Trabajos arqueológicos en el castro cántabro de la Loma, en las proximidades de Santibáñez de la Peña (Palencia)
Fue en 2003 cuando el arqueólogo Eduardo Peralta Labrador comenzó a excavar en el castro cántabro de La Loma. Trece años después, son los doctores Ketxu Torres (Instituto Monte Bernorio de Estudios de la Antigüedad del Cantábrico, Imbeac) y Santiago Domínguez (ARES Arqueología y Patrimonio Cultura) los que continúan, desde hace cuatro veranos, el legado de su compañero de profesión (él sigue involucrado de lleno en el proyecto) con el objetivo de arrojar luz sobre esta importante ciudad fortificada, situada en las proximidades de Santibáñez de la Peña (Palencia), y que fue de vital importancia durante las Guerras Cántabras.
La crisis sanitaria del coronavirus no les ha echado atrás, aunque sí ha mermado significativamente el equipo, reducido a tan solo siete profesionales. En este contexto, han hecho un esfuerzo importante para desentrañar cómo es la planta del baluarte, «una defensa extraordinaria, muy parecida a la de un castillo», señala Torres (izquierda).
De este modo, en las sucesivas campañas han ido siguiendo la línea defensiva, hasta que descubrieron un espacio con un gran potencial entre las dos murallas que rodean el castro. Un trabajo que ha dado sus resultados, pues este año han descubierto uno de los accesos a la ciudad, concretamente el que atacaron los romanos en el asedio al que sometieron a los habitantes de la ciudad.
«Empezarían con un fuego de cobertura (de ahí la gran cantidad de flechas allí encontradas en las sucesivas campañas) para continuar las legiones a pie para la carga final con escalas y arietes», explica Domínguez (derecha).
Según las investigaciones de ambos, y a tenor de los hallazgos de las sucesivas campañas, el nivel de destrucción se estima en el siglo I antes de Cristo, pero el de construcción va mucho más atrás de lo que inicialmente se creía. Y es que, frente a lo que sostienen varios autores, que defienden que la construcción de las murallas fue la respuesta de los pueblos cántabros a la llegada de los romanos, Torres y Domínguez aseguran que «formaban parte del desarrollo urbano de la ciudad», tal y como demuestran el uso de construcciones depuradas, las cimentaciones complejas o el uso de muralla de módulos. Una característica, esta última, muy peculiar, pues es el castro situado más al sur donde se ha hallado este modelo constructivo.
Foto: Detalle de la puerta interior del castro cántabro de La Loma. Detalle de la rampa de subida al adarve de la muralla. Se puede observar en la falta de continuidad de las hileras como la puerta ha sido tapiada ante el asedio sufrido por las legiones romanas en las guerras cántabras (del 29 al 19 A.C.). En esta parte durante las excavaciones del año 2005 se encontró un fémur humano que se correspondía con el de una persona de más de 1.90 metros de altura.
«Hablamos de un diseño defensivo increíble, con esquinas redondeadas, que es una técnica que se empleaba para evitar el efecto de la artillería», subrayan los arqueólogos. Dicho de otra forma, en La Loma se emplearon «todos los adelantos que estaban circulando en la segunda Edad del Hierro».
Por si esto no fuera suficiente, han encontrado el que sería uno de los caminos de acceso al castro cántabro peñiego, con una longitud aproximada de unos 500 metros en dirección este (hacia lo que hoy es Cervera de Pisuerga).
Foto: Oppidum del castro en los altos de La Loma (Santibáñez de la Peña, Palencia). Vista aérea (Fotografía de Javier Ruipérez)
El castro cántabro
El asentamiento cántabro, conocido en la zona como “El Castro”, está emplazado en una loma situada a 1.124 metros de altitud y parcialmente acantilada por el suroeste y por el sureste, controlando el estrechamiento de La Hoz, donde se unen los ríos Valdavia y Las Heras y el arroyo de San Román. Es un castro de buenas dimensiones que ocupa una superficie de 10’18 hectáreas.
Este castro es el más importante aparecido hasta el momento en la comarca del Alto Carrión y estuvo ocupado durante la IIª Edad del Hierro por una comunidad indígena de cierta importancia. Probablemente perteneció al populus cántabro de los camáricos, cuya ciudad de Camárica cita el geógrafo griego Ptolomeo ya en el siglo II d.C. en esta zona meridional de la antigua Cantabria. Inscripciones de época romana de las cercanas localidades palentinas de Dehesa de Montejo y Ruesga, en las que se cita a los camáricos o a su ciudad de Camárica, confirman que este fue el territorio de dicho grupo de los cántabros. Se trata de un verdadero oppidum que fue objetivo del ejército romano durante alguna de las campañas militares sucedidas entre los años 29 y 16 a.C., hecho que hace de este enclave un lugar de una importancia excepcional tanto desde el punto de vista arqueológico como desde el punto de vista histórico.
Los campamentos romanos
Al sudeste del oppidum indígena, sobre una eminencia alargada inmediata bordeada por el arroyo de San Román por el noroeste y algo más al sur por la localidad de Pino de Viduerna se encuentra el campamento romano principal. Tiene 5’9 hectáreas y es visible gran parte de su perímetro defensivo, formado por un agger o aterrazamiento de tierra y piedra en el que se ha documentado una puerta con clavicula interna, recurso militar romano habitual desde época cesariana hasta mediados del siglo II d.C. La planta del campamento es de forma ovalada alargada para adaptarse a las características topográficas del lugar. El dispositivo de asedio romano se apoyaba en este castra Principales y se completaba con otros castra minora o castella unidos entre sí por las líneas de circunvalación y de contravalación.
Foto: Conjunto de puntas de flechas halladas durante la excavaciones del castro.
Las evidencias de los combates
El dispositivo de asedio romano aisló por completo al castro cántabro del mundo exterior encerrando a los sitiados e impidiendo la llegada de socorros desde el exterior. No sabemos cuánto tiempo duró. Lo que si se ha podido descubrir a través del registro arqueológico es que los cántabros no fueron reducidos por hambre como los numantinos, sino que el ejército romano hubo de expugnar la plaza mediante un asalto que se produjo en el punto más débil de las fortificaciones cántabras: la esquina en ángulo de las murallas situada frente al campamento romano principal.
En la ladera de subida a este punto ha aparecido una cierta cantidad de tachuelas de las caligae que documenta el paso de una tropa numerosa, pero más expresivas son las numerosísimas puntas de flecha encontradas en la cara exterior del derrumbe de la muralla. La dispersión de las puntas de flecha de hierro se concentra en el ángulo de la muralla que comentamos. La mayoría son de tres aletas con espiga, aunque las hay de otras tipologías. En total han aparecido en todos los yacimientos del asedio más de cuatrocientas puntas de flecha, lo que hace de esta colección de La Loma la más completa de todo el Imperio Romano.
Esta lluvia de proyectiles lanzados por los arqueros (sagittarii) y por las catapultas para desalojar a los defensores de las murallas debió producirse en el momento del asalto al tiempo que las cohortes avanzaban probablemente por delante adoptando la formación de “tortuga” (testudo) y superaban las defensas enemigas con escalas y otros artilugios. El combate parece haber sido encarnizado: la cara exterior de la muralla fue destruida y hay un potente nivel de incendio tanto en el talud de la muralla como en el foso. Desde las murallas los cántabros arrojaron contra los asaltantes cantos rodados de diverso tamaño con hondas o con la mano, pues han aparecido piezas de este tipo tanto en el foso como fuera de las murallas.
Foto: Vista de uno de los campamento legionarios de los 3 identificados durante el asedio que sufrió el castro de La Loma durante las guerras cántabras (del 29 al 19 A.C.). Detalle de puerta claviculae y parte de la circunvalación que lo rodeaba.
Gran expectación
Las excavaciones arqueológicas que se suceden cada verano en el castro cántabro de La Loma de Santibáñez de la Peña despiertan un gran interés entre los vecinos del municipio montañés a pesar del espolio al que se ha visto sometido en los últimos diez años.
A ello contribuyen las distintas conferencias divulgativas que pone en marcha el equipo (la última, celebrada en la casa de la cultura) y a la implantación de unos paneles explicativos en los entornos del yacimiento arqueológico, que ofrecen una información clara y detallada que se puede ampliar mediante un sistema de códigos QR.
Fuentes: diariopalentino.es | aruz.es
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