RALPH BLUMENTHAI / El País en colaboración con The New York Times
Desde lo alto de los cielos de Kazajistán, la tecnología espacial ha revelado un antiguo misterio oculto en el suelo.
Las imágenes por satélite de una estepa recóndita y pelada en el norte del país revelan geoglifos colosales: figuras geométricas de cuadrados, cruces, líneas y anillos del tamaño de varios campos de fútbol, que solo se pueden distinguir desde el aire. Según los cálculos, las más antiguas se remontan hasta 8.000 años.
La figura más grande, cerca de un yacimiento neolítico, es un cuadrado gigante formado por 101 montículos, cuyas esquinas están conectadas por una cruz diagonal, y tiene una extensión mayor que la Gran Pirámide de Keops. Otra figura es una especie de esvástica de tres brazos, acabados en zigzag en sentido contrario a las agujas del reloj.
Estos geoglifos (como mínimo 260 —entre montículos, zanjas y terraplenes— dispuestos en cinco formas básicas), en la región de Turgai, en el norte de Kazajistán, fueron descritos el año pasado en una conferencia de arqueología celebrada en Estambul como unas obras únicas y desconocidas hasta la fecha.
Localizados en Google Earth por Dmitriy Dey, un economista kazajo amante de la arqueología, en 2007, los denominados "geoglifos de la estepa" siguen resultando profundamente enigmáticos y prácticamente desconocidos para el resto del mundo.
Hace dos semanas, en lo que constituye la mayor señal hasta la fecha de interés oficial por investigar los yacimientos, la NASA publicó imágenes de satélite de algunas de las figuras, tomadas desde unos 700 kilómetros de altura . “Nunca había visto nada semejante; me parece extraordinario”, comenta Compton J. Tucker, un experimentado científico de la biósfera que trabaja para la NASA en Washington y que envió las imágenes, tomadas por DigitalGlobe, un proveedor de imágenes por satélite, a Dey y a The New York Times.
Ronald E. LaPorte, científico de la Universidad de Pittsburgh que ayudó a difundir los hallazgos, define la participación de la NASA como “de enorme importancia” a la hora de movilizar apoyos para una investigación más minuciosa. La pasada semana, la NASA puso en la lista de tareas de los astronautas de la Estación Espacial Internacional el tomar fotografías espaciales de la región. “Puede que la tripulación tarde un tiempo en obtener imágenes de su yacimiento, pues estamos a merced de los ángulos de elevación solar, las restricciones meteorológicas y el calendario de la tripulación”, escribía Melissa Higgins, miembro del Departamento de Operaciones de la Misión, a LaPorte en un correo electrónico.
Las imágenes tomadas por la NASA se suman a la amplia investigación que Dey recopiló este año en una conferencia en PowerPoint, traducida del ruso al inglés.
“No creo que la intención fuera que las observasen desde el aire”, explica Dey, de 44 años, en una entrevista desde su ciudad, Kostanay, y descarta las conjeturas descabelladas sobre alienígenas y nazis; mucho antes de la llegada de Hitler, la esvástica era un elemento de diseño antiguo y casi universal. Su teoría es que las figuras construidas a lo largo de líneas rectas sobre elevaciones constituían “observatorios horizontales para seguir los movimientos del sol naciente”.
Los científicos sostienen que Kazajistán, una vastísima exrepública soviética rica en petróleo que comparte frontera con China, se ha movido con lentitud a la hora de investigar y proteger los hallazgos, y apenas ha difundido noticias sobre ellos. “Me preocupaba que pudiese ser un fraude”, reconoce LaPorte, profesor emérito de epidemiología en Pittsburgh, que el año pasado se topó con un informe sobre los hallazgos mientras investigaba enfermedades en Kazajistán.
Sin protección de la Unesco
Con la ayuda de James Jubilee, un exfuncionario estadounidense dedicado al control de armas y ahora coordinador de ciencia y tecnología en materia sanitaria de Kazajistán, LaPorte se puso en contacto con Dey a través del Departamento de Estado, y sus imágenes y documentación pronto les convencieron de la autenticidad y relevancia de los geoglifos. Buscaron fotos de KazCosmos, la agencia espacial del país, y presionaron a las autoridades locales para que solicitaran la protección urgente de los yacimientos a la Unesco, pero sin suerte hasta la fecha.
En el periodo cretácico, hace 100 millones de años, la región de Turgai estaba dividida por un estrecho que iba desde el actual Mediterráneo al Océano Ártico.Las tierras fértiles de la estepa eran un destino para las tribus de la Edad de Piedra en busca de terrenos de caza, y la investigación de Dey indica que la cultura mahandzhar, que floreció allí entre el 7.000 y el 5.000 a. C., podría tener relación con las figuras más antiguas. Sin embargo, a los científicos les sorprende que una población nómada se quedase en un mismo lugar el tiempo necesario para talar y disponer los árboles de los terraplenes, y para sacar del fondo de los lagos el sedimento con el que construir los enormes montículos, que en un principio tenían entre dos y tres metros de alto y ahora tienen un metro de alto y unos 12 de ancho.
Persis B. Clarkson, arqueólogo de la Universidad de Winnipeg que vio algunas de las imágenes de Dey, explica que estas figuras y otras similares en Perú y Chile están cambiando la concepción que tenemos sobre los primeros nómadas.
“La idea de que estos pueblos pudiesen reunir el número de personas necesario para emprender proyectos de grandes dimensiones, como crear los geoglifos de Kazajistán, ha hecho que los arqueólogos reconsideren profundamente la naturaleza y los ritmos de la organización humana a gran escala y compleja, como precursora de las sociedades sedentarias y civilizadas”, explica Clarkson.
“Se dedicó un esfuerzo ingente” a las estructuras, según confirma también Giedre Motuzaite Matuzeviciute, arqueóloga de la Universidad de Cambridge y profesora visitante de la Universidad de Vilnius, en Lituania, que el año pasado estuvo en dos de los yacimientos. Matuzeviciute afirma que no estaba convencida de definir las estructuras como geoglifos —un término aplicado a las enigmáticas líneas de Nazca, en Perú, que representan animales y plantas— porque los geoglifos “se conciben como arte, más que como objetos con una función”.
Matuzeviciute y dos arqueólogos de la Universidad de Kostanay, Andrey Logvin e Irina Shevnina, debatieron sobre las figuras en el encuentro de arqueólogos europeos celebrado en Estambul el año pasado.
Al no haber material genético para analizar, pues ninguno de los dos montículos en los que se ha excavado es una tumba, Matuzeviciute explica que usó la luminiscencia estimulada ópticamente —un método para medir la cantidad de radiación ionizante— con el fin de analizar el material de construcción, y descubrió que uno de los montículos se remontaba al 800 a. C. Otros estudios preliminares dataron las primeras obras como de hace más de 8.000 años, lo que podría convertirlas en las creaciones más antiguas de este tipo halladas hasta la fecha. Otros materiales apuntan a fechas en la Edad Media.
Dey sostiene que, según algunas teorías, varias de las figuras podrían ser observatorios solares del estilo de Stonehenge, en Inglaterra, y las torres Chanquillo, en Perú.
“Todo está vinculado por el culto del sol”, explica Dey, que habla en ruso por Skype a través de un intérprete, Shalkar Adambekov, estudiante de doctorado de la Universidad de Pittsburgh.
Fue un descubrimiento por accidente. En marzo de 2007, Dey estaba en su casa viendo un programa del Discovery Channel, Pirámides, momias y tumbas, y recuerda que se dijo: “Hay pirámides por todo el mundo. En Kazajistán también debería haber”.
Acto seguido, empezó a buscar imágenes de Kostanay y sus alrededores en Google Earth. No había pirámides, pero, según cuenta, unos 320 kilómetros al sur de la ciudad vio algo igual de intrigante: un cuadrado gigante de más de 275 metros de lado, formado por puntitos y atravesado por una X punteada.
Al principio Dey pensó que podía tratarse de una antigua instalación soviética, quizá uno de los experimentos de Nikita Jruschov de cultivar tierra virgen para la producción de pan. Sin embargo, al día siguiente, Dey localizó una segunda figura gigante, la esvástica de tres brazos con las puntas ornamentadas, de unos 90 metros de diámetro. Antes de que acabara ese año, Dey había encontrado otros ocho cuadrados, círculos y cruces. En 2012 ya eran 19, y ahora tiene registrados 260, entre ellos varios montículos con dos líneas descendientes, llamadas “bigotes” o “mostacho”.
Antes de emprender la búsqueda de las figuras en el terreno, Dey preguntó a los arqueólogos kazajos si tenían constancia de estas formas. Recibió un no por respuesta. En agosto de 2007, llevó a Logvin y a otros científicos hasta la figura más grande, ahora conocida como Cuadrado de Ushtogaysky, en honor a la aldea más cercana.
“Era difícil, dificilísimo, comprenderlo desde el suelo”, recuerda. “Las líneas se dirigen hacia el horizonte, es imposible imaginarse de qué figura se trata”.
Cuando excavaron en uno de los montículos no encontraron nada. “No era un cenotafio, donde hay pertenencias del fallecido”, explica. Sin embargo, no muy lejos de allí encontraron objetos de un asentamiento neolítico de entre 6.000 y 10.000 años de antigüedad, entre ellos varias puntas de lanza. Ahora, explica Dey, “el plan es construir una base de operaciones”.
“No podemos excavar todos los montículos, sería contraproducente”, dice. “Necesitamos tecnología moderna, como la que hay en Occidente”. LaPorte afirma que Dey, sus compañeros y él han intentado usar drones, como hace el Ministerio de Cultura peruano, para trazar mapas y proteger los yacimientos antiguos.
Pero el tiempo es un enemigo, sostiene Dey. Este año, una figura denominada Cruz de Koga resultó considerablemente dañada por los constructores de carreteras. “Y eso que fue después de que avisáramos a las autoridades”, subraya.
Traducción de News Clips
© 2015 New York Times News Service
articulo publicado en...http://terraeantiqvae.com/profiles/blogs/la-nasa-ofrece-m-s-pruebas-sobre-los-misteriosos-geoglifos-de-la#.VkSAkHYve70
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