Ni guerras, ni epidemias, ni hambrunas... El peor año de la historia de la humanidad no tuvo nada que ver con estas crisis cíclicas. Ese crítico momento no estuvo vinculado al Holocausto, ni a las bombas nucleares, ni a las matanzas habidas y por haber o las gripes que mataron millones de personas en todo el planeta. No. Fue algo mucho peor, aunque cueste de imaginar.
Una misteriosa niebla fue cubriendo poco a poco Europa, Oriente Medio y partes de Asia. La oscuridad fue la tónica general. Algo así como vivir permanentemente en el Upside Down de Stranger Things, pero sin bichos raros. Fueron 18 meses de tinieblas. Día y noche. Había empezado la década más fría de los últimos 2.300 años. En el año 536 después de Cristo.
Ese fue el décimo año del reinado del emperador bizantino Justiniano el Grande y el período 535-36 se conoce como Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía. “Durante este año tuvo lugar el signo más temible. Porque el Sol daba su luz sin brillo, como la Luna, durante este año entero, y se parecía completamente al Sol eclipsado, porque sus rayos no eran claros tal como acostumbra”, escribió Procopio de Cesarea (500-554 d.C.).
La crónica del el historiador bizantino continuaba así: “Y desde el momento en que eso sucedió, los hombres no estuvieron libres ni de la guerra ni de la peste ni de ninguna cosa que no llevara a la muerte”. Las temperaturas en el verano de 536 cayeron entre 1,5 y 2,5 grados centígrados. Tanto frío hacía que incluso nevó en China. Las cosechas se perdieron y llegó la carestía. Poco después, entre el 541 y el 543, la peste bubónica (conocida como la plaga de Justiniano) golpeó al Imperio romano de Oriente.
En apenas dos siglos, la población mundial perdió entre 25 y 50 millones de personas, es decir, entre el 13 y el 26 por ciento de las personas estimadas en el siglo VI. Y lo peor es que, hasta ahora, había muchas hipótesis pero pocas certezas de por qué ocurrió este fenómeno. Al menos hasta que un análisis ultrapreciso del hielo de un glaciar suizo ha señalado al menos un culpable, según apunta Science.
Una catastrófica erupción volcánica en Islandia lanzó cenizas por todo el hemisferio norte a principios de ese fatídico año 536. A esta le siguieron otras dos erupciones masivas, en el 540 y el 547. Demasiados golpes seguidos para que no afectaran a todo el planeta. Europa se hundió y su estancamiento económico duró hasta el 640, cuando otra señal en el hielo (un pico de plomo) marca el resurgimiento de la minería de plata, según se explica en un estudio publicado en la revista Antiquity .
Monedas de plata del año 660 (T. Abramson / Antiquity)
Investigaciones de los anillos de árboles realizadas en la década de 1990 ya habían apuntado que los veranos alrededor del año 540 fueron inusualmente fríos. Estos datos se vieron complementados, hace tres años, por los registros de los núcleos de hielo polar de Groenlandia y la Antártida. Porque cuando un volcán entra en erupción, arroja azufre, bismuto y otras sustancias a la atmósfera, donde forman un velo de aerosol que impide que la luz del sol penetre y enfría la tierra.
Un equipo dirigido por el historiador medieval Michael McCormick y el científico Paul Mayewski decidió realizar su propio análisis en un núcleo de hielo perforado en 2013 en el glaciar Colle Gnifetti, en plenos Alpes suizos. El núcleo de 72 metros de largo contiene información sobre más de 2.000 años de erupciones volcánicas o tormentas de polvo del Sahara.
Las partículas de un núcleo de hielo suizo contenían pistas químicas de eventos naturales y hechos por el hombre. /Antiquity
En el hielo formado durante la primavera del 536 los científicos encontraron dos partículas microscópicas de vidrio volcánico que se parecían a las rocas volcánicas de Islandia. Los vientos y los sistemas climáticos de ese año debieron guiar la nube de erupción hacia el sureste a través de Europa y, más tarde, hacia Asia, dejando un manto frío mientras avanzaba la niebla volcánica.
Tras esta época oscura, todo cambió hacia el año 640. El hielo de ese momento tienen trazas de plomo, lo que indica que los humanos comenzaron a extraer y fundir plata del mineral de plomo. A partir de aquí empezaron a acuñar monedas. ”La nueva minería facilitó la producción de las últimas monedas de oro postromanas, degradadas con cantidades crecientes de plata, y las nuevas monedas de plata que las reemplazaron”, escriben los investigadores.
Cambio en la deposición de la contaminación por concentración (escala logarítmica) de plomo, bismuto y azufre en el núcleo de hielo de Colle Gnifetti entre 600 y 875 d.C., (figura de H. Clifford)
”El registro de alta resolución del núcleo de hielo ofrece una cronología nueva e independiente para la producción de plata renovada en el oeste medieval temprano”, añaden. La economía se estaba recuperando. Pero los datos del hielo no se detienen ahí. Entre el 1349 y el 1353, colapsó la contaminación por plomo. Fechas que coinciden exactamente con la llegada de la Muerte Negra, otra pandemia de peste bubónica.
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