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viernes, 14 de abril de 2017

Los orígenes paganos de la Pascua

Como suele ocurrir con las celebraciones de la Iglesia Católica, en la fiesta de Pascua también se superponen diferentes tradiciones religiosas y místicas creando un sincretismo cuyo origen antecede y se mezcla con la formación del cristianismo.
Ostara (en antiguo inglés, Eostre) es el nombre de una antigua divinidad germánica de la primavera.
Ostara (en antiguo inglés, Eostre) es el nombre de una antigua divinidad germánica de la primavera.
Si bien la palabra Pascua, y sus diferentes derivaciones del latín, significa «pasar sobre», en inglés la palabra usada para designar esta festividad es «Easter», una palabra que claramente proviene de una serie de divinidades femeninas relacionadas con la primavera, la fertilidad y el amor. Y si bien esto ocurre dentro de la tradición anglosajona, esta etimología, para algunos investigadores, delata un origen pagano que no puede disociarse del todo de la celebración cristiana, ya que antecede en el tiempo al cristianismo y cuenta en el fondo la eterna historia de la resurrección, una historia mucha más antigua que la de Cristo.
Según cuenta Manly P. Hall, en su lectura The Great Solar Symbol of the Messiah, Cristo es una encarnación más del arquetipo del mesías solar —junto con otros héroes y semidioses— cuyas vidas simbolizan (o son simbolizadas, he ahí el misterio) el trayecto del sol durante el año. De aquí que las grandes fiestas religiosas del cristianismo y de religiones solares coincidan a grosso modo con los equinoccios y solsticios. El sol es el gran redentor y su energía es el principio que reinstaura la vida en la Tierra, renaciendo simbólicamente en la primavera —el inicio del año astrológico—.
«Amanecer en el Océano», de Vladimir Kush, 2000.
«Amanecer en el Océano», de Vladimir Kush, 2000.
La Pascua, según estableció el Primer Concilio de Nicea, originalmente se celebraba el primer domingo después de la primera luna llena posterior al 21 de marzo o ese mismo 21 de marzo si fuera luna llena. Esto sugiere un sincretismo religioso entre la figura de Cristo y las religiones mistéricas, ligado a la fertilidad y a la adoración del sol y la luna (a veces símbolo de la diosa madre). Al menos esto ya nos revela que en un inicio, las grandes fiestas religiosas emulaban a los grandes procesos astronómicos: una «astroteología» común a diversas culturas.

Diosa, madre y amante

La palabra «Easter» parece provenir de la diosa Ostera o Eostre (la misma etimología que el Este), diosa del amanecer o de la primavera en la cultura anglosajona. Esta palabra está cognada con la divinidad babilónica Ishtar, adorada como Venus, ya que al ser la estrella del amanecer y/o del atardecer «parece amar la luz», es decir es la consorte del dios de la luz, del dios masculino. Esto es importante ya que todas estas divinidades encarnan el principio primordial de la feminidad, de la Diosa Madre que, como Robert Graves sostiene en su libro La Diosa Blanca, es una deidad prístina que se transforma de igual manera en madre como en amante.
Ishtar ha sido también identificada con la Reina Semíramis, la esposa del poderoso rey rebelde Nemrod, que aparece en la Biblia y que habría construido la Torre de Babel.
En la mitología sumeria, Inanna era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Con la llegada de los acadios, Inanna se sincretiza con la diosa Ishtar.
En la mitología sumeria, Inanna era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Con la llegada de los acadios, Inanna se sincretiza con la diosa Ishtar.
En Sumeria, Ishtar es Inanna, esposa de Rey Dumuzi, también llamado Tammuz. Existen variantes a esta historia pero según cuentan diferentes culturas Nemrod-Tammuz-Dumuzid habría muerto (en algunas versiones, despedazado por un jabalí salvaje; en otras, matado por Shem, castigado por idólatra) y su esposa Ishtar-Inanna-Semiramis habría descendido al inframundo para juntar sus partes y resucitarlo. Esta historia evidentemente evoca el mito de Osiris, que es asesinado por su hermano Set y su esposa Isis reconstruye su cuerpo —al último labrando con su voz un falo de oro— para regresarlo a la vida y hacerlo rey de la vida después de la muerte.
Pero no sólo Osiris tiene una relación con Cristo, también al investigar el culto a la Virgen María descubrimos que es una continuación del culto a Isis y comparten una poderosa simbología, aquella del culto a la Diosa Madre, diosa de la fertilidad, canalizada dentro del proceso de evangelización de la Iglesia Católica.
horus-jesus
Según Manly P. Hall: «La Virgen madre, dando a luz al dios solar que el cristianismo tan fielmente ha preservado, es un vestigio de la inscripción en honor a su prototipo egipcio, Isis, que apareció en el Templo de Sais: “El fruto que he traído es el Sol”». Isis, como María, es la madre del sol o del hombre que lleva consigo los principios de la iluminación.

¿El conejo o la coneja?

Siguiendo con esta idea especulativa, cabe destacar que el conejo es un claro símbolo de la fertilidad, lo que ha sido interpretado como una fiesta de paso primaveral donde se suscita la abundancia a través de un rito y de un marco simbólico que no puede ser entendido sin la sexualidad. Eostre, la diosa del Este, del amanecer, se manifiesta en la forma de un conejo (¿la eterna conejita del erotismo sagrado?).

Antigua estatua de la diosa Eostre. El conejo es símbolo de la reproducción y fertilidad.
Antigua estatua de la diosa Eostre. El conejo es símbolo de la reproducción y fertilidad.
Para ser justos, hay que aclarar que la Pascua que conocemos es una fiesta eclesiástica y por lo tanto fundamentalmente latina. Es la cultura anglosajona la que encuentra esta otra versión de la festividad al traducir Pascua como «Easter», acaso contaminando el término de ecos paganos o, según se quiera ver, enriqueciéndolo con una mayor gama de correspondencias mitológicas.

Logos de la luz

Esto nos permite leer la historia de Jesús —su muerte y resurrección— con una mayor riqueza de metáforas y tonalidades, entendiéndola, más allá del dogma, como parte de un arquetipo de renacimiento, del sol y el hombre que se sacrifican, que mueren, que cambian de piel como una serpiente, para poder abrir paso a una nueva etapa. Que participan en la conciencia solar del universo. Quizás, también, aventurándonos a una interpretación esotérica, altamente hereje, un renacimiento que se da a partir de la mujer —que es tanto madre como amante (el agua del fuego en el horno de la alquimia)— que en cierta medida da a luz a este nuevo ser, esta nueva forma de ser, a esta nueva era, el hombre que se diviniza, que se vuelve como el sol, su padre. Una historia que está en el centro de los misterios de la antigüedad, y que tal vez sigue pasando, sigue reencarnando en la tierra estacionalmente y posiblemente esté sucediendo en estos momentos al interior de los hombres, en alguna medida, aunque se haya perdido el entendimiento.






articulo publicado en...http://maestroviejo.es/los-origenes-paganos-de-la-pascua

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