Un equipo de restauradores trabaja con varias piezas egipcias en el Museo Arqueologico Nacional en Madrid. JAIME VILLANUEVA
Un enorme espacio diáfano e impoluto, varias camillas, batas blancas y aparatos gigantes e indescifrables copando la sala. El aspecto del torreón norte, donde se ubica el laboratorio de restauración, del Museo Arqueológico Nacional (MAN) luce casi como un quirófano de hospital. Aunque, en este caso, los pacientes han sobrepasado ya los varios miles de años. Preparadas para ser analizadas se encuentran cinco piezas egipcias seleccionadas por el museo sobre las que un equipo de científicos europeos realizan un novedoso estudio técnico y material de las policromías.
“Hay pocos museos que cuenten con laboratorio propio. Es muy importante para el departamento de conservación disponer de uno, porque a la hora de intervenir las obras tenemos que conocerlas exhaustivamente para poder intervenir con garantías”, sostiene Teresa Gómez Espinosa (izquierda), Conservadora jefe del Departamento de Conservación del MAN.
El proyecto fue solicitado por la galería y el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) al proyecto MOLAB, laboratorios móviles europeos que se enmarcan dentro de la plataforma de investigación cultural Iperion. El análisis de las policromías desde un punto de vista multidisciplinar con la tecnología puntera que traen estos laboratorios se traduce en varias vertientes fundamentales para descubrir muchos más detalles de las piezas. “Conocer la policromía egipcia nos va a dar también mucha información sobre su estado de conservación y sobre las intervenciones históricas que ha tenido. Y también ver la incidencia de los compuestos orgánicos volátiles, es decir, los agentes contaminantes”, asegura Gómez. El MAN tiene, además, otro proyecto en marcha para controlar la contaminación del museo, una línea de investigación a la que le están dando mucha importancia, según detalla la conservadora. Esta línea también está incluida en el estudio europeo. “Hemos seleccionado unas obras que están en depósito y otras que están en exposición, y vamos a comprobar la incidencia de la contaminación sobre la policromía en uno y otro caso”.
A principios de febrero se realizaron en Madrid los trabajos de la mano de diez científicos procedentes de Italia y Francia y El País pudo asistir a parte del proceso. Los investigadores se trasladan con sus propios equipamientos e infraestructuras, unos aparatos reconocidos por los investigadores por una avanzada tecnología y experiencia que solo tienen los que están dentro del marco de MOLAB. “Los que están aquí son especialistas en pintura o policromía”, cuenta Gómez. “Son técnicas que se basan en estudios atómicos y moleculares. Digamos que abarcan todo el espectro visible e invisible”.
Cada uno de ellos, químicos, físicos y ópticos especializados, se encarga de una técnica distinta y posteriormente de interpretar los resultados de los análisis y las mediciones. Habitualmente se extrae una parte del objeto y se traslada al laboratorio para el análisis, apunta Constaza Miliani (izquierda) la especialista que está a cargo del proyecto. “Lo que hacemos aquí es analizar todo el objeto y además no hay ni que tocarlo. Es un procedimiento muy respetuoso y con el que además se obtienen muchas más informaciones. Normalmente se extrae una parte pequeñísima del objeto, nosotros hacemos una especie de radiografía de toda la pieza”.
Cada objeto va pasando por una técnica distinta. “Pero son análisis no invasivos”, insiste Teresa Gómez. “No requieren toma de muestra, eso es importantísimo. Cada pieza pasa por las distintas técnicas y se analizan específicamente los mismos puntos. Una técnica de por sí nos dice algo, pero lo interesante de esto es que es un trabajo interdisciplinar. Muestran unas conclusiones conjuntas en una revista internacional de prestigio. Y estos nos va a servir para muchas cosas: para aumentar nuestro conocimiento de Egipto, para la hora de intervenir en las piezas…”
Mari Carmen Pérez Die (derecha), jefa del Departamento de Antigüedades Egipcia del MAN, fue la encargada de seleccionar los objetos que entrarían a formar parte del proyecto. “Los investigadores están dedicados especialmente al estudio de los pigmentos, las pinturas y las composiciones. Claro, eso en Egipto da para mucho”. Lo que más destaca de entre las piezas elegidas son dos ataúdes de la dinastía XXI donde fueron enterrados sacerdotes de Amón. Intencionadamente escogieron estos dos féretros que son un poco diferentes entre sí aunque pertenezcan al mismo periodo: uno reutilizado y otro que tiene restauraciones modernas. “Es muy importante que descubramos cuales son esas restauraciones modernas para conocer la historia del ataúd”, apostilla Pérez.
A partir de los resultados del análisis se pueden determinar también detalles historiográficos. “Desde el momento en que una pieza ha sufrido restauración o al revés; o que un color se utilizaba con tales pigmentos en tal época; o aquí está saliendo un material que sabemos que nunca se utilizó antes del siglo XX, nos da mucha información sobre la civilización y sus costumbres”.
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