sábado, 22 de septiembre de 2018

La Casa de Inana en Uruk I



La recapitulación de la Prehistoria
Acaso en la contemplación de los hechos y fenómenos prehistóricos habría que disponer, además del universo de datos en Historia del Arte, Arqueología y Paleoantropología, y los diferentes análisis suscitados sobre lo mismo, de un cierto espíritu de exploración, incluso de "sospecha", de una no menos necesaria visión sobre esos hechos y procesos que permitiese la posibilidad de nuevas formas de análisis, nuevas vías de solución de problemas.
Siempre sería necesario, así mismo, la búsqueda incesante de causas y fundamentos para la civilización, no sólo en niveles generales de la Historia de la Humanidad, sino a simples niveles nucleares de cada lugar o territorio. Los Antiguos, aquellos que inventaron la civilización y la cultura no disponían en un principio de naciones ni de órganos internacionales que solventasen las relaciones inmediatas con sus vecinos, es por eso que podría pensarse, entonces, en alguna clase de "gran nación" de aquellos antiguos, sin fronteras y sin guerras que lo atestiguasen.
El caso singular que ahora nos ocupa podría servir para demostrar todas estas cosas, la ciudad de Uruk, en el sur de Mesopotamia y país actual de Irak, nombre de cierta relación semántica  -aunque no está demostrado-  con el nombre de aquella urbe ancestral.
En tiempos más remotos el Éufrates y el Tigris, los ríos a los que se refiere el nombre de Mesopotamia, cada uno de ellos desembocaba en un lugar diferente y sus estuarios habrían formado una especie de marismas de grandes arenales y amplias mareas en contacto con el mar del Golfo Pérsico.
Uruk, como asentamiento de humanos viene a representar una especie de resultado de otros más pequeños asentamientos neolíticos, poblados y culturas de menos importancia como Eridú y El Obeid, y otros que sin duda debieron existir en aquellos lugares, incluida la del propio Uruk primigenio. Considerada como la "primera ciudad" del occidente civilizado por su función y dimensiones tiene su propio estamento cultural, artístico y arqueológico, cuya influencia se hizo notar durante casi 3.000 años con una etapa de esplendor de unos 500 al resto de los lugares y ciudades del sur de Mesopotamia.
Quizás sea ahora el momento de preguntarnos por las primeras causas del sorprendente desarrollo de la civilización en el sur de Mesopotamia, algo que no sería fruto de casualidades, sino de una serie de procesos imbricados entre sí y con vistas a unos resultados más o menos sorprendentes y espectaculares.
Los elementos humanos que acabarían por poblar la región de Mesopotamia se podrían relacionar hacia el pasado con la gran masa de humanos dentro de la estela sapiens provenientes y resultantes de lugares más hacia el occidente, desde la zona levantina mediterránea, Palestina, Siria, incluso desde la zona norteafricana, Delta del Nilo y Península Arábiga. Aunque no es de descartar la existencia de grupos nostálgicos emigrantes desde el norte. Estos elementos dispersos habrían preferido dirigirse hacia el interior del Oriente Medio asiático y, constituidos en grupos, habrían habitado primero las orillas del Éufrates, más tarde las del Tigris y los Montes Zagros, y recorrido todo el periplo paleolítico en base a viejos modelos nómadas de cazadores-recolectores.
Estos grupos, al final del Paleolítico Superior-Mesolítico, habrían disfrutado de una serie de especiales condiciones para su desarrollo. Estas especiales condiciones hablarían de una diversidad de ambientes ecológicos para la consecución de alimentos, unos que se podrían encontrar hacia el interior por la caza y recolección de diversos frutos en una tierra aún con muchas posibilidades antes de la presencia del desierto, otros hacia las riberas de los ríos y otros hacia el mar del sur en el entorno de las marismas por la reserva de pescado y otras especies fluviales y marinas. Así, la consecución de pescado en las marismas del golfo debió resultar una labor harto fácil y muy practicada, pues los peces debían quedar atrapados en los arenales al retirarse la marea con la tarde y sólo tendrían que ir allí y cogerlos. En este sentido es muy importante el recuerdo y la precisa demostración simbólica de peces en diferentes soportes y técnicas de aquella cultura.Esta doble posibilidad de alimento desde el mar y las zonas fluviales, y desde el interior, no sólo habría supuesto una aceleración en el desarrollo de aquellos grupos de nómadas cazadores y recolectores, sino que se vería implementado hacia el futuro por las especiales condiciones de comercio y comunicación proporcionadas por los cauces fluviales y la costa marítima. Esta conjunción de elementos habría sido una de los vórtices más importantes para la puesta en marcha de su civilización.
Es muy probable que las primitivas sociedades sedentarias en esos lugares entre ríos, y a finales del Paleolítico Superior y durante el Mesolítico  -algo que puede usar unas muy viejas cronologías hacia los 20.000 o 15.000 años hasta los 10.000 años antes de nuestra era-,  no fuesen sociedades urbanas, es decir, gente establecida en grupos de chozas y cabañas más o menos extensos y en torno a calles y plazas, y con una típicas función en común, sino que habría que contemplar el proceso de sedentarización como una resolución de las costumbres y usos de los viejos grupos de cazadores, pescadores y recolectores que, faltos de lugares a donde ir, permanecer con sus trastos y familias y realizar su función cinegética, habrían comenzado a fabricar sus propias chozas de madera y barro al estilo de sus antiguos refugios junto al río, cada una de esas chozas independiente de las demás y con su huerta particular y acceso al río y su riqueza. Esas chozas o cabañas, más tarde, se habrían ido reuniendo para formar los más viejos asentamientos neolíticos de la zona y que serían quienes protagonizarían el resto del devenir hacia el Edad de los Metales y la propia Historia.
Existe un mural grabado en uno de los pilares en Gobleki-Tepe, Anatolia, y datado en cronología mesolítica hacia el 7.000 años a.n.e., que puede ofrecernos, cual noticia de periódico, información sobre el desarrollo de la avanzada civilización en torno a los ríos Tigris y Éufrates. Se trata de un pilar lateral adosado al muro circular de uno de los complejos comerciales que constituyen el yacimiento. En la pieza horizontal superior, en su parte de arriba, aparecen grabados, tres como a modo de bolsas de mano o cestas con asas destinadas con seguridad para el transporte de mercancías. Abajo, inmediato, a la izquierda, hay una especie de buitre que recoge un óbolo circular, y, a la derecha de esto, la escena que nos interesa. Se trata de un paisaje de aspecto fluvial atravesado por una franja que podría ser un canal, o el mismo río y conectado a dos figuras, una más grande que la otra, con las piernas estiradas y aspecto de aves flamencos u otras aves acuáticas. A la altura de sus cabezas aparecen dos formas de aspecto de "lingotes" uno en sentido vertical y otro en horizontal, lingotes que bien podrían ser de algún metal, cobre, plata u oro, por el preciso intercambio comercial con la mercancía. Debajo de esto aparece otro personaje que parece estar presente o intermediario de las otras escenas.
La mercancía que transportaban las bolsas sería principalmente obsidiana, una roca volcánica que les proporcionaba por aquel entonces una manera particular neolítica de tratar la piedra, pues no se trataba de piedras pulidas, sino de otra clase de trabajos, conseguir una especie de lajas con un filo apropiado. Esto resolvería los problemas del corte en aquellas avanzadas regiones hasta la aparición de los metales. Esa obsidiana, que procedía de las minas de Armenia  -existe un camino preciso hacia aquel lugar y representado magníficamente en otro de los pilares de aquellas lonjas de comercio-  iría a parar a esas regiones avanzadas entre ríos, y a cambio, sin duda, de los lingotes de metal, con toda seguridad cobre, por la importancia que debía tener en las funciones de los lugares anatólicos. Es por el comercio ya en edades tan tempranas de la prehistoria entre esos lugares, por lo que se comentan aquí los grabados en Gobleki-Tepe y que   puede ser muestra, así mismo, de la superior cultura existente en esa zona norte de Mesopotamia.
Traer a cuenta aquí un poco fuera de contexto y en relación con el yacimiento de Gobleki-Tepe una serie de ideas sobre los grabados y trabajo arquitectónico en ese centro arqueológico según las cuales se podría pensar la manera, es decir, el arte con el que fueran fabricados y los instrumentos precisos en tal menester en los años siguientes al 9.000 antes de nuestra era. Todos esos grabados en piedra caliza no pueden haber sido hechos con otras piedras, sería inútil intentarlo, además, con la perfección, estilo y escuela, que se resumen en ellos. Debieron ser utilizados, entonces, instrumentos metálicos, punzones, escoplos y martillos de cobre, que no sólo conferirían un aspecto racional a la observación de esos grabados y esas losas de piedra en Gobleki-Tepe, sino que conseguirían una ubicación histórica más precisa para el uso de los metales en los quehaceres humanos adelantando ello 3.000 o 4.000 años hacia el pasado en esos lugares anatólicos y del norte de Mesopotamia. Pero ¿dónde están esos instrumentos metálicos? ¿En qué lugar escondieron la "caja de herramientas" los grabadores y constructores de Gobleki-Tepe? Existe además aquí un último asunto como de adecuación cronológica que haría referencia a una cultura llamada de Tell Halaf, proveniente de otra anterior llamada Cultura de Hassuna y datada aquella hacia el 5.000 años antes de nuestra era. Esta cultura se extiende por doquier desde el Mediterráneo, la zona del norte de Mesopotamia y hasta los Montes Zagros, justo vecina de Gobleki-Tepe y al sur, que es donde se descubriera un uso pertinaz y reiterativo de lajas e instrumentos de obsidiana.
Siguiendo con el capítulo de las causas para la civilización desplegada en Mesopotamia, y más en concreto en el Sur de Mesopotamia  -aprovechamiento de territorios del interior, fluviales y marítimos, y la existencia de diversas rutas comerciales-, habría que suponer ahora una serie de importante hechos anteriores al Neolítico que harían referencia a la producción artificial de alimentos, su conservación para el "día a día" alimentario y relacionado con el uso y producción de diversas especies autóctonas de cada lugar. En efecto, la existencia de esas especies diversas de vegetales  -hortalizas, bulbos, legumbres-, de árboles y arbustos de fruto, y el uso de sus semillas  -frutales convencionales, la vid, el olivo y el café-,  y el supuesto hecho de que en estos lugares entre ríos debieron desarrollarse técnicas como la horticultura  -es posible que la misma horticultura sea anterior en el tiempo a la agricultura y ganadería, aunque no se posean datos sobre lo mismo- y la canalización de aguas con ese fin, antes incluso de la llegada de los productos exitosos del Neolítico. Es necesario aquí tener muy en cuenta que la mayoría de esos nuevos productos y técnicas neolíticas  -cereales y cachorros de diversas especies-  no serían propiamente originarias de esos lugares en Mesopotamia Sur, sino que habrían sido importados desde diversas rutas comerciales terrestres, pero sobre todo fluviales.
Existen en Oriente Próximo tres focos principales donde las tempranas labores de la Agricultura tuvieron lugar, a saber: la zona Sirio-Palestina (Jericó. hacia el VII milenio), Asia Menor (Hacilar y Catal Huyuk, hacia los 6.500-5.650 a. n.e.) y el Kurdistán (Jarmo, hacia los 6.750-6.500 a.n.e.)
Se trata, de esta manera, de observar los hechos prehistóricos para la aparición de la agricultura,  uno de los rasgos más característicos en el estudio de ese fenómeno, pues acaso el simple hecho de la siembra, riego por canales y recolección de cereales procedentes de otras variedades silvestres anteriores, se hubiera producido en unos ciertos márgenes de territorios como las llanuras en Asia Menor, el norte de Mesopotamia y vertientes de los Montes Zagros, según los lugares precisos donde esas semillas ya eran usadas y cultivadas desde antiguo, acaso incluso por los viejos grupos de cazadores-recolectores.
No está determinado todavía, sin embargo, el marco antropológico o modelo social empleado en la puesta en marcha de esas prácticas por los grupos humanos en Asia Menor.
Se podría conjeturar, no obstante, con datos que sí se poseen fehacientes en esos mismos lugares mentados arriba, y que hablarían de la existencia de unos grupos de cazadores-recolectores anteriores que seguirían con sus viejas costumbres inmemoriales para la consecución de alimento diario y diversos materiales de uso, grupos de marcada ascendencia masculina, en cuyo típico desarrollo el aporte de cada cual  -mujeres y hombres- a la riqueza, economía y aporte de alimentos al grupo o familia siempre habrían ganado los hombres. Es de suponer, sin embargo, que la manifestación paulatina de unas nuevas técnicas, productos y costumbres en el Neolítico, habría adquirido desde sus principios una ascendencia de marcado aspecto femenino, es decir, habrían sido las mujeres las encargadas de todo ello por lo que esos esquemas de "reparto de trabajos" y la "aportación de cada cual a la economía del grupo" fueron cambiando de forma gradual y habría sobrepasado los intereses y la aportación de los hombres a la riqueza, alimento y progreso del grupo.
Con el paso de los milenios, estas primeras agricultoras, mientras el grupo de los hombres y maridos se dedicaba a la caza y la pesca, llegaron a ejercer ahora una auténtica labor de invención de la agricultura. El constante uso y trasiego de las semillas de cereales  -de necesidad anual imperiosa-  de la siembra, cuidado, riego y recolección habría producido de un año para otro una serie de excedentes que, una vez solventadas situaciones de almacenaje para la siembra del próximo año y la crucial de la alimentación, podría estar listo para el intercambio por otros productos y su inclusión en los circuitos normales de comercio. Así mismo, podría haber sucedido con los productos de la ganadería, excedentes en el número de cachorros y los productos derivados como la lana y la leche. Se pusieron también en marcha una serie de diversos quehaceres y fábricas relacionados con esos productos, almacenaje y conservación de alimentos, y diseño e invención de vestidos de lana y de telares para la producción de ropa y otros para el calzado.
Pero la cosa vendría a resultar más complicada, pues existe ahí un "impas" prehistórico según el cual esa prehistoria no seguiría ni mucho menos por los trabajos que realizaban los hombres de la caza y la pesca, algo con serios problemas de extinción de especies y desertización, sino por los trabajos que realizaban las mujeres. Éstas, en su intento, se habría hecho acompañar por sus hijas en esas rudas labores y les habría enseñado el oficio. Es por todo ello que las mujeres habrían ido apareciendo ante el resto de la sociedad como las auténticas y primeras propietarias de "las tierras" para el cultivo, la distribución de parcelas con otras agricultoras vecinas, y la solución de problemas a la hora de la discusión.
Todo este mastodóntico proceso a lo largo del Neolítico llevado a cabo por las mujeres habría terminado de completarse de dos maneras diferentes: en primer lugar ello habría permitido a esa clase de mujeres la creación de una especie de "fortunas personales", acumulo de riqueza, tierras, casas y aparatos, y en segundo lugar la puesta en marcha de unos modelos de conservación de esa riqueza a nivel social de familias y clanes con la puesta en funcionamiento del mecanismo que todos ahora conoces como "herencia". Es decir, la riqueza pasaría de madres a hijas de generación en generación a través de los siglos. ¿Demostración de lo mismo? Pues tan sólo habría que percatarse del sinnúmero de estatuillas rescatado en arqueología de esas épocas que en muchos casos son de mujeres muy puestas en su lugar, como muy importantes, y hacia tiempos más modernos, con unos atavíos muy ricos cargados de joyas y vestidos. La mayoría de esas estatuas y estatuillas no representan ni mucho menos diosas o ídolos de uso ritual, sino pequeños retratos demostrativos de su presencia en la sociedad y usados con fines propagandísticos y comerciales. Desde  el Indo hasta la misma Península Ibérica.









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