domingo, 8 de septiembre de 2019

Desvelan algunos de los secretos de la misteriosa civilización del Valle del Indo

Un estudio muestra por primera vez el genoma completo de una mujer que perteneció a este pueblo, que rivalizó en importancia con Egipto, China y Mesopotamia


El primer genoma secuenciado de un yacimiento arqueológico asociado con la antigua civilización del Valle del Indo provino de esta mujer enterrada en la ciudad de Rakhigarhi.
El primer genoma secuenciado de un yacimiento arqueológico asociado con la antigua civilización del Valle del Indo provino de esta mujer enterrada en la ciudad de Rakhigarhi. - Vasant Shinde / Cell


Todo el mundo conoce algo de historia sobre el antiguo EgiptoMesopotamia o la civilización china: se estudian en el colegio, se han escrito libros e incluso rodado películas y series -más o menos fiables y acertadas- ambientadas en estas sociedades. Sin embargo, pocos conocen que existió un asentamiento que rivalizaba en importancia con todas estas culturas de la época y que, a pesar de su olvido, fue la más extensa de todos los asentamientos antiguos. Se trata de la civilización del Valle del Indo, que ahora vuelve a resurgir gracias a la magia del ADN.
Sobrevivió varios milenios (los expertos fechan su vida en la Edad del Bronce, entre el 3.300 y el 1.300 a. C), utilizó la agriculturala ganadería, la metalurgia y la alfarería, y abarcó un territorio de más de un millón de kilómetros cuadrados alrededor del río que le da nombre, pero pocos son los vestigios que se conservan hoy día. Los restos más importantes se encuentran en las antiguas ciudades de Mohenjo-Daro, en Pakistan, y Rakhigarhi, cerca de Nueva Delhi, aunque los asentamientos fueron expoliados durante los siglos XIX y XX. Los saqueadores, junto con el clima cálido y fluctuante de la zona, con crecidas del Indo, se ha convertido en la mezcla perfecta que ha propiciado la degradación y el olvido de la llamada civilización Harappa.
«La cultura Harappa fue una de las primeras civilizaciones del mundo antiguo y una importante fuente de cultura y tradiciones indias y, sin embargo, ha sido un misterio cómo dejó tanta huella en las culturas posteriores y cómo se relacionó con sus contemporáneos», afirma el arqueólogo Vasant Shinde, del Deecan College (India). Él junto al genetista David Reich, de la Universidad de Harvard, y un equipo internacional acaban de desentrañar el genoma del primer ciudadano conocido del Valle del Indo, una investigación que se acaba de publicar en « Cell» y que arroja luz sobre este desconocido pueblo.

Tarea titánica

La tarea no fue sencilla: los restos humanos estaban tan degradados por las condiciones de la zona que encontrar una pequeña muestra viable de ADN «ha sido todo un desafío», afirma Reich. Después de recabar 61 muestras de la vieja ciudad de Rakhigarhi y de 100 intentos, el laboratorio por fin encontró una pequeña muestra viable de una mujer que vivió hace cuatro o cinco milenios en aquella perdida civilización. Además, las tentativas no fueron en balde: «Aunque cada uno de los intentos no produjo suficiente ADN, su agrupación resultó ser muy provechosa para aprender sobre la historia de la población», asegura el investigador.
Una vez obtenidos estos datos, se cruzaron con los obtenidos en otro estudio que se acaba de publicar en « Science» y que es el análisis más amplio de ADN antiguo de Asia central y del sur llevado hasta la fecha. Entre los más de 500 individuos analizados por la investigación de «Science», tan solo once que vivieron en lo que ahora es Irán y Turkmenistán concidían con la mujer de Rakhigarhi. Los investigadores creen que podrían ser emigrantes de esta cultura.

Un rastro genético único

Antes del estudio, existían muchas teorías sobre los orígenes genéticos de los moradores del Valle del Indo. «Podían parecerse a los cazadores-recolectores del sudeste asiático o a los iraníes; incluso podrían estar emparentados con los pastores esteparios. Todos eran plausibles antes de los antiguos hallazgos de ADN», afirma Reich. Al final la huella genética demostró que se trata de una mezcla única entre las dos primeras posibilidades: ascendencia relacionada con los cazadores-recolectores del sudeste asiático y con antiguos iraníes.
Se trata de un rastro genético que también está presente en los asiáticos del sur modernos, lo que lleva a pensar a los investigadores que las personas de la cultura del Valle del Indo son sus antepasados más comunes. «Este hallazgo vincula a las personas en el sur de Asia hoy directamente con la civilización del Valle del Indo», señala Reich. Aunque las huellas visibles de esta cultura se han perdido en el tiempo, su marca queda en los genes de sus descendientes.

El misterio de la agricultura

Los hallazgos también ofrecen una visión sorprendente de cómo la agricultura llegó al sur de Asia. Una visión dominante en arqueología ha sido que las personas de la Media Luna Fértil de Medio Oriente, hogar de las primeras evidencias de la agricultura, se extendieron por la meseta iraní y desde allí hasta el sur de Asia, trayendo consigo la revolucionaria práctica. Los estudios genéticos hasta la fecha parecían agregar peso a esta teoría al mostrar que la ascendencia relacionada con Irán era el mayor contribuyente a la ascendencia en los asiáticos del sur.
Pero este nuevo estudio muestra que el linaje de ascendencia relacionada con Irán en los modernos asiáticos del sur se separó de los antiguos agricultores, pastores y cazadores-recolectores iraníes antes de la invención de la agricultura en la Media Luna Fértil. Por lo tanto, la agricultura se reinventó localmente en el sur de Asia o se alcanzó a través de la transmisión cultural de ideas en lugar de a través del movimiento sustancial de los agricultores iraníes occidentales.
Pero todos estos datos son solo el principio: «La cultura Harappa construyó una civilización antigua, compleja y cosmopolita, y sin duda hubo una variación que no podemos detectar analizando a un solo individuo (...) Pero las ideas que surgen de esta antigua persona demuestran la enorme promesa de los antiguos estudios de ADN del sur de Asia y su potencial para transformar nuestra comprensión de la profunda historia del subcontinente», explica Shinde. Es decir: el ADN antiguo aún guarda la llave.




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