La primera religión que incorporó principios morales fue la del antiguo Egipto. Según la mitología, cuando una persona moría, el dios Anubis ponía el corazón del difunto en una balanza para compararlo con la pluma de Maat, la diosa que encarnaba el orden, la verdad y la justicia. Si el corazón pesaba lo mismo que la pluma, el fallecido podía continuar su viaje hacia el más allá (British Museum)
A finales del neolítico, la humanidad comenzó a organizarse en sociedades cada vez más y más complejas. Lo que habían sido pequeños pueblos aislados se convirtieron con los siglos en grandes civilizaciones, como los reinos faraónicos del antiguo Egipto, el Imperio Romano o las grandes dinastías de China. Hasta ahora, se pensaba que una pieza fundamental en este cambio podría haber sido la aparición de las religiones morales, que con sus principios habrían fomentado la convivencia. Sin embargo, una investigación internacional liderada desde la Universidad de Oxford prueba que no fue así.
Los resultados, publicados hoy en la revista Nature , indican que más bien ocurrió al revés: la adoración a dioses moralizantes comenzó justo después de que las sociedades ganaran complejidad. Después de su aparición, este tipo de religiones tampoco propiciaron un aumento aún mayor de la complejidad, aunque sí pudieron ayudar a mantener la estabilidad de los grandes imperios.
Muchas religiones antiguas imponían sacrificios a los dioses o tabúes, pero no intervenían en las relaciones entre personas. Sin embargo, a partir del III milenio a.C., algunas empezaron a incorporar principios morales en forma de grandes dioses que dictaban códigos de conducta, como en el caso del judaísmo, el cristianismo o el islam. Otras lo hicieron a través de elementos sobrenaturales que castigaban a quienes incumplían los valores considerados éticos, como el concepto de karma en el budismo.
Ya que estos principios impulsan a las personas a adoptar conductas que benefician a la sociedad, como la cooperación o el altruismo, tradicionalmente se ha propuesto que las religiones morales fueron esenciales para que los seres humanos se empezasen a agrupar en grandes sociedades, donde debían aprender a convivir con individuos desconocidos.
Para comprobarlo, los investigadores liderados desde la Universidad de Oxford han realizado un análisis sistemático que ha abarcado datos de 30 regiones del mundo, desde el Neolítico hasta la época industrial. A partir de una de las bases de datos históricos más extensas y rigurosas –el proyecto Seshat–, han cuantificado el grado de complejidad social y de imposición moral de las religiones en más de 400 poblaciones.
Los dioses moralizantes aparecieron en algún momento del periodo analizado en 20 de las 30 regiones. El primero surgió en Egipto en alrededor del año 2.800 antes de Cristo: fue la diosa Maat, que personifica el concepto de orden, verdad y justicia. Según la mitología egipcia, cuando una persona moría, el dios Anubis ponía su corazón en una balanza junto con la pluma de Maat, que representaba la virtud. Si el corazón, símbolo de la conciencia, pesaba lo mismo que la pluma, el fallecido podía continuar su viaje hacia el más allá. Si pesaba más, su alma era devorada por el monstruo Ammut.
Los siguientes dioses morales emergieron en Mesopotamia (2.000 a.C.), en la Península de Anatolia (donde está buena parte de la actual Turquía, en el 1.500 a.C.) y en China (1.000 a.C). No fue hasta después del año 1.000 a.C. que surgieron las primeras grandes religiones morales que se extendieron a varios países, como el budismo, el cristianismo o el islam.
Sin embargo, al examinar los datos de las 12 de las 30 regiones de las que hay información de antes y después de la aparición de estas religiones, los investigadores han comprobado que el incremento de la complejidad social se produjo antes de que surgieran los elementos morales. “Los dioses moralizantes normalmente siguen, en lugar de preceder, al aumento de la complejidad social. Notablemente, la mayoría de sociedades que sobrepasaban un cierto umbral de complejidad desarrollaron un concepto de dioses moralizantes”, escriben los autores en Nature.
Tras la aparición de las religiones morales, estas sociedades no se volvieron significativamente más complejas, pero los investigadores señalan que los valores morales tal vez ayudaron a mantener la cohesión social y la estabilidad de los grandes imperios multiétnicos, como pudo ocurrir cuando el Imperio Romano convirtió el cristianismo en su religión oficial.
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