la extracción y el traslado de los objetos que quedaban en la tumba hasta el Museo Egipcio de El Cairo, pero aseguró que los tesoros más valiosos habían sido saqueados en la antigüedad.
Lord Carnarvon, su hija Lady Evelyn Herbert y Howard Carter en la entrada de la tumba en 1922.
Algunos egiptólogos pusieron en duda esa afirmación. Según explica The Guardian, en 1947 un empleado de Carter, Alfred Lucas Thomas, aseguró en una revista científica de El Cairo que Carter había abierto en secreto la puerta de la cámara funeraria antes de volver a sellarla.
Brier explicó al medio británico que "Carter nunca admitió las acusaciones ni tampoco existe ninguna negación oficial. No obstante, el gobierno egipcio lo excluyó de la tumba por un tiempo. Había muchos malos sentimientos y pensaban que estaba robando cosas".
Aspecto de la antecámara de la tumba de Tutankamón nada más ser descubierta. Fotografía de Harry Burton (1922).
En su libro, Brier escribe que los egipcios no pudieron demostrar sus sospechas, pero estaban convencidos, por ejemplo, de que Carter había estado planeando robar una cabeza de madera de Tutankamón que se encontraba en su poder. Además, Brier asegura haber encontrado objetos en el mercado de antigüedades que fueron propiedad de Carter y que "claramente provienen de la tumba".
Algunos de esos objetos llegaron a museos, entre ellos el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, que en 2010 anunció que enviaría a Egipto varios objetos que adquirió entre 1920 y 1940 y que "pueden atribuirse con certeza a la tumba de Tutankamón".
Fuente: elespanol.com | 14 de agosto de 2022
El arqueólogo y egiptólogo, el doctor Zahi Hawass examinando la tumba del faraón Tutankamón en el valle de los reyes en Luxor ©RADIALPRESS
De cómo aparecieron más objetos de la tumba de Tutankamón
Por Fernando Prado.
Del año 90 al 91 estuve trabajando en Londres en el bufete de abogados de un hermano mío. Una noche me invitaron a cenar unos amigos de mi hermano con los que me llevaba especialmente bien. Eran gente muy bien relacionada y metidos en la pomada social y artística por lo que la cena fue muy divertida y la gente que me presentaron apasionante.
Alegres, pero no muy perjudicados, nos fuimos a una discoteca del Soho llamada Limelight, que me dio un mal rollo de espanto, ya que se trataba de una iglesia desacralizada. Nos juntamos con otros amigos suyos que ya estaban allí y que tenían una mesa reservada, y, tras las presentaciones: alcohol y bailoteo. Mientras todos bailaban nos quedamos solos en la mesa un inglés algunos años mayor que yo y quien esto narra. George, que así se llamaba, después de charlar un buen rato me contó la siguiente historia.
Unos años antes había muerto su abuelo, el sexto conde de Carnavon, y su padre heredó el título principal y las propiedades de la familia, entre ellas
Highclere Castle, que ustedes conocerán por la serie de televisión Downton Abbey, por lo que se estableció allí.
Una panorámica del 'Highclere Castle'.
Tras meses de testamentaria, inventario y todo lo demás, su padre le comentó que estaba inquieto por algo que no encajaba. Él tenía el recuerdo muy vivo de haber visto objetos egipcios en la casa durante su infancia. Incluso recordaba haber jugado con alguno. Pero en Highclere Castle no había absolutamente nada relacionado con Egipto, a pesar de que el bisabuelo de George había financiado la búsqueda de la tumba de Tutankamón.
Indagando sobre este misterio interrogaron a un viejo criado, ya jubilado, que había servido durante muchos años en la casa.
«Lo recuerdo bien, el señorito Henry (el abuelo de George y quinto conde de Carnavon) estaba furioso con todas esas tonterías que se contaban sobre la maldición del faraón, así que hizo que se ocultaran todas las cosas egipcias de su padre. Están en el gabinete tal», les contó el anciano.
En esa habitación, detrás de los paneles de madera que decoraban las paredes, encontraron más de dos mil piezas que habían pertenecido a la tumba del faraón Tutankamón.
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