lunes, 11 de enero de 2016

Así eran los ereader en el siglo XVI


Los libros electrónicos nos han salvado la vida (lectora) cuando nos vamos de vacaciones y viajamos con una low cost. 

¡Por fin podemos llevar cientos de tomos que esperamos leer tumbados en la arena sin que nos hagan pagar por exceso de equipaje! 

La idea, aunque nos parece revolucionaria, no es exactamente nueva y de hecho hubo intentos previos para crear máquinas que permitiesen la lectura electrónica, aunque no tuvieron mucho éxito. 

Ahí están los ejemplos de la enciclopedia mecánica de doña Angelita o varios intentos en los 60 y los 70. La maravillosa Project Gutenberg, que da acceso a tantos ebooks sin coste, fue fundada de hecho en 1971. 

"La rueda de los libros" de Agustino Ramelli

Pero antes incluso que todos ellos hubo quienes pensaron en crear máquinas que permitiesen leer y leer, como la que creó en 1558 Agustino Ramelli. Ramelli era un ingeniero italiano, con una formación matemática muy solvente y con una carrera militar. Ramelli formó parte de los ejércitos de Carlos V y siguió siendo militar hasta su muerte (cuando había jurado fidelidad al rey francés). Pero si Ramelli pasó a la historia fue por sus inventos. 

En 1558 publicó Le diverse et artificiose Machine... Dal Ponte Della Tresia Ingegniero del Christianissimo Re di Francia et di Pollonia, Composte in Lingua Italiana et Francese, un libro escrito en francés e italiano y publicado en París que recogía diferentes inventos firmados por Ramelli. El libro está ahora en libre acceso en una web francesa

Entre los inventos de Ramelli había fuentes, molinos, autómatas o, lo que nos interesa, una máquina que permitía leer muchos libros al mismo tiempo sin perder la página en ninguno de ellos.El invento fue llamado la 'rueda de los libros'. 

Según explican en el blog de Europeana, la rueda contaba con un sitio cómodo para leer en el que se situaba el lector. Una vez sentado podía acceder a los diferentes libros y cambiar de tomo cada vez que quería sin hacer un gran esfuerzo. 

La máquina no solo no murió con el libro de Ramelli sino que tuvo incluso una vida más allá de su autor. Tras la muerte de Ramelli otro inventor, Nicolas Grollier de Servière (que también tenía un pasado militar) la mejoró y la construyó. La rueda de libros formaba parte de su gabinete de curiosidades, en el que había situado diferentes inventos y artilugios y que abría al público una vez por semana.

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