La necrópolis de Castiltierra es una de las más importantes de España, con miles de sepulturas, y con objetos que ahora están en diferentes museos de Europa y en el Arqueológico de Madrid
Ermita del Cristo del Corporario, a un kilómetro de Castiltierra (Segovia), en cuyos aledaños, junto a la carretera, se encuentra la necrópolis visigoda
En tierras segovianas, cerca del pueblo de Fresno de Cantespino, se sitúa el mayor cementerio visigodo de España: la necrópolis de Castiltierra, con cerca de 8.000 sepulturas (muchas expoliadas). Durante siglos estuvo olvidado y los campesinos eran los únicos que de cuando en cuando encontraban objetos. A comienzos del siglo XX se empezaron a excavar las necrópolis visigodas, pero la de Castiltierra fue de las últimas -de 1932 a 1935, la primera campaña- cuando en un arreglo de un camino empezaron a aparecer sepulturas. Hay casos parecidos cercanos de iglesias románicas al lado de necropolis visigodas, como la iglesia de la Asunción del Duratón o la ermita de Nuestra Señora de Veladiez. Segovia es con seguridad la provincia que tiene mayor número de necrópolis de época visigoda, localizadas o excavadas. La mayor parte al lado de antiguas villas romanas: Aguilafuente, Palazuelos de Eresma, Las Casillas (Ventosilla y Tejadilla), Las Pizarras (Coca), Cedillo de la Torre...
En Fresno de Cantespino se encuentra la bella ermita románica (se conserva del XII un ábside y la portada) del Cristo del Corporario, que es lo que queda de un poblado medieval. Tiene gran devoción desde antiguo y las sepulturas llegan al pie del muro. Pudo haber antes otra ermita o iglesia visigoda más importante, pues lo extenso de la necrópolis habla de una gran población que debió estar situada en lo alto de Cerro Moro. En la romería de Pentecostés vienen gentes de todos los pueblos de alrededor para recordar la ayuda del Cristo en una batalla contra los moros.
A finales de los años treinta y comienzos de los cuarenta, los nazis empezaron a sentirse atraídos por el lugar (debido al origen «alemán» de los visigodos) y el mismo Heinrich Himmler -ya se sabe que a los nazis les encantaban «determinados» objetos esotéricos arqueológicos que estaban en España- se interesó y viajó a nuestro país. El pasado visigodo estaba siendo utilizado por el franquismo para presumir de carácter germánico, y ahí estaban estas necrópolis. Durante muchos años se presumía de descender del godo don Pelayo. Y -no sé si será causalidad- Franco se llamaba Francisco Paulino Hermenegildo.
El caso es que en octubre de 1940 Himmler visitó España y recorrió lugares como Montserrat (atraído por el tema del Santo Grial). Le acompañaba Julio Martínez Santa-Olalla, un famoso arqueólogo -«camisa vieja» y filonazi- que era quien más sabía sobre el mundo visigodo y estaba encargado de las excavaciones en Castiltierra. Dicen que, para agradar al jerarca nazi, había dispuesto que los obreros de las excavaciones fueran altos y rubios. Himmler no llegó a visitar las excavaciones; o sea, que los trabajadores debieron ser bajitos y morenos.
Himmler, en 1941, envió expresamente al lugar a un importante miembro del Tercer Reich -J. Werner- que estuvo en las excavaciones de Castiltierra y se llevó numerosos objetos con la disculpa de que iban a ser restaurados. Hoy día las mejores piezas están en museos de Europa como en Nuremberg, Colonia y también en Viena, de donde no han vuelto, a pesar de las reclamaciones efectuadas. Algunas piezas -de la primera campaña antes de la «llegada» alemana- se pueden contemplar en un par de vitrinas del Museo Arquelógico Nacional. Cierto es que Alemania ayudó economicamente, cosa que venía muy bien en aquellos años de postguerra.
La «huida» de lo visigodo a Europa fue cosa muy corriente. Mayor suerte tuvo el tesoro visigodo de Guarrazar que, por la misma época, acabó en Francia y que Franco consiguió que volviera junto con la Dama de Elche (ambos actualmente en el Museo Arqueologico Nacional).
En cuanto a las sepulturas visigodas -del siglo VI y algunas del comienzos del VII- no se sabe con seguridad si los enterrados en estas necrópolis eran cristianos o paganos, pues símbolos cristianos no suele haber. Abundan los adornos, principalmente de metal, como hebillas de cinturón, fíbulas y adornos (sobre todo en las tumbas femeninas) de una clara influencia romana. Queda todavía mucho por descubrir.
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