enero 23, 2015
Planeta Azul se hace presente nuevamente, con una interesante revelación de Anton Parks en torno al dios benévolo Enki, en el territorio de los muertos. Los seres conocidos por sus criaturas como “dioses” nunca pueden considerarse “muertos”. Esto se debe a que siempre inculcaban una dependencia de ellos para algún tipo de salvación, de modo que si se consideraba que habían dejado de existir, su gente seria abandonada a su suerte. El proceso continúa aún hoy: la matriz humana es engendrada con el complejo religioso que le permite vivir con tranquilidad, mientras realmente lo encadena a una limitación extrema. Pero los dioses desaparecen de algún modo. En el caso de Enki-Ea, encontraremos que hay una tablilla sumeria que describe su desaparición metafórica. Parks sostiene firmemente la analogía que une a los personajes de Enki y Osiris, y utiliza esta analogía para “decodificar” esta tablilla sumeria con la ayuda de la doctrina funeraria egipcia. También hace hincapié en que Enki-Osiris no fue realmente asesinado en Kalam (Sumer) (por lo cual el suceso no se describe generalmente en las tablillas de Mesopotamia), sino en Kemet (Egipto). Parks también sigue las huellas de Ereškigal/Se’et, la hermana de Enki (citada en las tablillas de Mesopotamia), y de su hermana menor Ninanna (Inanna). Sus sombras entrelazadas nos llevan a las profundidades bajo la meseta de Giza. En sus respectivos templos, Enki y Osiris eran objeto de cultos místicos relativos a la estabilidad del alma y a la resurrección. Los sacerdotes utilizaban artilugios para producir la ilusión de que vivían eternamente. Los ritos funerarios eran numerosos en Egipto, porque la muerte allí no fue difamada como sucedió en Mesopotamia. El difunto objeto del ritual, imagen de Osiris y Horus, trascendía la muerte para perpetuar el mito de Osiris y reequilibrar el universo. La muerte no era sino un estado que servía para la transmutación del alma. Sin embargo, en Mesopotamia, la muerte era terriblemente temida. Mencionarla abiertamente podría provocarla. Y por eso los sumerios preferían utilizar frases como: “él / ella se ha ido a su destino” o “su destino se ha apoderado de el / ella”. Parks declara que esta diferencia está relacionada con el hecho de que Egipto estuvo más inspirado por las fuerzas llamadas “de la luz” (Osiris-Enki / Kadištu), mientras que Mesopotamia estuvo bajo la influencia de las fuerzas asociadas con la “oscuridad” (Seth-Enlil / Annunaki). La frontera entre Egipto y Mesopotamia es una inmensa llanura desértica, conocida por los sumerios como Edin. Estaba bajo la soberanía de Seth-Enlil, el Gran Šatam (administrador territorial). Seth (Šeteš), el mitológico dios egipcio de los desiertos, habitaba en la tierra roja, el desierto y la tierra extranjera conocida como “Dešeret” (Dšr.t”), un término que en el KUR sumerio designa también a “los países en el extranjero”. “Kur” tenía dos significados distintos para los sumerios. En primer lugar, la montaña donde residían los “dioses”, inaccesible a los mortales, universal y vivificante. Este sería el dominio primordial, el Kharsag de los Gina’abul-Anunna en las montañas Taurus. (Donde inicialmente se asentaron, después se dirigieron a la llanura mesopotámica, ver el apartado de Kharsag). El segundo sentido es el mundo del más allá, el país de los muertos situado en general bajo la corteza terrestre, entre las aguas primordiales del Abzu y el mundo habitado arriba. Sabemos que este caso no parece referirse a la tierra hueca, el Abzu, sino más bien a la dimensión sutil o frecuencias más bajas conectadas al inframundo, donde algunos Gina’abul habían establecido su dominio. Este dominio, desconocido para el común de los mortales, generalmente simbolizaba para los sumerios en el reino de los muertos. (Consultar el apartado de las dimensiones de “las Crónicas del Girkú” para más información). Parks especifica numerosos detalles sobre el KUR del estudio “Inanna” de Francoise Bruschweiler, 1987. Estos se refieren a sus conexiones con la vida y la muerte de los dioses de varios niveles y su relación con los intermediarios entre la humanidad, las categorías más altas de las deidades, de los demonios y otros espíritus malignos, y los heroicos medios utilizados para acceder por la fuerza. Él por lo tanto no está sorprendido al encontrar menciones sobre el KUR en varias tablillas de arcilla que se refieren a los ámbitos de los Annunaki y los seres humanos, infracciones, y la posesión y los usos del Gúrkur (”la esfera de KUR”) y del Gùrkur (”quien transporta hacia el KUR”). Como es del conocimiento de todos aquellos que nos interesamos en la historia verdadera de nuestro pasado remoto, la gran mayoría de los jefes del pueblo, es decir los iniciados, que residen en la meseta de Giza saben muy bien que el lugar está lleno de galerías que forman una red subterránea absolutamente gigantesca. Además, ellos mismos conocen la ubicación de algunos túneles totalmente desconocidos para las autoridades y al Consejo Supremo de Antigüedades Egipcio. Todo aquel que establezca cierto contacto con estos individuos puede verificar esto. El término “GIGAL” no es traducible al egipcio; los jefes del pueblo son bien conscientes de esto y mantienen que este término muy antiguo no se origina en Egipto en absoluto. Recuerda más bien a los términos latinos Giganteus (gigantesco) y Gigan-tes (gigantes), es decir seres “monstruosos” – los hijos o los niños de la tierra (genios de la serpiente), llamados “Sata” en egipcio – que deseaban escalar el Olimpo para destronar al rey de los dioses. Existe un grabado del siglo XVII que muestra una vista parcial de una red subterránea bajo la meseta de Giza. Así pues, esto ha sido conocido durante mucho tiempo. La red se denomina “Gigal” por los indígenas de la milenaria meseta. La esquematización de los laberintos en el terreno demuestra que la utilización de la meseta menor de Giza como una plataforma de iniciación era conocida en la más remota antigüedad. Sin embargo, el “país extranjero” de Ereškigal (Isis) no era otro que el reino en el que se practicaban los cultos funerarios. Era la meseta de Giza, el lugar de los “dioses extranjeros”, totalmente desconocido para los mesopotámicos, y con el que los Annunaki de Kalam (Sumer) estaban en conflicto. Fue denominado “Gigal” en Egipto, y en cualquier caso, así lo llaman los nativos que viven en la milenaria meseta. La tablilla sumeria a la que nos hemos referido anteriormente es una de las doce en las que está inscrita “La Epopeya de Gilgamesh” - en particular, la doceava, que es una especie de epílogo. Le sugerimos al lector que no esté familiarizado con estas tablillas que consulte un resumen de la Epopeya de Gilgamesh. Pero tenga en cuenta que pocos parecen conocer la época en que realmente los acontecimientos descritos podrían haber tenido lugar. Datan las propias tablillas entorno al siglo 27 AC, y se supone que es esa. Además, “Enkidu”, un hombre salvaje creación de Enki, fue creado en la época del reinado del rey Gilgamesh para su diversión y educación. Pero hacemos caso omiso de eso; nuestro interés se centra en lo que se dice sobre el submundo al que Enkidu es enviado para buscar algunos juguetes perdidos pertenecientes a Gilgamesh. Y ésta es, para los sumerios, “la Tierra de los Muertos”. Según sostiene Raymon-Jacques Tournay y Aaron Shaffer, sus escritos a través de los años noventa. El documento nos remite al principio del mundo. Su reconstrucción por los Anunna se mezcla con el renombre de la humanidad de tal forma que se vean reforzados como dioses mesopotámicos. La mayoría de las tablillas de arcilla revelan abiertamente la posición despótica y tiránica de An y su “mafia intergaláctica”. Esta duodécima tablilla muestra claramente la manipulación genética realizada por los “dioses sumerios”, produciendo la línea de Á-DAM, los animales humanos encargados de satisfacer el cuerpo y el alma de los “dioses” Gina’abul (lagartos). El “poema” es descuidado en cuanto al orden de los acontecimientos. Por ejemplo, pone la creación de la humanidad antes de la redistribución del mundo entre los “dioses”. Pero pasando eso por alto, observamos que los personajes que están siempre presentes son An, Enlil, Enki, Ninmah (Ninhursag), o Ereškigal cuando sustituye a Ninmah-Ninhursag. Salvo que en el momento del “reparto” ella no sustituye a Ninmah, sino a Enki. ¿Y por qué? Porque el ya no está entre los vivos. Navega por la Tierra de los Muertos, una tierra infernal, extranjera a los ojos de los sumerios. El navega en un barco a través de la insondable tierra de los muertos… según el texto sumerio. Los especialistas prestan poca atención al término “KUR”, cuyo significado varía según los términos y circunstancias. Aquí lo utilizan para señalar el mundo subterráneo y acuático de Enki. Sin embargo, este contraste con el mundo rocoso de Ereskigal (la egipcia Isis). Parks repara en el Libro Egipcio de las Dos Vías(véase The Coffin Text – The Book of Two Ways), un itinerario iniciático que describe precisamente la necrópolis del inframundo Restau (o Ro-Setau), en la que los dos caminos llevan a la tumba de Osiris y a la Gran Pirámide. Continuando con esto, Parks da la definición egipcia estricta de “Restau” como “la entrada a las galerías o pasillos”, mientras que la traducción del vocablo sumerio es muy diferente. El restauro latino deriva al francés restaurer y al inglés restore: reparar, restablecer. Parks menciona que el santuario antediluviano situado bajo las pirámides de Giza fue reutilizado por los “dioses de Egipto”, como una base subterránea, y más tarde para llevar a cabo los ritos funerarios de los antiguos faraones para restaurar el cuerpo y el alma de los soberanos de Egipto, sucesores de Osiris y de Horus. En este punto Parks cita rigurosamente textos modernos y antiguos, desarrollando los conceptos de la vía fluvial navegable por la barca solar del gobernante difunto y descrita por los egipcios, denominada Urenes, que significa “gigante” o “muy grandes”, y que parece ser un Nilo subterráneo cuyas dimensiones corresponden a las de Egipto. Como hemos visto, Parks consigue sacar mucho partido al revisar los significados de vocalizaciones sumerias o sumerio-acadias de los términos egipcios… como con Kemet, donde arroja luz sobre un culto funerario totalmente inexplorado y temido en Sumer. La Séptima Tablilla de Gilgamesh evoca la idea que los mesopotámicos temían de esta tierra extraña e infernal. Trata sobre un sueño que tuvo Enkidu, el compañero de Gilgamesh, cuando estaba en el lugar de acceso a este país desconocido. Los orígenes de Enkidu estaban en África, donde él vivió en armonía con los animales antes de emparejarse con una sacerdotisa de Uruk, la ciudad de Inanna y Gilgamesh. La sacerdotisa transmitió a Enkidu su “esencia de vida”, haciendo que Enkidu se convertirera en “semejante a un dios”. Esta transformación permitió que él se mezclara con el mundo civilizado, afrentara a Gilgamesh, y que se hiciera su amigo para toda una vida con múltiples aventuras. La Séptima Tablilla de Gilgamesh muestra a un Enkidu precipitado por las fuerzas externas hacia el lugar grande y misterioso de las abundantes puertas, túneles, y sacerdotes de la iniciación. Enkidu se reunió con los reyes del pasado, los soberanos que habían gobernado la tierra. Ellos parecían equipararse con los faraones, cuyos pasos tantas veces se encaminaron hacia el Gigal subterráneo para ser iniciados. En este punto, es evidente que el personaje de Enkidu es una especie de humano temprano, y el análisis de Parks depende de la familiaridad del lector con los orígenes de las razas humanas. Para complementar información sobre el modo en que fueron producidas esas razas. Consulte en archivo a descargar por ejemplo: Siensišár, Trabajadores, y Ocaso de la Edad de las Acciones Heroicas. Sin embargo, aún no está muy claro como uno de esos humanos tempranos podría haber llegado a tener las habilidades y movimientos de Enkidu. Esperamos desarrollar más este tema de Enki en la tierra de los muertos en próximas publicaciones obtenidas a partir de la reveladora literatura de Anton Parks.
RECOPILACION INVESTIGATIVA: ING. REYNALDO PEREZ MONAGAS
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