El castillo de Montségur situado en la comuna francesa homónima, en el departamento de Ariège, es la fortaleza cátara más representativa debido, en parte, a su trágico final, que dio pie a toda una serie de leyendas. Tanto es así que, según narra una de esas ancestrales leyendas, Montségur fue creado por los colosales hijos de Gerión, el monstruoso gigante mitológico griego, arrojando grandes piedras de un monte a otro y haciendo que el viento las tallase hasta conformar la construcción del castillo. Cierto es que no es de extrañar la existencia de dicha historia puesto que esta increíble fortaleza fue construida sobre el gran peñasco final del imponente monte Pog, a 1200 metros de altura sobre el nivel de mar.
Orígenes históricos
Los orígenes del Castillo de Montségur, son bastante confusos e inciertos. Según investigaciones llevadas a cabo por el historiador del siglo XX Fernand Niel, pudo haberse construido a finales del siglo XII y principios del siglo XIII, sobre los restos de un templo maniqueo, por orden de Ramón de Perella, señor de Perella y co-señor de Montségur. Ramón de Perella habría confiado su construcción a los diáconos Ramón Mercer de Mirepoix y Ramón Blasco en el año 1204. Justo en ese mismo año, en 1204, un importante personaje, Gilabert de Castres, itinerante de otros lugares cátaros, se establece en Montségur, al constituir ya un enclave importante para el catarismo.
Esta increíble fortaleza fue construida sobre el gran peñasco final del imponente monte Pog, a 1200 metros de altura sobre el nivel de mar
Los Cátaros y su herejía
La palabra “cátaros” proviene del griego, y su significado etimológico es “los puros”. Los cátaros eran los seguidores del catarismo: un movimiento religioso nacido de antiguas creencias paganas orientales. Su principal doctrina contenía dos principios fundamentales y contrapuestos: el Bien y el Mal. El Bien representaba la parte espiritual del hombre mientras que el Mal estaba representado por el diablo en todo lo material, que se consideraba impuro. Durante la Edad Media el catarismo se fue diversificando en distintas modalidades que ya se tachaban de heréticas desde los inicios del cristianismo, arraigando en varios países europeos, pero con mayor fuerza en el sur de Francia. Los cátaros consideraban a la Iglesia de Roma, desorientada y perdida. Pensaban que se había desprendido de su primitiva esencia, su sencillez, pobreza y humanismo. Afirmaban que Roma se había convertido en una religión prepotente e intransigente cuyos fieles vivían en continuo temor al castigo divino y se hallaban obligados, bajo pena de excomunión, a la obediencia ciega a sus inamovibles dogmas. La llamada "herejía cátara" o “albigense” se centraba en esa doctrina cristiana dualista, en que la deidad era representada mediante dos realidades separadas: el Dios bueno, el Ser Supremo Espiritual Trascendental e Indefinible y el Príncipe del mundo material o Satán. Según dicha concepción, todo lo que existiese en el mundo sería obra de Satán o dios del mal, y por tanto, el Dios bueno no tendría responsabilidad alguna sobre los actos malignos cometidos en el mundo físico.
Los cátaros no veían a Jesús como la encarnación de Dios, sino como un ente espiritual
Por tanto, los cátaros no verían a la figura de Jesús como al Dios hecho hombre que propugna la Iglesia de Roma, sino como a una criatura de Dios que, lejos de encarnarse físicamente, se presentaría como un ente espiritual. Motivo por el cual Jesús, según el catarismo, no llegó jamás a padecer ni a ser crucificado. Por lo tanto, los cátaros veían en la figura de Jesús únicamente al Cristo Celeste, es decir, una entidad espiritual cuyas enseñanzas serían el camino que ayudaría al hombre a apartarse del apego hacia lo mundano, consiguiendo así la liberación de su espíritu.
El Castillo de Montségur y los Cátaros
Montségur fue un castillo sumamente especial. Entre algunas de sus muchas peculiaridades destaca la inexistencia de almenas, lo que indica que fue una plaza militar edificada, básicamente, para acoger y congregar a los cátaros.
Durante el Concilio Lateranense IV (1215-1216) convocado por el papa Inocencio III, se pidieron explicaciones a Ramón Roger de Foix, señor del condado donde se asienta el castillo, por haber permitido asilo en Montségur a los cátaros, más aun cuando el Papa había ordenado su persecución y convocado una cruzada anti-cátara. De hecho el castillo se había convertido en un importante centro del catarismo desde el que se podían controlar, fácilmente, los movimientos de inquisidores y cruzados. Los cruzados, habiendo obtenido ya importantes victorias contra los cátaros, tenían puestos sus ojos en el castillo por ser el último reducto hereje que aún se les resistía. Por ello, desde Francia se ordenó a Hugo de Arcís , jefe de la milicia de Carcasona, que organizase el asalto a Montségur. Hugo de Arcís, al mando de un ejército de 10.000 hombres, perfectamente equipados, y con toda clase de maquinaria de guerra y catapultas,.estableció su campamento a los pies de la imponente mole rocosa de Montségur, en mayo de 1243, con la intención de vencer, si no por asalto, sí al menos por hambre y sed a los sitiados del castillo.
El Papa Inocencio III excomulga a los cátaros (izquierda) y convoca la conocida como Cruzada Albigense contra ellos
En principio los sitiados tenían la ventaja de luchar desde la altura, así como de disponer de gran cantidad de agua en sus aljibes además de abundante comida, pero sólo contaban con 1.000 defensores entre cátaros, soldados y simpatizantes. De hecho el contingente militar del castillo se limitaba a 15 caballeros con sus escuderos y a unos 200 soldados y sargentos bajo el mando de Pere Roger de Mirepoix. No obstante confiaban en la magnitud de la montaña y en los casi inaccesibles caminos que conducían hasta su el castillo, desconocidos para los cruzados. Pese a su aplastante superioridad numérica y a sus máquinas de guerra, Hugo de Arcís no logró doblegar la resistencia de la fortaleza hasta casi un año después, cuando los cátaros empezaron a flaquear al irse quedando sin agua ni provisiones, además de haber sufrido innumerables bajas en la lucha y por todo tipo de enfermedades. Los cruzados, ayudados por algunos vecinos de la zona, fueron encontrando caminos por los que escalar hasta situarse a unos 20 metros de las murallas del castillo, logrando subir por los riscos soldados y catapultas y comenzando a excavar túneles a fin de ir minando los poderosos muros de la fortaleza.
La rendición de Montségur se produjo en marzo del año 1244, por lo que Ramón de Perella y Pere Roger de Mirepoix, iniciaron las negociaciones sobre las condiciones de la capitulación con Hugo de Arcís, obteniendo una tregua de 15 días. Durante esas dos semanas, los cátaros se organizaron espiritualmente y decidieron el reparto de sus bienes tras la rendición. Finalizada la tregua, abandonaron Montségur, tal y como se había acordado. Los cátaros de mayor renombre y grado, así como muchos de sus simpatizantes y seguidores, fueron hechos prisioneros y reunidos en una hondonada en la que los cruzados habían amontonado gran cantidad de piedras y leña, y a la que a continuación prendieron fuego. Desde entonces, el lugar fue rebautizado con el nombre de “Prado de los Quemados”. Se calcula que fueron más de doscientas las personas quemadas vivas aquel día. Tras la caída de Montségur, los cátaros continuaron siendo perseguidos y diezmados, produciéndose una desbandada general hacia Italia, el centro de Europa y España, dándose por concluida la cruzada contra ellos.
Estela conmemorativa en el Prado de los Quemados, alzada como homenaje a los alrededor de 200 cátaros que murieron quemados vivos tras la rendición del Castillo de Montségur
Los misterios del Castillo de Montségur
El castillo de Montségur es conocido en toda Occitania, por su misterioso significado de tipo religioso, esotérico y exotérico, así como por sus leyendas. Una de ellas nos habla de los supuestos tesoros –incluido el tan buscado Santo Grial- que los cátaros fueron trasladando desde Montségur, por oscuros pasadizos y caminos ocultos, hasta una gruta secreta en la que los escondieron, y que aún no habría sido descubierta.
Uno de los autores contemporáneos que más ha contribuido a difundir el misterio que envuelve a Montségur es Gérard de Sède. El autor de “El tesoro cátaro”, nos relata en su obra:
Pero mientras se elevaban las llamas, cuatro sombras salían del castillo y se descolgaban, con ayuda de cuerdas, a lo largo de la vertiginosa pared Oeste del pico. Eran los Perfectos Amiel Aicard, Hugo, Pictavin y otro cuyo nombre es incierto. Llevaban consigo una manta anudada en forma de hatillo. La fuga la había organizado Pierre-Roger de Miraepoix; su pariente Arnaud-Roger de Mirepoix, testigo de los hechos, los contó más tarde a la Inquisición, explicando: “Se hizo así para que la Iglesia de los herejes no perdiese su tesoro.”
Desde el Campo de los Quemados, los cátaros que se retorcían en las llamas vieron encenderse una gran hoguera en la cumbre del Bidorta: los cuatro evadidos les hacían saber que habían cumplido su misión.
También según otros autores, se creía en la existencia de un lago junto al castillo, al cual, si se arrojaba una piedra, se provocaba el estallido de una pavorosa tormenta, que aterrorizaba a los posibles buscadores del tesoro cátaro. Montségur y su castillo: miles de leyendas, miles de historias y miles de misterios se ocultan aún a día de hoy entre sus ancestrales ruinas.
Autor: Mariló T. A.
articulo publicado en..https://www.ancient-origins.es/noticias-general-lugares-antiguos-europa/la-fortaleza-monts%C3%A9gur-la-%C3%BAltima-resistencia-los-c%C3%A1taros-003020
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