domingo, 22 de febrero de 2015

El oráculo de Delfos. La ciencia verifica cómo fue posible


Recientes descubrimientos apoyan las afirmaciones de los escritores clásicos sobre el funcionamiento del oráculo de Delfos y de cómo la sacerdotisa encargada de emitir los augurios del dios Apolo obtenía este don.
Delfos era el lugar que albergaba el famoso oráculo de Apolo en la Grecia clásica. Allí, la sibila transmitía el mensaje de los dioses. Numerosos autores clásicos afirman que este poder provenía de los gases emanados del fondo de la tierra, aunque tal afirmación fue rechazada por los primeros arqueólogos. A finales del siglo XX, una investigación realizada por el geólogo Jelle Z. de Boer y el arqueólogo John R. Hale ofrece nuevas claves científicas: existen fallas y elementos geológicos que dan explicación a los vapores que la pitonisa aspiraba. Las historias de Esquilo, Cicerón, Plinio, Estrabón, Diodoro, Platón, Pausanias, Plutarco y muchos más, dejan de ser un mito.

El oráculo de Apolo

El emplazamiento arqueológico de Delfos fue uno de los lugares más importantes del mundo griego. Está situado cerca del golfo de Crisa, rodeado por el increíble monte Parnaso, que la mitología considera como la morada de las musas. Dentro de este emplazamiento se encontraban distintos monumentos, pero todo giraba en torno al templo de Apolo, el lugar que albergaba el oráculo donde la pitia hablaba en nombre de Apolo para responder las preguntas de los visitantes.
Por él pasaron personajes como Filipo II, rey de Macedonia, Pirro, rey de Épiro, Cicerón, Juliano, etc. Sin embargo, no todos podían comprender las palabras y los mensajes. La respuesta de la sibila era ambigua, se tenía que interpretar. “El oráculo no oculta ni revela la verdad, solo la insinúa” (Heráclito, siglo VI a.C.).
Y no por casualidad en el templo de Apolo estaba la famosa frase “Cónocete a ti mismo”, ya que solo quien puede entrar dentro de sí mismo puede comprender el mensaje. En eladyton (el lugar del templo en el que se hallaba la sabia mujer) se encontraba la siguiente inscripción:
“Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”.

Las grietas subterráneas, los vapores y el poder de la sibila

La pitonisa era entrenada desde pequeña, y era escogida por los sacerdotes, ya que debía tener unas cualidades especiales y vivir rodeada de pureza física, psíquica y espiritual.
Se encontraba en el recinto del templo que se llamaba “adyton” (del griego τὸ ἄδυτον, literalmente «lugar en el que no se puede entrar»). Recibía al consultante sentada sobre un trípode de madera de laurel. Las patas simbolizaban el pasado, el presente y el futuro, lo cual venía a significar otra enseñanza interesante: “Sin aceptar el pasado, sin conocer el presente, ningún futuro puede construirse”.
La manera que tenía de revelar el mensaje nos la cuentan numerosos historiadores, poetas y filósofos clásicos: Esquilo, Cicerón, Plinio, Estrabón, Diodoro, Platón, Pausanias y Plutarco, quien, además, fue sacerdote del templo en el siglo II. Todos coinciden en lo mismo: la sibila aspira unos gases que provienen del fondo de la tierra, entra en estado de trance y revela el mensaje de Apolo.
Sin embargo, esta explicación tradicional no fue aceptada por los primeros arqueólogos que sacaron a la luz el santuario de Delfos.

Las primeras excavaciones en Delfos

Nos encontramos a finales del siglo XIX, en pleno auge de la arqueología. La Escuela Francesa de Arqueología de Atenas consigue plena libertad para excavar en Delfos para el Gobierno francés, el cual, en 1891, consigue trasladar el pueblo de Kastri (que vivía en el yacimiento arqueológico) a lo que hoy es la moderna ciudad de Delfos. En 1894, Theóphile Homolle, jefe de la escuela francesa, comienza a excavar en el adyton, con una gran expectación por descubrir los misterios que en él se encerraban. Pero el pozo de la excavación se inundó.
No fue hasta el 1913 cuando pudieron llegar al suelo de la misteriosa cueva, pero no hallaron fisuras, grietas o fallas subterráneas por donde pudiera salir el vapor hipnotizante. Solo tierra y roca.
Años antes, en 1900, el joven clasicista inglés Adolphe Paul Oppé, tras visitar las excavaciones, publicó un influyente artículo (“The chasm at Delphi”) con tres contundentes afirmaciones:
– Que en Delfos jamás había habido ni simas ni emisiones de gas.
– Que aun cuando las hubiese habido, ningún gas producía un estado de trance espiritista.
– Que lo que Plutarco contaba de una pitonisa que sufrió un tremendo frenesí y murió poco después no concuerda con la explicación de la pitia sentada en su trípode cantando sus vaticinios.
Estas afirmaciones quedaron selladas y respaldadas años después por otros arqueólogos. En 1950, encontramos, por ejemplo, al arqueólogo francés Pierre Amandry, el cual declaró que, al no haber vulcanismo en la región, no podían producirse emanaciones de gas.
Así, el oráculo quedó relegado a la religión, a la mitología o a un simple fraude de los griegos.

Un siglo después se encuentran fallas que pasan justo por el templo de Apolo

delfos2En 1985, el geólogo Jelle Zeilinga de Boer fue contratado por el Gobierno griego para hacer un estudio de la actividad sísmica de la zona. Este proyecto estaba promovido por la ONU, y su principal objetivo era buscar fallas ocultas.
En su primera visita, le ocurrió algo que él mismo calificó como “un hecho afortunado”. Cuenta que el tránsito por el turismo había obligado a ensanchar el camino. Mientras observaba a los obreros excavando en la montaña, se dio cuenta de que habían sacado a la luz una falla. El geólogo, con gran curiosidad, la siguió a lo largo de kilómetros y comprobó que al oeste de Delfos se unía con una falla de la que él ya había oído hablar. Su parte media estaba oculta por sedimentos rocosos, pero curiosamente parecía pasar precisamente por debajo del templo.
De Boer conocía las historias de Plutarco y de otros escritores griegos, y pensó que tal vez esa falla era la fractura por la que subían los vapores que aspiraba la profetisa. Era algo que parecía bastante obvio. Sin embargo, De Boer, por ser geólogo, no le dio demasiada importancia, creyendo que quizás otros arqueólogos ya lo habrían descubierto.

Otro encuentro afortunado

En 1995, cuando De Boer visitaba unas ruinas romanas en Portugal, conoció a John Hale, arqueólogo de la Universidad de Louisville, Kentucky, que dirigía las excavaciones en ese momento. De Boer había sido recomendado a John Hale, ya que era un experto en geotectónica y le podía dar su punto de vista sobre algunos daños en el suelo de la excavación, que podían haber sido producidos por un sismo. Al atardecer, después del trabajo, compartieron una botella de vino y salió el tema de la falla de Delfos. Jonh Hale, más escéptico que partidario de las explicaciones de los antiguos historiadores, le dijo a De Boer que allí no había ninguna falla. Pero De Boer insistió, y así, entre vino y diálogo, acordaron desentrañar la verdad sobre Delfos.
En 1996 Hale y De Boer fueron a Delfos a estudiar las fallas. Los mapas de los geólogos griegos indicaban que los estratos subterráneos eran de caliza asfáltica con un contenido de hasta un 20% de aceites negruzcos. Este hecho aclaró uno de los primeros puntos: la presencia de elementos petroquímicos y la ausencia de actividad volcánica.
En 1998 hubo una segunda visita. Entonces fue cuando encontraron una segunda falla, a la que llamaron de Kerna por un conocido manantial que iba de norte a sur bajo el templo. Poco después, descubrieron que ambas fallas se cruzaban en un punto muy especial del mismo templo de Apolo: el lugar en donde la adivina profetizaba, el adyton.

Estudios geoquímicos y toxicológicos

Jeffrey Chanton, geoquímico de la Universidad de Florida, se sumó al equipo para analizar muestras de los sedimentos de las fallas y de los manantiales secos: halló etano y metano, elementos que en concentraciones elevadas pueden embriagar al inhalarse. Sin embargo, a De Boer se le ocurrió que podría haber etileno, un potente psicoactivo que resulta más difícil de hallar pasado el tiempo. Chanton viajó a Grecia para tomar muestras de un manantial activo cerca del templo. Tras varios días de espera, el equipo recibió una llamada suya: había encontrado etileno. El misterio estaba resuelto.
A finales de 2000 Hale conoció a Henry Spiller, director del Centro Toxicológico Regional de Kentucky. Henry Spiller explica que “en las primeras fases, el etileno causa euforia, sensación de flotar en el aire, obnubilación y placidez, y que a mayor dosis, más efectos”. Estos efectos pasan al cabo del rato si se deja de aspirar el gas. A De Boer le llamó la atención que el etileno tuviera un olor perfumado, ya que Plutarco describía un olor similar en sus textos.
El estudio multidisciplinario de varios años finalizó con la publicación de The geological origins of the oracle at Delphi, Greece – J. Z. De Boer & J. R. Hale,en 2001. En este estudio, avalado por la Universidad de Connecticut y de Kentucky, se pueden leer las siguientes conclusiones:
– En el sitio del oráculo de Delfos se cruza una importante falla normal y un enjambre conjugado de fracturas en direcciones perpendiculares. Varios manantiales surgieron a lo largo de las fracturas y fluían debajo del templo de Apolo.
– El sitio del oráculo está sustentado por esquistos calcáreos fechados en la época paleógena, que a su vez han sido superpuestos a una formación de piedra caliza de finales del Cretácico. Los gases de hidrocarburos emitidos por este último probablemente surgieron a nivel local a lo largo de las fracturas.
– Las ondas sísmicas asociadas a un terremoto han causado el derrumbamiento del suelo del templo, cerrando prácticamente una fisura que había por debajo, lo que a su vez dio lugar a la reaparición de las aguas de manantial situadas más arriba.
– Los análisis químicos de las muestras de agua y en el adyton (realizados en 1989) han demostrado que las aguas del lugar, en el pasado, y continúan en la actualidad, emiten pequeñas cantidades de gases de hidrocarburos (metano, etano y etileno). Durante el siglo XX se utilizaron ligeras dosis de etileno como anestésico quirúrgico.

¿Qué podemos extraer de estos estudios?

El caso del oráculo de Delfos nos demuestra que muchas veces, debido principalmente al paso del tiempo, podemos malinterpretar los acontecimientos. Si por el contrario, conseguimos poner luz nuevamente en estos hechos, quizás nos resulte complicado comprenderlos, ya que las costumbres, ideas y formas de vida cambian mucho.
El estilo de vida occidental tiene una gran herencia de la antigua Grecia: la filosofía, las matemáticas, la arquitectura, la política, etc. Pero parece que lo que hemos perdido ha sido su capacidad de ver la vida con más sentido y profundidad, y el respeto hacia las leyes de la naturaleza.
A través del desarrollo de investigaciones y estudios como los que hemos citado en este artículo, podemos reflexionar que muchas teorías actuales, incluso las que están científicamente comprobadas, puede que no sean verdad. Si queremos encontrar un punto de vista objetivo de las cosas, es fundamental que poco a poco nos quitemos ideas preconcebidas, para así poder ver todo con más amplitud y claridad. Comprender aspectos del pasado que hemos olvidado puede ser un eslabón importante para entender y mejorar nuestro presente y poder sembrar un futuro todavía mejor.
http://www.revistaesfinge.com/ciencia/arqueologia/item/1061-el-oraculo-de-delfos-la-ciencia-verifica-como-fue-posible

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