Las ruinas de Nan Madol se alzan en la costa este de la isla de Ponhpei, a mitad de camino entre Honolulu y Manila, en los Estados Federados de Micronesia. Nan Madol tiene una superficie de 60 hectáreas y está formada por 92 pequeñas islas construidas artificialmente (no por la naturaleza) sobre una base coralina, motivo por el cual se le llama la “Venecia del Pacífico”.
El enigma que proponen las ruinas de Nan Madol es tal, que la arqueología oficial reconoce abiertamente su desconocimiento absoluto sobre la finalidad de las más impresionantes ruinas del océano Pacífico; es más, de la única ciudad en ruinas que puede visitarse en los 166 millones de km2de dicho océano.
Las ruinas las forman un total 400.000 bloques de basalto, que se encuentran diseminadas a lo largo y lo ancho de los islotes que rodean a la isla principal donde estaba enclavada la ciudad, surcada por canales poco profundos, jalonada de templos de basalto y de grandes palacios, con un sinfín de subterráneos restos de viviendas y de lugares públicos y un enorme arco de piedra de una sola pieza que pesa casi 200 toneladas.
Destaca así mismo la presencia de un gran muro de casi 900 metros de largo, alcanzando en su punto más elevado los 14 metros.
La historia de Nan Madol es desconocida, así como los que fueron sus habitantes y sus orígenes. Todo allí es un misterio insondable. Nadie sabe el origen exacto de las ruinas. Y hay todo tipo de leyendas sobre su origen.
¿Por qué trajeron los 400.000 bloques de basalto a la isleta? Ya que los bloques proceden de la costa norte de Ponape que es el lugar en el que se produce el basalto ¿Por qué no construyeron allí los templos? En las islas no había mucho espacio para que vivieran las personas. ¿Dónde se alojaron los habitantes mientras construyeron Nan Madol? Y ¿Cómo trasladaron esas losas algunas de ellas muy pesadas?
No existe explicación de cómo lograron transportar por aguar y levantar los bloques de gran tonelaje sobre muros a gran altura, ni mucho menos de donde salió la mano de obra necesaria para llevar a cabo tan colosal obra. No se entiende cómo fue elegido este apartado y tortuoso punto de la isla principal de Ponhpei para construir esta ciudad.
Desde que los japoneses se hicieron cargo de la administración de Ponhpei de 1.919 y fueran expulsados posteriormente por las tropas norteamericanas durante la Segunda Guerra Mundial, son numerosas las pruebas que indican una enorme actividad de extracción de platino y otros metales de gran valor por parte de modernos equipos de buceo del fondo de los canales de Nan Madol, siguiendo las leyendas nativas que indicaban la presencia de una gran ciudad sumergida en la zona, y de la que Nan Madol sólo era la puerta de entrada, la parte más visible de la mítica ciudad de Kanimeiso oKahnihmweiso (la ciudad de nadie), donde habitaron los reyes del Sol.
Existen gran cantidad de informes de buceadores que denuncian la presencia en los fondos marinos de Nan Madol, de amplias zonas de construcciones, calles y avenidas cubiertas de conchas y corales, bloques, monolitos y otras señales inequívocas de que Nan Madol es tan sólo la punta del iceberg de una gran civilización que yace olvidada en el fondo del Pacífico.
De hecho, James Churchward consideraba a la isla como el asentamiento del santuario del supuesto continente hundido de Mu/Lemuria.
Los origenes de la isla, según su tradición, tiene un relato inicial:
“Nueve parejas – nueve mujeres y nueve hombres – erraban en una canoa por el ancho mar, buscando una tierra nueva en la que establecerse. En esto pensaban cuando se toparon con un pulpo hembra de nombre Letakika.
Cuando éste averiguó el motivo de su viaje, les indicó un lugar del océano en el que había una roca que surgía por encima de las olas. Las nueve parejas prosiguieron su camino y hallaron la roca. Sobre ella comenzaron a construir la isla.
Luego, dejaron en ella a una pareja, un hombre y una mujer, mientras que el resto volvieron a marchar. El nombre del hombre que se quedó en la isla no tiene importancia; no tenía nombre. Sí lo tenía el de la mujer: se llamaba Lemuetu. Lemuetu es la primera madre de Pohnpei. Por ello sus habitantes se asientan sobre un matriarcado. En su canoa, las nueve parejas llevaban alimentos para comer y para plantar en la nueva tierra.
Ahora bien, las características de la nave-canoa, con alimentos y plantas parta sembrar en el país nuevo, el hallazgo de una roca de tierra firme sobre la cual establecer un nuevo núcleo humano, la indicación de la cercanía de la nueva tierra por parte de un animal – aquí es un pulpo – la equiparan a lanave-arca de Noé que navega igualmente en busca de la nueva tierra.
Este escueto y a la vez completo relato iniciático sobre los orígenes de la roca prima de Pohnpei, es un compendio de conocimientos ocultos, siendo el 9 – para la cultura ancestral – el símbolo del nacimiento.
La tradición cuenta que “mucho tiempo después de la llegada de la primera canoa con las nueve parejas, hacen aparición en la isla dos hermanos: Olosipe y Olosaupa. Con ellos comienza el enigma de la ciudad de Nan Madol.
El único recuerdo ancestral que los nativos conservan sobre la construcción de dicha ciudad, es el que refiere su origen a la actuación, absolutamente mágica, de estos dos personajes. Nadie sabe de dónde vinieron; llegaron en una nube y descendieron en Sokehs, en el norte de la isla. Eran constructores, ingenieros, arquitectos extraordinariamente inteligentes y dotados de poderosos recursos mágicos. Pero además sacerdotes e instructores, que sacaron a los pohnpeyanos de su ignorancia y de su primitivismo.
Olosipe y Olosaupa llegaron a Pohnpei con el propósito de edificar allí un santuario consagrado a un protector de la tierra y del mar: la anguila, desde entonces el animal totémico por excelencia de Pohnpei. El pohnpeyano no adora a la anguila misma como animal, sino por lo que éste representa: en su cuerpo habita el espíritu, la divinidad. La anguila es así un vehículo de la divinidad. Como lo es laserpiente para los aborígenes australianos y para los pueblos mesoamericanos, entre otros. En Pohnpei aparece la figura de la anguila porque simplemente en la isla las serpientes no existen, y la anguila es el animal más parecido a ésta.
Recorrieron, pues, la costa de la isla desde el promontorio de Sokehs, en el Norte, en busca de un lugar idóneo. Lo hallaron en un lugar llamado Sau Nalan, cuyo significado era el Sol. El santuario debía recibir el nombre de Nanisounsap, que significa “lugar del rey del Sol”.
Se decidieron por el actual enclave de Nan Madol, puesto que en aquel lugar preciso observaron luces extrañas en el mar. De acuerdo también con la versión esotérica, debajo de Nan Madol yace Kanimeiso, la “ciudad de nadie”.
Olosipe y Olosaupa, los dos hermanos constructores, estaban dotados de un extraordinario poder mágico, que según los dichos nativos:
“Convocaron a todas las piedras que estaban en Sokehs para que vinieran por sí solas y formaran las imponentes construcciones. Estas oyeron su llamada mágica y acudieron volando junto a los dos hermanos. Por procedimientos mágicos éstos ordenaron a cada uno de los grandes bloques de piedra que ocupara su sitio correspondiente en las construcciones. Tal es la forma en que se construyó Nan Madol.”
Este caso es idéntico a la tradición de la “cercana” Isla de Pascua en la que los Moais caminaban por sí mismos hasta ubicarse en su morada definitiva. La metodología de hacer levitar la piedra o incluso moldearla (mediante el uso de resonancias) tiene asimismo resabios en muchas otras civilizaciones ancestrales del mundo, como en Egipto, Tibet, Tihuanaco, Stonehenge, entre otras.
En Nan Madol reina la soledad y el silencio. Invadida por la jungla y los manglares, continúa siendo para los nativos, una ciudad prohibida, que – de acuerdo con su tradición – acecha con la muerte a quien osa permanecer en ella después de la caída del Sol.
Evidentemente la ciudad fue construida por personas que tenían un alto conocimiento tecnológico y desaparecieron tan misteriosamente como muchas otras civilizaciones de la antigüedad. El origen de la ciudad es un misterio que probablemente siempre se quedará escondido en un pasado lejano y desconocido, tal como está implícito en el propio nombre de Pohnpei: “Sobre el secreto”.
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